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Guadalupe Correa-Cabrera

11/01/2021 - 12:05 am

Periodismo Alternativo y Libertad | Entrevista a Nicolás Morás (Parte I)

La visión de Nicolás Morás es muy distinta a las que imponen las narrativas hegemónicas.

Morás se autodefine como liberal radical en un sentido decimonónico. Foto: Especial.

A propósito de lo sucedido en el Capitolio (en la Ciudad de Washington DC) la semana pasada y lo que pasó después…

En la era actual, parecen reinar la censura, la manipulación y la ‘cartelización’ informativa por parte de los grandes medios de comunicación masivos y de las plataformas digitales como Facebook, Google, Twitter y YouTube. Dichos medios son propiedad de los poderosos dueños del capital transnacional. El control mediático y la censura se ejercen también, en algunos países del mundo, por parte de medios de comunicación que son propiedad del Estado y que se mantienen como vehículos para distribuir propaganda e imponer agendas públicas y una visión oficial de las cosas. La oferta de noticias y la información en general, a pesar de parecer muy variadas y diversas, están en realidad restringidas y las dominan los estados o los metacapitalistas—a veces destacando unos, y a veces otros, pero casi siempre actuando en contubernio. Ante esta desafortunada (o más bien trágica) realidad, va surgiendo, como reacción a la imposición de contenidos, una oferta distinta en plataformas alternativas de medios de comunicación.

Conforme avanza el capital global y su capacidad para dominar la comunicación internacional en medios tradicionales y plataformas electrónicas, empiezan a surgir personalidades en canales informativos alternativos—usualmente digitales—que cuestionan la narrativa oficial y al denominado ‘establishment’ con una propuesta innovadora, y a veces controvertida, pero muy interesante. Siguiendo el ejemplo de personalidades como Julián Assange, estos nuevos comunicadores y periodistas comienzan a adquirir notoriedad por el contenido de sus programas y por brindar los únicos espacios que realmente desafían al “sistema” y a las narrativas impuestas desde la élite del poder. En los países donde avanza con mayor rapidez el denominado “globalismo” o el dominio del Estado en medios de comunicación, estas formas de resistencia parecen consolidarse y multiplicarse. En el mundo de habla hispana, pienso en los casos de España, Argentina y Chile, sólo por mencionar algunos. En Europa y Estados Unidos la oferta es quizás un poco más amplia [aunque no sabemos por cuánto tiempo más].

Me encuentro investigado a profundidad este tipo de ofertas informativas, contenidos novedosos (a veces controvertidos) y formas de combatir la censura en un mundo donde ésta se ejerce con demasiada virulencia, al tiempo que avanzan los gigantes de los medios de comunicación, los especuladores del sector financiero, los promotores de las políticas de identidad, el transhumanismo, las tecnologías basadas en el los grandes datos o big data (incluyendo la inteligencia artificial) y la filantropía, como parte de un proyecto “globalista”. En un intento por entender mejor el manejo de medios y las nuevas formas de censura y resistencia a la misma, comencé a seguir a personalidades de medios alternativos y sus plataformas digitales, y me doy cuenta de una discusión interesante de la que no todos forman parte, pero que vale la pena considerar, si deseamos ser más universales, incluyentes, y más libres.

Pareciera ser que vivimos en una era de gran intolerancia, donde hay cosas que se deben y se pueden decir [y hasta pensar] y otras que no. Lejos están esos tiempos donde aspirábamos al pluralismo y a conocer esa verdad que nos haría libres. Sin embargo, no todo parece estar perdido. En la era del supremacismo blanco, por un lado, y de lo políticamente correcto y la superioridad moral del progresismo mal entendido (y a veces manipulado), por el otro, surgen nuevas formas de resistencia. Así, en los márgenes de la esfera pública, aparecen algunos guerreros que—con una propuesta audaz y sin estar exentos de controversia—desafían las narrativas hegemónicas de los grandes medios de comunicación. Sin importar nuestros prejuicios y nuestras ideologías, vale la pena tenerlos en el radar.

En mi camino por entender mejor este tipo de resistencia en un mundo cada vez más controlado y maniqueo, y con el afán de conocer perspectivas distintas y abrirme a otras ofertas de información, me encontré con el programa “Los Liberales” en la plataforma de YouTube [https://www.youtube.com/LosLiberales], que en muy poco tiempo ha alcanzado más de 270,000 suscriptores. Esta plataforma se enriquece con el trabajo de un equipo de jóvenes que rompen con los esquemas impuestos por el establishment y hacen una crítica fundamental al sistema y a todo aquello que, desde el poder, atenta contra la libertad y concentra el capital en unas cuantas manos [todo ello avalado por un contubernio entre el Estado y los oligopolios transnacionales]. El protagonista de este canal es un joven llamado Nicolás Morás, del que cada vez se habla más en medios y plataformas digitales.

Morás hace su debut como periodista en los medios formales de comunicación y comienza su carrera desde muy joven como corresponsal del periódico español “Libertad Digital” en su país natal, Argentina. Eventualmente, sale de este medio a raíz de una incómoda entrevista que le realizó al Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, y a la edad de 18 años fue contratado como columnista de opinión de Infobae, el diario digital argentino más concurrido en el mundo hispanohablante. Nicolás también condujo su propio programa de radio. Además, escribió para el célebre diario matutino La Prensa, decano del periodismo gráfico en el Sur del continente, para La Voz del Interior y otros medios tradicionales.

La investigación de Nicolás Mórás sobre el capítulo argentino de Pegasus—el software de espionaje masivo desarrollado por la compañía de ciberseguridad israelí NSO Group—frustró el intento de legalizar su implementación por parte del gobierno conservador de Mauricio Macri. A partir de 2018, se desempeñó como analista político internacional en diversas cadenas televisivas (de distintas tendencias y afinidades ideológicos), desde la colombiana NTN24 hasta la venezolana Telesur. Sus intervenciones siempre defendieron una visión librecambista, anti-bélica y no intervencionista de las relaciones internacionales.

Ese mismo año, lanzó su primer documental titulado “La Dictadura Silenciosa” sobre los mecanismos de censura en Argentina y Chile. Dos años más tarde—y ya desde su canal (Los Liberales)—estrenó “Francisco: El Jesuita”, un largometraje de casi tres horas de duración, que narra minuciosamente los aspectos más controversiales de la vida y obra del actual pontífice. Este último superó el record de los 2 millones 300 mil visitas, constituyéndose así como el documental más visto de YouTube en español durante todo el 2020.

Morás se autodefine como liberal radical en un sentido decimonónico, cercano al anarquismo de figuras como Lysander Spooner o Gustave de Molinari. Crítico inflexible de toda forma de imperialismo y militarismo, Nicolás plantea constantemente una clara distinción entre el sistema capitalista corporativo o “crony” [capitalismo clientelar o de “cuates”] en el que vivimos, y los principios de libre mercado que él defiende. Lector empedernido y admirador confeso de Julian Assange, se ha especializado en el estudio de diversos temas con aristas insuficientemente exploradas en la actualidad. Entre ellos destacan: el “disciplinamiento” social y la restricción de libertades que esconden ciertos movimientos progresistas; la influencia de los cabilderos (lobistas o lobbistas) en las políticas públicas; ciber-vigilancia; biopolítica, y el creciente y discreto avance de los gobiernos de todo el espectro político frente a la autonomía individual.

La visión de Nicolás Morás es muy distinta a la que imponen las narrativas hegemónicas (de izquierda o de derecha). Además, tiene una cultura e inteligencia excepcionales, así como una capacidad de análisis muy superior al promedio de los periodistas y analistas políticos que conozco. Asertivo, culto, e incluso desafiante y controvertido, Morás se proyecta como una oferta alternativa a los comunicadores tradicionales y es parte de una generación de jóvenes que van más allá de la retórica convencional y forman parte de la resistencia frente las nuevas formas de despotismo tecnocrático globalizado.

Nicolás, como todos aquellos que presentan una propuesta distinta y desafían al sistema, tiene muchos detractores, pero al mismo tiempo tiene muchos seguidores—que se han ido multiplicado exponencialmente—en Argentina, México, España y otros muchos lugares de habla hispana principalmente. En una era en la cual cualquier argumento en contra del ‘mainstream’ se califica de fascismo, anti-semitismo, xenofobia, desinformación, fake-news (noticia falsa) o teoría de la conspiración, vale la pena hacer una pausa y evaluar, con más detenimiento, las propuestas informativas de quienes desafían al establishment con un proyecto alternativo.

Nicolás y yo no necesariamente compartimos la misma ideología y podemos diferir en varios temas—como debe ser en un mundo tan diverso. No obstante nuestras diferencias, creo que ambos compartimos una preocupación fundamental por el desarrollo de un modelo global cada vez más autoritario, que va minando nuestras libertades y plantea nuevas formas de censura y esclavitud moderna. Nos une quizás un deseo por preservar nuestra libertad en un mundo que pareciera avanzar hacia nuevas formas de totalitarismo, bajo el espejismo y la transgresión del ambientalismo, el transhumanismo, las políticas de identidad (la ideología de género, el feminismo radical, los lobbies LGBT+, etc.) y otros slogans programáticos. Dichos slogans parecen, en apariencia, avanzar derechos y valores fundamentales, pero en realidad se utilizan para dividirnos como sociedad, manejar nuestras conciencias y concentrar aún más los recursos de la tierra en muy pocas manos. Por el otro lado, se encuentran la prohibición, la xenofobia y el supremacismo blanco, que son la otra cara de la moneda, y que nos acercan y nos recuerdan a totalitarismos de antaño que han dado lugar a genocidios y conflictos bélicos mundiales.

A continuación, transcribo la entrevista con Nicolás Morás. Por la importancia y la complejidad de los temas aquí discutidos, este texto se dividirá en dos partes. Hablaremos de tres temas fundamentales: política de drogas, ideología de género (con un enfoque en las nuevas formas de entender el feminismo) y movilizaciones indigenistas en la Patagonia. También hablaremos de las ideas fundamentales de Los Liberales.

—Nicolás, es un placer conocerte y conversar contigo. Primero que nada, me gustaría conocer un poco más sobre la creación de la plataforma Los Liberales y sus principales objetivos. ¿Cuáles son las ideas que inspiran y determinan la programación de esta plataforma alternativa de información y comunicación?

NM: El Placer es mutuo Guadalupe, y le agradezco su cordial invitación. El motivo principal por el cual resolví crear nuestro espacio se resume en una década previa de carrera en los medios tradicionales. A mis 25 años ya había recorrido todas las instancias posibles para un comunicador, velando siempre por la solvencia y rigurosidad de mi trabajo. No obstante, todas y cada una de las experiencias vividas en prensa, radio y televisión desembocaron en alguna forma de censura o condicionamiento, lo cual me resulta intolerable y más cuando uno se basa en datos duros, fundamenta y se hace responsable de sus palabras.

De más está decir que la suerte no se ensañó particularmente conmigo; son las reglas del juego que aplican a todos nuestros colegas, y terminan por dividirnos entre quienes están dispuestos a aceptarlas, ya sea por necesidad o confort, y quienes no subastamos nuestra integridad profesional. Ese devenir me enfrentó al dilema de renunciar a mi vocación o reinventarla, y por supuesto me decanté por la segunda opción, aunque debo decirlo, sin demasiadas esperanzas.

La plataforma Los Liberales comenzó a operar en octubre de 2019 con la misión de informar a nuestra audiencia sobre todas aquellas cuestiones que los grandes medios de comunicación omiten u ocultan deliberadamente, disciplinados por los consabidos intereses de sus patrocinadores públicos o privados, o bien de los ‘holdings’ a los que pertenecen. Dichos medios ya no persiguen siquiera la rentabilidad de estas unidades de negocios (que los obligaría a ser responsables, competitivos y creativos) sino que a menudo las explotan como instrumentos de relaciones públicas, lavado de imagen o propaganda de políticas y/o políticos que les generan ganancias ampliamente superiores en otros rubros.

Por supuesto, desde el propio nombre elegido, nos motiva además brindar una perspectiva honesta y explícita sobre los hechos que exponemos. En nuestro caso, nos inspiran las ideas del liberalismo más puro y ajeno a cualquier aspiración de poder.

Nos consideramos los humildes herederos de los gigantes de la historia que transformaron al mundo para bien. Me refiero a quienes abolieron la esclavitud, y a quienes vencieron al imperio británico y al español, y enfrentaron, desde sus entrañas, al naciente hegemón estadounidense. También celebramos a aquellos que acabaron con la Inquisición, las prerrogativas de sangre, los monopolios comerciales de aquel entonces, el oscurantismo feudal, la discriminación institucional a los homosexuales, etcétera.

Somos partidarios de la más absoluta libertad de movimiento de personas y capitales. De igual manera, creemos que el “Estado Nación” es la plataforma sobre la cual se construyó el adoctrinamiento que permitió que la gente llegue a este punto (léase La Sociedad Desescolarizada de Iván Illich). Además, pensamos que el modelo de organizaciones supranacionales actualmente vigente no está haciendo otra cosa que internacionalizar un orden liberticida, revestido mayormente de épica progresista, de tal modo que de aquí a unos años no quede sitio donde escapar.

Somos seguidores de Voltaire, Thomas Paine, Mariano Moreno, Frédéric Bastiat, Richard Cobden … pero también de la siguiente generación de libertarios, que advirtió que las repúblicas que habían fundado sus antecesores terminarían convirtiéndose en tiranías parlamentarias aún peores que las monarquías absolutas de antaño. Ese nuevo despotismo sofisticado, bajo la ilusión de democracia, ha elevado los impuestos más que nunca, multiplicado las leyes y regulaciones a niveles distópicos, y profundizado las inequidades y el sometimiento de los hombres con una eficiencia nunca antes vista en 5 mil años de historia escrita. Entre los liberales ácratas que avizoraron el peligro de este renovado retorno del Camino a la Servidumbre están Henry David Thoreau (el padre de la ‘desobediencia civil’ que terminó preso por sus protestas contra la invasión estadounidense a México), Lysander Spooner, Herbert Spencer y Gustave de Molinari.

—Nicolás Morás se considera también anarquista, ¿cierto? ¿En qué sentido?

NM: Nuestro anarquismo no guarda relación con la utopía de una sociedad perfecta, sino que se desprende del sano escepticismo, absolutamente racional y basado en la observación empírica, frente a una realidad que demuestra día tras día que ninguna de las herramientas que el Estado provee, les permite a las personas evitar o detener el crecimiento exponencial de la opresión sobre sus espaldas. Me refiero a la opresión del avance político y corporativo sobre su propiedad, sus relaciones personales e inclusive sobre su propio cuerpo.

Los Liberales entendemos que la lucha debe librarse contra y no desde las instituciones dominantes, y así lo trasmitimos. Ponemos el foco en el individuo, en la resistencia personal y colectiva contra todo aquello que una élite de canallas pretende imponernos bajo el pretexto mesiánico de “nuestro propio bien”, en un ejercicio clásico de Ingeniería Social.

—Como liberal que te defines, cuáles son tus posturas sobre el tema de las sustancias psicoactivas y la política de drogas en el continente americano y más allá. Este tema me interesa mucho debido a que México ha registrado centenas de miles de muertes desde finales de 2006, cuando el gobierno declara una “guerra contra las drogas” o inicia la militarización de su estrategia de seguridad en todos sus niveles.

NM: Mi posición respecto a las sustancias psicoactivas puede resumirse en dos aspectos.

En primer lugar, me gustaría abordar el aspecto ético. Nadie jamás puede atribuirse la potestad de interferir con el sagrado derecho al autogobierno de las personas. La propiedad de uno mismo es la base de la civilización y la fuente natural de toda justicia, anterior al derecho positivo/la legislación y presente en toda cosmovisión moral del ser humano que merezca la pena. Negarle a un individuo la plena disposición de su cuerpo por determinada valoración ajena de sus decisiones personales es en sí mismo un delito flagrante, una opresión injustificable y aborrecible que constituye un mal peor que cualquier otro supuesto “mal” que esa persona pueda infringirse por voluntad propia. Luego sigue el plano de la producción y comercialización, que a mi modo de ver también se encuentran dentro del siguiente derecho natural en orden de importancia, que es la propiedad privada y, por supuesto, la libre asociación. Es totalmente condenable restringir una actividad económica por estigmatización de la clase dirigente y una parte de la sociedad que compra el relato. La oferta de drogas no obliga a nadie a consumirlas, simplemente abastece una demanda que, como dije anteriormente, nace del libre albedrío de las personas.

Si seguimos el criterio de prohibir lo que unos consideran inmoral, habrá que darle la razón a los sanguinarios jacobinos que consideraron la fe como el opio de las masas y prosiguieron a cortar cabezas de creyentes pacíficos que en nada vulneraron a nadie. También habrá que dársela a los Torquemadas que quemaron científicos por blasfemar, a los nazis que encerraron judíos por portar sangre supuestamente “impura”, o a los soviéticos que aniquilaron a los hombres “viejos” (léase reales) para dar paso a la utopía indeseable e inconcreta del “hombre nuevo”.

La “guerra contra las drogas es ante todo una guerra feroz contra la libertad, y es también una quimérica pugna contra la naturaleza humana, la historia y la ciencia dura. Aquí doy paso a la segunda esfera de mi punto de vista.

Cuando se estudia detenidamente la totalidad de las fuentes existentes sobre el tema, descubrirá una absoluta y armoniosa convivencia entre las drogas y el hombre en todas y cada una de las sociedades, desde el año 3 mil antes de cristo y hasta el año 1913, cuando Estados Unidos ratifica la deplorable Ley Harrison que otorgó al gobierno federal potestad para regular los opiáceos y la cocaína.

Sólo existieron tres excepciones a esta continuidad histórica casi perfecta y las tres fracasaron miserablemente, generando las mismas consecuencias de derramamiento de sangre inocente, incremento en la demanda de lo proscripto, encarcelamiento masivo y gasto dispendioso y radicalmente inútil de los recursos públicos.

—¿Nos puedes hablar de estas excepciones?

NM: Estas excepciones duraron un suspiro y fueron:

1. La prohibición de las “bacanales” en la república romana, implementada por el cónsul Espurio Postumio Albino en el 186 a.C. y levantada pocas décadas más tarde cuando las citadas consecuencias amenazaban, en palabras de los mismos legisladores, la supervivencia de su propia civilización.

2. La persecución a potajes, hierbas alucinógenas y analgésicas y demás elementos psicoactivos derivada directamente de la gran “caza de brujas” que terminó con la vida de cien mil mujeres en Europa. La propia Iglesia Católica y sus homólogos del puritanismo protestante se resignaron, también al cabo de una década, a que la persecución de la brujería no hacía más que multiplicar a las brujas, socavar y mermar el respeto popular por la religión y exacerbar verdaderos pecados que derivan de otorgarle el poder de policía a perseguidores y delatores contra personas inocentes que practican conductas consensuadas, por tanto, delitos sin víctimas.

3. La aún más exigua “prohibición al opio” durante las guerras anglo-chinas, que obedeció íntegramente a criterios geopolíticos y mercantiles relacionados a la balanza de pagos entre el imperio británico y el oriental. Dicha prohibición fue doblegada y derogada por la mismísima presión social de un pueblo con fama de disciplinado, pero que sin embargo no estaba dispuesto a renunciar a la que fue su medicina de cabecera durante tres mil quinientos años.

—Entonces, ¿por qué la “prohibición”?

NM: Esta es la experiencia recogida a lo largo y a lo ancho del planeta y la historia universal. La prohibición vigente no ha obtenido nuevos ni mejores resultados que las anteriores. Tampoco obedece a otro interés que el de perpetuar una guerra sin fin, que tal y como estableció Maquiavelo, es el alimento esencial del Estado. Ello se evidencia con lo que ocurre en México, en Colombia y en el resto de los países que sufren de este cáncer. Al mismo tiempo, es la coartada perfecta para la intervención imperialista permanente de sus políticas de seguridad, que no es otra cosa que un vasallaje sofisticado que se paga con ríos de sangre inocente.

Nadie ignora que los cárteles se articulan minuciosamente bajo las cambiantes necesidades estratégicas de la DEA y demás agencias creadas ex profeso para administrarlos y no realmente para combatirlos.

En el caso de la heroína, ésta se vendió en las farmacias de Argentina, México y otros cuarenta y seis países libremente y sin receta, conjuntamente con la aspirina, también creación de Bayer, desde 1895 hasta entrada de la década de los sesentas. Los censos oficiales reportan ‘cero’ muertes por sobredosis y ‘cero’ crímenes de sangre cometidos bajo los efectos de este opiáceo y cualquier otro, en tanto que respecto al consumo de alcohol no puede decirse lo mismo.

El yonqui (o junkie en inglés) es una figura creada por un inventivo aristócrata, activamente patrocinado por los servicios de inteligencia, que pese a sus supuestas adicciones vivió 83 años. Me refiero a William S. Burroughs, inventor del término y del estereotipo cultural que se ha instalado, una vez más, en deliberado conflicto con la realidad, para azuzar el sentimentalismo primitivo y perpetuar este genocidio aberrante, que ha convertido a la supuesta democracia más longeva del presente en un territorio con mayor población encarcelada—tanto en bruto como en términos relativos—que la China de Mao, la Rusia de Stalin y la Alemania de Hitler.

Sobra decir que hasta fabricar cárceles es un negocio redituable en los Estados Unidos, pero si hubiéramos aplicado estas mismas leyes tiránicas al pasado, estarían tras las rejas el estoico Marco Aurelio, Sigmund Freud, Friedrich Nietzsche, Otto von Bismarck, Guy de Maupassant, Charles Baudelaire, Thomas de Quincey, Conan Doyle, Richard Francis Burton, Louis Pasteur, Ramón María Del Valle-Inclán, Aldous Huxley y otro sin fin de luminarias de nuestra especie que, como lo hacemos millones de personas en la actualidad, acudieron constante y responsablemente a las sustancias psicoactivas, con el fin de estimular sus mentes y abrir horizontes espirituales.

Pretender que desaparezcan las drogas es tan absurdo e infantil como pretender que desaparezca el sexo, la codicia o la amistad.

Recomiendo la lectura del trabajo sociológico, jurídico e historiográfico más completo que se ha escrito sobre este tema, la Historia General de las Drogas del español Antonio Escohotado, para echar luz a las tinieblas y entender, de una vez por todas, que no existe mayor estrago que el que producen los mesías, los domadores de hombres y mujeres que pretenden vencer la voluntad ajena a fuerza de decretos.

—¿Qué opinas del caso de Uruguay? Muchos lo consideran un éxito, ¿tú cómo lo evalúas?

En lo que respecta a Uruguay, a instancias del explícito lobby entre las fundaciones Open Society y la Fundación Rockefeller con el gobierno de José Mujica, no se avanzó hacia la necesaria normalización o liberalización de las sustancias psicoactivas, sino que se estatizó ‘cartelizadamente’ el mercado del cannabis.

Sintéticamente: Los consumidores deben inscribirse en el “Instituto de Regulación y Control del Cannabis”. No se les permite excederse de una determinada dosis. El producto es distribuido monopólicamente por el estado uruguayo. La carga de THC está modificada para multiplicar el efecto anestésico y disminuir el estimulante, cual ‘soma’ de Brave New World de Aldous Huxley. Sólo trece farmacias en territorio uruguayo—coaligadas por supuesto con el gobierno de turno—están habilitadas para venderlo. Los precios se han multiplicado. El resto de las drogas y paradójicamente el comercio informal de marihuana sufren las mismas penas que en el pasado. Asimismo, según los reportes habituales, los números de sentencias y decomisos se mantienen estables tras siete años de esta medida.

Como en todo, la progresía ha refundado el puritanismo y ha hecho más eficiente el embate contra la libertad. Estatizar las drogas no es un avance hacia la libertad, sino un negocio para pocos, tal y como lo es la prohibición, generadora unívoca del narcotráfico.

Continuará…

Guadalupe Correa-Cabrera
Guadalupe Correa-Cabrera. Profesora-investigadora de Política y Gobierno, especialista en temas de seguridad, estudios fronterizos y relaciones México-Estados Unidos. Autora de Los Zetas Inc.

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