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David Ordaz Bulos

12/01/2020 - 12:02 am

Líbano: construir un nuevo gobierno en medio del incendio

SINCRONÍAS AFORTUNADAS  Tratar de entender Líbano es como moverse en un terreno resbaladizo. En noviembre pasado, escribí el texto Líbano y la revolución del Whatsapp, para investigar sobre las manifestaciones que iniciaron el 17 de octubre y derivaron en la renuncia del ex – primer Ministro Saad Hariri y su gabinete. Han pasado más de […]

SINCRONÍAS AFORTUNADAS 

Foto: David Ordaz Bulos

Tratar de entender Líbano es como moverse en un terreno resbaladizo. En noviembre pasado, escribí el texto Líbano y la revolución del Whatsapp, para investigar sobre las manifestaciones que iniciaron el 17 de octubre y derivaron en la renuncia del ex – primer Ministro Saad Hariri y su gabinete. Han pasado más de ochenta días desde entonces. La llamada revolución (thawra) sigue en marcha, presionando para la formación de un nuevo gobierno, en contra del gobierno sectario que es herencia de la colonización europea y que ha llevado al país al borde del colapso.

Después de entregar el texto, salí a la calle y al pasar frente al café que está debajo del departamento, sincrónicamente, me encontré con mi amigo Bassam, que llegó de Líbano a México hace 45 años. Solemos tomar café y fumar compulsivamente en la interacción vecinal que aún permiten ciertos espacios de la colonia Narvarte, en la Ciudad de México. Estas conversaciones rompen con la cotidianidad acelerada y navegan por el siglo XX, entre recetas de dulces árabes, biografías, relatos de ciudades y conflictos armados. Tras varias semanas de no ver a mi amigo, me preguntaba qué estaría pensando sobre los acontecimientos en Líbano. Sus respuestas rayaron en el escepticismo frente a las manifestaciones juveniles, de fácil manipulación digital. Las certezas a las que creía haber llegado se toparon con pared, pero se abrió más el panorama.

Bassam cuenta cómo todo Líbano está armado. Pues, cuando terminó la guerra civil en 1990, el gobierno pidió a la gente enterrar las armas en los terrenos de las casas. “Y ahí las tienen enterradas, claro, las sacan, las limpian y las vuelven a meter. Esta fue la única manera de acabar con la guerra. Lo que sí recogieron fueron los carros blindados, los tanques de guerra que estaban en las calles y eran de los partidos políticos”.

En otra conversación logré descifrar un relato borroso que contaba mi bisabuelo inmigrante. Era sobre un tipo que, vestido de sacerdote, sacó una metralleta debajo de la sotana y disparó contra los feligreses dentro de una iglesia. Se trata de la masacre de Mizyara en la que murieron treinta y dos personas en 1957, como consecuencia de una riña entre familias por el poder político, en la ciudad de Zgharta, al norte de Líbano. Una de estas familias era la de Suleiman Franjieh, quien más tarde, cuando comenzó la Guerra Civil, fue presidente del país y luchó en el Frente Libanés, para mantener la unidad del país amenazada por políticas internas y externas. Por ejemplo, los intentos estadounidenses de darle Líbano a los palestinos expulsados de sus tierras y re-distribuir a los libaneses cristianos por todo el mundo.

UN CONFLICTO TAPADERA 

Líbano siempre ha sido una pieza en el tablero de ajedrez para los intereses internacionales, un lugar de competencia global. El texto: Una nueva etapa del conflicto regional – internacional sobre Líbano, de Nicola Tohme (periodista, investigador, editor de Al-Mayadeen.net,y además, hermano de Bassam), habla sobre la trampa que puede ser la revolución actual, y utiliza la metáfora del pez que no tiene memoria y vuelve a morder el cebo, una y otra vez.

Tohme propone mirar la crisis actual desde una perspectiva histórica de largo alcance. Verla más allá de un problema entre “autoridades injustas y pueblo oprimido, entre políticos corruptos y audiencias engañadas”. Y así entender, cómo el pequeño país de Medio Oriente –que tiene la extensión del estado de Querétaro–, ha sido desde hace décadas, una plataforma que occidente ha utilizado para imponer sus fórmulas sin importar el desarrollo de la región y sus habitantes.

Gracias a las traducciones automáticas del árabe al español de Google, he podido leer los textos de Nicola. En Reemplazar el fez turco con el gorro occidental no revoluciona el Líbano, argumenta que la revolución actual no prosperará y se quedará como un eslogan más anticorrupción, si no es capaz de cortar de tajo la dependencia occidental que ha dado como resultado la subordinación sectaria y un Estado caricatura. Y que, como ya dijimos más arriba, es parte de la herencia europea de corrupción y saqueo, encabezada primero por británicos y franceses, y desde 1989, por estadounidenses.

OCHENTA DÍAS DE REVOLUCIÓN Y EL INIO DE UNA NUEVO INCENDIO 

Las manifestaciones volvieron a cobrar fuerza con la efervescencia del año nuevo 2020. Han habido cacerolazos, acampadas, cierres de carreteras y las desafortunadas muertes de dos manifestantes: Hussein Al Altar y Alay Abou Fakher. Los grupos de mujeres y de jóvenes siguen a la cabeza de las manifestaciones. Éstos últimos, han sufrido el bloqueo de la tradicional salida migratoria del país, pues cada vez se ha vuelto más difícil conseguir visas y pasaportes.

También, en noviembre hubo una gran concentración frente a la embajada de Estados Unidos en Beirut, que fue provocada por las declaraciones del ex-embajador Jeffrey Feltman, quien siguiendo la línea de Mike Pompeo, dijo, frente al congreso estadounidense, que los libaneses tienen que tomar una decisión entre “confrontar a Hezbollah o pagar el precio del colapso; elegir entre la pobreza duradera o la posible prosperidad”. Además, el ex-funcionario afirmó que “las manifestaciones actuales en un principio no tuvieron relación con EEUU, pero ahora, hay preocupación por Rusia y China”. Además, que el objetivo, es “crear un gobierno tecnocrático bajo el accountability sin Hezbollah”.

Los manifestantes vieron estas declaraciones como un chantaje económico. Por su parte, la respuesta de Hezbollah, a través de Nain Qassam, fue culpar a los Estados Unidos de injerencia en la economía del país, por las medidas de castigo impuestas desde Washington al gobierno libanés. La cuales tampoco dejan entrar a las inversiones de China.

En medio de todo esto, se está formando un nuevo gobierno a cargo de Hassan Diab, un ingeniero que tiene el respaldo de Hezbollah, pero también de Francia y de Rusia. Este nuevo gobierno busca construir una gobernanza autónoma de las potencias externas que siempre han marcado la política del país, favoreciendo a élites corruptas, como en el caso de Latinoamérica.

Aunado a todo esto, los recientes acontecimientos alrededor del asesinato por parte de los Estados Unidos, del poderoso líder chiíta –que ahora es considerado mártir–, Qassem Suleimani, comandante en jefe de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán, hacen que Líbano y toda la región esté encendida, envuelta en una atmósfera de incertidumbre extrema que apunta hacia una nueva reconfiguración regional, donde la esperanza de muchos es sacar a Estados Unidos para siempre. ¿Cómo va repercutir esto en el gobierno en formación, encabezado por Hassan Diab?, ¿hasta qué punto las protestas libanesas siguen siendo legítimas o están siendo intervenidas por intereses políticos externos?, ¿a quién le conviene agudizar la crisis?

 

David Ordaz Bulos

@David_Orb

 

 

 

David Ordaz Bulos
Psicólogo social. Maestro en Sociología Política por el Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora. Estudiante del doctorado en Creación y Teorías de la Cultura de la Universidad de las Américas Puebla.

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