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María Rivera

13/04/2022 - 12:03 am

Saldos

“Por supuesto, están las abstenciones promovidas por la oposición, pero sería totalmente deshonesto atribuirle el abstencionismo a su convocatoria, como pretenden hacerlo, como tampoco puede inferirse que las abstenciones sean votos perdidos por López Obrador y ganados por la oposición”.

“Mi explicación, que ya he mencionado, es que la gente se rehusó a participar en un plebiscito que era innecesario y muy probablemente fue percibido como una pérdida de tiempo”. Foto: Dassaev Téllez, Cuartoscuro.

Pues sí, querido lector, no podía pasar otra cosa. El Presidente López Obrador ganó aplastantemente la votación. Los votos para revocarle el mandato fueron muy pocos. Nada de que sorprenderse en ese aspecto. A mí, lo que me sorprende es que casi el 18 por ciento del padrón haya salido a votar, siendo domingo de vacaciones y con dificultades para acceder a las casillas que, como sabemos, fueron instaladas en menos lugares. Digo que me sorprende, porque en realidad todo el país sabía que la consulta era inútil: nadie quería revocarle el mandato al Presidente, por lo que nadie podría creer que la Presidencia de López Obrador estuviera en riesgo, ameritara salir a manifestarse políticamente. Quienes acudieron a votar lo hicieron por diferentes motivos, pero parece claro que quienes votaron por no revocarle el mandato lo hicieron como parte de un mensaje ratificatorio, un voto de simpatizantes movilizados por el Gobierno, por Morena o por el mensaje del propio Presidente.

Como escribí la semana pasada, el ejercicio fue promovido por quienes querían que el Presidente continuara en el cargo y los opositores mismos promovían que terminara su mandato, con esa consigna que quedará como una pequeña joya del delirio de estos tiempos “Terminas y te vas”. Ante esto, me parece no solo normal, sino perfectamente previsible, que hubiera un altísimo nivel de abstencionismo ¿para qué participar en una consulta de la que ya se conocen los resultados?

En este sentido, la consulta fue un fracaso y parece decirnos que su única racionalidad posible está en que no se pervierta el mecanismo por el cual se convoque: no es necesario consultar a la gente, cada seis años, ante presidentes que gozan de aceptación. La consulta no debe ser usada por el propio Gobierno o el partido en el poder, no sobra decirlo.

Por supuesto, están las abstenciones promovidas por la oposición, pero sería totalmente deshonesto atribuirle el abstencionismo a su convocatoria, como pretenden hacerlo, como tampoco puede inferirse que las abstenciones sean votos perdidos por López Obrador y ganados por la oposición. Si esto fuera así, la gente habría salido a votar para manifestar su rechazo. La verdad es que no se pueden hacer inferencias, salvo una: a la gente no le interesó votar en el primer ejercicio de Revocación de Mandato.

Mi explicación, que ya he mencionado, es que la gente se rehusó a participar en un plebiscito que era innecesario y muy probablemente fue percibido como una pérdida de tiempo. Tampoco es que el abstencionismo no existiera antes, por supuesto.

Queda claro, eso sí, que pueden cuestionarse muchas cosas sobre el proceso, desde las flagrantes violaciones de la ley que sistemáticamente cometieron funcionarios, el acarreo de votantes, y también el lamentable papel de algunos consejeros electorales que se comportan, desde hace ya mucho, no como árbitros imparciales, sino como parte de la oposición política y que lejos de ayudar a la institución con su activismo, terminan dándole argumentos a los críticos del INE.

Otra crítica en torno a la consulta es el desperdicio de recursos públicos, ante un ejercicio que no era necesario. Los resultados evidencian que, en realidad, bien podríamos habernos ahorrado un gasto que no tiene ninguna racionalidad política cuando es impulsado desde el poder mismo para hacer demagogia pura. La consulta no debería ser ni constante ni responder a los intereses de gobernantes para apuntalarse en el cargo. Pervertir su sentido, es inmoral y desleal, democráticamente hablando.

Aún así, hay saldos positivos. El papel del INE, la certeza de que contamos con una institución seria, confiable e independiente a la hora de organizar procesos electorales es, nuevamente, una gran noticia. Tanto la organización, como la participación de miles de ciudadanos, debería ser un argumento incontrovertible para defenderlo, más allá del lamentable papel que algunos consejeros electorales han jugado, como decía.

Total, querido lector, que los saldos son los que ya más o menos preveíamos, nada nuevo. Esperemos que la consulta de Revocación de Mandato permanezca como una posibilidad ante un escenario político que justifique tanto su gasto como su necesidad y que no sea usado de manera rutinaria por gobiernos, torciendo su sentido como ha pasado en esta ocasión. No es necesario gastar dinero en una consulta de Revocación de Mandato cuando nadie quiere que el Presidente salga del Gobierno, ni siquiera la oposición. Así de evidente, obvio y hasta grosero es el mensaje de las urnas.

María Rivera
María Rivera es poeta, ensayista, cocinera, polemista. Nació en la ciudad de México, en los años setenta, todavía bajo la dictadura perfecta. Defiende la causa feminista, la pacificación, y la libertad. También es promotora y maestra de poesía. Es autora de los libros de poesía Traslación de dominio (FETA 2000) Hay batallas (Joaquín Mortiz, 2005), Los muertos (Calygramma, 2011) Casa de los Heridos (Parentalia, 2017). Obtuvo en 2005 el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes.

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