Rubén Martín
15/09/2024 - 12:03 am
AMLO: retiro o maximato
“La sucesión es tan peculiar que contrasta notablemente con otras transiciones de poder. Las giras conjuntas entre López Obrador y Claudia Sheinbaum, más las prisas para sacar la agenda de reformas propuestas por el actual Presidente, entre ellas la del Poder Judicial, no tienen precedentes en otros cambios de poder. Esta peculiar sucesión ofrece motivos para pensar en la tentación del maximato”.
A dos semanas de dejar el cargo como Presidente de México, persiste en la opinión pública el debate sobre si Andrés Manuel López Obrador efectivamente se retirará de la vida política del país en su rancho La Chingada en Palenque, Chiapas o si, por el contrario, seguirá utilizando el poder detrás del trono y por lo tanto ejercerá una suerte de maximato sobre la próxima Presidenta Claudia Sheinbaum Pardo.
El maximato, como se sabe, es el periodo de la vida pública del país en la que el expresidente y jefe de la facción triunfadora de la Revolución mexicana, Plutarco Elías Calles, ejerció el poder real detrás de los presidentes Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio, y Abelardo L. Rodríguez entre el 1 de diciembre de 1928 al 1 de diciembre de 1934, cuando llegó a la Presidencia Lázaro Cárdenas del Río y obligó al Jefe Máximo a exiliarse de facto en San Diego, California.
A partir de esa decisión política de Lázaro Cárdenas, con un ejercicio de fuerza y de autoridad, todos los presidentes de la República en la era dorada del PRI (antes PNR y PRM) ejercieron a plenitud el poder durante su periodo de seis años de Gobierno. Eran los jefes máximos no solo del partido hegemónico, sino además ejercían el poder real en los tres poderes públicos del país: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Pero una vez terminado su periodo, desaparecían de la vida pública.
La tentación del maximato volvió a presentarse en el relevo presidencial de 1994 cuando después del asesinato del candidato priista Luis Donaldo Colosio, el entonces mandatario Carlos Salinas de Gortari impuso como sucesor a Ernesto Zedillo Ponce de León. Zedillo era un miembro gris del Gabinete de Salinas y se pensó que este último seguiría ejerciendo el poder, después de dejar la Presidencia. Pero apenas asumió como titular del Poder Ejecutivo, Zedillo impuso límites, detuvo a Raúl Salinas, hermano del expresidente, y prácticamente obligó al exilio a Carlos Salinas, primero en Cuba y después en Irlanda.
Ahora, en la primera sucesión en un Gobierno emanado de un supuesto de izquierda, se presenta una situación inédita que no surge del rompimiento sino de la continuidad de un proyecto, el de la Cuarta Transformación emprendida por Morena, el actual partido hegemónico en México.
La sucesión es tan peculiar que contrasta notablemente con otras transiciones de poder. Las giras conjuntas entre López Obrador y Claudia Sheinbaum, más las prisas para sacar la agenda de reformas propuestas por el actual Presidente, entre ellas la del Poder Judicial, no tienen precedentes en otros cambios de poder. Esta peculiar sucesión ofrece motivos para pensar en la tentación del maximato.
Andrés Manuel López Obrador ha anunciado que tras el término de su mandato el próximo 30 de septiembre, se retirará de la vida pública del país y se irá a vivir a su rancho La Chingada, en Palenque. Públicamente ha sostenido que no dará entrevistas, que no recibirá a nadie en su rancho y que no dará instrucciones políticas de ninguna índole ni en su partido ni en el Gobierno de su sucesora.
Pero muchos dudan de estas aseveraciones, entre otras cosas porque López Obrador se va con un alto nivel de aprobación con 71 por ciento. La otra es que es el Presidente que más poder ha concentrado y ejercido desde las épocas de los fuertes mandatarios emanados del PRI. Y los más maliciosos sostienen, incluso, que a López Obrador el encanta ejercer el poder, por lo que dudan de su declaración de que se retirará de la vida pública solamente a dedicarse a leer y escribir libros de historia, y que seguirá ejerciendo el poder detrás del trono, imponiendo de esta manera un maximato sobre el Gobierno de la doctora Claudia Sheinbaum.
Si estas fueran las verdaderas y oscuras intenciones de López Obrador, no le sería difícil, pues bastaría una llamada, una conversación o una instrucción a alguno de sus principales operadores, como su hijo Andrés López Beltrán, que se alista para ser dirigente de Morena, o de Adán Augusto López, coordinador de los senadores oficialistas y paisano de López Obrador, para seguir mandando.
Pero quienes creen que habrá maximato pierden de vista dos cosas: la singularidad de López Obrador como dirigente político y la formación política y el carácter personal de Claudia Sheinbaum. Si uno se atiene a la trayectoria de López Obrador, a pesar de sus notables defectos, se puede ver que anticipa y cumple con sus propósitos políticos. Y a pesar de que pudiera ser tentados seguir ejerciendo el poder, sabe que es más útil al proyecto político que ha encabezado hasta ahora, si se retira de la política y deja el mando presidencial y político a su sucesora que fue legítimamente elegida. Y de otro lado, Claudia Sheinbaum ha demostrado su propio carácter que no aceptaría imposiciones por encima del mandato que ha recibido.
A pesar de lo tentadora que es la opción de que el actual Presidente ejerza un maximato, hay suficientes elementos de la realidad política para afirmar que estamos asistiendo a las dos últimas semanas de López Obrador en la vida pública del país. En lo más alto de su poder político, se retira voluntariamente a La Chingada, en el lugar donde decidió vivir el resto de su vida y no el lugar a donde muchos mexicanos quisieron mandarlo.
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