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Guadalupe Correa-Cabrera

13/07/2020 - 12:03 am

Los pecados de Susana Prieto Terrazas (Parte 1)

Algunos medios de comunicación y organizaciones de la sociedad civil (nacionales y extranjeras) la defienden, otros, la miran con recelo. He seguido puntualmente la cobertura sobre su caso.

Colectivos se dieron cita a las afueras de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) para expresar su apoyo a la activista Susana Prieto Terrazas, detenida el pasado 8 de junio de 2020 en Matamoros, Tamaulipas.
“Susana Prieto es una mujer controvertida, es una mujer fuerte, directa, inteligente, segura de sí misma, malhablada, franca… una guerrera”. Foto: Galo Cañas, Cuartoscuro

El caso de Susana Prieto Terrazas, abogada de los trabajadores de la maquila y lideresa sindical, es un episodio clave para entender las relaciones laborales en México en la era del T-MEC. Su historia es fascinante y su caso ha acaparado la atención de medios internacionales e incluso de legisladores estadounidenses en últimas fechas—cuando fue arrestada en Matamoros, Tamaulipas, por una serie de delitos (entre ellos extorsión, amenaza o motín, coacción de particulares y delitos contra funcionarios público), que ella y su defensa alegan son infundados y tienen que ver con los logros de su activismo y movimiento en Ciudad Juárez y en Matamoros. Puesto en marcha el “nuevo” tratado comercial con Estados Unidos y Canadá, este caso cobra fundamental importancia. La complejidad del mismo demuestra la fragilidad de las instituciones de México y las enormes limitaciones en la procuración de justicia en el país a nivel estatal y federal.

Asimismo, el caso de Susana Prieto ilustra las rivalidades entre los gobiernos estatales y el Gobierno federal, así como el poder que detentan los verdaderos amos de México: los grandes empresarios y el capital transnacional. Recordemos que el arresto y liberación de Prieto Terrazas ha sido noticia internacional. Por último, dicho episodio probablemente revelará las verdaderas intenciones de nuestros socios comerciales, así como sus nuevas estrategias para ejercer presión sobre nuestro país y continuar beneficiándose de un acuerdo que firmó México con grandes desventajas en un contexto de enorme desigualdad, y por el que no se debe agradecer tanto. Por último, el caso refleja la precariedad de las condiciones laborales en México y la falta de voluntad, en todos los niveles, para subsanarla.

Susana Prieto es una mujer controvertida, es una mujer fuerte, directa, inteligente, segura de sí misma, malhablada, franca… una guerrera. Nunca la he conocido en persona, pero sé que su actuar produce reacciones encontradas entre la gente. En Juárez y Matamoros, algunos la admiran y otros la critican. Algunos ponen sus esperanzas en ella y otros la acusan de ser arrogante e incluso de beneficiarse de su activismo. Algunos medios de comunicación y organizaciones de la sociedad civil (nacionales y extranjeras) la defienden, otros, la miran con recelo. He seguido puntualmente la cobertura sobre su caso. Me es difícil hacerme un juicio o pronunciarme sobre el mismo. Decidí llamarla directamente, conocer su historia y comenzar una nueva etapa para entender mejor las dinámicas de la movilización social en México, las relaciones laborales y la relación entre México y sus socios comerciales de Norteamérica.

Entrevisté a Susana el 11 de julio. Pensé que sería una conversación sencilla y que podría escribir un texto corto. No fue así. La complejidad de este caso me lleva a escribir esta entrevista en dos partes. La primera parte trata de la trayectoria de esta mujer, de sus antecedentes de lucha sindical en Ciudad Juárez y de su experiencia y logros en Matamoros, Tamaulipas. La segunda entrega se enfoca en su arresto y liberación, el papel de los dos gobiernos estatales de extracción panista que la inculpan, la elección de Tamaulipas, la reacción del Gobierno federal, su defensa por parte de actores internacionales y un análisis de todo lo que esto implica en el marco del T-MEC. Sobre ella no pretendo hacer juicio alguno, ni concluir sobre un fenómeno extremadamente complejo. Sólo pretendo dar a conocer los hechos en voz de la protagonista. El análisis y cotejo de fuentes vendrán más adelante. Como entrevistada, Susana es extraordinaria. Mejor que cuente su caso ella, que narre su experiencia con sus propias palabras. Le prometí sería lo más fiel que me fuera posible al escribir este texto. Vale la pena. No es un caso personal; es una historia fascinante de la reciente precariedad laboral y del nuevo sindicalismo en México.

— ¿Cuáles son los antecedentes de Susana Prieto Terrazas como defensora de los trabajadores de la maquila y lideresa sindical en la franja fronteriza, especialmente en Juárez y Matamoros?

Yo inicié mi trayectoria en la defensa de los trabajadores de la maquila en Ciudad Juárez, Chihuahua, en junio del 2015. Aperturé entonces un muro en Facebook con mi nombre completo: “Susana Prieto Terrazas”. Entonces entendí que los abusos contra los trabajadores del país se dan en principio por el desconocimiento que mantienen ellos mismos sobre sus derechos y cómo ejercitarlos. Entonces me dije: “voy a informales sobre esos derechos y ayudarles a organizarse”. Me volví muy visible y muy famosa en pocos años. ¿Y por qué? Si consideramos los juicios, los gané casi todos. Soy una abogada muy estudiosa, muy dedicada, con mucha conciencia de clase y muy comprometida; además, me involucro de manera personal con los casos de cada trabajador. Estas personas sufren mucho; para mí cada caso resultaba personal y eso hizo que perdiera muy pocos casos. Cuando yo llegué a Matamoros ya era bastante famosa, pero por los resultados de mis juicios en Juárez.

También me hice conocida a nivel internacional. Los casos que me hicieron famosa en el exterior fueron el de Eaton Industries, Eaton Cooper Bussmann, Lexmark y Foxconn. El caso de Lexmark fue especialmente importante; luchábamos contra las condiciones insalubres al interior de la empresa; muchos contraían cáncer inhalando los tóners de las impresoras. Entonces nos plantamos en una carpa enfrente de la maquiladora por seis meses. Esto coincidió con la visita del Papa Francisco a Ciudad Juárez y nuestra lucha alcanzó visibilidad internacional. Se intentó hacer una campaña para cambiar la imagen de Juárez cuando vino el Papa, pero no les funcionó a las autoridades del estado ni a las locales. El Papa envió a gente de la diócesis de El Paso para verificar las condiciones en las prisiones y las maquiladoras; se dan cuenta de que hay cuatro plantones afuera de cuatro maquiladoras. Entonces, los periodistas que acompañan al Papa—quienes representaban a medios como The Guardian, Le Monde, y otras publicaciones europeas—visibilizaron el movimiento de nuestra Asociación Civil de Obreros Maquileros de Ciudad Juárez. Este fue el primer momento en que nos internacionalizamos, y reconozco que se lo debemos indirectamente al Papa Francisco.

En la mayor parte de los asuntos laborales colectivos que se han litigado en los último 30 años en contra de la industria maquiladora de Ciudad Juárez, he sido yo la abogada de los trabajadores. Son muchos años y la lucha en Chihuahua fue un poco distinta a la de Matamoros, porque Chihuahua se vende a los inversionistas extranjeros como un estado que les garantiza que no habrá sindicatos, que los trabajadores estarán en manos libres del patrón y que éstos sólo utilizarán a los sindicatos blancos ligados (por supuesto) al Estado a través de los diferentes partidos políticos—los que han gobernado a nivel federal: PRI; PAN y Morena. A través de ellos hicieron contratos de protección patronal para proteger a las empresas de cualquier solicitud de toma de nota y de registro de sindicatos locales. En Chihuahua, en 30 años, ¡no se tiene un solo registro de un sindicato independiente! No se ha otorgado la toma de nota a ninguno y, por supuesto, no he sido yo la única abogada que lo ha intentado. Otros han intentado, pero yo tengo mucha más experiencia y soy reconocida como la abogada de los obreros de la maquila.

— ¿Cómo comienza tu experiencia en Matamoros?

Muchos videos míos se viralizaron en las redes sociales. He producido una serie de videos para informar a los trabajadores sobre sus derechos. Otros abogados están copiando este sistema de trabajo. En ese entonces era yo la única. Todo empezó en octubre del 2018. Entonces la historia era clara. En julio se había elegido a Andrés Manuel López Obrador (AMLO) como Presidente de México, y éste realizaba una “gira de agradecimiento” de seis meses. En esa gira, AMLO promete aumentar el salario mínimo al 100 por ciento. Los obreros que no entienden bien lo que significa el salario mínimo estaban emocionados por esta gran noticia, pues nos guste o no, en ese momento había un cierto consenso de que el ahora Presidente era la “esperanza de México”.

Este anuncio por parte de AMLO hace que entren en pánico los empresarios maquiladores en la franja fronteriza. En ese tiempo, el salario mínimo era de 88.36 pesos diarios; a los trabajadores en la industria maquiladora no se les paga el salario mínimo (a nadie); a ellos se les pagaba un salario promedio de 126.72 pesos (para octubre de 2018) y de ahí partimos. Este es el salario base. Pero para poder esclavizar a los robots, a los zombies—que es en lo que han convertido a los trabajadores de la industria maquiladora—les crean adicionalmente al salario, “bonos sujetos a condiciones”. Se trata de premiar la puntualidad, la asistencia, la producción, etcétera.

En efecto, hace 30 años que nadie gana el mínimo. De hecho, la existencia misma de la Comisión Nacional de Salarios Mínimos alguna vez fue objetada por el mismo Andrés Manuel, quien la consideraba un organismo inútil porque implicaba mucho gasto para la federación pues no servía para nada. Ciertamente, en los últimos 30 años, no tuvimos un incremento mayor del 4.5 por ciento en los salarios mínimos. El aumento de los salarios que decretó Andrés Manuel aplicaba para los que ganaban el mínimo (88.36 pesos al día). Los empresarios interpretaron que si tú ganabas 90 pesos, por ejemplo, tu patrón no estaba obligado a duplicarte el salario. Lo que sí es que nadie puede ganar menos del nuevo salario mínimo. Al subir el salario mínimo un 100 por ciento, éste estaría por encima de los salarios que se percibían en la maquila. Y si los trabajadores de la maquila percibían un salario promedio de 126.72 pesos, entonces los empresarios estaban obligados desde el primero de enero de 2019 a pagarles 176.72 pesos (88.36 multiplicado por 2).

Los empresarios entonces arden en cólera y traman algo para no pagar el aumento señalado por el Presidente. Como esta gente es poderosa, ponen a trabajar a sus abogados y contadores para no cumplir con el decreto de alguna manera. Y plantean entonces una solución tramposa para no perder en lo absoluto. Así, si los empresarios tienen la obligación de doblar el salario mínimo, entonces deciden llegar a principio de año no pagándoles a los trabajadores el mínimo y hacen los ajustes de octubre a diciembre de 2018. La solución tramposa que encuentran, consiste en maquillar los números aplicando una parte de los “bonos sujetos a condiciones” al salario; reducen esos bonos en 60 pesos y lo aplican al salario base. De este modo, llegan al 1 de enero de 2019 con un salario base de 186.72 pesos (y bonos sujetos a condiciones reducidos en 60 pesos) de tal forma que a los trabajadores no les aumentaron ni un solo peso—y tengo trabajadores que en el 2019 incluso ganaban dos pesos menos que antes.

Esto era totalmente ilegal. Según la ley, cuando se le hace un pago cualquiera en dinero o en especie a los trabajadores por más de 30 días, se obliga al empleador a seguir haciendo este pago. Pero en este caso se estaba violando un derecho. Para contrarrestar el decreto de AMLO, la pérdida venía por los bonos de puntualidad y asistencia. Se les hacía creer a los trabajadores que los dueños de las maquilas pagaban dichos bonos de buena voluntad, y que como Andrés Manuel los estaba poniendo contra la pared a ellos (buenos amos), entonces ahora por culpa de su Presidente “Cabecita de Algodón”, se les reducirían o eliminarían los bonos sujetos a condición. Esta solución fue avalada por el Gobierno estatal (de extracción panista, encabezada por Francisco Javier García Cabeza de Vaca), quien aprovecha esta condición para golpear a AMLO.

— ¿Y cuál fue tu papel en este asunto?

Ah, pues entonces Susana Prieto, que es un “bocona”, hace un video diciendo que no pueden permitir esa arbitrariedad por las razones que te expuse; que no pueden eliminar los bonos sujetos a condición y que acudan con un abogado. Eso lo hice en octubre de 2018, y el video tuvo 1 millón 700 mil reproducciones, lo que quiere decir que llegó a los 33 municipios en donde había maquila. La gente de Matamoros ve y rola este video, y se encienden los ánimos. Por su parte, el 1 de enero, el Presidente Municipal de extracción morenista empieza a pedirle a los trabajadores que no apliquen la “cláusula cuadragésima séptima” de los contratos colectivos de trabajo porque van a generar que las empresas se vayan. Entonces, los trabajadores—que efectivamente no tienen escolaridad, pero que no son nada pendejos—paran las antenitas de vinil y se preguntan: ¿por qué tanto interés? ¿de qué se trata esto?

Es en este contexto, que posteriormente hace su aparición el “charro mayor”, Juan Villafuerte, líder cetemista y secretario general del Sindicato de Jornaleros y Obreros Industriales y de la Industria Maquiladora en Matamoros (SJOIIM). Villafuerte hace una rueda de prensa y declara que por culpa de AMLO, en 2019 (y sólo en ese año) no se les va a pagar a los trabajadores el bono único que se les pagaba anualmente desde hacía quince años. Ese es otro bono y nada tiene que ver con los bonos sujetos a condiciones que mencionamos anteriormente. Ese bono único anual se les paga antes del 24 de enero. Dicho pago era bastante apreciado por los trabajadores, pues se entregaba en la cuesta de enero y la cantidad no era despreciable (por ejemplo, el año anterior ese bono había sido de cerca de 3 mil 550 pesos). Entonces se les armó una revolución en Matamoros; trabajadores maquiladores de 48 empresas se levantaron; fue un hecho histórico. Se inconformaron solos; se levantaron solos. Yo no me puedo atribuir las glorias de un movimiento que fue espontaneo completamente. Y ¿por qué fue espontáneo? Porque los trabajadores tenían quince años sin aumento salarial. Por eso les pagaban el bono único. Te explico.

Hace 24 años murió Agapito González, que era el líder sindical del mismo SJOIIM (hoy encabezado por Villafuerte). Agapito también fue a la cárcel como yo porque consiguió dos cláusulas. La primera decía que todo el tabulador salarial debe quedar indexado al aumento del salario mínimo [porque si no, no tendría ningún caso que la CNSM existiera]; así que si le aumentaban el 4 por ciento al salario mínimo, le tenían que aumentar un 4 por ciento a todas las posiciones del tabulador salarial. Agapito González logró algo chingón; fue un líder muy adelantado para su tiempo. Y además era honesto. Esta es la famosa cláusula cuadragésima séptima.

Pero ningún trabajador en Matamoros conocía la cláusula cuadragésima séptima, pues nadie tenía la copia de su contrato colectivo de trabajo, perteneciera al sindicato que perteneciera. A los trabajadores de la industria maquiladora se les descontaba la cuota sindical e irónicamente ellos no sabían a qué sindicato pertenecían, ni cómo se llamaba su secretario general, ni el domicilio donde estaba establecido. Así, supongo que estaba todo el país. Recuerda que yo vengo de un pueblo sin sindicatos. Mi primer contacto con el “charrismo”, más allá de la literatura nacional, fue en Matamoros.

Entonces Agapito, en primer lugar, logró establecer la cláusula cuadragésima séptima, además de otra que es por la que se fue a la cárcel. Él obligó a todos los trabajadores a hacer un paro laboral hasta que las empresas aceptaran introducir en los contratos colectivos de trabajo una “cláusula de semana inglesa”. Estos fueron los últimos contratos colectivos de todo el país que establecen 40 horas de trabajo semanales laborales (de lunes a viernes), con pago de 56 horas. Por esto metieron a Agapito al bote, y lo acusaron de extorsión, ¡como a mí! Pero al final, aunque lo encarcelaron, Agapito lo logró, y se beneficiaron los trabajadores de muchas de las empresas que nosotros también logramos emplazar a huelga.

Muere Agapito, y Juan Villafuerte se queda su lugar. Como era un obrero corrupto, los empresarios de la industria maquiladora lo sientan y juntos planean una manera de acabar con los contratos colectivos de trabajo de 40 horas. Ellos están conscientes de que los contratos colectivos de trabajo no se pueden desaparecer así como así; son de por vida. Los empresarios señalan la necesidad de encontrar una salida, pues según ellos no podían “seguir trabajando 40 horas mientras el resto del país trabaja 48 o algo similar”. Entonces se les ocurre a los abogados patronales la brillante idea de dejar los contratos colectivos de trabajo de 40 horas, y paralelamente a ese contrato colectivo de 40 horas, firmar otro que se llamaba “Anexo 48”. Dicho anexo faculta a la empresa a contratar ya de aquí en adelante puro trabajador con contratos de 48 horas semanales. Y cada empresa mantiene entonces dos contratos colectivos: uno de 40 horas y uno de 48. Cuando le das esa posibilidad a las empresas, éstas empiezan a despedir a todos los trabajadores que laboraban en el contrato de 40 horas y emplean a nuevos trabajadores bajo el contrato de 48 horas.

Esta práctica viola flagrantemente la ley. Pero ya sabemos que en México la Ley Federal del Trabajo es letra muerta; no la atiende nadie, ni los tribunales. Y esto es reflejo de la corrupción del país. Este Anexo es ilegal y nunca debió haber existido, pero como nadie tiene copia de sus contratos colectivos de trabajo, entonces los empresarios y los líderes charros dicen: “mejor hacemos un contrato nuevo”. Pero nunca contaron con la reacción de los trabajadores ante esta arbitrariedad. En Matamoros van por la tercera y a veces por la cuarta generación de maquiladores. Entonces empieza “la revolución” en las casas porque las abuelitas y las mamás de los obreros de hoy casi les sacaban los ojos y les decían que eran unos “pendejos y unos agachones”. Ellas, yo no, yo nada más se los confirmé, porque ellas decían que “Agapito Gonzalez, si luchaba”, que “sí era un líder sindical y que a ellos cada vez les quitaban más prestaciones por agachones, porque no luchaban”.

Y resulta que ahora que les quieren quitar el bono del 2019, nadie sabía por qué. Yo les trataba de ayudar y entonces me doy cuenta de que: “no tienen contratos, no saben lo que dice la cláusula cuadragésima séptima, y además no saben por qué les pagaban el bono de enero”. Yo tenía que descifrar todo esto. Me dicen que el bono era distinto cada año y me di a la tarea de llegar a la base del cálculo. Entonces, en una reunión que tuvimos, les pedí si tenían una copia de los últimos tres pagos del bono. Sólo una mujer los tenía y me los dio. Yo al principio no entendía cómo se realizaba el cálculo, pero cuando leí la cláusula cuadragésima séptima entendí por qué en quince años no les habían aumentado el salario y por qué en 2019 no querían los empleadores respetar esa cláusula. Lo que sucede es que se había llegado a un acuerdo de pagar el incremento anual en el salario mínimo en un sólo pago. Como cada año aumentaba el salario mínimo bastante poco (entre 2 y 7 pesos), parecía conveniente que todo el aumento anual se entregara en forma de un bono único en la cuesta de enero (antes del 24 de ese mes). Dicho bono era igual a la diferencia entre el salario mínimo del año anterior y el mínimo vigente al 1 de enero de ese año, multiplicada por 365.

Ese acuerdo fue bien aceptado por los empresarios y los representantes sindicales que colaboraban con ellos. Sin embargo, estos no creyeron que fuera a llegar alguien que no conoce los contratos colectivos de trabajo de Matamoros (que era el Presidente de la República), quien les iba a hacer efectivo un aumento de 100 por ciento del salario. Bajo las nuevas condiciones, se tenía que multiplicar 88.36 pesos (que era el aumento en el salario en 2019) por 356; esto daba un bono de 32 mil 251.40 pesos para cada trabajador de la maquila. Y el cuento era que los empresarios no iban a poder pagar esto. Pero entonces llega “la pinche abogada pueblerina incómoda” y les dice: “¡No! Ustedes no pueden hacer eso; el decreto no dice eso”. Y como los trabajadores no sabían de dónde venía la fórmula de su bono, pues les aviento un video para que entiendan bien la arbitrariedad de la que estaban siendo objeto. Entonces, a través de “Matamoros en Pantalla” se levantó todo el pueblo.

Matamoros es un pueblo pequeño; son 85 mil trabajadores en la maquila y de esos 70 mil están sindicalizados. En algunos medios dicen que soy extorsionadora (entre ellos el gran deshonesto de Javier Alatorre), pero eso no es verdad; yo soy abogada y soy honrada. Exigimos entonces el bono de ese año. Los empresarios maquiladores no querían pagarlo, pero tuvieron que hacerlo. Había que multiplicar 32 mil 251.40 por 70 mil para calcular lo que debieron pagar los empresarios del sector maquilador en Matamoros. Estaban que se morían, pero lo tuvieron que pagar “a huevo”. Y ese es el primer paso que me lleva a la cárcel. Desde ahí me traían ya en la mira.

Finalmente, logramos algunos acuerdos con la industria maquiladora en Matamoros y no les exigimos a los empresarios el 100 por ciento de aumento salarial—aunque debió haberse hecho, ya que ese aumento estaba indexado en una cláusula de contrato colectivo de trabajo. Lo que sí exigían los trabajadores es que les pagaran sus 32 mil 251.40 pesos de bono anual único. Nos conformamos con el aumento salarial del 20 por ciento; les regalamos el 80 por ciento. Debieron aumentar el 100 por ciento, ganaran lo que ganaran en el tabulador, porque ese había sido un logro sindical de Agapito González. Por eso el Movimiento se llamó “20/32” (Veinte Treinta y Dos): porque logramos el 20 por ciento de aumento salarial histórico y el pago del bono de 32 mil 251.40 pesos, con un compromiso de que no se tomaran represalias en contra de los trabajadores. No obstante esa promesa, corrieron como a 6 mil trabajadores, pero los indemnizaron y entre el bono y las indemnizaciones, los empresarios pagaron alrededor de 300 millones de dólares. Ese dinero me lo tenían que cobrar a mí más tarde que temprano. Se portaron nobles; me encarcelaron, pero me debieron haber matado y no tardan.

— Y ¿por qué tu seguiste en Matamoros?

Ah, porque después que logramos lo del 20/32, violan el decreto y despiden a 6 mil trabajadores y, como le hacen siempre, generan con ayuda de los sindicatos charros una lista negra. Ubican a los que fueron despedidos, y no les dan trabajo en ninguna parte. Y entonces nos reunimos en la plaza y decidimos que “no queremos a los charros”. Ellos se llevaron el 4 por ciento de todas las indemnizaciones de los trabajadores que fueron despedidos, como también se llevan el 4 por ciento de todas las indemnizaciones ordinarias (aguinaldo, vacaciones, bono único, reparto de utilidades, entre otras). ¡Imagínense las millonarias ganancias para la CTM en Matamoros! Entonces decidimos, con base en las reformas últimas a la Ley Federal del Trabajo, solicitar el registro del sindicato nacional independiente de trabajadores de la industria y servicios que denominamos “Movimiento 20/32” para honrar a los guerreros y guerreras del movimiento matamorense.

Esto parecía imposible en otro tiempo, pero la Secretaría del Trabajo nos tuvo que dar la toma de nota porque estaban cocinando el T-MEC. Además, no nos lo podían negar después de la revolución que armamos. La lucha de Susana Prieto, 30 años en Ciudad Juárez sin haber logrado ni un sólo registro sindical se veía cristalizado, por primera vez en la vida, cuando el 5 de junio de 2019 se nos entrega el registro de un sindicato nacional. Eso implicaba que Susana Prieto podía afiliar a los trabajadores de la industria maquiladora de las 33 ciudades donde hay maquilas en el país.

— Y ¿cómo te fue después de eso, qué paso con tu lucha sindical?

Pues sencillo de contestar: Me fabricaron delitos que no cometí y me metieron a una cárcel.

Mira, empecé y fui muy agresiva. Llegamos a tener un número importante de agremiados, todos matamorenses. Buscábamos tener la titularidad de los contratos colectivos de trabajo. Apelamos a los contratos de 40 horas y a la cláusula cuadragésima séptima. Teníamos que apelar a la titularidad de esos contratos, porque los logros sindicales de Agapito Gonzáles no pueden quedar tirados en la basura. Pero no era una labor fácil. Recuerda que las empresas son las que deciden. No hay sindicatos corruptos, sin empresas corruptas. Y ahí empiezo a tener todavía más problemas con la Coparmex y con todos los gerentes de las maquilas de Matamoros. Este fue otro pecado de Susana Prieto.

— ¿Cómo eran esos problemas de los que hablas?

A los trabajadores que se empiezan a agremiar a nuestro sindicato, los corren. Y algunos de ellos me culpan. Mi vida se volvió muy complicada. Sin embargo, no cedimos en nuestra lucha por lograr la titularidad de los contratos colectivos de trabajo. Y pusimos en marcha una línea de acción; diseñamos una estrategia inteligente para evitar que despidan a nuestros agremiados. Lo que queríamos finalmente era tener la mitad del total de todos los trabajadores afiliados a este sindicato. Es decir, queríamos conseguir al 50 por ciento de los trabajadores de la maquila en Matamoros. Una vez que tuviéramos ese 50 por ciento, no podrían despedir a nuestros trabajadores, pues de otro modo no podrían continuar operando; de otro modo, se quedarían sin personal.

Y entonces apelamos a un artículo de la Ley Federal del Trabajo que dice que los trabajadores pueden decidir si pagan o no cuota sindical. Entonces nos saldríamos del sindicato de la CTM y, por lo tanto, ya no les íbamos a pagar cuota sindical. No podían descontar esas cuotas sindicales sin el consentimiento de los trabajadores. Queríamos descapitalizar a la CTM al dejar de pagarle cuotas. Bueno… sí estoy cabrona. Con esto, ya era la tercera vez que me encontraba con esta gente. Este era mi tercer pecado, pero la verdad siento que en el contexto general de las cosas, esto fue “pecata minuta”. Mi mayor pecado es “ser mujer” porque desde mi arresto he sufrido una violencia de género terrible. Si hubiera sido un hombre que hubiese logrado lo mismo que yo, no le hubiera pasado lo mismo, no lo hubieran tratado de la misma forma.

Nota: En una siguiente entrega, Susana Prieto habla de su arresto que curiosamente sigue a su anuncio de abrir oficinas en Reynosa. Habla también de las amenazas de muerte que ha recibido desde ese momento; del desafortunado papel del Gobernador García Cabeza de Vaca; del proceso electoral en ese estado y de los apoyos que desea otorgar el Gobernador a su hermano Ismael y a su amigo Alberto Lara (líder sindical en Reynosa y aspirante a la Presidencia Municipal de esa importante ciudad maquiladora). Susana describe su arresto y su proceso judicial, la fabricación de pruebas y el contubernio entre dos gobernadores de extracción panista y con grandes afinidades hacia el sector empresarial. También habla del papel timorato del Gobierno federal en relación a su caso, de sus apoyos internacionales en el marco del T-MEC, y de la precarización de las relaciones laborales en México con el programa “Jóvenes Construyendo el Futuro” (al que llama “Jóvenes Destruyendo Futuro”). Finalmente, se refiere al papel de empresarios de la talla de Carlos Slim y del poder que tienen los hombres de negocios y las grandes empresas transnacionales sobre todos los políticos mexicanos—incluyendo al Presidente de la República. Concluye con la siguiente frase:

“Andrés Manuel López Obrador se hizo güey cuando la maquila no aumentó el salario. Andrés Manuel López Obrador se hizo güey cuando la maquila no cerró por la contingencia sanitaria y esto ha llevado a la muerte a tantísimos obreros y obreras pobres. Andrés Manuel López Obrador se está haciendo güey para promover la independencia y la democracia sindical en México”.

Guadalupe Correa-Cabrera
Guadalupe Correa-Cabrera. Profesora-investigadora de Política y Gobierno, especialista en temas de seguridad, estudios fronterizos y relaciones México-Estados Unidos. Autora de Los Zetas Inc.

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