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Martín Moreno-Durán

13/07/2022 - 12:03 am

Peña: el montaje de AMLO

Juntando estos tres factores adversos a López Obrador, al Presidente le urgía un montaje con suficiente fuerza política para desviar la atención de tantos problemas y conflictos que enfrenta. Una caja china que emergiera con peso propio. Un distractor imperativo. 

Enrique Pena Nieto, del Partido Revolucionario Institucional (PRI), viste la banda presidencial después de rendir juramento ante el Congreso como Presidente de México, el 1 de diciembre de 2012, en la Ciudad de México.
“No nos equivoquemos: la investigación en contra de Enrique Peña Nieto anunciada por el titular de la UIF, Pablo Gómez, sólo es un montaje momentáneo. Y nada más”. Foto: Alexandre Meneghini, Archivo, AP

+ “No lo perseguiré…”

+ El miedo presidencial

-Al licenciado Peña Nieto, mis respetos…-, es una frase que se ha escuchado, no en pocas ocasiones, dentro de Palacio Nacional. Y cuando la expresa, López Obrador lo hace con la convicción de que, por interés político o por precaución a futuro, no quiere emprender ninguna acción judicial en contra de su antecesor. Y hasta hoy, ha cumplido su pacto con EPN: no tocarlo ni con el pétalo de una acusación.

Sin embargo, la política es un juego de circunstancias e intereses.

Y ese juego ha puesto contra la pared a AMLO.

¿A qué nos referimos? A tres factores fundamentales.

Primero: tenemos un Presidente desesperado porque su Gobierno ha sido un fracaso rotundo en resultados (economía, crecimiento, inflación, salud, pandemia, seguridad, etc). AMLO sabe bien que en política, lo que cuenta son los resultados, y estos no lo favorecen. Si bien su evaluación ciudadana anda en 57 por ciento (un nivel promedio que no le garantiza, ni de lejos, conservar la Presidencia para Morena en 2024), en las encuestas sobre resultados de la 4T, salen reprobados. El régimen obradorista ha sido un desastre por rubros.

Segundo: a López Obrador se le agotó el tiempo. Sabedor que el suyo será un sexenio perdido en lo económico y que lo único que le queda es seguir destruyendo -en este caso, su prioridad es pulverizar o al menos fracturar a la Alianza por México- lo poco que ha dejado en pie. Conocedor del viejo librito, AMLO sabe perfectamente que el declive de todo Presidente se da durante los dos últimos años de Gobierno, y al tabasqueño le restan tan sólo 26 meses en el cargo, y día tras día, semana a semana, mes tras mes, irá perdiendo fuerza con la sucesión presidencial desatada que, de manera paradójica, el propio AMLO tuvo que adelantar como distractor para intentar eclipsar -sin éxito- los fracasos de su Gobierno. Y eso también lo tiene encolerizado: saber que de forma paulatina, su poder irá menguando hasta volverse intrascendente. López Obrador sabe que es un destino inexorable de todo Presidente y ello lo tiene desquiciado.

Tercero: la designación presidencial se le ha salido de control. La hoja de ruta de Andrés Manuel se ha distorsionado: Sheinbaum ni prende ni crece. Ebrard no es el viable para garantizar la permanencia del socialismo populista obradorista. Por eso, la intención de AMLO de sostener a Sheinbaum contra viento y marea, comienza a tambalearse. Tanto así, que cercanos al primer círculo presidencial comienzan a alinearse con el “hermano” de AMLO: el Secretario de Gobernación, Adán Augusto López. No en balde César Yáñez -quien a pesar de sus excesos personales todavía cuenta con el cariño de AMLO-, se ha sumado al equipo de Adán Augusto. Aún más: el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Gutiérrez Luna, ha iniciado una campaña proselitista para apuntalar una próxima candidatura presidencial del paisano del Presidente. Mientras, Ricardo Monreal prácticamente tiene un pie fuera de Morena e inició, de manera abierta, su precampaña. ¿El resultado? Una designación de candidatura presidencial que ya se le fue de las manos a López Obrador, y eso lo tiene descontrolado.

Juntando estos tres factores adversos a López Obrador, al Presidente le urgía un montaje con suficiente fuerza política para desviar la atención de tantos problemas y conflictos que enfrenta. Una caja china que emergiera con peso propio. Un distractor imperativo. 

Y entonces, se eligió un nombre: 

Enrique Peña Nieto.

*****

No nos equivoquemos: la investigación en contra de Enrique Peña Nieto anunciada por el titular de la UIF, Pablo Gómez, sólo es un montaje momentáneo. Y nada más.

AMLO no va a proceder en contra de Peña Nieto. Solamente lo utiliza como coyuntura para enviarle un mensaje: “No metas las manos en la elección del Estado de México. Recuerda que tenemos una investigación abierta en tu contra”. Hay que tomarlo como una advertencia política, aunque en el fondo, no se piensa proceder judicialmente contra el expresidente. 

¿Pruebas? Van:

La denuncia de la UIF ante la FGR por presuntas transferencias irregulares por 26 millones de pesos en contra de Peña Nieto, se presentó… ¡desde octubre pasado! Sí, desde hace nueve meses. Luego entonces, ¿por qué se hace pública hasta ahora? Sencillo: porque hasta ahora hizo falta exponerla de manera pública para desviar la atención ante la debacle de la imagen presidencial. La tenían guardada para una ocasión especial. Y la ocasión llegó:

Y más:

Independientemente del interés de AMLO de ganar la elección clave del Estado de México el año próximo, y de presionar a Peña Nieto para que saque las manos de este asunto prioritario mediante amenazas o chantajes desde Palacio Nacional mediante la UIF, hay algo innegable: enviar el mensaje de que “ahora sí vamos contra la corrupción”, en un intento desesperado por enderezar ese barco llamado 4T que hoy hace agua de manera irremediable. 

¿Otra prueba?

El propio López Obrador declaró el lunes pasado, desde Palacio Nacional: “No vamos a perseguir a nadie… se hizo una consulta ciudadana que no fue vinculatoria, por lo que no se presentarán denuncias”, en referencia al affaire EPN. “Yo le agradezco al licenciado Peña Nieto que no se haya metido en la elección de 2018…”, ha dicho AMLO. 

Más claro, imposible. 

Es una estrategia política más de AMLO y su equipo.

Un montaje, pues.

*****

La trampa puesta por AMLO respecto a Peña Nieto, tiene un ingrediente que no debemos ignorar: el miedo de López Obrador de perder la presidencial en 2024 con Morena, que gane la oposición, y que el próximo Presidente abra una investigación en su contra, de su familia y colaboradores. La corrupción obradorista es pública y evidente. Delitos le sobran a López Obrador, más que suficientes para abrirle una investigación formal.

Y no se olvide que Peña Nieto tiene videos y pruebas que terminarían por hundir a AMLO, aun antes de concluir su sexenio.

Ese es el miedo de AMLO.

Ser investigado.

¿Lo veremos?

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Martín Moreno-Durán
Periodista. Escritor. Conductor radiofónico. Autor de los libros: Por la mano del padre. Paulette, lo que no se dijo. Abuso del poder en México. Los demonios del sindicalismo mexicano. El Derrumbe Retrato de un México fallido. El Caso Wallace. 1/Julio/2018: Cambio Radical o Dictadura Perfecta, y de la novela Días de ira.

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