Los mitos históricos de los mexicanos, entre la idealización de Porfirio Díaz y el 68

15/09/2014 - 12:00 am
La historia contada con un lenguaje ameno. Foto: Especial
La historia contada con un lenguaje ameno. Foto: Especial

Ciudad de México, 15 de septiembre (SinEmbargo).- No hay modo aún de que gran parte de la ciudadanía mexicana aprenda a ver a Porfirio Díaz (1830-1915), que ejerció el cargo de presidente en nueve ocasiones, como lo que fue, un dictador que traicionó su propio principio de no reelección y gobernó la nación con un profundo sentido de autocracia.

La paz y el desarrollo durante las tres décadas de “su reinado” fueron los de los cementerios, según el historiador Alejandro Rosas, pese a lo cual es todavía un gobernante muy bien valorado por gran parte de la población.

La herida del ’68 que va más allá de la masacre de Tlatelolco no cierra y es otro de los mitos históricos en los que México no deja de pensar y que ha llegado hasta nuestros días con la fuerza de un enigma. ¿Cuántos fueron los que murieron? ¿Quiénes los mataron? ¿Cuántos se salvaron?

Pero la historia de México es mucho más y tiene todavía mucho que decir y el citado Alejandro Rosas, junto a su colega Sandra Molina, ha encontrado una nueva manera de contarlo.

Los historiadores Alejandro Rosas y Sandra Molina encontraron una nueva manera de contar la historia de México. Foto: Antonio Cruz, SinEmbargo
Los historiadores Alejandro Rosas y Sandra Molina encontraron una nueva manera de contar la historia de México. Foto: Antonio Cruz, SinEmbargo

El segundo volumen de Érase una vez México (Planeta) hace un recuento sucinto sobre los hechos más relevantes de la Independencia a la Revolución mezclando sentido del humor con rigurosidad histórica, en una especie de antimanual que sin duda será de gran utilidad para los estudiantes y de mucho goce para los amantes del tema.

La obra describe un periodo del país que abarcó una guerra de Independencia, una monarquía, varios golpes de Estado, la promulgación de una república, la pérdida de la mitad del territorio, la exclusión de la Iglesia del poder, la batalla entre liberales y conservadores, otra intervención, otro imperio, un dictador y el inicio de un nuevo conflicto armado: la Revolución.

Al narrar el inicio de la lucha de Independencia, por ejemplo, los autores plantean las teorías sobre la creación del estandarte que identificó al movimiento.

Una de ellas dice que el cura Miguel Hidalgo tomó un óleo de la Virgen de Guadalupe del Santuario de Atotonilco y tras colocarlo en un asta gritó: ¡Viva nuestra Madre Santísima de Guadalupe!, una segunda versión, sin embargo, asegura que mientras Hidalgo y sus hombres de confianza tomaban chocolate en la casa cural de Atotonilco, un hombre de la tropa hizo el estandarte, lo que provocó un griterío. Al ver la reacción de euforia, apoyó a la imagen, Hidalgo entendió su valor y lo adoptó como propio.

Los escritores repasan cómo, tras la caída del segundo imperio y la muerte de Juárez, Díaz logró apoderarse de la silla presidencial durante 31 años, un periodo en el que promovió la paz y el progreso a costa de los derechos civiles.

Lo interesante de Érase una vez México 2 es que Sandra Molina y Alejandro Rosas han logrado contar la historia de nuestro país echando mano de un lenguaje divertido y ameno, en una escritura a cuatro manos.

“No es fácil lograr eso, pero tenemos casi ocho años de trabajar juntos, nos conocemos bastante bien y hacemos buena mancuerna”, dice Sandra Molina, coordinadora editorial de La Vaca Independiente y autora de 101 villanos en la historia de México (2008) y Charlas de café con Ignacio Allende (2009).

“Lo importante es que no renunciamos al rigor. No hacemos obviamente investigación de archivo, porque no da tiempo, pero sí creo que hay un cambio fundamental en el lenguaje porque lo que queríamos es demostrar que la historia puede ser mucho más amable, porque la vida en general tiene momentos amables”, dice Alejandro Rosas.

Nacido como Sandra Molina en ciudad de México, Rosas ha escrito Mitos de la historia mexicana (2006), Sangre y fuego (2009), 365 días para conocer la historia de México (2011) y 99 pasiones en la historia de México (2012).

Para la historiadora Sandra Molina, el Grito marca nuestro reencuentro como ciudadanos mexicanos. Foto: Antonio Cruz, SinEmbargo
Para la historiadora Sandra Molina, el Grito marca nuestro reencuentro como ciudadanos mexicanos. Foto: Antonio Cruz, SinEmbargo

–Sandra, ¿un historiador vive distinto el 15 de septiembre?

–Alejandro Rosas sí, porque lo llaman todo el día de las radios y televisoras para preguntarle cosas sobre las fiestas patrias (risas). Creo que sí lo entendemos un poco diferente, porque al haber investigado más sobre algunos temas, hemos superado algunos resentimientos o complejos que solemos tener como mexicanos. No nos pega tanto por ejemplo el odio hacia los españoles, pero de todas maneras es una fecha que nos emociona. Es una fecha que va más allá del tequila y del pozole.

–(Alejandro Rosas) Sea el presidente que sea, te voy a confesar que siempre me conmueve la ceremonia del Grito. Es el momento en que se me enchina la piel, la verdad. Es una ceremonia que no tiene nada que ver con los partidos políticos. Es cierto que estos últimos años han sido muy difíciles para nuestro país, pero siempre tiene un sentido dar el Grito. En Érase una vez México contamos el Grito de 1864. Mientras Maximiliano está feliz en Dolores, Guanajuato, Juárez, con sus cuatro o cinco ministros, está en el desierto de Durango y frente a una fogata se echa una oración cívica, prometiendo luchar hasta morir porque lo que está en juego es la independencia de México.

–¿Una razón para dar el Grito en 2014?

–(AR) Porque es el reflejo de la identidad de los mexicanos. El Grito es del pueblo, es de la sociedad.

–(Sandra Molina) Dar el Grito es un asunto personal que tiene que ver con reencontrarse como ciudadano mexicano.

–¿Cuál es el menú adecuado para esperar el Grito?

–(AR) Me compraría primero Érase una vez México 2 (risas), porque siempre es bueno leer sobre nuestra historia. Luego un tequila Herradura reposado que es el que generalmente tomo, acompañado por pambazos. ¡Me encantan los pambazos! Dspués, por supuesto, el pozole. Por cierto, siempre me gusta contar en estas fechas que el pozole, en tiempos de los aztecas, se hacía con carne humana. Lo cuento para arruinarle el cuchareo a los mexicanos (risas)

–(SM) Para mí, un tequila Don Julio 70, que es el que me gusta. Como menú, mole verde, con un arroz a la mexicana y unas tostaditas.

PREGUNTAS A QUEMARROPA

–Como historiadores, ¿pudieron prever el regreso del PRI al poder?

–(AR) Sí, la transición llegó en el 2000, cuando había muchas esperanzas. Pero cuando empiezas a ver lo mal que lo hace el PAN, un partido político que fue excelente en la oposición pero pésimo en el gobierno, te das cuenta de que se viene el PRI. El PAN quedó en las elecciones de 1999 como venado relampagueado, no estaba preparado para ganar y luego ejercer el poder en México.

–(SM) Por otro lado, la otra oposición no estuvo a la altura. Era el momento para que la izquierda mexicana dejara de ser tan retrógada y marcara el camino de la alternancia hacia el otro extremo, pero desafortunadamente no fue así.

–¿Creen que la sociedad mexicana creció mucho más rápido que su clase dirigente?

–(AR) Absolutamente. La clase política mexicana de hoy es la misma que la del siglo XX. No han cambiado las generaciones, se reciclan. La sociedad mexicana, en cambio, ha ido evolucionando. De todas maneras, no nos podemos desprender de los caudillismos. Al siglo XIX lo podemos explicar mediante tres nombres: Santa Anna, Juárez y Porfirio. En nuestros días, la oposición de izquierda que pudo haber sido una alternativa, terminó siendo encabezada por un caudillo, Andrés Manuel López Obrador. Lo que pasó recientemente en el Zócalo, por ejemplo, demuestra que en nuestra clase política hay que tener hueca la cabeza y cero sensibilidad social para ocupar con automóviles el corazón de México, donde estuvo el Imperio Azteca…es el monumento del México Virreinal…

–(SM) Además, pensando en que nadie va a reclamar. Nos subestiman como sociedad, piensan que somos tontos, realmente.

–Nos siguen tratando como menores de edad.  ¡Hicieron un pinche estacionamiento en donde era el centro del universo para los aztecas!

¡Hicieron un pinche estacionamiento en donde era el centro del universo para los aztecas! Foto: Antonio Cruz, SinEmbargo
¡Hicieron un pinche estacionamiento en donde era el centro del universo para los aztecas! Foto: Antonio Cruz, SinEmbargo

–¿Por qué seguir escribiendo sobre México, qué cosas más hay para decir?

–(SM) Porque debemos reinterpretar muchos hechos históricos. Debemos deshacernos de resentimientos, complejos y todos estos juicios de valor que venimos cargando desde tiempos inmemoriales, para poder encontrarse con un Benito Juárez o un Porfirio Díaz de carne y hueso. Se trata de propiciar una manera de redescubrir la historia mexicana.

–(AR) Coincido plenamente con Sandra y diría en este punto que a los mexicanos nos pesa demasiado la historia. No podemos seguir siendo una sociedad que pelea con las banderas del siglo XIX. Las cosas se dieron en sus propios contextos, en el cardenismo, en la Revolución…Hay una polarización que con respecto a la reforma energética, por ejemplo, te obliga a estar con Lázaro Cárdenas o contra Lázaro Cárdenas, cuando la realidad es que no sabemos cómo obraría Cárdenas en estos tiempos. La expropiación del petróleo fue en 1938. Benito Juárez no sería del PRD, otro ejemplo. Por eso es necesario traer la historia a la luz, para dar a conocer los contextos en que se generaron los distintos episodios.

–Hay ciertas corrientes antropológicas que dicen que hay en nuestra sociedad un gen del mal que viene desde hace tiempos inmemoriales…

–(SM) Bueno, si es así, estará en todas las sociedades no sólo en la mexicana

–(AR) Cuando Sandra escribió su libro de villanos una de las cosas que decíamos es que ni siquiera eso lo hacemos bien. Nuestro villano histórico es Victoriano Huerta y ahí sí se ensaña, corre sangre, pero asesina a Madero, a 100 periodistas y muchos políticos opositores. Él sí fue un malo malo, pero sacando a Huerta, ¿dirías que Iturbide fue malo o fue un ambicioso? ¿Fue malo Salinas o fue un corrupto?

–Tal vez Felipe Calderón fue el malo de nuestros tiempos

–(AR) ¿Dirías que fue malo de Malolandia? No sé, creo que fue más ignorante que malo. No encuentro en la historia de México a muchos malos que actuaran con alevosía. El Negro Durazo era siniestro, pero ¿Santa Anna, Porfirio Díaz?, no los veo malos.

–¿Gustavo Díaz Ordaz?

–(AR) Corrió mucha sangre durante su mandato y eso la historia se lo tiene que cobrar, pero no creo que haya sido por ejemplo un Pinochet. No supo qué hacer con las ideas democráticas de la juventud, pero no había esa idea de echarlos desde un avión al río como hizo la dictadura argentina.

 

Sandra Molina y Alejandro Rosas ya preparan la tercera parte de Érase una vez en México. Foto: Antonio Cruz, SinEmbargo
Sandra Molina y Alejandro Rosas ya preparan la tercera parte de Érase una vez en México. Foto: Antonio Cruz, SinEmbargo

–¿Cuáles creen que son los mitos históricos de los mexicanos?

–(SM) Creo que muchos están cazados con los héroes de bronce. Ese Benito de Juárez que de tan perfecto nos lo pintaron que hasta mal nos cae. No es posible que sea tan perfecto. Poco le falta para ser Dios. Ese dictador Porfirio Díaz, tan malo. Hay mucho romanticismo alrededor de mitos como el de los niños héroes, por ejemplo.

–(AR) Añoramos la paz porfiriana, pero esa paz se consiguió con un gran derramamiento de sangre. Si te agarraban robando, ahí te fusilaban. No había derechos civiles. Añoramos una dictadura y nadie quiere aceptar eso. Porfirio Díaz fue un dictador, de eso no cabe duda. De Francisco I. Madero hay que rescatar cómo él llegó a pensar que los mexicanos podíamos ser moralmente mejores, no que era un mártir o un espiritista. El ’68 también levanta mucha ámpula, pero a pesar de ello no hemos podido contabilizar muertos. En el mausoleo de la Plaza de las Tres Culturas hay mención de 43 muertos, pero se habla del 2 de octubre como de un genocidio, ¿quiénes, cuántos, son los muertos? Para mí las matanzas de la Guerra del Narco, con fosas que contenían más de 50 cadáveres, fueron mucho más que las del 2 de octubre. Pero no lo sé, nadie lo sabe. Nadie se ha tomado el trabajo de decirnos: A ver, estos son los desaparecidos, estas son las madres, estos los muertos.

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
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