El hambre "a ciegas" de las ciudades

20/12/2015 - 3:10 pm

Esa "ceguera" nace de los miles de kilómetros de distancia que habitualmente separan la producción del consumo de comida, concentrado esto último en unos centros urbanos que no paran de crecer.

El hambre no sucedía en las primeras ciudades de Mesopotamia. a. Foto: Cuartoscuro
El hambre no sucedía en las primeras ciudades de Mesopotamia. a. Foto: Cuartoscuro

Roma, 19 dic (EFE).- Todos los días más de la mitad de la población mundial come o al menos lo intenta en las ciudades, que han acabado configurándose como los grandes surtidores de unos alimentos que no se ve de dónde provienen.

Esa "ceguera" nace de los miles de kilómetros de distancia que habitualmente separan la producción del consumo de comida, concentrado esto último en unos centros urbanos que no paran de crecer.

¿Dónde está el límite de las ciudades, que por primera vez en 2014 superaron a las zonas rurales en número de habitantes sumando 3 mil 900 millones de personas? Es lo que se pregunta la arquitecta británica Carolyn Steel.

"La alimentación no es visible a primera vista porque viene de otra parte", explica la también autora del libro La ciudad hambrienta durante un seminario celebrado esta semana en la capital italiana.

Eso no pasaba en las primeras ciudades de Mesopotamia, allá por el 3 mil 500 a.C., cuando el grano era el sustento de la dieta y se distribuía en esos núcleos de forma centralizada.

Algo cambió con el Imperio romano. Entonces hubo que buscar los nutrientes lejos de Roma y transportar las materias desde la península Ibérica, Egipto y otras zonas conquistadas.

Según Steel, siglos después los alimentos siguieron llegando a través del agua a ciudades como Londres y la invención del ferrocarril en el siglo XIX no hizo más que impulsar un proceso que se volvió desde el punto de vista político "incontrolable": las urbes comenzaron a expandirse a lo grande y el flujo de alimentos se tornó "invisible".

La arquitecta apunta a la industrialización como un factor clave. Los excedentes de grano -señala- se emplearon para alimentar a los animales y el consumo de carne en los países industrializados se disparó, con el inevitable cambio en la dieta. La comida dejó de valorarse como antes.

Desde entonces "se ha logrado la fantasía de los alimentos baratos externalizando los costes", asegura la experta, que recuerda que el actual sistema tiene consecuencias como la pérdida de un tercio de los alimentos, problemas de obesidad para 2 mil millones de personas y la migración semanal de 1.4 millones de individuos del campo a la ciudad.

El mundo en desarrollo también se ha sumado a esta tendencia y para 2050 se espera que más la mitad de la población urbana mundial se concentre en Asia y África.

Solo en China habrá 221 urbes de más de un millón de habitantes, lo que obligará -agrega la británica- a seguir explotando los recursos en otras partes para aumentar la producción.

Y mientras la actividad "oculta" se realiza, por ejemplo, en granjas industriales o mediante el acaparamiento de tierras, al otro lado de la cadena queda la imagen "deshumanizada" que, a ojos de la británica, proyectan los paquetes y cajas de alimentos que se venden en los supermercados del extrarradio de las ciudades.

Es la "gran transformación urbana", en palabras del asesor de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO) Gary Howe, para quien lo novedoso es que la urbanización ha llegado a países antes considerados pobres, ofreciendo posibilidades de trabajo más productivas que en el campo.

En su opinión, el consumo de alimentos está determinado por el nivel de ingresos y las condiciones de acceso dentro de un sistema que se mueve por intereses muy diferentes, en medio del poder creciente de supermercados y grandes cadenas.

Junto al crecimiento de las ciudades, no obstante, va parejo un aumento de la desigualdad y si en 1990 un total de 650 millones de personas vivían en barriadas, el año pasado la cifra subió a 863 millones, de acuerdo a datos de Naciones Unidas.

Los pobres urbanos "no se pueden permitir alimentos de calidad", dice Howe, por lo que recomienda políticas de integración que aborden los sistemas de protección social, el trabajo informal y la producción a pequeña escala con el objetivo de que la dieta de esas personas no se reduzca a "grasas, azúcar y sal".

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