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Adela Navarro Bello

12/08/2015 - 12:00 am

“Renovación” de los desgastados

En las muchas crisis que enfrenta México en estos momentos, quizá la económica y la de inseguridad son las que más llaman la atención en el mundo entero. Luego de la vendidísima estrategia de Enrique Peña Nieto en sus primeros meses como Presidente de la República, cuando en giras internacionales prometió ventajas económicas para todos […]

En las muchas crisis que enfrenta México en estos momentos, quizá la económica y la de inseguridad son las que más llaman la atención en el mundo entero. Luego de la vendidísima estrategia de Enrique Peña Nieto en sus primeros meses como Presidente de la República, cuando en giras internacionales prometió ventajas económicas para todos a partir de la aprobación de sus reformas estructurales, la realidad hoy día es que nada de lo que dijo funcionó.

La imagen pública internacional del México de Peña se cae a pedazos entre devaluaciones, crisis de salarios, escándalos por malos manejos de recursos públicos, nula inversión extranjera, pobreza y más pobreza, sangre y plomo.

La no aceptada devaluación del peso mexicano ha alcanzado los 16.65 –hace una semana fueron 16.76- por dólar americano, mientras que al 5 % de inflación que habremos de sumar en el tercer trimestre del año, se sumarán los incrementos que el sector productivo y de servicios harán para lograr un punto de equilibrio en sus finanzas. Agréguele el 16 por ciento de IVA en las fronteras mexicanas que restaron la competitividad particularmente con las empresas norteamericanas inmediatas a la línea divisoria.

El desdén al Presidente Peña cuando la Ronda Uno de la reforma energética para le exploración de hidrocarburos, la fuga de Joaquín “El Chapo” Guzmán de la prisión de máxima seguridad en México, y la ejecución de cinco personas en la Ciudad de México entre quienes se encontraban un periodista y una activista, así como los enfrentamientos en indistintas regiones del país, producto más de una guerra entre cárteles que de un combate del Estado hacia las organizaciones criminales, son factores todos de la desestabilización del País, no solo económica, sino de seguridad, social y, si consideramos los muchos casos de sospechas de corrupción y tráfico de influencia, política.

En días recientes el periódico norteamericano The Washington Post, publicó un artículo donde analiza precisamente la caída del peso y de la estrategia de Peña, con el título “Se supone que la economía de México iba a subir, se está empezando a ir a pique”, donde vaya, no hay mentira ni exageración.

En un contexto donde el Presidente de la República no cuenta ya con sus aliados públicos en el extranjero y, se niega prácticamente de manera sistemática a realizar cambios en su gabinete a pesar de las pifias de unos y otros, los más desgastados de origen, los partidos políticos, entran una etapa de transición. Al menos los tres principales, mientras a pesar de los pesares los Consejeros del Instituto Nacional Electoral se debaten entre –con el apoyo de la sociedad- quitarle el registro al Partido Verde Ecologista de México, o –con el respaldo del PRI y el sistema- mantenerle el registro al Verde.

En la última semana, a la encarnizada lucha por la dirigencia del Partido Acción Nacional, que protagonizan Ricardo Anaya y Javier Corral, se sumó el lineazo priísta con la candidatura “única” de Manlio Fabio Beltrones Rivera, con el evidente apoyo del Presidente de la República o Primer Priísta del País. Para coronar, de la nada, más apasionado que estratega político, Carlos Navarrete puso en la mesa de las muchas corrientes del Partido de la Revolución Democrática para que se la arrebataran unos a otros, su renuncia y la de su estructura política en la dirigencia nacional del PRD.

En el desgaste del País, los más desgastados que son los partidos, intentan renovarse con los “mismos de siempre”.

Todos arropados en el Pacto por México de donde salió la aprobación de las reformas estructurales de Peña, es evidente que perdieron más de lo que ganaron –en términos políticos, electorales y de aceptación-, pues de ser distintas opciones, distintas ideologías y estrategias, el PRI, el PAN y el PRD, se redujeron a un bloque, a veces falto de una esquina, pero en términos generales completo, para actuar según el sentir de Enrique Peña Nieto.

El Pacto causó primero el deterioro de los partidos al presentarlos como una masa política amorfa al servicio del Presidente, y después causó el golpe al sistema mexicano al aprobar las reformas que no han redundado en beneficios y sí en muchos perjuicios para el día a día de los mexicanos y los gobiernos.

Pero solamente en el PAN y de parte de Javier Corral se ha escuchado un reclamo y una promesa de no volver a tener una relación –en caso que él gane- así de cercana y promiscua –en términos de ideología política- con la Presidencia de la República. Manlio Fabio Beltrones en el PRI ya amenazó con ese desparpajo que caracteriza a los priístas, que aquello de la sana distancia entre partido y gobierno, con él se acabará. Remachó: Hablará y acordará de manera continua con Enrique Peña Nieto.

Mientras en el Partido de la Revolución Democrática, Navarrete, miembro de ese grupo que ha pactado con Peña para sus reformas, “Los Chuchos”, únicamente refiere una renovación casi casi generacional, y de una corriente a otra del PRD. La dimisión de Navarrete va más encaminada a establecer acuerdos con las izquierdas para el 2018, que a renovar un partido que no encuentra rumbo en el ocaso de su fuerza política electoral.

Así, mientras la desgastada Presidencia de la República se niega a hacer una transformación de sus estructuras y sus representantes, en el PRI tan institucional como siempre, se alinearon al “dedazo” y se renuevan con un militante que inició su camino en las nóminas oficiales en 1983. En el PAN se dan con todo, más encarnizada y pasional la lucha personas entre quien representa el continuismo –Ricardo Anaya- y quien promete regresar al PAN, al menos en este sexenio, a ser la real y crítica oposición al sistema de gobierno, como lo es Javier Corral. En el PRD, sin tener la necesidad, Carlos Navarrete se subió al carro de las elecciones internas y azuzó a las corrientes perredistas a emprender una nueva pelea –como hace dos años- por la dirigencia nacional.

Este contexto decadente de la política interna de México y en la externa con una estrategia fallida del cada vez más desmejorado –en todos sentidos- Enrique Peña Nieto, los partidos quieren usar la “renovación” como un bastón para no sucumbir ante su fragilidad político electoral.

O será que intentan de nuevo entrampar a los electores, pese al auge de las candidaturas ciudadanas e independientes que aún tiene mucho que probar.

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