Artes de México

La Roma, revista 132. Forma y contenido

15/03/2020 - 12:01 am

“La forma es parte del contenido” es el lema de mi oficina, y resultado de mi proceso formativo en Artes de México. El día que comencé a trabajar en Artes de México, Alberto Ruy Sánchez me dijo: “Los diseñadores no leen. Pero aquí, tú diseñarás siempre y cuando hayas leído”. Este dogma me abrió un camino muy rico para realizar mi trabajo, es decir: conocer al autor, ver al que escribe como fuente de conocimiento y de experiencia, como una referencia de la forma.

Por Luis Rodríguez

Ciudad de México, 15 de marzo (SinEmbargo).- Cualquiera que haya hojeado al menos un número de Artes de México, puede percibir que la forma es parte sustancial de la publicación. Desde el maestro Vicente Rojo, fundador de la revista en 1953 con Miguel Salas Anzures, pasando por otros grandes diseñadores como Azul Morris, Luis Almeida, Rafael López Castro, Mónica Puigferrat, Adriana Canales, Leonardo Vázquez y Alejandra Guerrero, entre otros, sus distintas aproximaciones desde el diseño, a los los temas de la revista, han sido parte de la identidad de la misma.

“La forma es parte del contenido” es el lema de mi oficina, y resultado de mi proceso formativo en Artes de México. El día que comencé a trabajar en Artes de México, Alberto Ruy Sánchez me dijo: “Los diseñadores no leen. Pero aquí, tú diseñarás siempre y cuando hayas leído”. Este dogma me abrió un camino muy rico para realizar mi trabajo, es decir: conocer al autor, ver al que escribe como fuente de conocimiento y de experiencia, como una referencia de la forma.

Por ejemplo, elaborando el número sobre Los colegios jesuitas, compartí con Alfonso Alfaro, —otro de los pilares de Artes—, dudas de una vieja lectura sobre el concepto del pliegue que no logré comprender nunca del todo, y que yo relacionaba con el arte barroco del colegio de Tepotzotlán. Alfonso, este doctor en antropología a quien Roland Barthes acudía para resolver sus dudas históricas en Le Petit Séminaire, me ilustró ubicando su respuesta primero 25 años atrás, luego 100, después 500 años, hasta que finalmente se colocó dos siglos antes de Cristo en la línea del tiempo para desde ahí hacer su sorprendente respuesta. Otro autor conocedor de lo importante es José Luis Trueba, a quien siento como una llavecita de donde emanan con tino y benevolencia un gran caudal de historias. Muchas de las cuales, por mérito propio, llegan a buen puerto editorial.

Foto: Artes de México

Mi primer encargo para la revista fue trabajar la portada del número dedicado a Luis Barragán. En ese número, uno de los textos revisa al personaje a través de los libros marcados en su biblioteca personal, lo cual me pareció una forma muy interesante para hablar del arquitecto. Para conocer del tema, acompañé todo un día completo al fotógrafo chileno Marco Valdivia y Abel Quezada Rueda, durante una sesión fotográfica en la casa de Tacubaya, su obra maestra sin duda. Marco, quien conocía bien el recinto, sabía esperar el momento donde la luz trabaja ciertos espacios tal cual el arquitecto los tenía pensados. Luz y color fueron los elementos que estuvieron danzando ante nosotros ese día. Al final, la portada de ese número no fue una imagen de esa casa sino de la Gilardi y su pasillo de pequeños ventanales amarillos que dan a un patio central. Una forma de luz y color.
En ese mismo número, se publica un fragmento del discurso que Barragán escribió cuando le otorgaron el premio Pritzker -el Nobel de la arquitectura que da la fundación Hyatt- en 1980. En ese texto, se lamenta que al hablar de la profesión, las publicaciones del momento han desaparecido las palabras belleza, inspiración, embrujo, magia, sortilegio, encantamiento y también otras como serenidad, silencio, intimidad y asombro.

En la presentación de Amuletos, en la 41 Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, Alberto Ruy Sánchez también hablaba de cierta belleza, de ciertas expresiones humanas y su goce estético, no como un lujo, sino como un ingrediente en la canasta básica para la construcción de mejores momentos, de mejores mundos. El mejor de los mundos imposibles, nombró Poncho Morales a la magna exposición de Abel Quezada, en 1999, a propósito del homenajeado en esta feria.

Foto: Artes de México

En en la época de esa primera experiencia con Artes de México, yo vivía en la Roma. Era la primera vez que podía simplemente caminar de la casa al trabajo. El David cabezón de la plaza nos pensaba de reojo y mi oficina, debo decirlo, tenía mejor vista que la del Pollo y Magui: un ventanal de cinco metros de ancho, en nivel más alto hacia la Río de Janeiro.

Era 1993 y desde entonces mucho sigue igual y mucho se ha movido. Descubrir al paso las capas del pasado es un ejercicio que encuentra profundo eco en las páginas de este número, por ejemplo en el trabajo de otro romano, Alfonso Cuarón y su película Roma, de un preciosismo estético que invita al goce del recuerdo.

En su libro Introducción a Octavio Paz, Alberto explica que Paz se revisó a sí mismo y se editó. Artes de México hace eso constantemente, e inventa nuevas forma de mirar y así permanecer entre nosotros. Este número y el anterior, Amuletos, me parecen una muestra ejemplar de ese ejercicio. Una jugada arriesgada, pero ganadora.

“Queremos que sea diferente, especial” fue la solicitud que me hicieron Magui, Melinna, Miztli y Tere al inicio. “Son textos cortos, pero muy buenos, grandes autores: José Luis Trueba, Héctor de Mauleón, Pedro Tzontémoc, Rafa Vargas, Aurelio Asiain, entre otros. Hay que escoger muy bien el material gráfico. Dos cómics de Bef van estar incluidos, fotos de la peli de Cuarón, otras de Los Olvidados y fotos del Toreo de La Condesa, que en realidad estuvo en La Roma. Todos esos ingredientes y muchos más activaron ese deseo de la diferencia que no fue más que poner en página esa selección que me resultaba fascinante.

Foto: Artes de México

Lo demás fueron colaboraciones afortunadas. Además de Bef, Nuria Meléndez realizadora de la portada, que con collages fotográficos ilustra esas capas del pasado que atraviesa la colonia hasta el presente; Marco Pacheco, Bob Shalkwijk, Adam Wiseman, Pedro Tzontémoc, entre otros destacados fotógrafos develan los rincones de la colonia. Carlos Villasana, Rafael Fierro, el Modo fueron algunas de las varias fuentes de referencias y fotografías antiguas del barrio; Miztli Meléndez tenaz en la investigación iconográfica; Melinna Guerrero, Alberto Plancarte y Lucía Rueda en la estructura y la redacción; Tere en el orden institucional; Alejandra Céspedes y Adriana Rodríguez en el diseño. Y Magui y Alberto en el todo, en el antes y en el ahora.

No hay mucho más que los caprichos de este humilde diseñador: circulitos con degradados para enmarcar capitulares y remates, el verde lo escogieron Melinna, Miztli y Nuria por cierto, (yo siempre voy por el rojo), inicios de párrafo preferentemente al inicio de una columna, sin sangría, la primer palabra subrayada y en verde, al igual que la primer letra del primer apellido de los autores. En fin, preciosismos para apostar a la diferencia.
Gracias por haberme invitado, ha sido un gusto.

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