Juaritos Literario

ENSAYO desde Juárez | Torceduras, relatos cortos plagados de humor escatológico, promiscuidad e impudor

11/04/2020 - 12:00 am

El autor chihuahuense José Jasso narra en cinco textos breves una sarta de aventuras permeadas de humor, líquidos y excrecencias. La China Sexo Oral, figura protagónica, asume la narración para contarnos, en un tono íntimo, jocoso, a manera de confesión, sus andanzas y pasiones de alcoba.

A continuación, te presentamos el sexto ensayo de la serie “Juárez con Jota”, destinada a explorar la representación literaria de una matriz queer desde perfiles LGBT+ asentados en la región fronteriza Ciudad Juárez-El Paso.

Por Carlos Urani Montiel

Ciudad Juárez, Chihuahua, 11 de abril (JuaritosLiterario).- Hace más de un año asistí a una charla de café, organizada por el Colectivo Palabra Brava en Ciudad Juárez, en donde se discutieron ideas en torno a la creación artística con temática queer. Al evento, acudió como parte de la audiencia José Jasso, autor de Torceduras (2016), una plaquette que pude obtener esa misma noche de manos de su artífice, y de la cual ahora me ocupo para dar avance a esta serie de ensayos sobre la representación literaria de una matriz queer en la región fronteriza desde donde escribo.

En la contraportada se lee que el ejemplar “inicia la Literatura Queer en Ciudad Juárez. En esta urbe de fronteras hacía falta una voz que trasgrediera el convencionalismo, que perturbara los temas recurrentes”. Los subrayados son míos, ya que este tipo de afirmaciones tan categóricas, casi siempre anónimas, despiertan dudas y suspicacias.

Entiendo que quien estuviera al cuidado de la edición –José Juan Aboytia, escritor y tallerista al frente de Obra Negra Editores, junto con José Alberto García– buscara colocar la publicación en el bolsillo de los lectores; sin embargo, tales aseveraciones rompen una delgada línea, llamada tradición, sobre la cual descansan pocas pero suficientes, valiosas y mucho más transgresoras piezas para urdir una historia de la literatura –tanto regional como homosexual– de la que se desprenden formas de ser y actuar desde perfiles LGBTTTI+, asentados en ambos lados de la frontera.

Una vez aclarado el punto, paso lista a los antecedentes de esta tradición, poniendo un límite momentáneo en 2016: José Urbano Escobar, Vereda del norte (1937); Arturo Islas, The Rain God, a desert tale (1984); Arturo Ramírez Lara, Nanas para dormir a Jonás (2009), poemario utilizado en el epígrafe que altera la sintaxis, al tiempo que bosqueja imágenes eróticas altamente efectivas; Diego Ordaz, Los días y el polvo (2011); Benjamin Alire Sáenz, Everything begins & ends at the Kentucky Club (2012); Ángel Valenzuela, Northern lights o Hacia las luces del norte, según la edición (2015); César Graciano, Cuentos únicos y secundarios (compuestos en 2016 y publicados al año siguiente); así como la obra en general de Alicia Gaspar de Alba.

De vuelta al asunto central, la lectura de Torceduras resulta ágil, entretenida y ligera. Uno consume las hojas de inmediato, aunque su digestión, quizá, pueda ser más prolongada. La colección de cinco relatos cortos está plagada de sanas puterías y de sobrado humor; y me refiero por humor a cada uno de los líquidos y excrecencias del organismo. La figura protagónica, La China Sexo Oral, parece recorrer la totalidad de los cuentos; aunque su nombre no se mencione de manera explícita en la totalidad de ellos, ella asume la narración en primera persona para contarnos de manera frontal –en un tono íntimo, jocoso, a manera de confesión– sus andanzas y pasiones de alcoba. Otro personaje central, “el pelado”, también ronda de manera genérica varias páginas de la obra, funcionando más como un complemento o extensión de La China que como una fuerza antagónica que le dé hondura a la construcción de su identidad.

Veamos. En el texto inaugural, “Hombre soltero busca”, nos inmiscuimos en el mundo torcido de las citas por internet: “«Travesti de clóset con lencería femenina… Fisting, scat, sadomasoquismo. Busco zoofilia, de preferencia con pastor alemán».” El soltero no da con su par, pero rememora:

“Sigo sin aprender la lección. En uno de estos sitios online encontré al pelado. Fue bueno al principio hasta que se volvió una relación seria. Los encuentros se hicieron más frecuentes pero el sexo escaseó. Ahora todo es ver tele y tomar cerveza. Unos besos, una mamada y al final tengo que sacar a Terminator del cajón cuando se va, ¿qué quieren? La soledad es mala consejera. Ante la tentativa de lanzarse de caza a un antro, como en su juventud, sigue navegando en la red hasta que “Llega un mensaje por whatsApp: es el pelado. Cierro la laptop y reviso que haya cervezas en el refri”.

Llama la atención el libre tránsito entre la identificación de género de La China Sexo Oral, así como una fluctuación (por no decir traición) sobre los códigos éticos de su grupo. Todo se rige por el grosor “de Ese” –como se nombra al pene con inusitado recato– en el segundo cuento, “Encrucijada”. El conflicto yace entre las políticas de la casa (“«primero las amigas, después los pelados»”) y la irrupción de un tal Adrián. La dignidad y autoestima también se aluden debido a lo que uno cede con tal de sostener una relación: “Por muy bajo que cayera, nunca le pagué a un mayate. Tiene que ver mucho que estaba tan jodida que apenas tenía dinero para mis propias cervezas”. Subrayo tanto las identidades colectivas (“las amigas”, “los pelados”, “los mayates”), como el género al que se adscribe la voz narrativa: “jodida”.

En otra etapa posterior, cuenta La China: “Nos fuimos a vivir a Las Torres… ya no andaba tan lastimosa de efectivo. Pasábamos la fiesta vociferando a la D’Alessio con la de «en mi casa mando yo y no hay hombre que se sienta superior» o cualquier otra que nos hiciera sentir muy feministas”. Acuñaron un nuevo lema para sus invitados hombres: «la cerveza que quieran, pero no dinero»”, con lo que definieron el tipo de reuniones predilectas: “fiesta típica de maricones y chichifos”. Cuando su amiga Regina llevó a la casa a Adrián, “todas suspiramos”; cuál sería la sorpresa ante la invitación para formar un trío. Ya en el cuarto, La China desplazó a su “hermana” por la habilidad con la que ganó el apodo. “Un joto que no la mama es como una mariposa sin alas, pero esa es otra historia”, la del cuarto relato.

Nótese que el adjetivo joto sí se asocia con la pertenencia, no así el de mayate, maricón y chichifo. La China queda prendida de Adrián: “No tuve más remedio que reescribir la política de la casa a «primero mujer que amiga» y les cancelé a todas”. Pero llegó el día en que el pelado le pidió dinero prestado. “Como toda mujer que se respete, preferí mi dignidad, mi amor propio”, por lo que se negó, sin que él se enfadara.

“Tuve una semana más de no pisar el suelo, de sonreírle a los extraños y de querer hacer el bien. Eso fue todo. Por angas o mangas no lo vi más. Supe que andaba con la Juana, una jota que trabajaba de jefa de grupo de limpieza. Obviamente ella no tenía ni pizca de autoestima, lo que sí tenía era a Adrián. Y esa es la razón por la que estoy en la Universidad. Porque quiero ser ingeniero. Esos güeyes ganan la pura feria”.

La oscilación genérica de los entes que habitan las historias me resulta fascinante como tema de trabajo, sobre todo cuando la alternancia significa y es condescendiente con la intriga o los pasajes más duros a los que se enfrentan esas figuras. La Historia de la Monja Alférez, escrita por Catalina de Erauso, alrededor de una fecha tan temprana como 1625, resulta ejemplar; pues ella se nombra varón cuando sus padres no logran reconocerla y, ya como soldado, retoma su condición de mujer cuando siente la muerte en la cordillera andina y, al final de sus aventuras, en la auscultación hecha por las religiosas con la que Catalina comprueba su sexo y su virginidad, argumentos suficientes con los que la autoridad papal le permitieron conservar (performar) su género masculino en público. En cambio, el titubeo ocurrente delinea personajes inconsistentes en historias que incluso podrían ofender.

De José Jasso conozco poco. Transcribo la información de la misma plaquette: “Nació en 1970 en Ciudad Juárez, donde vive. Abandonó la carrera de Literatura Hispanomexicana para terminar la de Ingeniería Industrial y de Sistemas, la cual ejerce trabajando en la maquiladora. Fue becario en los Talleres de Escritura del Instituto Chihuahuense de la Cultura bajo la coordinación de Agustín García y Juan José Aboytia. Ha sido publicado en algunas antologías y revistas”, como en Manufractura de sueños: literatura sobre la industria maquiladora en Ciudad Juárez (2012).

¿Qué imagen conservamos del escritor de ocasión, de la literatura no como oficio sino como hobbie? ¿Importa saber datos biográficos detrás de la concreción de un relato? En principio, no; sin embargo, los contextos de producción nos sitúan frente a los textos. ¿La España post-franquista determina el actuar de Patty Diphusa de Pedro Almodóvar? ¿Necesita La trilogía sucia de La Habana la caída de la URSS y el bloqueo económico de EE. UU. para ser disfrutada? En principio, de nueva cuenta, no y no; pero dichos contextos más allá de ofrecer referentes sociohistóricos definen la postura de cada autor frente a su aquí y ahora.

Ese posicionamiento se vierte en la ficción a través de atmósferas –paisajes urbanos erigidos con consignas– y personajes construidos sobre credos o ideologías. Ahora bien, ¿es posible articular una doctrina desde el humor escatológico, la promiscuidad, el impudor o la ninfomanía? En definitiva, sí. El par de ejemplos del párrafo anterior me ahorra profundizar al respecto.

Y antes de afirmar que Torceduras de José Jasso carece de lo uno (postura personal acerca de…) y lo otro (posicionamiento crítico hacia…), me cuestiono sobre mi propio anhelo de encontrar índices de subversión en toda obra artística.

¿Acaso un texto literario no puede ser diseñado por el puro placer de la escritura y con el fin último de entretener? ¿El compromiso antecede la valía? Si se lee un cuentario de temática queer anticipando el conflicto encarnado en las entrañas del ser homosexual o la proclama social hacia un entorno amenazante, entonces se delimita (por no decir dilapida) un género en expansión, multifacético y consolidado precisamente por su diversidad.

¿Que si me gustó Torceduras? Por supuesto que no. Recomiendo los cuentos de Jasso por divertidos, porque incluso en su relectura durante esta cuarentena me sacaron una que otra carcajada, y ya. Rescataría, tal vez, la avenencia entre la cogedera y la dura soledad, pero no más.

ESTE CONTENIDO ES PUBLICADO POR SINEMBARGO CON AUTORIZACIÓN EXPRESA DE JUARITOS LITERARIO. VER ORIGINAL AQUÍ. PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN.

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