Situación de la pandemia en Argentina

12/06/2020 - 11:50 am

Llegué a Buenos Aires el 10 de diciembre del 2019, es decir, ayer. Un ayer de hace seis meses, lo cual resulta pavoroso. El tiempo se me escurrió más rápido que nunca en toda la vida, y en lo que escribo esto, se acabó otro día más, sensación favorecida por la inminente llegada del invierno austral, que ya pinta los colores del ocaso en la masa urbana y céntrica del barrio de San Nicolás.

Debía volver a mi querido Mixcoac en un abril que ya no existió, excursión que comenzaba a serme percibida como utópica inclusive al 10 de marzo, cuando ya se olía lo que venía en incontables vuelos de la todavía clase media urbana que –no son tontos- prefiere Europa a hacinarse en las playas de Mar del Plata, el balneario preferido de las masas argentinas.

Pero Alberto Fernández, el Presidente de la República, y el gobierno nacional actuaron rápido. No recuerdo el orden de mérito exacto, pero Argentina es de los primeros países en decretar una cuarentena o-bli-ga-to-ria en el continente americano. Sí señor. En los aún escasos medios “oficialistas”, como la cadena C5N, su conductor estrella, Gustavo “El Gato” Silvestre, no se cansa de describir como subnormal al presidente vecino, Jair Bolsonaro, que tiene en la lona a los hermanos brasileños, en el tercer lugar mundial de víctimas fatales y con posibilidad firme de subirse al podio máximo en este espantoso campeonato.

En este mismo canal –prácticamente lo único que se puede ver-, el alguna vez relator futbolero y ahora incisivo periodista, Víctor Hugo Morales, no deja un día de denunciar las canalladas de esta oposición nociva como impresentable que dejó apenas en octubre pasado esa banda del expresidente Macri y sus secuaces, mal llamada “macrismo”, y cuya gigantesca como impagable deuda externa comprometida, frustró todos los planes de Alberto Fernández y su gabinete de iniciar el intento de virar a un país un poco más justo y distributivo.

Sin embargo, este gobierno populista ha actuado impecablemente, casi sin errores, y es de destacarse la unión de gestión que ha consolidado al unir al único sobreviviente relevante de la derrota electoral del macrismo, el jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires, en la toma de decisiones del día a día en una región que concentra más del 90% de la población del país y, de manera correlativa, de casos de COVID-19, estando hoy el resto del país prácticamente libre de la infección.

Dicho funcionario, Rodríguez Larreta, se dio cuenta que se podía jugar el futuro político si mecánicamente adhería al sector duro del macrismo, que no ha parado un sólo día de intentar horadar la gestión del presidente Fernández a través de, principalmente, los medios masivos de comunicación, ya sea el periódico Clarín –el de mayor tiraje en el país- y el de su monopolio anexo que incluye televisoras y estaciones de radio, entre otros, como del vetusto La Nación, vocero quijotesco del pensamiento más rancio de este país, pero ahora recombinado con ese florido neoliberalismo de CEOS versión local, siempre conectados a las hegemonías agroganaderas.

Estos medios han azuzado a una capa de la población clasemediera que, también, se concentra en la capital, pero que, al ver a su jefe de gobierno sentado al lado del populista, debe haber morigerado sus deseos de que no ellos sino los trabajadores salgan a la calle, pues “Fernández está destruyendo la economía” con la cuarentena, e inclusive repitiendo que el Presidente estaría “enamorado” de dicha medida. Los macristas, es importante contárselo a los hermanos mexicanos, son la versión local del grupo ideológicamente consentido por la OEA, el Departamento de Estado y, de manera invertebrada, son parte del nefasto subconjunto que hoy tienen a Moreno, Piñera y la dictadora Añez de Bolivia como sus más connotados representantes, y dejo de lado al más grandote, al incalificable ultraderechista Jair Bolsonaro, que no le gusta ni siquiera al abanderado del caos mundial, don Mario Vargas Llosa.

Erróneamente se podría calificar esta crónica de “política”. Es lo que es. Los resultados de la pandemia son producto de “la política”, tal como amarga o favorablemente (en pocos casos) se está comprobando a lo largo del planeta. Y esto no tiene siempre correlato con la ideología de uno u otros gobiernos, aunque una constante se apreció rotundamente en muchos países, que es la del efecto letal de la destrucción de la salud pública. En cualquier caso, Argentina hoy es modelo, por la casi exclusiva razón de ejecutar la temprana cuarentena rigurosa. Pero, los errores acechan cuando se trata de un enemigo tan poderoso cuya transmisión casi telepática se manifiesta hoy con todo su poder en la ciudad, y lo que se dice hoy, mañana puede ser al revés. Pero hasta ahora “todo va bien”, al comparar con la vecina República de Chile o con Brasil, si se miden las cantidades en relación a sus respectivas demografías.

Hace un par de días, una decisión del gobierno local permitió dejar salir a los runners (sic) a correr en horarios restringidos y con distancia, pero este subgrupo de hiperquinéticos salió en masa e infestó parques –que todavía engalanan a la Reina del Plata pese a la voracidad inmobiliaria del macrismo- violando la distancia mínima de sus exhalaciones taquicárdicas. Ojalá esta conducta no haga inútil la cuarentena, en cierto modo ya relajada en la capital y no lamentemos en 10 días la valiente gesta deportiva.

Mientras tanto, comparto el encierro con mis padres, y soy yo quien debe aventurarse a las cercanías para conseguir alimentos y, cuando se pueda, alguna botella de vino para aligerar en sobremesas nocturnas las sensaciones de mi padre después de constatar en el informativo el número de nuevos casos diarios confirmados y de lamentables muertes, cifras que insinúan crecer y crecer en estos escalones característicos cada vez más estrechos. Aparecen de repente engañosas fluctuaciones hacia abajo que ilusionan, cuando en un periodo afincado en los 700 casos por día aparecen auspiciosos 640, pero no, al día siguiente se vuelve al 800 y a un nuevo peldaño de los 900, y así, 1226 el día de hoy.

Las comparaciones favorables relativas a los países vecinos dan, cada vez menos, la falsa idea de seguridad, porque el hoy –que, como ocurría con la arena en las manos de Mafalda- se escabulle inexorable, y falta mucho para que las gráficas cejen en su manía de alejarse de la horizontal que marca el eje del tiempo. Se va a volver, sin duda, a la cuarentena dura, es decir, la “fase 1” local, lo que está motivando en este momento, ya nos cubre la noche de Buenos Aires, el sonido monotónico producido por la frenética percusión de cacerolas en los balcones, la socorrida costumbre de los opositores clasemedieros anticuarentena que no entienden que se trata de salvar su vida.

Esto es Argentina el diez de junio del 2020.

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