México

Hambre, drogas, soledad y frío: la CdMx es una plancha hostil para los que viven en la calle

12/12/2017 - 3:00 pm

Diciembre, y el frío. Miles de capitalinos intentarán, desde plazas públicas, parques y “colchones de cartón”, protegerse de las bajas temperaturas.

Ciudad de México, 12 de diciembre (SinEmbargo).– “El After” recorrió el sur y el norte del país. Conoce desde Coatzacoalcos, Veracruz, hasta Tijuana, Baja California. Es fotógrafo. Participó como asistente de producción en series y películas durante años (imágenes lo respaldan). Pero ahora, y en una etapa de su vida que, dice, puede “dejar cuando quiera”, transita por la Alameda Central, en la delegación Cuauhtémoc. Duerme en “colchones” de cartón, inhala pegamento y batalla contra el frío decembrino.

El joven rola las madrugadas entre la plaza vecina del Palacio de Bellas Artes y el Zócalo capitalino. Ahí, asegura, se necesitan sumar chamarras, cobijas y la ropa para contrarrestar a las temperaturas. Hoy, por ejemplo, a las cinco de la mañana en punto, el frío lo despertó en seco.

“De dos semanas para acá el frío ya está arreciando. Después de las 6 de mañana, el frío arrecia todavía más cabrón. Ni el sol te calienta. Pues si tienes con qué taparte, si tienes 2, 3 chamarras, y así, pues no la sientes tanto”, narra “El After”, de 33 años de edad.

La mona, otras drogas duras y el alcohol se convierten en una ruta de escape para esa galopante realidad.

“Señoritas, señoritos, hagan valer a la bandita de aquí de la Alameda. No queremos dinero. Hagan un equipo, y lo más viejo de su casa, que sea ropa, calzado y cobijas. Hagan valer aquí a todos nosotros”, pide.

“After” lleva años en los vicios. Le late estar así “como esta pandilla, cotorreando, agrediéndonos verbalmente, pero en buen pedo. Tomando, moneando, fumando mota”.

Pero sí le gustaría pisar la casa de su mamá en Navidad.

Miles de capitalinos experimentan el frío a la intemperie cada año. Combaten las bajas temperaturas de diciembre entre cartones, cobijas, chamarras, hambre, soledad, tristeza; entre drogas, alcohol y sustancias para mitigar y olvidar el dolor.

Entre los cientos de puntos que concentran a gente sin hogar, se halla la Alameda Central. Ahí, en el corazón de la capital, “El After”, Alfredo, Jonathan, Gabriel, Juan y otros jóvenes narran a SinEmbargo lo que es pasar un fin de año, otro más, lejos de sus hogares, lejos del calor, cerca del frío de diciembre.

“El After” insiste que su situación se deriva de decisiones propias (como la mayoría de los jóvenes entrevistados para este texto), pero también conoce gente que no tiene otra opción; personas que han tenido que pasar años deambulando por la zona. Dos de ellos son Jonathan y Alfredo.

“LOS 24 SON CHIDOS” 

Jonathan hace artesanías y dibujos para comer, vestir y dormir -lo indispensable-. Tiene 14 años viviendo en la calle y pasa el último mes del año en el Centro Histórico de la Ciudad de México.

“Las noches a veces son llenas de frío, pero también hay noches llenas de calor, ¿no? Son bonitas. Una cosa es que seas de la calle y otra que la calle sea tuya, cuando la calle es tuya es porque has sabido sobrevivirla también, ¿no? No puedes aparentar”, reflexiona.

El hombre, de 35 años, anda por su gusto así. Se dedica a trabajar, y no le importa si las demás personas los voltean a ver o los ayudan:

“Tienes dos manos, dos pies, y puedes ganar lo que quieras, bueno, no lo que quieras, pero sí lo necesario para sobrevivir”.

Lo único que sí lamenta es que de repente se desaparecen los cobertores y hay que, literalmente, estar “al tiro” para sobrevivir las noches -al interior de espacios cerrados como cajeros de bancos-.

“Los 24 (de diciembre) son muy chidos porque llega la gente, la gente que está cercas de Dios, llegan a darnos de comer, ¿no? A darnos cosas, ropa. Tienen el tiempo para acercarse a las personas que viven en las calles, ¿no?”, expresa.

A Alfredo, otro miembro de la pandilla, al menos dos de sus camaradas lo llamaron “Leyenda” desde que se le vio acercarse entre la vegetación de la Alameda. No explicaron el motivo, pero pusieron mucha atención en las trece navidades que ha pasado en la calle.

Capas y capas de abrigos cubren al hombre, quien recibe una porción del melón que segundos antes fue partido con un cortaúñas.

Desde 2004, Alfredo está en la calle. Tuvo que dejar su casa porque “ya no lo querían”. Extraña a su familia, pero ya no puede “regresar a su rancho”. Fabrica flores con latas y las vende en 20 o 30 pesos (dependiendo del cliente). Es un veterano del dolor. Cada chamarra que trae puesta es una lección.

De acuerdo con el primer Censo de Poblaciones Callejeras 2017, 4 mil 354 personas viven en las calles de la Ciudad de México (87 por ciento son hombres; 13 por ciento, mujeres), y se distribuyen en las 16 delegaciones (con mayor presencia en Venustiano Carranza, Cuauhtémoc y Gustavo A. Madero). 

Hombre duerme en una de las calles principales de zona centro. Foto: Cuartoscuro.

“ÉL ES DE CASA”

Juan de Dios pone 15 pesos para “la vaca” y aporta la música que más tarde bailarán sus compañeros. El joven, descrito como “el de casa”, asegura que tuvo que irse de su hogar luego de cometer un homicidio. Ahora le “chinga” durante el día para poder juntar el monto que le piden en un hotel, y es que el frío de diciembre “está bien culero”.

“Junto dinero cantando, haciendo rap, vendo pulseras, artesanías. Todo lo que sea una moneda, charoleo, pido limosna”, detalla.

La casa de Juan se encuentra localizada cerca del Deportivo Oceanía, en San Juan de Aragón, pero no puede ir, prefiere evitar el reclusorio, prefiere combatir el frío junto al grupo que denomina “familia”.

El joven trabajó como traductor bilingüe, pero la vida lo obligó a estar ahí, en la bancas que alcanzan temperaturas infernales durante en esta época del año.

Ahora solicita que no se juzgue a sus camaradas: “No porque está en la calle significa que no tiene una carrera, muchos de los que están ahí pasaron por la Universidad. Los ves bien podridos, bien vale verga, pero tienen carreras”.

“NECESITAMOS QUE NOS AYUDEN”

Gabriel Flores, también conocido como“El Gordo”, tiene unos guantes de box tatuados en el hombro izquierdo. Canta, baila salsa, toca la guitarra y, dice, no tiene con qué pagar todo el apoyo, el cariño que ha recibido y a la gente que ha conocido durante su estancia en las calles de la Ciudad de México.

“Nos regalan comida, una moneda. No robamos. Cantamos, hacemos poemas, malabares, lo que tú quieras, pero nada de maldad”, cuenta y bebé el cuarto caballito de Tonayan de la mañana, el cual funciona para quemar el cuerpo por dentro y no sentir el frío afuera.

“La vida de la calle te enseña de la soledad, la tristeza, la nostalgia, pero también hay alegrías, placeres. Yo como músico, la gente aquí nos presta su guitarra, canta, nos apoya, ¿verdad, hermano? Convivimos”, narra.

El hombre, el mayor del grupo que se concentra junto a las fuentes de la Alameda, insta a la gente a que vayan a ayudar a los niños de la calle, pues están padeciendo: “Que nos traigan ropa, comida, dinero, lo que puedan apoyar. Siempre nos han apoyado y estamos esperando su ayuda. Que Dios los Bendiga”.

Carlos Vargas Sepúlveda
Periodista hecho en Polakas. Autor del libro Rostros en la oscuridad: El caso Ayotzinapa. Hace crónica del México violento de hoy. Ya concluyó siete maratones.
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