La muerte de Bordaberry en Uruguay, un hito que no altera la lucha contra la impunidad

17/07/2011 - 3:51 pm

Montevideo, 17 jul (EFE).- La muerte del expresidente uruguayo devenido en dictador Juan María Bordaberry (1972-1976), el primer condenado por los crímenes de la dictadura en el país que fallece preso, simboliza el final de una época pero no altera la lucha contra la impunidad de los familiares de los desaparecidos.

Sin honores de Estado y con varias condenas que le obligaron a permanecer sus últimos años bajo arresto domiciliario, el exgobernante conservador y ultracatólico de 83 años falleció tan solo como él mismo se fue quedando en su carrera política, primero tras dar un autogolpe en 1973 y luego al ser derrocado por los militares en 1976.

"Es el fin simbólico de una época, el final natural de un hombre clave que marcó de manera muy fuerte la historia del país", afirmó hoy a Efe el analista y periodista Alfonso Lessa, autor de la primera entrevista a la que accedió Bordaberry cuando se restituyó la democracia en 1985.

Sin embargo, opinó también que la muerte de uno de los presidentes más controvertidos de la historia del Partido Colorado, que es como decir la historia del país pues esa agrupación gobernó más de dos tercios de la vida republicana, "no va a tener ninguna influencia" en el debate sobre la impunidad, todavía vivo.

"Él ya estaba procesado y no estaba amparado por la Ley de Caducidad", que dejó impunes a los autores de crímenes de Estado durante el Gobierno de facto y que solo incluía a militares y policías, y no a civiles como el exmandatario, argumentó Lessa.

El experto, autor de varios libros sobre la dictadura, entre ellos uno sobre uno de los sucesores de Bordaberry, el general Gregorio "Goyo" Alvárez, cree también que el fallecido probablemente carecía de información sobre el paradero de los desaparecidos por la represión del régimen.

"Ese tipo de información está muy centralizada en los actores y eran muy poquitos los que la tenían", advirtió.

Además, "salvo Gregorio Alvárez no queda ningún general de la dictadura vivo, y todos esos se llevaron la información a la tumba", una información que por otra parte "tampoco se documentaba", recordó Lessa con realismo.

El periodista considera asimismo que la muerte de Bordaberry hace buena de alguna manera la frase que tantas veces ha repetido el actual presidente uruguayo, José Mujica, de que la discusión sobre el pasado solo terminará cuando todos los que sobresalieron en aquellos años convulsos estén muertos.

Mujica, de 76 años, pasó trece años en la cárcel por su lucha con la guerrilla tupamara contra varios Gobiernos constitucionales hasta ser sepultada por la dictadura, que torturó a sus líderes en prisión por considerarlos "rehenes" políticos.

En este sentido, el senador Luis Alberto Heber, presidente del Partido Nacional, histórico rival del Partido Colorado, coincidió hoy en declaraciones a la prensa que el deceso de Bordaberry apunta hacia el fin "de una generación que generó enfrentamientos y radicalización de ideas en Uruguay".

Lessa añade que "el tiempo ha ido apagando las pasiones, a pesar de que ha habido intentos de terminar con la Ley de Caducidad", aprobada en 1989.

Este objetivo fue perseguido sin éxito por la coalición oficialista de izquierdas Frente Amplio (FA) en las últimas semanas con un proyecto de ley que naufragó en el Parlamento.

Además, esta semana Mujica envío un "mensaje importante" al partido oficialista, donde conviven desde comunistas hasta socialdemócratas, pasando por guerrilleros, al nombrar ministro de Defensa a su excompañero tupamaro Eleuterio Fernández Huidobro.

Al igual que Mujica, Fernández Huidobro es partidario de dar carpetazo al pasado y así lo dejó de manifiesto al abandonar su banca de senador en mayo pasado por su oposición a los planes del FA contra la Ley de Caducidad, que consideraba inconstitucionales por vulnerar los referendos que ratificaron la ley en 1989 y 2009.

Según Lessa, lo trascendente de la muerte de Bordaberry es que el exdictador "nunca pensó que iba a terminar preso", aunque fuera encerrado en su casa de un barrio residencial de Montevideo, por varios achaques de la edad que le obligaron a presentarse en silla de ruedas en una de sus últimas comparecencias ante la justicia.

El exdictador se va, además, con "una mala imagen por parte de la amplísima mayoría de la sociedad" y solo será recordado con nostalgia "en algún círculo extremadamente reducido de la derecha más dura".

Fue un "personaje gris en la política uruguaya, y oscuro también", además de que "no era el personaje que necesitaba el país en ese momento", a principios de la década de los setenta, cuando Uruguay estaba sumido en el caos institucional y la sociedad polarizada bajo el influjo de la Guerra Fría y las dictaduras del Cono Sur, concluyó el analista. EFE.

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