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Sandra Lorenzano

16/09/2018 - 12:01 am

Transformar la oscuridad

Sin duda, no hay tema más importante en la agenda nacional, si queremos salir del infierno. Los otros palidecen.

Mirna Nereida Quiñonez, del Colectivo las Rastreadoras del Fuerte, quien encontró los restos de su hijo, le dijo a López Obrador: “Señor Presidente, la paz sin justicia, no es duradera”. Foto: Diego Simón Sánchez, Cuartoscuro.

Para las queridas Tania Ramírez y Tere Carmona.

Para quienes, como ellas, buscan justicia.

Hay tal vez allá en tu paraíso un sitio

donde los cuerpos se miran de uno en uno

y el uno junto al otro como gente discreta

como cuentas de un collar o estrellas en el cielo.

Pero acá en tu tierra todo es hoy un vertedero

de cadáveres fundidos poco a poco a fuego lento

(…) sin llama —sólo humo— carne y hueso.

Así, con estos versos de Francisco Segovia [1], empezó su participación el poeta Javier Sicilia, fundador del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad y padre de Juan Francisco, asesinado en 2011, durante el Segundo Diálogo por la Paz, la Verdad y la Justicia. El diálogo, realizado el pasado viernes 14 de septiembre, reunió a organizaciones de víctimas con el Presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, y parte de su equipo de transición: Olga Sánchez Cordero, futura Secretaria de Gobernación, y Alejandro Encinas, quien ha sido designado como Subsecretario de Derechos Humanos.

“Si no se sientan las bases para una buena política de Estado en materia de justicia (…) nos hundiremos más en el infierno”, dijo Sicilia a una semana de que se encontraran los restos de 166 cuerpos en fosas clandestinas del estado de Veracruz. …acá en tu tierra todo es hoy un vertedero / de cadáveres…

“México es una fosa”, exclamó Guadalupe Aguilar, madre de un chico desaparecido, durante su participación. Más de 35 mil desaparecidos y más de 230 mil homicidios y feminicidios es el saldo sangriento de últimos dos sexenios, según cifras oficiales. [2] México es una fosa.

Sin duda, no hay tema más importante en la agenda nacional, si queremos salir del infierno. Los otros palidecen.

“Vivos se los llevaron, vivos los queremos”, “No están solos”, “Aparición con vida y castigo a los culpables”, “Ni una muerta más”, “Ni olvido ni perdón”… las voces se unen, la intensidad de las emociones crece, se mezclan la indignación, la bronca, las lágrimas, el hartazgo.

Y el dolor. Inmenso. Profundo. Infinito.

Más de mil personas de los distintos colectivos de víctimas, con las fotos de sus hijas e hijos, padres, madres, hermanos, desaparecidos, secuestrados, asesinados, colman el Salón Juárez del Centro Cultural Universitario Tlatelolco de la UNAM, en vísperas de las “fiestas patrias”. Patria doliente la nuestra, ¿qué puede celebrar la noche del grito? [3]

Una combinación de incredulidad y esperanza inunda las miradas: ¿realmente alguien va a escucharlos?, ¿realmente alguien los ayudará a encontrar a sus seres queridos o tendrán que seguir buscándolos solos, removiendo la tierra con sus propias manos?, ¿realmente se hará justicia? Ese es el principal reclamo coreado varias veces a lo largo de las casi tres horas que dura el evento: “¡Justicia! ¡Justicia!”.

En el estrado, siete madres de desaparecidos que representan a diversos colectivos leen su mensaje. Las palabras de Irinea Buendía Cortés, Mirna Nereida Quiñonez, Araceli Salcedo, Guadalupe Aguilar Jáuregui, Lucia Díaz Genao, Araceli Rodríguez Nava y Yolanda Morán Isaías, transmiten a la vez sufrimiento e indignación, pero también una completa entrega.

“Nos tocó luchar con el corazón destrozado”, expresó Lucía Díaz, del colectivo veracruzano Solecito. “La esperanza de encontrar la verdad se está perdiendo, queremos que renazca la esperanza de este México desangrado, de estas madres que lloran (…) que termine esta guerra silenciosa”, clamó, por su parte, Guadalupe Aguilar, presidenta de Familias Unidas por Nuestros Desaparecidos Jalisco. Madres valientes, madres aguerridas, madres guerreras: son nuestras Madres Coraje. “¡No están solas!”, repite el auditorio en una sola voz.

Varios irrumpen con el deseo, como ellas, de compartir su propia historia; que el futuro Presidente los escuche. Es la escalofriante polifonía del espanto.

“¡Queremos justicia, Andrés Manuel!”. “¡Ayúdeme a encontrar a mi hermano!”.

“Señor López Obrador es la última vez que lo veo, porque me van a matar. Eso me dijeron. Le pido que investigue a los policías, ¡al Gobernador!”, grita antes de caer desmayado el padre de una joven asesinada en Iguala.

“Usted no tiene idea del dolor de tener un hijo desaparecido. ¿Quiere que me hinque para que me ayude a buscar a mi hijo?”, dice una mujer entre lágrimas de desesperación.

Miles de historias: un solo dolor.

A quienes los escuchamos y acompañamos, sus palabras nos erizan la piel, nos quiebran el corazón.

¿Cómo salir de este maldito círculo del infierno creado por años y años de regímenes que han propiciado las injusticias, las desigualdades, la corrupción, la impunidad, las complicidades con el crimen organizado?

La propuesta de las organizaciones es la de “Justicia transicional” centrada en cuatro componentes: verdad, justicia, reparación y medidas de no repetición. No “amnistía” ni “perdón”, como ha planteado en otras ocasiones López Obrador. Vale la pena darle una mirada a esta explicación:

Durante décadas los gobiernos han hecho oídos sordos a los reclamos vinculados a los derechos humanos, han ignorado a las víctimas o, cuando mucho, les (nos) han dado “atole con el dedo”. No olvidemos que hace pocos días se cumplieron cuarenta años de la primera huelga de hambre iniciada por el colectivo Eureka, encabezado por doña Rosario Ibarra de Piedra, que exigía la aparición con vida de sus seres queridos asesinados o desaparecidos durante la llamada guerra sucia. [4] ¡Cuarenta años! Aunque López Obrador se refiriera el viernes únicamente a lo sucedido “desde 1983”, el Estado aún no ha dado cuenta de los muertos anteriores. ¡Ni siquiera conocemos el número exacto de asesinados durante la matanza de Tlatelolco del 2 de octubre 1968!

Sin embargo, hoy es importante reconocer que por primera vez un Presidente (o “Presidente electo” como realmente hay que llamarlo) expresa su voluntad de justicia y pacificación escuchando a las víctimas.

No creo que haya un solo mexicano ni mexicana de bien que no esté dispuesto a sumarse a este esfuerzo, aún no estando de acuerdo en otros temas con quienes asumirán el poder el 1 de diciembre. Sólo los sicarios de la muerte pueden seguir protegiendo el orden de cosas actual: el vertedero de cadáveres en que se ha convertido el país.

Lucía Díaz cita unos versos de Emily Dickinson que dicen: “La confianza en el amanecer transforma la oscuridad”. Pienso que no hay deseo más profundo ni más urgente en el México de hoy: confianza y lucha para transformar la oscuridad.

Y entonces sí tendremos algo que celebrar.

 

[1] Francisco Segovia, Al quinto sol, La Diéresis, 2017.

[2] Ver “Justicia y pacificación: gestos de esperanza” en La Jornada, sábado 15 de septiembre de 2018, p.2

[3] La noche del 15 al 16 de septiembre se conmemora “el Grito de Dolores”, con el que da inicio, en 1810, la gesta de independencia.

[4] “Madres de desaparecidos conmemoran 40 años de búsqueda de sus hijos en México” https://www.efe.com/efe/america/mexico/madres-de-desaparecidos-conmemoran-40-anos-busqueda-sus-hijos-en-mexico/50000545-3733570

Sandra Lorenzano
Es "argen-mex" por destino y convicción (nació en Buenos Aires, pero vive en México desde 1976). Narradora, poeta y ensayista, su novela más reciente es "El día que no fue" (Alfaguara). Investigadora de la UNAM, se desempeña allí como Directora de Cultura y Comunicación de la Coordinación para la Igualdad de Género. Presidenta de la Asamblea Consultiva del Conapred (Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación).

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