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Leticia Calderón Chelius

16/04/2021 - 12:02 am

El que huye no merece desprecio

El incremento del despliegue militar manda el mensaje de que los migrantes son invasores en lugar de personas huyendo, lo que desvirtúa la dimensión del drama humano detrás de este flujo intempestivo de los últimos meses y lo que sabemos seguirá ocurriendo a lo largo del año.

Tal vez si el centro del problema se ubica en que la seguridad generalizada es una urgencia para todos, no solo para los locales sino que incluye a los migrantes, solo entonces, actualizaremos nuestra forma de entender la migración a través de México. Foto: Omar Martínez, Cuartoscuro.

Llegó el momento de cambiar el discurso público sobre la migración. Bajo los parámetros y lugares comunes con que se aborda el proceso migratorio en México no hay forma de entender que estamos en un punto de inflexión histórico. No podemos seguir discutiendo sobre el proceso migratorio como quienes discuten sobre enfermedades crónicas en lugar de reconocer sus causas y el impacto en las personas y en las sociedades, seguimos discutiendo cómo y dónde acomodar las medicinas. En medio de un naufragio a nadie le importa si está bien peinado.

Luego de un año de una baja movilidad de las personas debido a la COVID-19, era previsible que repuntara el flujo migratorio en cuanto bajaran las restricciones y se diera cierto equilibrio en los contagios, que sabemos, no es algo dado sino que puede incrementarse en cualquier momento, pero que por ahora, muestra cierta tendencia a la baja, lo que a su vez propiciará, ni lo duden, mayor movilidad de las personas. Sabemos que el discurso del nuevo Gobierno de Estados Unidos generó una esperanza de cambio sobre la política migratoria de ese país que movilizó a miles de personas de la región Centroamericana y México esperando poder migrar. Ya sabemos que muy pronto la estrategia del Gobierno de Biden quedó rebasada, se volvió golpeteo partidista entre demócratas y republicanos y la nueva administración decidió cerrar la puerta y volver a una política restrictiva y disuasiva para quienes han decidido emprender la marcha hacia el país del Tío Sam. Y aunque se ha desplegado una campaña en medios de comunicación e incluso en palabras de la Comisionada para atender la región fronteriza, Roberta Jacobson, pedirles literalmente que no vayan a ese país, que no es tiempo, que no hay condiciones para recibirlos, “la gente no escucha razones”. Tal parece que les suenan más prometedores los argumentos de los traficantes de personas que aseguran que eventualmente podrán llegar a Estados Unidos, escapar de la violencia y reunirse con sus familiares ya establecidos en aquel país que lo que digan las autoridades. Esta narrativa adquiere sentido para los vendedores de esperanzas, muchos de ellos gente sin escrúpulos, que animan a sus clientes a seguir migrando pese a los riesgos. El caso del niño nicaragüense abandonado en el desierto que después de penurias indescriptibles fue rescatado y llevado a un albergue en Estados Unidos es solo uno de cientos de casos dramáticos que se vuelva botón de muestra de esta experiencia. La madre apareció después de una odisea igualmente espeluznante que la de su pequeño hijo, pero a pesar de lo dramático del caso, la joven mujer anunció sonriente en televisión que será recibida para solicitar asilo político en ese país. El caso se volvió viral y la mejor publicidad de que, pese a todo, migrar puede tener un final feliz y alcanzar el sueño americano.

Apenas hace unos días en México se anunció el incremento de miembros de la Guardia Nacional para blindar la frontera sur del país. Si el objetivo es resguardar a la población vulnerable, sobre todo los niños y niñas migrantes, la realidad es que el mensaje es contrario a sus objetivos porque la imagen de personal militarizado en una misión de salvamento solo parece ocurrir en situaciones bélicas y no es el caso. El incremento del despliegue militar manda el mensaje de que los migrantes son invasores en lugar de personas huyendo, lo que desvirtúa la dimensión del drama humano detrás de este flujo intempestivo de los últimos meses y lo que sabemos seguirá ocurriendo a lo largo del año.

El cambio de narrativa sobre la migración debería partir de un hecho central: la migración no va a parar ni mucho menos se va a poder gestionar solamente de acuerdo a las necesidades del mercado que insiste en que sea regular y ordenada. Pero la migración sí puede ser segura, ya que eso depende de que el escenario por el que cualquiera transita lo sea. Tal vez si el centro del problema se ubica en que la seguridad generalizada es una urgencia para todos, no solo para los locales sino que incluye a los migrantes, solo entonces, actualizaremos nuestra forma de entender la migración a través de México.

 

Leticia Calderón Chelius
Dra. Leticia Calderón Chelius Es profesora Investigadora del Instituto Mora. Doctora en Ciencias Sociales por FLACSO y maestra en Sociología de la UNAM. Es Miembro de la Academia Mexicana de Ciencia y del Sistema Nacional de Investigadores (S.N.I).

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