LOS CIEGOS: OLVIDADOS EN MÉXICO

16/11/2011 - 12:00 am

El ruido del agua fluyendo por delgados canales a lo largo de toda la escuela sería el encargado de guiar a los alumnos hasta sus aulas, donde se impartirían clases de todo tipo, desde carpintería hasta filosofía. Las paredes de los edificios, grabadas con líneas horizontales y verticales, y con diferentes grados de separación, servirían de apoyo para que los alumnos pudieran ubicar sus espacios. El olfato también sería otra herramienta básica para identificar la organización estructural de este Centro de Atención Compensatoria para Invidentes y Débiles Visuales. Plantas como el jazmín, la sávila y el limón fueron plantadas en diferentes áreas de esta escuela para ayudar a los alumnos a identificar rápidamente la geografía del lugar. Una tifloteca, una sonoteca, un auditorio, una cafetería, una alberca semi olímpica y una cancha de goalball eran otros de los aspectos característicos de esta escuela. La obra fue encargada al arquitecto Mauricio Rocha por el Gobierno del Distrito Federal a finales de 1998 y, cuatro años después, el proyecto fue edificado en el entronque de Prolongación Plutarco Elías Calles y Prolongación Telecomunicaciones, en la Delegación Iztapalapa de la Ciudad de México; estaba prácticamente terminado, sólo faltaba terminar algunos detalles y equiparlo.

El centro resultó tan vanguardista que incluso se hizo acreedor a la Medalla de Plata en la XII Bienal de Arquitectura Mexicana, pero hasta allí llegó la utopía.

 

Falta de visión

Nadie sabe, nadie supo. Día tras día, mes tras mes, año tras año, el proyecto fue hundiendo en el olvido. Ratas, basura, graffiti, hojas secas y ocupantes ilegales se fueron apoderándose de sus aulas. El costo de la edificación de 8 mil 500 metros cuadrados sobre una superficie de 14 mil metros superó los 60 millones de pesos. Como tantos contratos de la época, la construcción le fue encargada al entonces célebre grupo Quart de Carlos Ahumada, pero de pronto se acabó la fiesta. El primer pretexto para no echarlo andar fue la falta de recursos, después el que la constructora había hecho un mal trabajo y que las condiciones de seguridad no eran las adecuadas. Meses y años de nadie sabe, nadie supo y, finalmente, hace dos años el actual Gobierno del Distrito Federal dio por concluido este penoso capítulo con la inauguración de una escuela, pero no aquel proyecto utópico para la población con discapacidad visual anunciado como revolucionario en México y en Latinoamérica, sino un plantel para el recién creado Instituto Tecnológico de Iztapalapa, bajo la justificación de que el nivel de demanda para educación superior en la zona es muy alto. De esta forma, se le hicieron unas adaptaciones a los costosos edificios planeados para un proyecto en específico, y borrón y cuenta nueva.

Pero el único desencantado no fue el arquitecto Rocha, cuyo proyecto fue alterado y nunca habilitado para lo que había sido concebido. De acuerdo con cifras del INEGI, la población de ciegos y débiles visuales en nuestro país supera el millón de personas, para ser exactos un millón 292 mil 201 personas, según el Censo de Población y Vivienda 2010, ubicándose como la segunda causa de discapacidad en México. Campeche, Tabasco y Sonora son tres de los estados que registran mayor número de ciegos y débiles visuales; 17% de quienes padecen discapacidad visual en nuestro país son menores de 30 años, 33% tiene entre 30 y 59 años de edad, mientras que 48.8% es mayor de 60 años, ya que las causas principales son la edad avanzada y algunas enfermedades como la diabetes que, por cierto, según datos de la OMS, es una enfermedad por la que nuestro país ocupa el noveno lugar a nivel mundial en el número de personas que la padecen y estas cifras van en aumento.

 

Menú educativo

La Ley General de Educación, en su artículo 41, establece la obligación de promover la integración de las personas con discapacidad en las aulas de escuelas generales, de tal modo que satisfagan sus necesidades básicas de aprendizaje, como base para su integración social. Es decir, que cualquier escuela tiene la obligación de brindar un servicio educativo incluyente, pero con las adecuaciones específicas en los espacios y funciones de los docentes para cumplir cabalmente con estos objetivos planteados desde 1993 en nuestro país. La pregunta ahora sería hasta qué punto se cumplen estos objetivos. Actualmente las instancias de apoyo de la SEP para este tipo de educación son las Unidades de Servicio de Apoyo a la Educación Regular (USAER), los Centros de Atención Múltiple (CAM) y las Unidades de Orientación al Público (UOP). Dentro del obscuro panorama en nuestro país del nivel educativo en todos los ámbitos, cabe destacar el papel del USAER. Estas unidades de apoyo educativo para educación básica están conformadas por un equipo interdisciplinario, como psicólogos, maestros, trabajadores sociales, y pedagogos, como el caso de Fabiola Santoscoy Fentanes, quien define el papel de estos grupos como el de asesoramiento al docente del aula regular en la  diversificación de las estrategias de atención al alumno según su condición específica, ayudando a adaptar a sus capacidades los contenidos educativos, formas de evaluación, metodología y recursos. “Las dificultades varían de acuerdo a los contextos; con relación al escolar se requieren de adecuaciones en la infraestructura, adquisición de recursos como lo son máquinas Perkins, regletas, etc.  así como la solicitud a la SEP de los libros de texto gratuitos en macrotipos o escritura Braille cabe señalar que estas acciones deben de ser consideradas dentro del Plan Estratégico de Transformación Escolar (PETE) que es el documento rector que guía las acciones de la escuela en pro de la comunidad educativa.  En el contexto áulico se debe considerar la distribución de los espacios los cuales deben de ser amplios y permanecer despejados para evitar un accidente, asignar un lugar permanente al alumno de preferencia al frente del aula y cerca del profesorado”, señala Santoscoy, y agrega que es fundamental la actitud del docente a favor de la eliminación de las barreras para el aprendizaje y la participación, este último aspecto es el que puede representar mayores dificultades u oportunidades para la labor de apoyo que brinda la USAER. “La mayoría de los docentes no cuentan con los conocimientos necesarios  para poder brindar atención acorde a las características de aprendizaje de la población atendida”, apunta la especialista

Los maestros no tienen una preparación adecuada para tratar las necesidades especiales de estos alumnos y el apoyo de los especialistas es insuficiente, pues es importante señalar que son muy pocas las escuelas las que cuentan con el personal especializado de USAER, además los espacios de las instituciones educativas no son amigables con los alumnos, simplemente para el caso de los educandos ciegos o débiles visuales no hay placas de orientación en braille, ni los canales que sirven como señalamientos para que puedan desplazarse más fácilmente por los pasillos hasta las aulas. En estos casos el papel de los padres es fundamental, quienes tienen el tiempo y la paciencia adecuados se involucran directamente en el aprendizaje de sus hijos para incluso acompañarlos a clases y convertirse en “traductores” de clases que no tienen las adecuaciones específicas para la educación de sus hijos.

Para la pedagoga Santoscoy Fentanes a nivel institucional se han creado reformas educativas con  relación a las políticas, culturas y prácticas educativas para este tipo de educación, lo que también hace falta es trabajar en la sensibilización para poder llevar a la práctica acciones que permitan la eliminación de las barreras para el aprendizaje y la participación entendiendo que estas son generadas por los contextos específicos. “Actualmente el enfoque de la educación inclusiva parte de reconocer la discapacidad desde un enfoque social, en el cual no se considera al alumno o alumna como causante de su propio problema sino que la dificultad la originan los diversos actores educativos, como docentes, compañeros y padres de familia,  al tener una actitud negativa con relación a las discapacidades” puntualiza la pedagoga.

 

En tierra de ciegos…

Y es que en tierra de ciegos y no ciegos nadie quiere ver. Para Ruth García, directora del Centro del Comité Internacional Pro-Ciegos, una institución con 52 años en el área de rehabilitación para adultos, señala que las instalaciones de su institución, ubicadas en la colonia Santa María La Ribera, están a punto de cerrar ante la falta de recursos. Poseedora de una de las bibliotecas en sistema braille más grandes de Latinoamérica y  con diversos talleres dentro de las áreas de rehabilitación, capacitación y recreación, la escuela cobra 35 pesos mensuales a los alumnos, sin importar el número de talleres en los que quieran participar, aunque 50% de su alumnado no paga nada porque sus condiciones económicas son muy limitadas. Estos recursos se vuelven insuficientes para cubrir las demandas de la escuela, apoyada con las cada vez más escasas contribuciones privadas. “La gente prefiere donar para causas que están respaldadas por un boom publicitario, como es el caso del Teletón”, señala García acotando que esto limita que existan varias opciones de apoyo para el invidente, sobre todo geográficamente. Una de las principales causas por la que una persona discapacitada abandona los estudios o las visitas a un centro de rehabilitación son las barreras para desplazarse.

“En la República Mexicana existen alrededor de 100 instituciones de este tipo, aunque las más estructuradas apenas sobrepasan la docena. Muchas de ellas están en una situación similar a la nuestra”, dice García haciendo evidente como el microcosmos de oportunidades educativas para esta población se empieza a reducir, mientras que el número de discapacitados aumenta. “Noventa por ciento de los casos de este tipo de discapacidad es adquirida. En este sentido enfermedades como la creciente diabetes son las que más están desencadenando este problema entre la población de nuestro país”, comenta García y  señala que a pesar que se considera a la ceguera como la segunda discapacidad más inhabilitante, en un mundo tan visual como el contemporáneo, esta condición parecería subir de peldaño. Los accidentes y la violencia intrafamiliar son algunas otras causas que llevan a alguien a perder la vista, como el caso de Noemí, una de las alumnas de esta institución. Noemí era ginecóloga hasta que una discusión con su marido ocasionó que éste la aventará del automóvil en movimiento en el que circulaban ocasionándole la pérdida de la visión.

Para la directiva de la institución de asistencia privada lo que haría falta para que el gobierno pudiera apoyar a estos grupos es simplemente que, “se pongan de acuerdo, que sean más coherentes entre el discurso y las acciones.  Ante cualquier petición las bancadas simplemente piden voto y ya, pero no hay una verdadera conciencia de lo que sucede. Hemos ido a la cámara de diputados  y sin ir más lejos: llevamos más de un año con la simple petición de que reestructuren la banqueta y ni eso se ha logrado”, dice Ruth García señalando las condiciones deplorables de las banquetas de las calles aledañas a la institución donde labora y las condiciones generales de inseguridad de la zona. “La estación Buenavista (muy cercana a Pro-Ciego) es un caos, no hay lugares seguros para que los peatones puedan cruzar sin peligro, así que imagínate para quien además no puede ver”, señala García y agrega que donde existen más herramientas urbanas para ayudar a los invidentes, como banquetas en buen estado, libres de vendedores ambulantes y basura, así como semáforos con dispositivos de señal acústica, es en las colonias de mayor nivel social como La Condesa y Polanco, pero los lugares donde el invidente se mueve más sólo, parecen ser los más olvidados.

 

Los olvidados

Pero “los olvidos” son en todos los niveles. Según datos del INEGI en México hay 79 mil niños de entre 5 y 14 años que tienen algún tipo de discapacidad visual y que al parecer no sólo no ven, sino tampoco se les quiere ver. Recientemente Raúl Plascencia, Presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), dirigió una recomendación a la SEP, en relación a un pequeñísimo olvido: imprimir y actualizar alrededor de 80 mil libros de texto gratuito de primaria en braille.

La directora del Centro del Comité Internacional Pro-Ciegos señala que es muy triste que una ciudad que se promociona como incluyente no dedique más tiempo a revisar las verdaderas necesidades de los discapacitados. “Creo que una ciudad en nuestro país que sí se ha preocupado más por el invidente es Puebla, cuyas calles tienen señalamientos en Braille, aunque el asunto va más allá… desgraciadamente la gente no se da cuenta de los retos que tiene que enfrentar alguien con discapacidad hasta que tiene alguien en casa con estas características”. Este rechazo social, señala García, hacía lo desconocido, como lo puede ser un invidente, se manifiesta en muchas esferas, desde el caso omiso del político interesado sólo en el voto hasta el temor o ignorancia del ciudadano común y corriente que se refleja en no saber cómo tratar a una persona con algún tipo de discapacidad. Ante la falta de información, también hay casos en que los familiares enfrentan este mismo reto. “Tuvimos el caso de un alumno que no salió de su casa durante treinta años porque sus padres nunca se lo permitieron, tenían temor de que algo le sucediera… La gente ni siquiera sabe cómo hablar sobre ellos, su disyuntiva es si se refieren a ellos como ciegos o cieguitos”, plantea, y García cuenta el caso de un alumno que intentaba ingresar a la licenciatura en la Universidad Autónoma de Chapingo y tuvo que enfrentar un enorme pleito para poder ser aceptado porque había un maestro que simplemente no quería recibirlo, pues no sabía cómo tratarlo: “Mucha gente sólo ve la discapacidad como un circo. La ignorancia desgraciadamente sólo te lleva a la discriminación… en todos sentidos vivir a obscuras no es nada fácil”.

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