Mario Campa
12/09/2024 - 12:05 am
El giro copernicano salarial
Los programas sociales y la pensión no contributiva sobresalen por su poder explicativo propio, pero la reducción de la pobreza también está escoltada por la política salarial del obradorismo.
Carlos Monsiváis acuñó una frase que bien podría resumir el imperante estado anímico e intelectual del pelotón de opinadores rezagados en México: “O ya no entiendo lo que está pasando o ya pasó lo que estaba yo entendiendo”. Y aunque Monsi se regodeaba entonces en su ironía, sus palabras logran capturar años después el ovillo opositor de marcos anticlimáticos y conceptos anacrónicos de extraviado poder de convencimiento. Dicho sin generosidad ni rodeos, a esas plumas y micrófonos les pasó un tren encima y siguen su terco andar por la misma vía.
Uno de los misterios de la 4T que no han podido o querido descifrar los encadenados a sus certezas preconcebidas es el de la reducción de la pobreza. Un informe del Banco Mundial situó en 9.6 millones el número de personas que habrían abandonado la pobreza en México del 2018 al 2024, equivalente a una notable caída de 8.6 puntos porcentuales en la tasa. Como fuente complementaria, cifras del Coneval muestran que la tasa de pobreza laboral en México descendió de 40.7 por ciento en el cuarto trimestre del 2018 a 35.0 por ciento hasta junio del 2024: descenso de casi seis puntos porcentuales. Y ante el logro innegable, los opinadores neoliberales, conservadores y extremistas — tres agrupaciones debatibles — eligieron la negación sistemática como estrategia y mecanismo defensivo de autoengaño. Al habitar esa caverna platoniana de sombras, pretenden restar mérito y desviar atención a las políticas públicas en cuyos hombros descansa la proeza.
Los programas sociales y la pensión no contributiva sobresalen por su poder explicativo propio, pero la reducción de la pobreza también está escoltada por la política salarial del obradorismo. Entre el 2018 y el primer trimestre del 2024, el salario mínimo en México creció 111 por ciento en términos reales — es decir, por encima de la inflación acumulada del periodo — para liderar las ganancias en toda América Latina y el Caribe. Siendo que un número considerable en la cola de la distribución aumentó sus percepciones de manera acelerada a lo largo del sexenio, el resultado es que el salario medio real en México también sobrevuela a todos sus pares regionales con holgura. Contra la austeridad a la europea o ahora a la argentina, donde el énfasis no sólo descansa en el desmembramiento estatal generalizado, sino también en la depresión salarial y en el adelgazamiento de programas sociales, la ruta mexicana redistribuyó las ganancias empresariales del capital al trabajo y dignificó los salarios de millones.
El batacazo a la pobreza debe a esa reforma silenciosa, pero honda el grueso de sus condiciones de posibilidad, habiéndose casi duplicado en seis años la masa salarial, definida como el producto de los empleos y el salario medio de cotización al IMSS. El boyante salario mínimo, la reforma a la subcontratación y el programa de pasantías Jóvenes Construyendo el Futuro cimentaron un firme piso fundacional. López Obrador, sin proponérselo como fin último a la Calderón, terminó como el genuino “Presidente del empleo”, con Fox y Peña Nieto en un lejano segundo sitio compartido. Con no poca ironía, el mariscal de la guerra al narco entregó los resultados más flacos en materia laboral en lo que va de siglo. El primer sexenio de Morena, que pudo haber incumplido en otras áreas según la apreciación, deja un listón alto en materia laboral que ahora intentará avanzar o cuando menos preservar.
Son al menos tres los legados esperados de este giro copernicano para la política nacional. En primer lugar, resta dependencia del sector externo y las exportaciones frente al robustecimiento del mercado interno y el consumo privado, hoy mucho mejor distribuido con la expansión de la clase media en casi 10 millones adicionales. En segundo, permite a Morena mantener e inclusive ampliar una base electoral afincada en los trabajadores de bajo y mediano ingreso. Y en tercero, fuerza a la oposición partidista a ajustar a las buenas (por convencimiento) o a las malas (por táctica electoral) su oferta programática, donde cualquier reivindicación de la depresión salarial sería penalizada por electores cuyo poder adquisitivo se disparó al instante, como en contadas ocasiones históricas.
La oposición partidista, como decía Monsiváis, no entiende lo que está pasando o ya pasó lo que en algún momento entendía. Eso favorece los marcos discursivos y las políticas públicas de Morena para blindar lo logrado y profundizar lo avanzado. Pero no hay lugar para el apoltronamiento. Como pasó en Brasil por azares de la ironía, la clase media expansiva será más exigente ante futuros personales más promisorios. Natural, pero retador.
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