Estuvimos haciendo la lista –una breve reseña, hay mucho más- de las salidas para el principio de año por parte de las editoriales. Desde Paul Auster (la primera por Seix Barral, porque hay que recordar que mientras durara Jorge Herralde en Anagrama, el buen Paul publicaría las novelas nuevas allí), las letras en bilingüe de Bob Dylan, un ensayo de Paco Taibo II titulado Patria, los Relatos clínicos de Sigmund Freud, las salidas de Emiliano Monge, Julián Herbert, una novela escrita a cuatro manos por los fallecidos Eliseo Diego y Eliseo Alberto…todo se nos antoja.
Comparamos los precios a los que seguramente alcanzarán los libros citados y las tarifas que ocupa –por ahora- el único show de Björk. A ver: 7 mil pesos la entrada de la islandesa más famosa del mundo, contra unos 2000 pesos para acceder a gran parte de los libros citados.
La verdad es que la salida a los shows están bastante sobrevaloradas. Claro, si tienes 7 mil pesos y tienes ganas de ver a lo lejos a Björk, nada te lo impedirá, pero si uno hace balance entre el recital y lo mucho que dejan los libros, salen ganando las letras.
No quiero decir que me entristezca pensar que una artista como la nombrada vale ese precio o más o pensar que desde esta columna ganaremos muchos más lectores que espectadores, pero entre el gasolinazo y en 10 años, 16 millones de pobres más en México, bien conviene quedarse mirando el concierto desde la televisión.
Me encanta Björk, amo a Björk, pero en estos tiempos vale más la mirada hacia adentro, guardar el dinero para los tiempos duros y leer libros, que da de sí.
No lo sé, así lo pienso yo. ¿Quejarme por las entradas para el concierto? No, de lo que hay que quejarse es del precio de las tortillas de maíz, que aumentó hasta pasados los 15 pesos.
