La peor amenaza: ¿lo que estamos comiendo?

12/09/2017 - 3:36 pm
Si un producto está en todos lados (Coca Cola tiene 1.5 millones de puntos de venta en México), si su precio es accesible, si su consumo genera placer (aunque no alimente y genere un daño a la salud) su publicidad satisface deseos aspiracionales (ser parte de la felicidad) y su composición representa un riesgo a la salud. Foto: Guillermo Moreno, Cuartoscuro.

“La peor amenaza es lo que estamos comiendo”, explica Alessandro de Maio, Oficial del Departamento de Nutrición para la Salud de la Organización Mundial de la Salud. Las frases de las intervenciones se suceden en el Congreso de la Asociación Europea de Salud Pública. Afirmaciones, preguntas, comentarios, llueven entre los expertos en salud pública de Europa, una profesión que todavía ocupa un lugar importante en varias naciones de ese continente, donde en varios países existe un acceso universal y de calidad a la salud pública. Sin embargo, la salud pública es una profesión que se ve atacada y amenazada por los intereses de las grandes corporaciones del alcohol, el tabaco, de las bebidas azucaradas y la comida chatarra, que presionan para que no existan políticas en salud pública y se deje la salud en la responsabilidad de las personas.

Furio Honsell, alcalde de Udine en Italia y vicepresidente de la red italiana de ciudades saludables, comenta en la mesa y cuando expone: “no queremos un acuerdo de libre comercio de la Unión Europea con Canadá”. Su gran preocupación es la comida ultrapocesada que llegará con mayor fuerza si se firma ese acuerdo. La amenaza son los productos chatarra elaborados con ingredientes de muy mala calidad, llenos de aditivos, colorantes, saborizantes, etc, que llegarían a invadir el entorno con su presencia y su fuerte publicidad. “Con ese acuerdo llegará una invasión mayor de los alimentos estadounidenses por el NAFTA”, comenta. Italia, junto con Francia y Japón, está entre las naciones que defienden fuertemente su cultura culinaria y, por lo tanto, mantienen bajos niveles de incidencia de sobrepeso y obesidad.

Las frases siguen cayendo, las preguntas surgen: “¿cómo enfrentar los ejércitos de cabilderos de las grandes corporaciones que llegan con los congresistas y los tomadores de decisión para bloquear o desviar las políticas de salud pública?, ¿dónde están los cabilderos que defienden la salud pública?”. “Existe un enfrentamiento entre el interés comercial y la salud pública”. Lo que es una medida importante para proteger la salud, es una amenaza para las grandes corporaciones. Hay que bajar el consumo de bebidas azucaradas, de tabaco y alcohol. Para la industria estas medidas representan la caída de sus ganancias y actúan, con recursos millonarios, en contra.

Una pregunta central entre los profesionales de la salud pública reunidos en Bruselas es: “¿Si ya sabemos qué tenemos que hacer, por qué los gobiernos no lo han hecho?”. No lo han hecho por falta de voluntad para enfrentar los intereses económicos de las grandes corporaciones. Por qué no cabildea el gobierno mismo con los legisladores a favor de la salud pública: “es el gobierno quien tiene la misión de proteger la salud pública, es el gobierno el que tiene que cabildear con los legisladores a favor de la salud de la población”.

Ya no pueden enfrentarse las externalidades, los costos generados por el consumo de estos productos, especialmente en el caso de la obesidad creciente y sus consecuencias, ya rebasó la capacidad de los sistemas de salud. “La industria niega, distrae, obstruye”. No se trata de prohibir, se trata de incorporar las externalidades en el costo del producto, proteger a la población de su publicidad, brindarle información veraz y útil, regular el acceso indiscriminado a estos productos a la vez de que se debe dar acceso a alimentos frescos, saludables. Son las naciones llamadas en desarrollo, son los más pobres, los expuestos a estos productos, los que viven en los desiertos alimentarios (las regiones invadidas de comida chatarra y refrescos sin acceso a alimentos frescos y saludables). Son ellos los que están sufriendo el mayor crecimiento en estas enfermedades.

La experiencia la traen a cuesta los investigadores que se han dedicado a documentar las estrategias de las empresas que producen mercancías que dañan la salud de la población y el ambiente. La industria del tabaco es un buen ejemplo, sus prácticas las sigue la industria de alimentos y bebidas azucaradas: pagan investigaciones a modo, financian instituciones y asociaciones para neutralizarlas, contratan agencias de relaciones públicas para divulgar una percepción creada a gusto, para atacar las políticas de salud pública que les afectan, diseminan el argumento que esas políticas provocan el cierre de empleos, dañan a la economía, no tienen efecto en salud, afectan a los más pobres, la solución está en educar ya que el problema es de responsabilidad individual. La estrategia se repite una y otra vez.

Hay un consenso claro, la epidemia de obesidad y diabetes se da por los “determinantes comerciales”, no por malas decisiones individuales. Si un producto está en todos lados (Coca Cola tiene 1.5 millones de puntos de venta en México), si su precio es accesible, si su consumo genera placer (aunque no alimente y genere un daño a la salud) su publicidad satisface deseos aspiracionales (ser parte de la felicidad) y su composición representa un riesgo a la salud; si no es solamente un producto, sino todo una gama de productos similares, si su presencia va aparejada de la ausencia de alimentos saludables, si no existe una valoración de la cultura culinaria propia frente a la gran publicidad de los ultraprocesados, etcétera, etcétera, etcétera; los determinantes comerciales se imponen por encima de cualquier decisión individual.

La reflexión mundial sobre el daño causado a la dieta por la invasión de los alimentos y bebidas ultraprocesados incluye al propio sistema alimentario y comprende el impacto del actual sistema en el cambio climático. Es decir, en todos los espacios de discusión y reflexión sobre los daños causados a la salud de la población mundial por el cambio en la dieta a comida chatarra y bebidas azucaradas, se habla de la necesidad de reformar el sistema alimentario global y de enfrentar con ello, a la vez, la epidemia de malnutrición y el cambio climático. Se propone la necesidad de fortalecer sistemas de producción de alimentos sustentables y nutricionales. Se cuestiona el aumento del consumo de carne a escala global y la deforestación generada por la producción de granos para alimentar al ganado, se cuestiona la agroindustria basada en monocultivos con uso intensivo de agroquímicos y dirigida a dar ingredientes para la producción de ultraprocesados. ¿Cuántos productos de la gran industria pierden su valor nutricional al ser ultraprocesados? ¿Cuánto valor nutricional han perdido los propios productos de la agroindustria al ser manipuladas las semillas para producir más, para generar más almidón, más azúcares?

FAO y OMS coinciden en la necesidad de vincularse, en la necesidad de impulsar formas de producción que incluyan a los productores de pequeña escala, que fortalezcan los mercados locales, que mantengan la diversidad de alimentos y la cultura culinaria de las regiones, que permitan fortalecer las economías locales y combatir la pobreza.

En un país tan rico en diversidad biológica y cultural como México, que ha dado una muy rica y variada cultura culinaria, existe un potencial para reactivar los mercados y la economía local como parte de una política de salud, pero también como parte de una política de combate a la pobreza. Debe impulsare esta política con la intervención del Estado en las compras y distribución de alimentos, con campañas permanentes de revalorización de los productos del campo y de nuestra cultura culinaria, advirtiendo claramente de los riesgos de las bebidas endulzadas y la comida chatarra.

Los expertos en salud pública reconocen que ha aumentado la esperanza de vida entre la población, pero están alarmados, como debemos estarlo todos, de que los últimos años de vida se están viviendo enfermos y que estos años están aumentando. Es decir, vivimos más años, pero cada vez son más son los años que vivimos en muy malas condiciones antes de morir. Y la causa de estos, son principalmente las enfermedades no transmisibles generadas por el consumo de productos no saludables: tabaco, alcohol, comida chatarra y refrescos. Por lo tanto, parece ser que aunque vivimos más, cada vez son menos los años que vivimos en condiciones saludables. Vivimos más años, pero enfermos.

Alejandro Calvillo
Sociólogo con estudios en filosofía (Universidad de Barcelona) y en medio ambiente y desarrollo sustentable (El Colegio de México). Director de El Poder del Consumidor. Formó parte del grupo fundador de Greenpeace México donde laboró en total 12 años, cinco como director ejecutivo, trabajando temas de contaminación atmosférica y cambio climático. Es miembro de la Comisión de Obesidad de la revista The Lancet. Forma parte del consejo editorial de World Obesity organo de la World Publich Health Nutrition Association. Reconocido por la organización internacional Ashoka como emprendedor social. Ha sido invitado a colaborar con la Organización Panamericana de la Salud dentro del grupo de expertos para la regulación de la publicidad de alimentos y bebidas dirigida a la infancia. Ha participado como ponente en conferencias organizadas por los ministerios de salud de Puerto Rico, El Salvador, Ecuador, Chile, así como por el Congreso de Perú. el foro Internacional EAT, la Obesity Society, entre otros.
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