Ciudad de México, 12 de junio (SinEmbargo).- Son muchos los actores que en sus tiempos libres desarrollan la vocación paralela de la música, con mayor o menor fortuna. Entre ellos se destaca sin duda el admirado Robert Downey Junior, un artista en toda la acepción de la palabra que si bien desarrolló una exitosa carrera en el cine de Hollywood ha demostrado tener grandes dotes para interpretar y componer canciones.
Uno de esos logros lo constituye el disco The futurist, que dio a conocer en 2004 y en el que otras cosas hace un delicioso cover del famoso tema de Yes, “Your move”, al que le pega el coro de la emblemática canción de John Lennon y la Plastic Ono Band, “Give peace a chance”.
Otro punto alto lo protagonizó con Sting, con quien el actor de Iron Man y Sherlock Holmes se encontró para la celebración de los 60 años del cantautor inglés, para hacer una excelente versión de “Driven To Tears”.
Entre Woody Allen que toca el clarinete, Johnny Depp que ha sido invitado por Alice Cooper a formar parte de su banda como uno de los guitarristas principales y, por supuesto, el inigualable Steven Van Zandt, quien acompaña desde 1975 a Bruce Springsteen aun cuando ha tenido que ser reemplazado últimamente por Tom Morello debido a sus compromisos televisivos, son muchos los casos de artistas de la escena que también le dan a los toquines.
PERO ENTONCES LLEGÓ EL DOCTOR
Hug Laurie, nacido en Londres en 1960, llegó a ganar 300 mil dólares por episodio de la serie que le dio fama mundial, Doctor House, la serie que durante ocho temporadas nos mostró el lado iracundo y soberbio de la medicina.
Recientemente, en una entrevista radial, Hugh Laurie habló de lo que significaba viajar siempre en autos con vidrios polarizados para que no le tomaran fotos o dejar de ir al supermercado para que la gente no anotara lo que había dentro del carro de la compra y luego lo contara a la prensa.
“Jamás volvería a protagonizar una serie, es algo extenuante”, afirmó, en una declaración que explica por qué este verdadero hombre renacentista, que tanto escribe como canta, toca el piano y practica el deporte del remo con gran pericia (su padre fue medallista olímpico en esta disciplina), decidió darle un espacio a la música en su exitosa vida profesional.
Es precisamente la fama de Doctor House lo que le permitió sorprender gratamente con Let them talk, un homenaje al blues que tuvo buen nivel de ventas, la venia de la crítica y la posibilidad de girar internacionalmente.
En 2013, dio a conocer Didn’t it rain, un disco que Hugh Laurie, apoyado por Warner, produjo con Joe Henry y grabó en los estudios Ocean Way de Los Ángeles.
El artista toca el piano y la guitarra y versiona canciones de pioneros del blues como W.C. Handy (“St Louis. Blues”) y Jelly Roll Morton (“I Hate A Man Like You”) y de artistas más cercanos en el tiempo como Dr. John (“Wild Honey”) y Alan Price, de The Animals, (“Changes”).
También entrega una versión de “Kiss of fire”, el tema argentino “El choclo” que ya había sido "versionado" por Louis Armstrong.
“Decidí adentrarme más en las profundidades de la música estadounidense, esas canciones que me encantaron literalmente desde que era pequeño. Y mientras más profundo llego, más cautivado quedo por ambos, las canciones y la gente con la que he tenido la suerte de tocar”, dijo Hugh.
Los músicos que acompañan a Laurie en esta nueva aventura discográfica son los mismos que participaron en la primera placa y que conforman la banda llamada Copper Bottom Blues: Jay Bellerose, Jean McClain, Kevin Breit, Vincent Henry, Greg Leisz, Robby Marshall, David Piltch y Patrick Warren con Elizabeth Lea y Larry Goldings.
En la canción “Wild Honey”, acompaña al actor y músico la cantante guatemalteca Gaby Moreno, quien aparece junto a la orquesta un video grabado en el barco The Queen Mary.
“Tuve la suerte de conseguir trabajo como actor, pero nadie cuando regresa a casa se pone a interpretar Romeo y Julieta. El piano es eso que haces en los tiempos libres cuando estás en tu hogar”, afirmó Laurie, casado desde 1989 con la actriz Jo Green, madre de sus tres hijos.
Y con esa pasión llegó a México para ofrecer un primer concierto en nuestro país este martes 10 de junio en el Auditorio Nacional, un hecho que repitió el 11, día de su cumpleaños 55, en Guadalajara.
Vestido con un traje color violeta, que cortó con una camisa verde de volados y botas negras, apareció a las 20:40 ante un público que lo ovacionó desde el primer instante, con vivas encendidos y los infaltables “I love you” por parte de las espectadoras que lo consideran sexy.
Perteneciente a una generación luminosa integrada por la actriz Emma Thompson (su novia de juventud), el actor y escritor Stephen Fry (su mejor amigo) y el director y astro del cine contemporáneo Kenneth Branagh, Hugh Laurie es un tipo muy talentoso y entrañable.
Su encanto fue la pata donde asentó la fuerza de un largo concierto tan desparejo como celebrado, con varios puntos a favor, aun cuando los negativos sean los que hacen pensar que las alas con las que el artista británico ha emprendido su viaje musical vuelan bajo, no van demasiado lejos.
Entre los puntos a favor, la fidelidad a un repertorio que trae los aires de Louisiana, del sur de los Estados Unidos, con loas a Chuck Berry, Robert Johnson, Louis Armstrong, Ray Charles y Bessie Smith, la llamada emperatriz del blues que recreó maravillosamente Jean McClain (“la única que puede calzar sus zapatos”, dijo Laurie).
Es la música de los ’20, ’30 y ‘40 que tanto gusta a los ingleses y a la que Hugh Laurie se encuentra irredimiblemente aferrado, con pocas posibilidades por ahora de variar la propuesta musical que no por uniforme desborda personalidad. Por el contrario, todo es demasiado difuso, desdibujado, incluso a veces aburrido.
Sobre todo porque con su habitual modestia y consciente de que gran parte del público lo sigue por su fama como actor televisivo, el británico esconde su conocido talento pianístico para enredarse entre piruetas imposibles con sus largas piernas, chistes obvios y muecas de payaso que son tiernas, sí, pero que le quitan sustancia a un show que pretende estar centrado en la música.
La banda es cosa seria y a sus músicos, cada uno de los cuales vale por sí a fuerza de talento al mando del instrumento que le toque, por caso la increíble trombonista Elizabeth Lea, rinde Laurie pleitesía.
“Iko Iko” (que abrió el concierto), “Let the Good Times Roll”, “Evenin'” y el cover sesentero “Buona Sera” fueron las primeras piezas de una noche animada, que siguió con el cover de Ray Charles “What Kind of Man Are You” en clave humorística, a cargo de dos vocalistas excelsas como Gaby Moreno y Jean McClain.
“Day & Night”, “El choclo”, de Ángel Villoldo, por Gaby Moreno y la conocida versión en inglés de Louis Armstrong, “Kiss of fire”, por Hugh Laurie encendieron la noche, que siguió con “Junco Partner”, “Send Me to the 'Lectric Chair”, “Mystery Train” y “You Don't Know My Mind”.
“The Weed Smoker's Dream”, “Lazy River”, “Didn't It Rain”, “Careless Love”, “My Journey to the Sky”, “Wild Honey”, “I Hate a Man Like You” y el recuerdo de Nina Simone con “I Wish I Knew How it Would Feel to Be Free”, el hermoso tema de Billy Taylor, transportaron al público a una especie de Mardi Gras donde el maestro de ceremonias hablaba mucho en la presentación de cada tema y cuando no corría a zancadas de una punta a otra del escenario.
El formato del show no es para estadios. Tal vez en un local donde el humo del tabaco y los vapores del whisky construyan una atmósfera melancólica y menos expansiva, la propuesta de Laurie alcance un clímax adecuado.
Hugh es un cantante menor, con pocos recursos y hay un punto en que no alcanza tanta simpatía, sobre todo si se la condimenta con gestos demagógicos como gritar a voz en cuello ¡Viva México!, ponerse la camiseta del TRI o ejecutar algunos acordes de “Cielito Lindo”.
Estos matices no parecieron importarle a un público que veneró la presencia del artista inglés, quien fue homenajeado con las mañanitas a cargo de los espectadores que celebraron cada uno de sus gestos y comentarios.
“Mais que nada”, de Sergio Méndes, “You never can tell” y “Changes” fueron el cierre de una larga, larga noche, donde el famoso Doctor House caminó sin bastón por el escenario, aunque ayudado, eso sí, por una legión de fans dispuesta a aplaudirlo incluso si no hacía nada, si nada cantaba, si nada decía.