Ciudad de México, 16 de junio (SinEmbargo).- En el mundo editorial, sobre todo al que atañe a la realización de revistas, los grandes batacazos son la excepción y no la regla. A menudo, las publicaciones periódicas se sostienen por haber alcanzado un nivel satisfactorio para los lectores asiduos y generar en la medida que se pueda material capaz de atraer nuevos cultores de sus páginas.
Que sean la excepción no implica que si no existieran esas “bombas” de portada que de vez en cuando ponen a la revista en cuestión en la boca de propios y extraños estuviera garantizada de todos modos la supervivencia de la publicación. Al contrario, esos fenómenos resultan necesarios para que el medio cobre de cuando en cuando un impulso renovado que justifique su papel de relevancia en el competido universo editorial.
En nuestros tiempos, las redes sociales y las nuevas tecnologías parecen haber desplazado en forma definitiva el gusto por las revistas. No hay editor con el que uno hable sobre el tema que no se queje amargamente porque ahora “la gente ya no lee revistas”, un estado de las cosas que hace todavía más sorprendente un hecho como el acontecido recientemente por la famosa Vanity Fair, cuando decidió poner en la cubierta Caitlyn Jenner, antes Bruce Jenner.
Se trata de una fotografía realizada por la célebre Anne Leivobitz, con un estilo a cargo de la editora de estilo de la publicación, Jessica Diehl y que muestra al padrastro de las hermanas Kardashian y uno de los atletas más relevantes en la historia del deporte estadounidense portando un corsé color crema y el cabello suelto, en una pose sensual.
Con ello, el ex campeón olímpico de decatlón, actor y celebridad televisiva, dio cuenta de su transformación de hombre a mujer, un paso que decidió dar a los 65 años luego de vivir, como contó en una entrevista concedida a la cadena ABC, una existencia solapada en la que siempre sintió la necesidad de cambiar de género.
Considerado “el hombre 10”, un deportista perfecto, ganador del oro en su especialidad en los Juegos Olímpicos de Montreal 1976, fue prácticamente un héroe para la sociedad estadounidense de la época, atribulada por la Guerra Fría con la entonces Unión Soviética y la derrota en Vietnam.
Su popularidad y prestigio lo convirtieron en una figura adorada por públicos diversos.
Fue el primer deportista en diez años en aparecer en la caja de cereales Wheaties, símbolo de la relevancia nacional en aquel momento. Formaba parte de la élite deportiva del país junto al jugador de baloncesto Kareem Abdul-Jabbar y el golfista Jack Nicklaus.
Para las nuevas generaciones, en cambio, Jenner era reconocido por ser el padrastro permisivo, distraído y bonachón en el show televisivo Keeping Up with the Kardashians, que transmite el Canal E!.
Hasta que decidió transformarse y cumplir con ello con sus aspiraciones más íntimas, en un proceso que costó 4 millones de dólares y que incluyó uso de hormonas y operaciones estéticas varias.
Jenner, que afirma que no es gay y que atraen aún las mujeres, quiere aprovechar su celebridad para ayudar a los transexuales, un colectivo cuyo reconocimiento no ha avanzado a la misma velocidad que el de gays y lesbianas, según su punto de vista.
La iniciativa no ha hecho más que generar simpatía y apoyos por parte no sólo del colectivo al que va dirigido, sino también por las personas en general que consideran un acto de valor admirable el gran paso que dio la ahora llamada Caitlyn Jenner, entre ellas los propios hijos del ex atleta y las famosas ex tenistas Billie Jean King y Martina Navratilova.
“Has vuelto a ganar la medalla de oro. Estoy a tu lado en este viaje. Te quiero, papá”, escribió en Instagram su hijo Brody Jenner.
Recientemente, Tel Aviv convocó a Caitlyn Jenner como invitada de honor del desfile del orgullo gay, para que ejerciera como “embajadora de la comunidad transgénero” el pasado 11 de junio, donde reinó la cantante y drag queen austríaca Conchita Wurst.
Caitlyn no fue a Israel, pero las 180 mil personas que asistieron al desfile aplaudieron su coraje cuando Wurtz le dedicó la marcha.
“Lo que Caitlyn ha hecho es un ejemplo magnífico para todos los transexuales del mundo. Espero que así se ponga fin al estigma”, dijo Conchita, de 26 años.
EL FENÓMENO VANITY FAIR
Para la revista Vanity Fair, de sociales y política, publicada en los Estados Unidos desde 1913, el reportaje con Caitlyn Jenner en portada resultó un verdadero fenómeno de ventas y un enorme crecimiento en las redes sociales que puso a la marca en las nubes del interés público mundial.
Facebook, Twitter, Instagram, YouTube y, en algunos casos, Google+, fueron los sitios donde la publicación incrementó su participación en forma ostensible y nunca antes vista.
Apenas una hora después de anunciarse el reportaje escrito por Buzz Bissinger, periodista ganador del Premio Pulitzer y dar a conocer la portada el pasado 6 de junio, la cuenta de Twitter con el nombre Caitlyn Jenner, creado por Vanity Fair, sumaba 1.9 millones de seguidores y cuatro días después tenía 2.370.000 “followers”. También acumuló 1.5 millones de seguidores en Instagram.
Graydon Carter, el editor de la revista desde 1992, fue el primer sorprendido por el fenómeno.
“Sabía que iba a ser algo importante, pero no me imaginaba cuán grande podía ser. Decidimos trabajar con Internet, revelando la portada antes de la salida de la revista y el resultado fue increíble”, dijo el periodista a la agencia AP.
En este contexto, Caitlyn Jenner tendrá su propio reality show a fines de julio y ya vive su nueva existencia como mujer.
Para la revista, mientras tanto, el reportaje y su éxito, además de demostrar que las portadas y las publicaciones periódicas todavía pueden generar fenómenos extraordinarios de mercado, ha servido para “legalizar” el tema de la transexualidad, sin duda tabú en tiempos pretéritos.
Como bien lo explica Guillermo Alonso, editor de la Vanity Fair España, en una columna de opinión, “el futuro es esto, es esta portada. Es ahora. El futuro consiste en que la gente sea lo que quiera ser. Bruce quería ser Caitlyn. Y ya está. No es tan difícil, ¿verdad?”.
