Investigadores de la UNAM destacan la importancia de los animales en la cultura maya

22/05/2015 - 6:56 pm

México, 22 May (Notimex).- Para los mayas, la fauna era misteriosa, admirable, temible y muchas de sus especies participaban de lo divino, sea como dioses, manifestaciones celestiales o símbolos de diversas ideas, destacó la investigadora Mercedes de la Garza.

Al participar en el coloquio “Animales, Violencia y Ética”, la investigadora emérita de la UNAM expuso que los consideraban entes semejantes a los humanos en sus formas y comportamientos, por lo que afianzaron una relación de hermandad con ellos.

La ex directora del Instituto de Investigaciones Filológicas (IIFL) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) abundó que los veían como especímenes expresivos y establecieron lazos con ellos no sólo de dominio o de sumisión derivada de la lucha por la supervivencia, sino de amistad, amor y parentesco.

Para dicha cultura, estas criaturas eran intermediarias entre el hombre y el más allá, al igual que entre los cielos y el inframundo. Las deidades mayas tenían rasgos antropomórficos y vegetales; los elementos naturales y los espacios cósmicos, animales.

Por ejemplo, el fuego solar era recreado en la guacamaya roja, el colibrí, el venado y el perro, mientras que el jaguar era el sol nocturno, agregó De la Garza en el coloquio organizado por el Programa Universitario de Bioética.

Mariposas, escorpiones, arañas y ciempiés, por su proximidad con la tierra, remitían a la muerte, pero otros fungían como compañeros (los búhos eran emisarios del inframundo).

Esos seres eran fuerzas tanto benéficas como maléficas; por ejemplo, la diosa de la Luna era representada con enfermedades sobre su cabeza en forma de guacamayas, quetzales o zopilotes rey; en contraste, la serpiente emplumada, dibujada con dos cabezas y patas de venado o lagarto, dio lugar al dragón, deidad suprema.

Uno de sus mitos contaba que el Sol era un anciano que sedujo a la Luna, una bella joven, y de estos amores ilícitos nació un conejo.

Desde entonces, en el satélite se ve un roedor. Además, en el Popol Vuh se narra que los primeros hombres, tallados en madera, eran incapaces de pensar y se convirtieron en monos.

Para los pueblos prehispánicos, los humanos tienen un espíritu escindido (diferente al alma occidental) integrado por una materia sutil, invisible e impalpable. Parte de ésta tiene forma de gallo, gallina o paloma, y es responsable de nuestros latidos.

No obstante, esta facultad peligraba ante los sacerdotes católicos, pues se decía que los religiosos silbaban para atraer a esas avecillas, atontarlas y devorarlas. Así sugerían que los españoles robaban el corazón a los indígenas.

También creían en un álter ego, un ser de la naturaleza —desde una tuza hasta una mariposa nocturna— ligado al destino de cada hombre. Más que hermanos, ambos conformaban una entidad y al fallecer uno, perecía el otro.

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