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Catalina Ruiz-Navarro

16/10/2015 - 12:00 am

Otra vez las fotos

Primero, una anécdota: A finales de octubre o entrado noviembre del año 2013, en Bogotá, fui invitada de nuevo como panelista al programa de debate 360º dirigido por el periodista Hassan Nassar, que se pasaba en vivo de lunes a viernes todas las noches por Cablenoticias. La verdad es que, salvo esta ocasión, siempre disfruté […]

OPINION_SE

Primero, una anécdota:

A finales de octubre o entrado noviembre del año 2013, en Bogotá, fui invitada de nuevo como panelista al programa de debate 360º dirigido por el periodista Hassan Nassar, que se pasaba en vivo de lunes a viernes todas las noches por Cablenoticias. La verdad es que, salvo esta ocasión, siempre disfruté mucho mi participación en el programa. Los otros invitados esa noche eran Rafael Guarín (abogado, ex-viceministro de Defensa de Uribe) y otro hombre cuyo nombre no recuerdo ya (pero si alguien lo recuerda, bienvenido el dato, pues creo que merece una mención con nombre propio).

Guarín entró al set preguntándome que si me gustaba su corbata. La verdad es que su corbata me era totalmente indiferente y para ser amable le contesté que me parecía “bien”. Eso vino seguido de su opinión “yo le parecía muy bonita”. A esto Hassan acotó “¡Y eso que no la ha visto en las fotos de Soho!”. Entonces el tercer invitado sacó su iPad, buscó las fotos, y mientras yo hablaba en vivo empezaron a morbosearlas fuera de cámara, haciendo zoom a la pantalla de la tablet y todo.

El problema claro, no es que vieran unas fotos que a mí también me gustan y que me tomé voluntariamente, era el momento, y el resultado fue que, con intención o no (seguro ellos les dirán que cuál era el problema, que estaban “admirando mi belleza”) me estaban desconcentrando, intimidando, tratándome como jamás tratarían a un panelista hombre y  dejándome claro que les importaban más las fotos que cualquier cosa que yo tuviera para decir.

Yo he debido parar el programa en ese momento y denunciarlos ante la audiencia, pero la verdad es que solo podía pensar “concéntrate, no te vayas a equivocar” porque si me equivocaba en vivo iba a ser “la bruta que salió en Soho”. Me daba miedo también quedar como “una histérica” o que me dijeran que “no tenía sentido del humor” en, resumen, mostrarme “débil” frente a las cámaras o que a si “daba problemas” no me volverían a invitar por “difícil”. En el corte de comerciales les dije que eso no estaba bien, pero nunca de la manera enfática y contundente en que habría querido, y Nassar secundó mi pedido, pero ya era demasiado tarde y además fue él el que trajo el tema de las fotos en primer lugar. Me acababan de agredir, me sentía observada y vulnerable, no fue sino hasta que llegué a mi casa que entendí la dimensión de lo que había pasado: machismo naturalizado, matoneo en vivo por motivos de género, y sí, discriminación.

Claro que me dio mucha rabia haberme quedado semi paralizada, porque yo soy una mujer con muchos privilegios (por ejemplo, puedo hablar en público en programa de opinión) y tengo las herramientas para combatir estas cosas. Por supuesto, no quedé con daños irreparables, ni con un trauma psicológico, solo con la reafirmación de algo tan absurdo como la admiración de mi cuerpo pueda desprestigiar mis palabras. El caso aquí no es que “yo” sea una “víctima”, el caso es que todas las mujeres, y de manera más persistente las mujeres que hablamos en público, recibimos este tipo de agresiones y ataques a “nuestra moral” -que no puede ser ni la de la virgen (aburrida), ni la de la puta (mala)- para sacar nuestras opiniones de cualquier debate. A todas las mujeres nos pasa que miden nuestro valor según qué tanto se parecen nuestros cuerpos a la idea de belleza del hombre de turno que nos observa, entonces si somos feas no existimos, y si somos bonitas no importa lo que decimos. El problema no es que me haya pasado a mí, es que nos pasa a todas, todo el tiempo y esto tiene consecuencias sobre las cosas que decimos y sobre las que sentimos que podemos decir.

Y ahora, la historia de las fotos:

Si publico este texto ahora es porque, otra vez (parece ocurrir cada tres meses), alguien sacó el artículo que escribí para la revista Soho en el año 2008 (a mis 26 años), que viene acompañado de unas fotos mías en calzones y camiseta, a manera de argumento ad hominem para desautorizar mis palabras. Específico que estaba en calzones y camiseta no por pudor, sino porque la gente suele referirse a esas fotos diciendo que estaba “desnuda” y la verdad es que muestro más piel en mi Instagram. En todo caso, el artículo en cuestión se trata de que una mujer (yo) prueba seis tipos de condones con un mismo hombre. Es decir, es un artículo sobre una mujer adulta teniendo por decisión propia sexo seguro y monógamo, en el que hablo de buenas prácticas en derechos sexuales y reproductivos, y en el que yo, una mujer, soy un sujeto que narra la historia, mi experiencia del sexo, sin objetizar a nadie.

Por todas esas razones, hasta la fecha de hoy estoy orgullosa de ese artículo. El texto no daba para ser muy original pero bueno, a mí en ese momento me pareció una buena oportunidad (era una de mis primeras publicaciones pagadas en una revista impresa) y no tenía mayor crítica a la revista Soho en la que de hecho, trabajé después, y que en ese entonces era paradigma de buen periodismo (creo que la calidad de la revista, que antes contaba con plumas como las del escritor Antonio Caballero, ha bajado mucho desde entonces, la fórmula del periodismo de inmersión está gastada, y los chistes machistas, clasistas y racistas dejaron de ser graciosos). Hoy creo que escribiría ese mismo artículo pero no lo publicaría en la misma revista porque ha pasado suficiente tiempo para que yo creciera y eso me permite, hoy, tener una distancia crítica frente a muchos de los artículos que hace Soho, que suelen ser bien tontos, o simbólicamente violentos hacia las mujeres, o los dos.  Mi artículo de los condones no entraba en esas categorías, afortunadamente, hasta el día de hoy, nunca he escrito nada que esté en contra de mis principios.

Desde el 2008, las dichosas fotos y el artículo salen a manera de falacia ad hominem para decir que no puedo criticar el sexismo. La verdad es que si para rebatir lo que digo tienen que echar mano de un ataque personal, irrelevante y tan tan antiguo, eso habla muy bien de mis argumentos. Es decir, GRACIAS.

Finalmente, unos puntos importantes:

1.    Mi autoridad para hablar de feminismo no proviene de mi moral sexual, viene de que soy mujer y ciudadana en una democracia.

2. Es evidente que es un problema de género porque a los hombres no les sacan sus fotos en pantaloneta en la playa para desvirtuar sus argumentos y si alguien lo hiciese eso no sería de ninguna manera un ataque.

3. Yo soy dueña de mi cuerpo, me siento muy cómoda con él y puedo mostrarlo donde quiera y como quiera, incluso decidir ponerme en la posición de “objeto” (si así lo decido yo) porque de lo que se trata es de que YO sea quien tome decisiones autónomas sobre mi cuerpo y no OTROS POR MÍ. Cuando el lector me dice que yo no puedo salir en fotos desnuda “por ser feminista” lo que está haciendo es aplicarme las leyes de su machismo. Yo puedo hacer con mi cuerpo lo que me dé la gana, sépanlo bien.

4. Me encanta como salgo en esas fotos.

@Catalinapordios

Catalina Ruiz-Navarro
Feminista caribe-colombiana. Columnista semanal de El Espectador y El Heraldo. Co-conductora de (e)stereotipas (Estereotipas.com). Estudió Artes Visuales y Filosofía y tiene una maestría en Literatura; ejerce estas disciplinas como periodista.

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