La pasión por la Virgen de Guadalupe: un sentimiento nacional, más allá de lo religioso

12/12/2015 - 12:00 am

La pasión por la Virgen de Guadalupe, de cuya aparición se celebra hoy el 484 aniversario, constituye un sentimiento que da identidad a los mexicanos, sean o no religiosos.

Foto: shutterstock
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Ciudad de México, 12 de diciembre (SinEmbargo).- Con una misa en el Vaticano celebrada por el Papa Francisco, se celebra el 484 aniversario de la aparición de la Virgen de Guadalupe, una circunstancia que el jefe de la iglesia católica aprovechará para anunciar su próximo viaje a nuestro país, cuya agenda definitiva aún se desconoce.

Jorge Bergoglio iniciará su viaje el 12 de febrero de 2016 con el vuelo a bordo de una aeronave de la línea Alitalia que unirá la estación “Leonardo Da Vinci” de Roma-Fiumicino con el aeropuerto de la ciudad de México, informó la agencia oficial Notimex.

El Papa hablará ante una multitud reunida en el zócalo capitalino, oficiará una misa en Ecatepec, Estado de México, tendrá un encuentro con personalidades de la cultura en el Auditorio Nacional y visitará San Cristóbal de las Casas y Tuxtla Gutiérrez, en Chiapas; Morelia, en Michoacán, y Ciudad Juárez, en Chihuahua.

El Papa, que considera que nuestro país ha sido castigado por tener en su suelo a la Virgen de Guadalupe, realiza así una apropiación católica de un símbolo que no es tan claro ni tan plano en la devoción de los habitantes de nuestra nación.

“No soy católico, pero soy guadalupano”, ha dicho en muchas oportunidades el guitarrista mexicano Carlos Santana, uno de los devotos más famosos de la Morena del Tepeyac y quien nunca deja de visitar la Basílica de Guadalupe cada vez que pisa su tierra natal.

Otro rockero devoto de la virgen es Álex Lora y para ella ha compuesto varias canciones, entre ellas la conocida “Virgen Morena”.

En México, donde la Conquista Española ha generado desde sus inicios un sincretismo expresado en cientos de deidades prehispánicas debajo de las figuras oficiales impuestas por la evangelización, no está nada claro que la devoción por la Guadalupe se corresponda con una filiación a la religión católica, no obstante lo cual son casi 80 millones los que profesan esa fe en México, segundo en la cantidad de católicos luego de Brasil.

Lo cierto es que la Virgen de Guadalupe es un símbolo de la Iglesia Católica (así, con mayúsculas) y es al mismo tiempo la expresión de un indigenismo sustancial en la figura de Juan Diego, aun cuando no han faltado en la historia algunos conspicuos personajes que han querido leer la historia de otra manera, tal como lo cuenta Alejandro Rosas en su monumental 365 días para conocer la historia de México.

Narra Rosas el sermón de Fray Servando de Mier el 12 de diciembre de 1794, en la Colegiata de Guadalupe, y que levantó el ardor y la polémica en el seno del catolicismo.

“Y sin embargo, no era para tanto. En su perorata nunca puso en tela de juicio el milagro guadalupano, ni siquiera la existencia de Juan Diego, simplemente lo refería de otro modo, quizá de una forma poco ortodoxa, pero eso sí, con buena dosis de manipulación histórica”, cuenta Rosas.

Y cita: “La imagen de nuestra señora de Guadalupe no está pintada en la tilma de Juan Diego, sino en la capa de Santo Tomás apóstol de este reino. 1750 años antes del presente, la imagen de nuestra señora de Guadalupe ya era muy célebre y adorado por los indios ya cristianos en la cima de Tenayuca donde le erigió templo y colocó Santo Tomás”, afirmaba en su sermón el nombrado Fray Servando.

En 1996, el ya fallecido abad de la Basílica de Guadalupe, Guillermo Schulenburg Prado, quien fuera el encargado de la construcción del nuevo recinto mariano, fuen el centro de la polémica al poner en duda la existencia histórica de Juan Diego, quien finalmente fue canonizado por Juan Pablo II en su última visita al país.

Schulenburg desató una controversia cuando el 24 de mayo de 1996 puso en duda la existencia misma de Juan Diego y por ende las apariciones de la Virgen de Guadalupe en el Cerro del Tepeyac. Además, envió al Vaticano una carta en la que señalaba que pese a lo que se dice, la existencia del indio no ha quedado demostrada plenamente.

“La existencia del indio Juan Diego no ha sido demostrada, podríamos obtener muchas firmas de eclesiásticos preparados, así como de laicos intelectuales que avalan esta carta, pero no queremos provocar un inútil escándalo, simplemente queremos evitar que disminuya la credibilidad de nuestra Iglesia”, expresaba en la misiva.

Schulenburg declaró a la revista italiana 30 Giorni que la existencia de Juan Diego era “un símbolo y no una realidad”, y encendió los ánimos de la cúpula religiosa al asegurar que la imagen de la Virgen de Guadalupe era “producto de una mano indígena y no de un milagro”, afirmaba en lo que quizás podría ser el pensamiento íntimo y nunca manifestado públicamente de mucha de la cúpula católica.

LAS ROSAS EN COLORES PASTEL

Foto: Cuartoscuro
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La devoción por la Virgen de Guadalupe forma parte de la cotidianidad mexicana desde la niñez de sus habitantes y la presencia de esta figura cobra a menudo el cariz de una superstición, de algo que va más allá de institución religiosa alguna.

Forma parte también de la memoria emotiva, tal como reconoce para SinEmbargo el escritor Jaime Mesa, autor de la reciente Las bestias negras (Alfaguara).

“En mi infancia pasé mucho tiempo imaginando de qué forma las rosas que traía Juan Diego se calcaron, y a color, en su ayate. Esa fue, más que la aparición de una virgen en un cerro, mi máxima preocupación. De alguna forma predijo la impresión a color en mi mente. Siempre imaginé las rosas en colores pastel”, dice el escritor nacido en Puebla en 1977.

“Pedro Infante siempre fue Juan Diego para mí. Y María Félix, la virgen María. Tízoc (película de Ismael Rodríguez, de 1947) nos hizo tanto daño a los mexicanos, a nuestras infancias”, dice.

“Lo que más me (¿aterra?) llama la atención de esta leyenda, mito, parte de la cultura religiosa pero, más, parte de la cultura mexicana es ese recorrido que los días previos al 12 de diciembre miles (o millones al año) hacen a la Basílica y que incluye dormir en la intemperie, caminar o ir de rodillas y, lo más demoledor, que implica el tránsito de familias enteras con todo y niños, bebés y nonatos.

No entiendo esa fe, por eso es fe, esa idea de agradecer los favores recibidos, o pedir algo, o, quizá, solo saludar. Pienso: a esa gente le va bien, dentro de todo, o a esa gente le va muy mal, dentro de todo. Me sobrecoge que un solo centro convoque a la alegría y a la desgracia de la gente”, expresa.

UN CULTO INTEGRADO A LA CULTURA MEXICANA

Foto: Cuartoscuro
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Para Mesa, el culto a la virgen de Guadalupe a la cultura mexicana y en algunos casos “es un ritual de convivencia que implica algo diferente a lo que hacen los feligreses cada que van a misa. La virgen de Guadalupe, de alguna forma, los protege de la Iglesia, los salva de Dios; o, sobre todo, de los hombres de Dios”.

“¿Por qué se ha integrado tanto a las familias mexicanas, trascendiendo lo religioso, incluso? Quizá por ser nuestro motor vital como mexicanos, no sé si la antítesis de la Chingada o la Chingada misma, reina madre de nuestros destinos”, afirma.

“En 2009 edité el libro La antorcha guadalupana, del fotógrafo Joel Merino, que recoge las imágenes de los participantes de la larga marcha de la Basílica de Guadalupe a la Catedral de San Patricio en New York.

Esa caravana de poblanos, de mexicanos, que van turnándose una antorcha encendida, como si de los juegos olímpicos guadalupanos se tratara, muestra el arraigo que en tantos y tantos pueblos a lo largo de México tiene el culto guadalupano, y que da cuenta de la mezcla: mexicanos vestidos como aztecas y ayates cargando la antorcha, mexicanos norteños, mexicanos vestidos como luchadores, rituales que no son ni una u otra cosa y resultan lo más real y presente: alejado del centro de la sociedad y de la civilización”, concluye.

MADRE DE DIOSES

Foto: shutterstock
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“Madre de dioses y de hombres, de astros y hormigas, del maíz y del maguey, Tonantzin/Guadalupe fue la respuesta de la imaginación a la situación de orfandad en que dejó a los indios la Conquista. Exterminados sus sacerdotes y destruidos sus ídolos, cortados sus lazos con el pasado y con el mundo sobrenatural, los indios se refugiaron en las faldas de Tonantzin/Guadalupe: faldas de madre-montaña, faldas de madre-agua”, escribió Octavio Paz.

Para el joven periodista y escritor Marcos Daniel Aguilar, autor de Un informante en el olvido: Alfonso Reyes y del reciente La terquedad de la esperanza, “la Virgen de Guadalupe es un símbolo de unidad nacional sobre todo cultural que rebasa cualquier otro símbolo ideológico de corte político”.

“La Guadalupana para los creyentes o no es un reflejo de nuestra historia. De la conquista espiritual y cultural hispánica en América. Bandera criolla por la Independencia de España e  imagen del sincretismo y mestizaje idiosincrático mexicano”, afirma en entrevista con SinEmbargo.

“La Virgen, como lo han analizado pensadores como Manuel Toussaint, Alfonso Reyes, David Brading, es la fusión de nuestra tradición judeocristiana bajo una mitología indígena que cuenta la fundación de la nueva cultura que nació en el barroco donde se forjó la identidad mexicana que sobrevive hoy a pesar de la avanzada racional-neoliberal. Podría cambiar el sistema político, la bandera nacional, podría haber una nueva reforma o revolución, pero no creo que se acabe el fervor, a favor y en contra, de la morena del Tepeyac”, concluye.

En esa misma línea se expresa su compañera en el Canal 22, la periodista Irma Gallo, para quien la imagen de la “morenita” también constituye un símbolo de la identidad nacional que trasciende el ámbito de lo religioso.

“En mi familia somos ateos de ‘hueso colorado’. Aunque mis abuelos paternos eran católicos y los maternos evangélicos, mis padres nos educaron a mi hermana Valeria y a mí con la convicción de que el hombre (y ahora decimos y la mujer para ser políticamente correctos) es el único responsable de su destino”, cuenta la autora de los recientes De profesión mamá y Yo nomás digo (Ediciones B).

“Por eso, cuando íbamos a casas de amigas o primas nos sorprendían mucho las imágenes religiosas. En lo particular, me llamaba mucho la atención la Virgen de Guadalupe: me gustaba mucho su capa verde y el contraste que hacía con su piel morena”, agrega.

“Pero más allá de esa apreciación puramente estética, no me importaba más allá. Con el paso de los años me he dado cuenta de que hablar de que la Virgen de Guadalupe es un símbolo muy fuerte de identidad para muchos mexicanos, creyentes o no.

Con su manto lleno de rosas y su mirada benevolente, y la mano en la cabeza de Juan Diego, puedo entender perfectamente que brinde consuelo, y creo que este carácter sumiso que a veces tenemos los mexicanos, calza muy bien con esta imagen”, concluye.

En torno a la identidad mexicana, centra también el escritor canadiense Oakland Ross, autor del libro La virgen morena, el culto a la figura del Tepeyac.

“He estado en la Basílica de Guadalupe y he visto cómo es un remedio, un socorro, poder acercarse a su imagen de rodillas, orando por ella y por su familia. La devoción se muestra en los diversos nombres como la llaman: la virgencita, la Guadalupana, la Emperatriz de América, como si hubiera una relación de amistad, como si la virgen fuera una presencia real en sus vidas”, dijo Ross a la agencia Notimex.

“Cuando viví en México en la década de los 80 la gente me decía que había tres intocables: el Presidente, el Ejército y la Virgen de Guadalupe. Muchas cosas han cambiado ahora y parece que la única intocable sigue siendo la virgen, una fuerza positiva, pura, permanente y confiable”, afirmó.

Las misas y las celebraciones católicas, incluso la multitudinaria procesión a la Basílica que se realiza el 12 de diciembre de cada año en nuestra ciudad, son apenas un dibujo de una pasión honda que acompaña desde tiempos inmemoriales a cada uno de los habitantes de México.

 

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
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