Artes de México

Chocolate III Una caja de saberes

16/01/2022 - 12:00 am

La fascinación por el chocolate ha inspirado los varios números de Artes de México. Quienes se han acercado a ellos se han convertido en conocedores de su significado y su valor. Quizá han logrado saciar la sed por descubrir el origen y la cultura de este regalo único que dio México al mundo.

Por Margarita de Orellana

Ciudad de México, 16 de enero (SinEmbargo).- La palabra chocolate nunca ha dejado de ser un imán que alborota los sentidos de quien la escucha. Es sorprendente ver el efecto multisensorial que causa en los demás al pronunciarla. La expresión de la cara y los ojos se transforman, brillan. Se alcanza a escuchar cómo la boca se llena de saliva y surge un deseo compulsivo por ingerirlo. Pero se vuelve más apremiante cuando nos encontramos en un lugar frío u hostil: caminando por un bosque invernal, o por una calle nevada. Por fortuna hoy es un alimento que está al alcance de muchas personas brindando siempre un tipo especial de placer y a veces alivio.

Esta fascinación ha despertado los dos números anteriores de Artes de México sobre el chocolate. Quienes se han acercado a ellos se han convertido en conocedores de su significado y su valor. Quizá han logrado saciar la sed por descubrir el origen y la cultura de este regalo único que dio México al mundo. Sin embargo, parece un tema inagotable. Nunca dejamos de descubrir nuevas historias, leyendas, secretos. Este ejemplar nos permitirá explorar aspectos que van a enriquecer lo que han aportado los números anteriores. Y quizá se vuelva un referente más para quienes se han vuelto apasionados en el tema. En esta ocasión daremos saltos vertiginosos en el tiempo.

El pasado prehispánico aún proporciona datos insospechados sobre el cacao. Foto: Artes de México

Nos hemos regresado al pasado prehispánico porque aún proporciona datos insospechados sobre el cacao. Salvador Reyes Equiguas, por ejemplo, habla del recibimiento que los viejos habitantes de Aztlán y la diosa Coatlicue hicieron a este suntuoso elíxir traído por un grupo de aztecas como ofrenda. Estos hombres, sobrios y pacíficos, desconocían el cacao, fruto que formaba parte de la economía de guerra del nuevo imperio mexica. Por otra parte, la antropóloga Anahí Luna reflexiona con nosotros sobre un descubrimiento realizado en Xochicalco. Se trata de una escultura imponente que ella propone llamar hombre-cacao y que lleva lianas con hojas y mazorcas de esa planta enlazadas a su cuerpo. Esta presencia parece abrir la puerta a una historia enigmática que los especialistas de esa zona irán desentrañando.

De Xochicalco nos trasladamos a la Guatemala de los siglos XVII y XVIII, donde la magia, los ritos y las curaciones eran una parte esencial de la vida cotidiana. Martha Few, autora de este texto, nos habla de pócimas de cacao que eran preparadas exclusivamente por mujeres y que algunas veces incluso las llevaron hasta la Santa Inquisición. El color oscuro y la textura de esta bebida permitían disimular fácilmente polvos, hierbas y fluidos del cuerpo femenino con el fin de controlar o vigorizar la sexualidad masculina. Entre los mayas chortíes, en el Oriente de Guatemala, se llevan a cabo cultos agrarios donde el chocolate aún tienen un papel preponderante. Johanna Kufer, Nikolai Grube y Michael Heinrich nos introducen a estos rituales, lo mismo que a la dimensión curativa del cacao que difiere mucho de los usos que los ladinos de la misma región hacen del chocolate.

Martha Few, autora de este texto, nos habla de pócimas de cacao que eran preparadas exclusivamente por mujeres. Foto: Artes de México

Más adelante exploramos momentos literarios sobre el cacao entre América y Europa. Jorge Betanzos rescata algunos episodios chocolateros de los siglos XVIII y XIX, y José Luis Trueba nos dice que, durante el XIX, hubo casi una competencia entre chocolatómanos y cafeinómanos. El chocolate representaba a la clase conservadora frente a los liberales que se habían acostumbrado al café. En el siglo XXI debemos redefinir esta rivalidad porque existen las dos adicciones cuyas fronteras se entrecruzan constantemente. En ciertos países de Europa se sirve el café siempre con una tabletita de chocolate oscuro y la conjunción resulta deleitable.

Los siguientes textos son “divagaciones”, como las llama Rafael Vargas, quien se pregunta por qué en la literatura mexicana aparecen tan pocas imágenes o situaciones relacionadas con el chocolate. El último relato es la memoria de infancia de Guadalupe Loaeza y su cotidiana costumbre de llevarse un chocolate a la boca. Además, nos confiesa cómo sigue perseguida por remembranzas de chocolate. Si tuviéramos que comparar este ejemplar, lo haríamos con una caja de chocolates donde cada texto tiene su sabor y saber. Nuestros lectores, además de acceder a aspectos del chocolate que no se habían tratado, podrán disfrutar el sabor que todos destilan.

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