Ciudad de México, 10 de abril (SinEmbargo).– La VII Cumbre de las Américas que inicia hoy y concluye mañana en la capital de Panamá generará una inyección económica de más de 80 millones de balboas (la moneda nacional panameña, a la par del dólar estadounidense), con el ingreso al país de unos 12 mil visitantes, ha anunciado el Ministerio de Turismo de dicho país latinoamericano.
La Asociación Panameña de Hoteles (APATEL), a su vez, reportó que la ocupación en los hoteles de la ciudad capital se encuentra en su máxima capacidad, por motivo de la realización de este acontecimiento histórico y político que reunirá a cerca de 30 mandatarios del hemisferio y con ellos, delegados, empresarios, prensa oficial y comercial.
Esta cumbre es histórica por varios motivos, entre ellos sin duda la presencia por primera vez de Cuba, cuyo Presidente Raúl Castro asiste liderando una delegación de 75 integrantes, en un momento en que se han dado grandes pasos adelante en la búsqueda de normalizar la relación con los Estados Unidos, enfrentadas como están ambas naciones desde que en la isla triunfara la Revolución encabezada por Fidel Castro.
Este hecho se suma a la existencia de varios gobiernos de izquierdas que, con matices, conforman un bloque que ha puesto en un lugar distinto al continente, sobre todo con vistas a su siempre ríspida relación con los Estados Unidos.
Es cierto que casi todas las miradas en la Cumbre de las Américas Panamá 2015 estarán puestas sobre la delegación cubana –¿se producirá un encuentro entre Raúl Castro y Barack Obama?– y en el tono belicoso que, se presume, esgrimirá el Presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, frente a su par estadounidense.
Sin embargo, los medios tampoco dejarán pasar a una de las personalidades más fascinantes, controvertidas y enigmáticas del nuevo mapa político continental, cual es la del Presidente de Bolivia, Evo Morales, quien dará una conferencia magistral en el marco del encuentro alternativo Cumbre de los Pueblos, en cuyo contexto seguramente insistirá en su reclamo histórico a Chile: la salida al mar de su país.
El primer Presidente indígena de la historia de Bolivia se reunirá después con indígenas de la región y, más tarde, jugará un partido de futbol con los participantes de la cita "alternativa".
Los movimientos sindicales, organizaciones campesinas, indígenas, feministas y ecologistas de todo el continente convocaron esta reunión "paralela" para "levantar la voz de los pueblos y señalar los problemas que la otra cumbre no aborda", dijeron entonces los organizadores, informó Efe.
En la Cumbre de los Pueblos se rechazará el bloqueo económico de Estados Unidos sobre Cuba y el decreto del Presidente Barack Obama que declara a Venezuela una "amenaza" para la seguridad estadounidense.
UN PRESIDENTE INDÍGENA
Ni ladrón ni haragán ni maleante (así pensaban que lo vería la más rancia sociedad boliviana cuando iba a postularse por primera vez como candidato a Presidente, allá por el 2006), de pensamientos radicales y con gran vocación de liderazgo, ha llevado a Bolivia a la estabilidad económica y social, logrando que su país dejara de ser visto como una nación inflamable, siempre a punto de arder.
Bolivia, el país que llegó a tener cinco Presidentes en una semana, dejó el siglo XX atrás y, como dice el periodista y politólogo Martín Sivak, autor de la biografía Jefazo (Debate), entró al tercer milenio “gracias a la primera revolución democrática del siglo XXI”, encabezada por un dirigente cocalero que tuvo que dedicar grandes esfuerzos para quitarse el estigma que liga la palabra coca al narcotráfico y a sus cultores al crimen organizado.
Evo Morales Ayma, Presidente Electo del Estado Plurinacional de Bolivia, nació el 26 de octubre de 1959, en Isallavi, cantón Orinoca, muy cerca del lago Poopó de Oruro.
Desciende de una familia aymara, nación indígena que tiene como pilares fundamentales en la formación de toda persona, tres palabras sabias: ama sua (no seas ladrón), ama quella (no seas flojo) y ama hulla (no seas mentiroso).
Trabajó desde niño en tareas agrícolas, donde era el encargado de cuidar su rebaño de llamas. Para poder estudiar, trabajó de ladrillero, panadero y trompetero, también mostró sus dotes de buen futbolista (una afición que aún le perdura, a pesar de que ya “no tiene cintura”, como dijo Sivak en su libro).
Cursó el ciclo medio en el colegio Beltrán Ávila de Oruro. Su formación posterior estuvo delineada -como el mismo lo señala- en "la universidad de la vida".
En 1982 el altiplano boliviano sufrió una de las mayores sequías de toda su historia que obligó a miles de familias como los Morales Ayma a buscar nuevas tierras; fue entonces cuando emigraron hacia el Chapare (Cochabamba).
En 1983 su sindicato lo nombró Secretario de Deportes. Fue su primer cargo sindical en un territorio donde completó una carrera exitosa e imbatible, hasta que en junio de 2002, el Movimiento al Socialismo (MAS), que él mismo fundó y que hoy constituye la fuerza electoral más numerosa de Bolivia, logró el apoyo de 581.884 votos y la obtención de 36 congresistas.
Su aparición en la escena política fue sin duda traumática e inesperada no sólo para Bolivia, sino también para la comunidad internacional que no supo digerir rápidamente la personalidad de un hombre que ya desde lo exterior planteaba diferencias sustanciales.
Vestido con la “chompa”, una prenda típica de su comunidad, sin corbata, con un pasado de dirigente cocalero, no tardó en ser satanizado por las fuerzas conservadoras tanto bolivianas como extranjeras.
“Terrorista, guerrillero, narcotraficante”…fueron adjetivos a él adjudicados y que no impidieron que se alzara con el 53.7 por ciento de los votos en las elecciones presidenciales del 2006 y se convirtiera así en el primer Presidente indígena de Bolivia y América Latina.
Aquella noche, vestía zapatos negros bien lustrados, pantalones oscuros de traje y la chompa —como llaman en Bolivia al suéter— más famosa: roja, azul y blanca, de escote redondo. Con ella recorrió el mundo como Presidente electo y fue noticia internacional. Se transformó en un símbolo desmesurado, porque ni sus colores ni su textura tienen relevancia alguna para él ni para su presidencia ni para sus bases. En junio, el cuello de la chompa ya estaba raído.*
Conocido por su manera directa de decir las cosas, por su empeño para difundir ideas independentistas y su perenne disposición a enfrentarse “al imperialismo” de los Estados Unidos en Latinoamérica, no tiene la preparación intelectual –mucho menos su carisma y elegancia– del otro líder de izquierda continental, el Presidente de Ecuador Rafael Correa.
No posee la picardía y el instinto de masas de su gran amigo, el fallecido Presidente de Venezuela Hugo Chávez (1954-2013), ni la destreza mediática de José “Pepe” Mujica, el ex Presidente de Uruguay.
Precisamente, esa imposibilidad de compararlo con otros líderes continentales e incluso del mundo, esa manera suya de ser tan Evo y tan Morales, es lo que todavía desconcierta a una comunidad política internacional que suele moverse por rutas mucho más previsibles y ortodoxas.
Sólo el joven Pablo Iglesias, el líder español de Podemos, con su coleta, sus camisas celestes y su barba desprolija, puede plantarle cara en la medición de conmoción causada por la presencia de ambos en un sistema de poder que en el pasado no guardaba lugares para figuras semejantes.
Célebre es el “avionazo” que sufrió cuando fue detenido su aeronave presidencial en el aeropuerto de Viena, Austria.
El avión de Morales fue impedido de entrar al espacio aéreo de Francia y Portugal, debido a que se pensó que llevaba a bordo al exagente de inteligencia estadounidense Edward Snowden, buscado por su país por filtrar información confidencial.
El incidente disparó un conflicto diplomático al que de inmediato se sumaron los países de la Unión Sudamericana de Naciones (Unasur), generando numerosas expresiones de rabia de usuarios en redes sociales en América Latina. La extrañeza, sin duda, hizo parte de lo impensado: ¿a que otro Presidente del mundo se lo hubiera avasallado de esa manera?
Y luego de Evo, está su lengua. Ese modo de no dejarse intimidar por su interlocutor de turno por más poderoso que sea y de expresar sus ideas un poco bestialmente, sin cortapisas. Es el Presidente, a no dudarlo, que dice “cosas impropias” para el siempre alambicado discurso político de Occidente.
A la medianoche Morales estaba extenuado. Al día siguiente debía levantarse a las 4.30 para volar a Quito, donde asumiría como presidente de la Comunidad Andina de Naciones (CAN). Allí pasaría un sofocón con el presidente de Perú, AlejandroToledo.
—Oye, Evo. La CAN no es un sindicato y tú no me vas a enseñar de Economía a mí —le dijo cuando su colega habló de exclusión y pobreza.
—Y si tú sólo puedes enseñar lo que dice el Banco Mundial.
—¿Cómo me dices eso? —se enfadó aún más Toledo.
—Sí, de aquí tú te vas a trabajar al Banco Mundial.
La reunión terminó ahí.
De martes a miércoles Evo durmió bien, como cada vez que duerme en la llanura o en el trópico.*
En una entrevista con el rutilante periodista estrella de la española Antena 3, Jordi Évole, para su programa Salvados (que se emite íntegra este domingo 12de abril), el mandatario boliviano no tuvo empacho en decirle: “Cambia tu chip de mentalidad colonialista”.
Hoy, cuando disfruta de un tercer mandato con alto índice de popularidad, Bolivia, que atraviesa sin duda el mejor momento de su historia contemporánea, también debe verse las caras con un mal que no puede considerarse menor: “la evodependencia”.
Crítico es el biógrafo Martín Sivak de ese control férreo que ejerce en un país que lo adora y cuyo éxito económico es responsabilidad en gran parte de Luis Alberto Arce, el Ministro de Economía y hombre clave en el continuo crecimiento nacional, con reducción de la deuda externa, aumento de las reservas internacionales y sobre todo la baja de la pobreza extrema, que ha pasado del 38% al 20%.
Le pedí a Morales conocer la casa en la que se había criado. Aunque Orinoca casi no hay candados ni llaves, su puerta estaba trabada. “Lo dejaron afuera, Presidente”, le dijo un amigo de su padre y muchos se rieron. El jefe del Ejército, general Freddy Berzatti, le pidió a un chico que entrara por la hendija de la ventana. “¿Qué me van a dar?”, le preguntó, taimado, con una playera de Alemania, un suéter bordó y una gorrita de beisbolista. Berzatti lo ayudó a meterse por la ventana en lo que constituyó un acto ilegal cometido por el jefe del Ejército.
La gran pregunta para el futuro de Bolivia es si habrá bienestar después de Evo Morales (su mandato concluirá en 2020). Incluso, si habrá futuro después de Evo.
Mientras tanto, entrevistamos a Martín Sivak (Buenos Aires, 1975), un sociólogo y periodista, verdadero experto en política boliviana, autor también entre otros de El dictador elegido: Biografía no autorizada de Hugo Banzer Suárez y El asesinato de Juan José Torres: Banzer y el Mercosur de la muerte.
–Llama la atención que en esta Cumbre de los Pueblos, Evo Morales sea el único Presidente que tiene a su cargo dar una conferencia magistral, ¿cómo analizas ese hecho?
–Bueno, es evidente que en esta nueva izquierda latinoamericana o en este populismo continental, como también se le llama, la Presidencia de Morales haya sido la que mayores cambios ha introducido en su país, al mismo tiempo la que ha rendido en términos sociales y económicos de la mejor manera y en tercer lugar la que más apoyo popular ha obtenido. No hay que olvidar que fue reelegido por tercera vez con el 64,22 por ciento de los votos, en un país cuyo signo perenne en el siglo XX ha sido la inestabilidad política. Creo que esos tres factores ayudan a entender por qué la importancia de Evo Morales.
–Tu libro, Jefazo, habla de un hombre muy singular, muy peculiar
–En Bolivia los Presidentes habían sido en general militares y abogados, gente profesional de clase media. Él viene de una historia distinta, más parecida a la mayoría de los bolivianos por haber nacido en una comunidad aymara, por haber participado en el sindicalismo de una forma muy radical y por haber decidido en 1997, pese a toda la desconfianza que le generaba la política tradicional, crear su propio Partido (el MAS), un instrumento que lo llevaría a ser el primer Presidente indígena de Bolivia. Él cargaba con el estigma de ser dirigente cocalero. Durante muchísimos años al movimiento cocalero boliviano se lo asociaba al narcotráfico. A Evo Morales jamás le encontraron ninguna conexión con ese delito.
El 1° de mayo de ese año, cuando anunció el decreto de nacionalización de los hidrocarburos, el Presidente dispuso que las Fuerzas Armadas ocuparan los pozos de petróleo y las plantas de las empresas extranjeras que operan en Bolivia. Quería que se sintieran parte del proceso y que empezaran a internalizar a un nuevo enemigo: las trasnacionales.*
–Su triunfo es también cultural, ¿lo ves así?
–Lo veo como una combinación de cultura y política. Me parece que a veces se pone demasiado énfasis en el buen rendimiento económico de Bolivia y quedan relegadas cuestiones muy importantes como que el Estado ahora reconoce y ha incluido en su Constitución las 36 naciones que componen el pluri-Estado boliviano. Es decir, hay una reivindicación que es nueva en la política de ese país. Es un cambio muy asombroso.
–Si compararas al ex Presidente uruguayo José Mujica con el Presidente de Bolivia, Evo Morales, ¿qué dirías?
–Desde mi punto de vista creo que ha habido una exageración en torno a la figura de esos Presidentes humildes, que viven casi en la pobreza, ascéticos en sus costumbres…en el caso de Evo, su ascetismo y el combate férreo a la corrupción son fruto de un convencimiento auténtico: él cree realmente que la honestidad y el gobierno incorruptible son banderas de la izquierda, no de la derecha. Creo que Mujica, en gran medida, también refleja eso. En el principio de la Presidencia de Evo, un funcionario de alto rango que estaba a cargo de la petrolera estatal fue descubierto mientras recibía una coima de 50 mil dólares. Hoy, todavía está preso en una cárcel común. Eso refleja el sentido que le da Morales a la honestidad. Otro ejemplo es lo que pasó en las elecciones regionales de Bolivia hace dos semanas, donde le fue bastante mal. Perdió en El Alto, perdió en La Paz, porque además la gran debilidad de su gobierno es que cuando se presenta él a elecciones le va muy bien, pero cuando no se presenta, le va muy mal…lo cierto es que el Presidente felicitó a los votantes porque dos de sus propios candidatos estaban involucrados en casos de corrupción. Los felicitó por no haber votado a favor de la corrupción, lo que sin duda constituye un hecho inédito en la historia de la política de casi todo el mundo.
Morales suele decidir. En sus primeros seis meses como Presidente promulgó el decreto de nacionalización de los hidrocarburos, lanzó un esbozode reforma agraria, empezó el proceso de desamericanización de Bolivia después de más de medio siglo de dependencia con los Estados Unidos, selló una alianza de largo plazo con Fidel Castro y Hugo Chávez y concretó la elección de los convencionales de la Asamblea Constituyente mediante la que se proponía refundar el país.
–Te cuidas mucho en tu libro de no destacar tanto la ropa, sus costumbres, sino de analizar su labor como Estadista, ¿es así?
–Creo que en libro están las dos cosas. Conozco a Evo Morales exactamente desde hace 20 años. A lo largo de todo este tiempo he estado con él y lo he entrevistado en situaciones muy distintas. El libro buscó descubrir cómo es la intimidad de un Presidente, aprovechando precisamente el acceso que él me ha dado. Cuánto hay de folclore, cuánto de Estadista, cuándo se combinan esas dos cosas. Ser lo más fiel a ese testigo privilegiado que fui. Ver cómo se toman algunas decisiones de Estado; por ejemplo, mientras miraba un partido del Barcelona junto a altos miembros de su Gobierno, se le ocurrió darle un 14 % de aumento a los docentes bolivianos que en ese momento estaban protagonizando un reclamo. Es decir, a veces las decisiones importantes se toman mirando un partido de futbol. Lo he visto, antes de reunirse con Bill Clinton, decidir el menú de sus custodios. Porque él es así, una persona sumamente controladora, que quiere estar presente en cada detalle de su mandato. Todos los días se levanta a las 5 de la mañana y su agenda está ocupada hasta las 12 de la noche.
–¿Le gustó el libro?
–No sé si lo leyó. Alguna vez me hizo un comentario acerca de que no le había gustado que yo contara sus desacuerdos con el vicepresidente, pero no creo que lo haya leído de pe a pa. La relación, sin embargo, se mantuvo inalterable. No es que a partir de eso se haya enfriado o algo por el estilo. En la primera edición en español hay una fotografía de él con el Embajador de los Estados Unidos y no le gustó (Evo Morales expulsó al Embajador de USA en 2008), pero nada relevante, la verdad. Muchas veces escribí artículos críticos hacia su gestión y que sé que no le gustaron, pero es alguien de lealtades y de vínculos donde hay lugar para el debate, las diferencias. No estuve de acuerdo, por ejemplo, con la tercera reelección, porque la verdad es que me parece un error que ocupe tres mandatos presidenciales y lo escribí en varios artículos. Pero eso no ha alterado la relación. No es una relación, por otra parte, donde se me controla lo que digo. Y el libro ha seguido varios destinos. Me hicieron notas en periódicos muy conservadores y en las antípodas del pensamiento de Morales como El Mercurio, de Chile y en Bolivia incluso, algunos diarios de la oposición han usado material del libro para pegarle a Evo.
La personalización del proceso en Evo Morales pareció inevitable en un principio. Pero transcurrido un tiempo de ejercicio de la Presidencia, la necesaria despersonalización no ha ocurrido aún. Sus principales asesores muchas veces han optado por no plantear esa controversia en el Palacio. El principal drama de Morales no se encuentra en la oposición, sino en las entrañas de su proyecto político: la imposibilidad —o la decisión— de haber optado por una sucesión que no lo incluyera. *
* Fragmentos del libro Jefazo, por Martín Sivak, Editorial Debate.