Alicia Alamillos
Nairobi, 26 jun (EFE).- De Nigeria a Etiopía, pasando por República Democrática del Congo, Uganda o Kenia, la tortura se está convirtiendo en un mal "endémico" en África Subsahariana, donde se estima que cientos de miles de personas la han sufrido alguna vez.
Las malas condiciones y el hacinamiento en las cárceles, además de la percepción social de que "la tortura funciona" o la inacción de la Justicia, convierten a esta zona geográfica en uno de los puntos de "gran preocupación" en el Día Internacional en Apoyo a las Víctimas de la Tortura.
Aunque la mayoría de los países africanos son signatarios de la Convención en contra de la Tortura (sólo Tanzania, Zimbabue y República Centroafricana no son parte), países como Kenia, Uganda o Etiopía, entre otros, han descartado aplicar los protocolos opcionales que dotan de una mayor efectividad a este acuerdo.
Por tanto, la tortura y otras formas de malos tratos "siguen siendo un problema generalizado" en la mayor parte de África, subraya la Asociación para la Prevención de la Tortura (APT), presente en el continente desde 1995.
Las condiciones de detención son deficientes en toda África Subsahariana por el hacinamiento o las irregularidades judiciales, contexto que puede favorecer la "tortura sistemática", advierte a Efe el secretario general del Consejo Internacional para la Rehabilitación de las Víctimas de la Tortura, Víctor Madrigal-Borloz.
Por ejemplo, en Nigeria, Amnistía Internacional ha denunciado casos de tortura, ejecuciones extrajudiciales y detenciones arbitrarias de miles de jóvenes, incluidos niños, como represalia tras los ataques del grupo terrorista Boko Haram.
En Nairobi, el Centro para las Víctimas de Tortura (CVT) atiende a refugiados de países cercanos como Etiopía y Uganda, República Democrática del Congo (RDC) o Sudán del Sur, que han sufrido vejaciones tanto de los propios Gobiernos como de los diferentes grupos rebeldes que operan en esos países.
RDC es una de las zonas "más preocupantes", y sus refugiados que huyen del conflicto llegan a Nairobi con trágicas secuelas que necesitan tratamiento psicológico y físico.
Recuperarse de la tortura "cuesta décadas", las víctimas apenas pueden conciliar el sueño y se despiertan constantemente a causa de las pesadillas, relata Madrigal-Borloz.
Pablo Traspas, director del CVT en Nairobi, explica por su parte a Efe que, en el caso de Etiopía las víctimas suelen ser opositores al régimen.
En este país de África oriental, 1,2 millones de personas (un 1,25% de la población) han sido víctimas de torturas, según estimaciones del Centro para la Rehabilitación de las Víctimas de Tortura en Etiopía (RCTVE).
Según esta organización, la tortura y los malos tratos, en particular durante interrogatorios o bajo custodia policial preventiva, están muy extendidos.
Muchas otras víctimas tratadas por el RCTVE son resultado de la antigua guerra entre Eritrea y Etiopía, en un caso similar a Uganda, donde la mayoría de las víctimas son resultado de su conflicto interno, que comenzó en la década de los 80.
"La tortura es una tentación para cualquier Gobierno, incluso para las democracias más sofisticadas", lamenta Madrigal-Borloz.
No obstante, añade, es posible combatir este fenómeno, tal y como lo han hecho algunos latinoamericanos como Argentina, Chile o Brasil.
El primer paso que deben tomar los Gobiernos subsaharianos es reconocer el problema, y después deben implementar leyes en defensa de las víctimas y seguir una política de "tolerancia cero".
En este sentido, admite que África Subsahariana tiene "un largo camino por delante".