La agricultura industrial –y eso implica los transgénicos– calienta la tierra, no la enfría. La agricultura campesina e indígena está sustentada en el conocimiento tradicional y por lo tanto tienen altísimos grados de sustentabilidad. Está científicamente comprobado que el manejo que hacen indígenas y campesinos protege y conserva la biodiversidad de este país, manifestó Cemda.
Ciudad de México, 13 de julio (SinEmbargo).- Decenas de organizaciones de la sociedad civil de México que defienden los derechos humanos y el medio ambiente, expresaron su apoyo y solidaridad a Greenpeace y a otras ONGs respecto a la labor que han emprendido para detener el avance de cultivos transgénicos en todo el mundo.
Más de 50 organizaciones, 26 personas entre artistas, académicos y especialistas en materia, además de la Red Nacional de Organismos Civiles de Derechos Humanos “Todos los Derechos para Todas y Todos”, conformada por 80 organizaciones en 21 estados de la República Mexicana, aseguran que sembrar Organismos Genéticamente Modificados (OGM) no es la solución al problema de hambre.
Francisco Javier Martínez Esponda, abogado del Centro Mexicano de Derecho Ambiental (Cemda), una de las asociaciones firmantes del pronunciamiento, dijo a Sinembargo que existen dos importantes razones para apoyar la lucha de Greenpeace ante los transgénicos. Una de ellas radica en el calentamiento que provoca la agricultura industrial y otra, que los campesinos luchan por conservar la biodiversidad.
“La agricultura industrial –y eso implica los transgénicos– calienta la tierra, no la enfría. La agricultura campesina e indígena está sustentada en el conocimiento tradicional y por lo tanto tienen altísimos grados de sustentabilidad. Está científicamente comprobado que el manejo que hacen indígenas y campesinos protege y conserva la biodiversidad de este país”, manifestó.
Asimismo, destacó otros beneficios, ya que “la agricultura ecológica posibilita el ejercicio de los derechos humanos, por ejemplo, la identidad cultural, el derecho al territorio y el acceso a los recursos naturales tradicionalmente manejados”.
La siembra transgénica altera e interfiere en el control cultural que los pueblos tienen de sus recursos. Cuando se les priva de dicho control, se da paso a transiciones y problemáticas culturales que derivan en migración, crecimiento desmedido de la mancha urbana, entre otras, señaló.
Recientemente, la organización Greenpeace retomó un texto publicado en el periódico La Jornada, donde Silvia Ribeiro, experta en el tema de los OGM criticó la carta pública que un centenar de ganadores del premio Nobel emitieron el 30 de junio, donde salieron en defensa de los transgénicos y en ataque a Greenpeace por su posición contra dichos cultivos.
“La misiva abunda en adjetivos y apelativos altisonantes, hace afirmaciones falsas y no da argumentos, por lo que parece más una diatriba propagandística de empresas de transgénicos que científicos presentando una posición”, se lee en el texto.
En la carta firmada por las organizaciones mostraron el respaldo a Greenpece: “coincidimos […] en su carta de respuesta a los Premios Nobel en el sentido de que el problema del hambre a nivel mundial responde básicamente a cuestiones políticas y al modelo económico global prevaleciente”.
En el mismo sentido, Martínez destacó que “fue muy desconcertante ver a esta personalidades opinando esto, me parece que en el fondo hay una reflexión no bien entendida de lo que está en juego y de lo que querríamos hacer. Estamos viendo que el modelo capitalista y el paradigma de la modernidad lo que hacen es constreñir la diversidad cultural y biológica del planeta”.
Finalmente, señaló que tanto las personas como las comunidades deben tomar decisiones y no los gobiernos de manera aislada. Por ello, pidió que “el Estado mexicano se limite a cumplir con sus obligaciones constitucionales”.
Por ejemplo, en “promover y respetar los derechos humanos, ya que las autoridades mexicanas están obligadas a respetar y conservar esas otras formas de ser y estar que hay en el país que no son las dominantes y que son igualmente valiosas y cuando el Estado mexicano no hace valer el régimen de derechos humanos del Estado pluricultural, lo que tenemos es violencia en el campo como lo hemos visto”, acusó.
“Esperamos que la autoridad mexicana decida con una profunda reflexión de las decisiones que se están tomando en materia de agricultura. Hacemos un llamado a votar por las agriculturas campesinas indígenas que nos llenan de orgullo y el paladar, hay que apoyarlos y no destruir estas identidades. La rica gastronomía mexicana no proviene del paradigma agroindustrial, proviene de los pequeños productores”, agregó.
En la misiva, las ONGs denunciaron que “el uso indiscriminado de transgénicos fomenta la deforestación, emisiones de gases de efecto invernadero y atenta en contra el Principio Precautorio, reconocido por 178 naciones”.
Por lo que consideraron “un error” abordar el asunto de este tipo de siembra desde una perspectiva productivista. De igual manera, descartaron que convertir al mundo en un enorme granero transgénico sea la solución al hambre en el mundo, “siendo que existen diversos estudios donde se sustenta que la agricultura campesina sostenible puede alimentar al mundo y contribuir a enfriar el planeta”.
“Este fenómeno debe ser analizado desde una óptica integral, que parta del reconocimiento de que apostar por la agricultura intensiva con transgénicos no sólo agrava el problema de la deforestación, del acceso y disponibilidad del agua y de agotamiento del suelo, sino que modifica la estructura socioeconómica y cultural de las naciones. Un claro ejemplo de esta situación es el acelerado proceso de desertificación que ocurre en el norte del estado de Campeche, principalmente ocasionado por el cultivo intensivo de soya transgénica”, señalaron.