Artes de México

Amuletos, proteger el mal, propiciar el bien

11/04/2020 - 9:25 pm

Después de leer el número 131 que la Revista Artes de México le dedica a los Amuletos, he vuelto a reflexionar sobre su naturaleza, principalmente de los que yo conservo en esa condición, ya sea en mi clóset o dentro de algún cajón. En el artículo “Objetos de protección” de Carlos Zolla Luque, se nos explica su poder apotropaico: “El poder […] reposa en la convicción universal, en la esperanza, en su capacidad del proteger del mal, alejarlo, ahuyentarlo y propiciar el bien. […] Porque lo apotropaico desborda, pero también conecta […] con una enorme, antigua y generalizada producción material y simbólica” (p.17).

Por Emanuel Bravo Gutiérrez

Ciudad de México, 11 de abril (SinEmbargo).- Tengo una camisa azul dentro de mi clóset que rara vez uso. Es una camisa azul ceniza, no tiene ningún adorno, aunque sus nueve botones azul pizarra lo parezcan, y es que el acabado de los botones imita el brillo de los cuarzos. La primera vez que la usé había notado que me quedaba holgada. El color azul, mi favorito, me convenció finalmente de tenerla en el clóset. La usé un lunes, ese día, en la mañana, mientras caminaba por las calles del Parían de Puebla, en medio de sarapes, juguetes de madera, collares y tazas impresas con iglesias de Cholula, me encontré con un amigo que no veía desde hace años. La sorpresa fue agradable, tenía la mañana libre y pudimos ir a desayunar. Más tarde entré a una librería y encontré justamente el libro que llevaba meses buscando; el libro estaba en oferta y lucía casi nuevo, era Suite francesa de Irene Nemirovsky. Después de comprarlo recibí dos mensajes, en el primero me avisaban que era el beneficiario de una beca, en el segundo, unos amigos me invitaban a una fiesta. La sucesión tan repentina aquel día de felices coincidencias, me llevó a pensar que se debía al poder de la nueva camisa que llevaba y sus mágicos nueve botones. Era la camisa de la suerte que daba al portador (al igual que el Felix Felicis) una sensación de confianza absoluta en que todo saldría bien durante el día. Sin embargo, este amuleto secular (al igual que sus ancestros) tendría que ser usado de manera discreta para no corromper o desgastar sus poderes.

Después de leer el número 131 que la Revista Artes de México le dedica a los Amuletos, he vuelto a reflexionar sobre su naturaleza, principalmente de los que yo conservo en esa condición, ya sea en mi clóset o dentro de algún cajón. En el artículo “Objetos de protección” de Carlos Zolla Luque, se nos explica su poder apotropaico: “El poder […] reposa en la convicción universal, en la esperanza, en su capacidad del proteger del mal, alejarlo, ahuyentarlo y propiciar el bien. […] Porque lo apotropaico desborda, pero también conecta […] con una enorme, antigua y generalizada producción material y simbólica” (p.17). Elegimos creer y a cambio de nuestra fe, los amuletos despiertan y extienden sus poderes invisibles con la naturalidad con la que una estrella de mar abre sus brazos. Su función seguirá siendo la misma, pese a que sean muchos los colores de sus disfraces, aunque adopten las formas más curiosas, o los nombres más exuberantes, personalmente prefiero aquellos que tienen nombres esdrújulos: nóminas, fíbulas, lúnulas, ídolos, como si en esas mismas sílabas, inusuales a la métrica natural del idioma, se alojara parte de su poder secreto.

“El amuleto obraría con independencia del contexto cultural en el que se originó, coexistiendo sin contradicciones con sus semejantes”. Foto: Artes de México

Zolla Luque propone (a partir de Juan Eduardo Cirlot) que los amuletos pueden entenderse más allá de su dimensión esotérica. Ya que esto “conduce inevitablemente a la teología, filosofía, mística, liturgia, hagiografía, sermones, música, números, poesía, bestiarios…”. Una medalla de San Benito contiene un valor simbólico, y también estético. Los amuletos suelen ser depositarios de una belleza fraguada a lo largo del tiempo, al retomar creencias populares, iconografía de distintos códigos religiosos y también usos y costumbres. Y he aquí una de sus particularidades: “el amuleto obraría con independencia del contexto cultural en el que se originó, coexistiendo sin contradicciones con sus semejantes”. Así, en una cruz podría encontrarse el ojo de Horus, runas celtas, formulas esotéricas en eslavo eclesiástico. Curiosamente, un objeto de esta índole representa la coexistencia pacífica (ecuménica) de varios modelos de pensamiento, sin estorbarse, sino, en suma, proteger a aquel que está dispuesto a creer.

Por otro lado, el amuleto no necesariamente tiene que tener una meticulosa (y hasta obsesiva) preparación material. En las páginas del artículo de David Lorente Fernández “Plumas de colibrí y cascabeles de víbora: amuletos del mundo divino”, podemos atestiguar la profunda relación de dos animales con el mundo mágico mesoamericano. La grácil figura del colibrí lo lleva a representar las deidades celestes: “es un ser áureo, cuyos destellos metálicos remiten y convocan el dinero, las monedas rutilantes que enriquecen y permiten comprar objetos” (p.28). Esta pequeña ave es capturada, disecada y vendida en los mercados para proporcionar a aquel que lo posea un beneficio apotropaico. Por otra parte, la serpiente, y en particular, su cascabel, se considera un gran protector contra las malas influencias, generador de un poder primitivo, oscuro: “Estos crótalos se vinculan con la tierra. Para los nahuas, poseen una naturaleza ctónica y telúrica proveniente de su lugar de residencia y alimentación” (p.29).

En la revista se nos presentan las historias de los amuletos que se originaron lejos de nuestro país. Foto: Artes de México

Posterior a esta tradición de origen prehispánico, en nuestro país se desarrolló una nueva veta en los tiempos de la Colonia. Así, Antonio Rubial García, nos narra en “Las reliquias del México colonial”, las peripecias de las reliquias de los santos católicos que llegaban a tierras americanas, así como la devoción de su culto. La iglesia católica negará la pertinencia del vocablo “amuleto” en las “reliquias”. Ya que estas últimas se desprenden de la liturgia, aunque su funcionamiento sea prácticamente el mismo: “la reliquia podía detener epidemias, traía las lluvias, curaba enfermedades, expulsaba demonios, protegía cosechas y animales” (p.43). Dedos, cabellos, dientes, huesos de naturaleza portátil, trozos de mortaja, y posteriormente al entierro, estampitas, escapularios y estatuas de los santos en beneficio del creyente. Todo ello desataba en la congregación las más ardientes pasiones, que llevó, en ocasiones numerosas, que multitudes se abalanzaran sobres los restos poniendo en juego la conservación misma del cadáver, o que, charlatanes se aprovecharan (igualmente en ocasiones numerosas) de la fe para crear falsas reliquias a partir de restos de cualquier cadáver exhumado.

Asimismo, en la revista se nos presentan las historias de los amuletos que se originaron lejos de nuestro país. Uno de ellos es la mano de Fatma, de origen islámico, lo cual nos explica Alberto Ruy Sánchez; o bien, se nos presenta una poética misma del objeto en sí, en el bellísimo texto de Rafael Vargas.

El amuleto no necesariamente tiene que tener una meticulosa (y hasta obsesiva) preparación material. Foto: Artes de México

Estos textos aparecen acompañados de una extensa imaginería visual ejecutada con un impecable trabajo en la edición (como se nos tiene acostumbrados en cada una de sus ediciones), que recoge fotografías antiguas, ilustraciones, pinturas, grabados, mosaicos, y muchos más, que corrió a cargo de Luis Rodríguez y Miztli Meléndez Vergara.

Después de salir con otro amigo, me encontré con un billete de cien pesos en el suelo. Luego, en la calle me salvé por una milésima de segundos de que una motocicleta me atropellara. Mi amigo me dice que tengo demasiada suerte. Reviso mi vestimenta, no traigo la camisa azul. Qué curioso. Cuando llegue a casa revisaré el interior de mis bolsillos, en la billetera, dentro del abrigo. Quizá un nuevo amuleto acaba de nacer en medio de mis distracciones.

Consigue nuestra Revista-libro Amuletos, número 131 a través de la página web de la editorial: https://catalogo.artesdemexico.com/productos/131-amuletos/

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