Ciudad de México, 14 de junio (SinEmbargo).– Parece que la Internacional Cronopia ha insistido mucho a la albacea del escritor argentino Julio Cortázar (1914-1984), Aurora Bernárdez, quien junto a Carles Álvarez Garriga y hermoso diseño de Sergio Kern han llevado a cabo un hermoso diccionario biográfico.
Se trata de uno de los tantos libros aparecidos este año en que se celebra el centenario del nacimiento del autor de Rayuela, de quien volverá a hablarse y mucho en la próxima edición de la Feria Internacional del Libro en Guadalajara, donde el invitado de honor será Argentina.
A principios de mayo, en Buenos Aires, se llevaron a cabo las jornadas "Rayuela y cielo. Para pensar a Cortázar", una reflexión sobre la obra del escritor, con la participación de especialistas como el catedrático peruano Julio Ortega y la mexicana Dulce María Zúñiga.
Además, en la reciente edición de la Feria del Libro de Buenos Aires, el espíritu del cronopio mayor se percibió en numerosos homenajes, exposiciones, espectáculos y fotografías, mientras sus libros convocaban en masa a los visitantes.
Digamos en consecuencia que no falta Cortázar en el ambiente y que en todo caso este diccionario de la A a la Z es sólo un ladrillo más en la pared que se ha erigido en la memoria viva de un autor entrañable.
¿Recuerdan que a fines de los ’40, tímido y desconocido, se dejó empujar por un amigo hasta las puertas del British Council de Buenos Aires donde un señor extraordinariamente parecido a una langosta recorrió con aire consternado un capítulo de Imagen de John Keats en el que Keats y Cortázar se paseaban por el barrio de Flores hablando de tantas cosas y le devolvió el manuscrito con una sonrisa cadavérica?
CON LA A DE ABUELA
El prólogo cercana de Carles Álvarez Garriga invita a devorar las páginas de un diccionario que empieza con la a de Abuela, esa mujer que en Libro de Manuel “sacaba el mantel blanco y tendía la mesa bajo el emparrado, cerca de los jazmines y alguien encendía la lámpara y era un rumor de cubiertos y de platos en bandejas, un charlar en la cocina…”
La Adolescencia, el Agua, las Alambradas, justo él que tanto supo de barreras culturales en su natal Argentina y por eso le escribe al editor Mario Muchnik: “Vuelvo, pues, a lo de mis textos sobre la Argentina. ¿No crees que valdría la pena juntarlos en un librito lo más popular y barato posible y publicarlo en Buenos Aires?”. Así nació Argentina: Años de alambradas culturales, por Muchnik Editores.
Alejandra, por supuesto, la gran poeta Pizarnik a la que enviaba cartas manuscritas en las que agregaba “dos cabellos auténticos”. Alguien que anda por ahí, la a de Animales para quien consideraba al gato “mi animal totémico”.
La A de su país: “Te quiero, país tirado a la vereda, caja de fósforos vacía / te quiero, tacho de basura que se lleva sobre una cureña / envuelto en la bandera que nos legó Belgrano, / mientras las viejas lloran en el velorio…”
La A de Aurora, su primera mujer que “como siempre, está sanita como un pichón de roble y despliega actividades múltiples”.
La B de Buenos Aires, la B de Buñuel porque cuando vio El ángel exterminador, todo le daba vueltas al salir del cine. La C de Carol, la mujer con la que recorrió las cosmopistas y frente a la que sucumbió de amor cuando era casi un anciano. La C de “Casa tomada”, acaso su mejor cuento. La C de Cortázar, Claro.
“¿Por qué no intentar un almanaque, un ‘hermoso libro, suelto y despeinado, lleno de interpolaciones y saltos y grandes aletazos y zambullidas’, como proponía Julio Cortázar en La vuelta al día en ochenta mundos?”.
Esa fue la raíz del diccionario editado en México por Alfaguara y que hará las delicias de quienes navegan por territorios propios en el Universo-Cortázar y también las de aquellos que con virtud exploradora juegan por primera vez en su rayuela cósmica.