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Sandra Lorenzano

14/06/2020 - 12:04 am

¿De qué color tienes el alma?

Podemos actuar como si no tuviéramos delante de las narices una realidad racista, clasista, misógina, homofóbica, que estigmatiza la discapacidad.

Ayyyy Pizarnik pulverizándome, doliéndome, cuestionándome. Foto: Especial.

¿DE QUÉ COLOR TIENES EL ALMA?

Ayyyy Pizarnik pulverizándome, doliéndome, cuestionándome.
Esa mirada, esa visión, esa rosa que quizás también nos mira.
Mirar desde otro lugar: desde una alcantarilla hacia el mundo.
Mirar hasta que seamos partículas de polvo incandescente.
Mirar desde el yo al nosotros.
Desde el margen a otros márgenes.
Mirar desviadamente, estrábicamente, para ver lo que nunca se ve.
Mirar oblicuamente (feminismo dixit).
Escuchar oblicuamente (¿cuándo aprenderemos a escuchar-nos?).
Vivir oblicuamente.
Ésa es la rebelión.
Desde esa mirada oblicua la rebelión es indisciplina, cuestionamiento, y por ello abrazo solidario. Suma de ojos y de voces, suma de márgenes y exclusiones. Suma de colores.
Aquí me quedo: en los colores. En los colores excluidos históricamente. El movimiento surgido en Estados Unidos en las últimas semanas a partir de la violencia policial contra la población afro –que no es más que la expresión de un racismo brutal- ha generado reacciones contradictorias aquí, al sur del Río Bravo.

“¡Nosotros no somos así! “. “Aquí no hay racismo porque no hay negros”. “Siempre me han tratado mal por ser morena”. “Compre crema XYZ BLANQUEADORA”. “Yo no digo nada del racismo porque también he sido racista”. “Yo de chiquita era güera”. “Como feminista te digo: las trans no son mujeres”. “Los musulmanes son todos terroristas”. “¿Tú que sabes si eres güera?”. “Ya córtate el pelo, pareces india”. “¿Y ese prieto cómo llegó al puesto?”. “M’hijita, sírvele a tu hermano”. “Ni hablar español sabes”. “Hay que mejorar la raza”, “A los judíos sólo les importa el dinero”.

El racismo, según la Conapred. Foto: Especial.

Podríamos llenar páginas y páginas con frase similares, y mucho más subidas de tono. Ustedes lo saben. Pero solemos actuar como si no tuviéramos delante de las narices una realidad racista, clasista, misógina, homofóbica, que estigmatiza la discapacidad, construida a partir de estructuras y mecanismos de exclusión que se vienen reproduciendo desde que somos país. Nuestra identidad se funda históricamente en la negación de la heterogeneidad que nos conforma. Nacemos como nación, como sucede en la mayor parte de América Latina, negando, ocultando, “desapareciendo” aquello que somos, a aquellos que también somos.
Dice el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (1):

No existe un elemento más arbitrario para argumentar superioridad, merecimiento de privilegios o adjudicación de responsabilidades que el color de la piel o las características raciales. Sin embargo, millones de personas en nuestro país –incluidos los casi 7 millones de indígenas y 450,000 afromexicanos estimados– están expuestos al maltrato, marginación y rechazo por su apariencia física, en relación a su color de piel u origen étnico.

Hace pocos días en una mesa redonda sobre estos temas, la actriz Yalitza Aparicio comentó “Por muchos años nos hemos quedado callados y hemos estado esperando que lleguen oportunidades y que las personas se den cuenta que aquí estamos, así que es momento de hablar, de alzar la voz y de decir ya basta, yo también puedo”. Para Tenoch Huerta estos temas “están debajo de la alfombra en este país; son nuestros cadáveres en el armario”.(2)

Una madre con su hijo. Foto: María José Martínez, Cuartoscuro.

Algo similar sucede con la discriminación hacia la comunidad LGBTTTI. De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre la Discriminación, 24 por ciento de los mexicanos no estaría dispuesto a permitir que en su casa vivieran personas de otra religión, 23 por ciento no lo permitiría en el caso de personas de otra raza y 44 por ciento en el caso de homosexuales.
De la violencia que provoca la misoginia ya he hablado mucho en este mismo espacio y en otros. Baste recordar que entre enero y marzo de 2020 fueron asesinadas 964 mujeres.

“Elegir es siempre una acto de desobediencia”, escribió la pensadora feminista Rita Segato. Me gusta el verbo “elegir” como entrada a la forma oblicua, incluyente, disidente de mirar, porque la “elección” implica voluntad y posibilidad de ejercer la libertad.
Elegimos entonces un lugar diferente al lugar del poder, al lugar hegemónico, y desde ahí construimos nuestra posición en el mundo, sumando diversidades, defendiéndolas, respetándolas, incorporándolas a ese yo que somos para llegar al nosotrxs que queremos ser.
“Quizá toda alma tenga que ser alguna vez judía, para encontrar el corazón perdido de las cosas”, escribió Canetti durante un viaje a Marrakesh.
Quizás toda alma tenga que ser alguna vez negra.
Alguna vez indígena.
Alguna vez mujer.
Alguna vez migrante.
Exiliada. Transterrada. Expatriada.
Y homosexual en este mes del orgullo.
Quizás el alma sólo florezca realmente cuando las otras, los otros, les otres diversos con los que compartimos una mínima partícula de tiempo en la historia del universo, se vuelvan colores en su interior.
hasta pulverizarse los ojos
He ahí nuestra rebelión.


(1) CONAPRED, Documento informativo sobre discriminación racial en México
https://www.conapred.org.mx/documentos_cedoc/Dossier%20DISC-RACIAL.pdf
(2) Citado en Telemetro.com https://www.telemetro.com/famosos/2020/06/12/yalitza-aparicio-lanza-un-ya-basta-contra-el-racismo-y-clasismo-en-mexico/2944298.html

Sandra Lorenzano
Es "argen-mex" por destino y convicción (nació en Buenos Aires, pero vive en México desde 1976). Narradora, poeta y ensayista, su novela más reciente es "El día que no fue" (Alfaguara). Investigadora de la UNAM, se desempeña allí como Directora de Cultura y Comunicación de la Coordinación para la Igualdad de Género. Presidenta de la Asamblea Consultiva del Conapred (Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación).

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