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Alejandro Páez Varela

16/11/2015 - 12:05 am

Política ficción

Dada la ausencia de ideas y de brillo, los eufemismos de Salinas son dogma aunque sean otra manera de decir lo mismo: que el pasado que usted y yo vivimos, lo que pagamos y lo que sufrimos, son política ficción.

Carlos Salinas de Gortari. Foto: Cuartoscuro
Carlos Salinas de Gortari en el foro de The Economist. Foto: Cuartoscuro

–En solidaridad con los franceses, y en solidaridad adelantada con la población siria que pagará caro la barbarie de unos cuantos.

Dos datos entre muchos. Uno es de 2010; alguien me dijo: “Salinas no es tan cercano a Peña como se dice. Más bien, es él quien promueve esa idea. Te garantizo que Peña [insisto en tomar en cuenta el año] dialoga más con Vicente Fox”. Ese alguien estaba bien enterado de lo que se decía en el equipo compacto del Gobernador del Estado de México.

El otro dato, reciente, es de Adrián Rubalcava. Entonces era Delegado de Cuajimalpa. Me dijo que el ex Presidente lo había mandado llamar “para ver qué es eso de lo que se habla” y me mostró una foto de él con Carlos Salinas de Gortari. Típica foto de fan, con abrazo, ambos de pie viendo a la cámara. Según su versión, Salinas quiso saber sobre los ataques a la prensa, que apuntaban a Rubalcava pero que no estaban confirmados.

El funcionario insistió en que Salinas era “su padrino”. No doy detalles porque, aunque considero a Rubalcava básicamente una basura de político y de persona, aquella conversación tuvo tintes de acercamiento oficial. Buscó a los directivos para negar cualquier participación en los ataques contra periodistas de SinEmbargo (y de otros medios, entre ellos Aristegui Noticias, Cuna de Grillos, Leopoldo Zea de Excélsior, Reforma y varios más). Todavía no se confirmaba que él estaba detrás. La Comisión Nacional de Seguridad, con ayuda de un juez federal, lo documentó poco después (aunque haya servido de nada, porque el expediente sigue archivado en la Fiscalía Especial para Delitos contra la Libertad de Expresión, FEADLE).

Esos datos, combinados con otros, me permiten ver más del juego político de Salinas. Hay blof permanente, por supuesto. Eso es la política. Pero el ex Presidente tiene muchas otras herramientas. Una de ellas –la más poderosa– es la información; la posee (y la adiciona), de primer nivel (y a varios niveles). Otra es la manera en la que genera tensión: deja ver costuras del entramado, las costuras que le convienen, para sugerir cuál es el poder que maneja y sus niveles de influencia; esa información le permite ser el gran maestro de la zanahoria. Quienes se acercan a él sienten que si permanecen cerca serán parte de un proyecto-siempre-mayor. Sobran ejemplos. No me quito de la cabeza la imagen de Rosario Robles calándose en el pecho la Banda Presidencial, por sugerencia del mismo Salinas, en casa de Salinas.

El ex Presidente escucha y atiende a personajes de todos los niveles: chiquitos, grandes. Los “honra” con su atención y se los echa a la bolsa. Sabe identificar las figuras emergentes y las acerca. Los busca para el beso del diablo o para apostar una o dos fichas en ellos.

En el juego de Salinas, el blof debe ser siempre temporal. Sólo así es posible mantener la tensión entorno a él. En el caso de Peña, ganó gran influencia por distintas vías y transformó el blof en hechos. Si en 2010 no era del primerísimo círculo, hoy es hombre con influencia y toma algunas decisiones dentro de la administración federal.

Un ejemplo que sirve: ¿Qué tan cercano es “El Bronco” a Carlos Salinas?, le pregunté a un abogado reconocido. Me dijo esto: “Salinas dejó ver la costura; dejó que se supiera que dialogaba con él. Nuevo León es importante para él”. Y ese diálogo se mantendrá, me insistió. Usará la cercanía con “El Bronco”, y un encuentro que pudo ser fugaz lo convertirá en más. Del blof a la cristalización: pasará de una conversación en apariencia simple, a tender puentes para el Gobernador; le abrirá agendas importantes, le prometerá ayuda y hasta le hará ver, amistosamente, que tiene posibilidades dentro de ese “proyecto-siempre-mayor”. Se lo echará a la bolsa, pues. Y luego le pedirá favores.

Alguien me comentó que, por ejemplo, Rodrigo Medina podría salir bien librado porque Salinas intercambiará favores con Jaime Rodríguez Calderón. Luego mostrará más arriba las costuras que permiten decir que tiene a “El Bronco”’ comiendo de su mano y sí, en ese momento lo tendrá comiendo de su mano. Se dice que Miguel Ángel Mancera cayó en lo del “proyecto-siempre-mayor”. Todavía no sé si fue Salinas directamente quien se lo vendió, aunque me dicen –con mucha lógica– que sí.

Digo cosas que todo mundo sabe, pero prefiero decirlas a omitirlas: Salinas es un magnífico operador político. Es de una inteligencia brutal, de verdad. Una inteligencia enferma que responde a otra enfermedad: su egolatría.

Todo lo que se habla de él, dice él desde 1995, son mentiras en el país donde las mentiras sobre él se repiten una y otra vez.

–Política ficción. Compló, política ficción –dijo Carlos Salinas de Gortari a Denise Maerker una y otra vez en aquella entrevista que es un clásico.

“Al Presidente Kennedy lo invitaron a pronunciar el discurso de fin de cursos a Yale. Él era de Harvard. Y en ese discurso dijo que el gran enemigo de la verdad no es la mentira; el peor enemigo de la verdad es el mito, el estereotipo persuasivo, persistente pero alejado de la realidad. Y lo que he padecido, lo que hemos padecido quienes trabajamos en esa administración, es la formación de estereotipos. Cometimos errores y están reconocidos. Rendimos cuentas sobre los procesos de privatización”, dijo recientemente en un foro de The Economist.

Salinas usa la política ficción para zafarse de acusaciones que califica de eso, de política ficción. “¡Se roban las almendras!”, grita la ardilla con los cachetes inflados.

“Pero la crisis de 1995 provocó un desánimo tan grande que una de las salidas comprensibles fue culpar al pasado. Eso lo hace cualquiera. El estereotipo se generó. Pero como concluía Kennedy: esa era la posición cómoda de opinar, frente a la posición incómoda de pensar”.

Y luego, retador, viendo al periodista inglés: “¿En qué lado se ubica?”

***

El regreso de Carlos Salinas de Gortari a la escena pública nacional tiene muchos significados. En primerísimo lugar, creo, da volumen al desprestigio de la clase política mexicana: ese hombre que tú ves allí –Lupita D’Alessio dixit– fue expulsado a patadas del país, ¿de verdad es lo mejor que pueden ofrecer entre todos? ¿De verdad nadie puede hacerle sombra y sacarlo de la jugada?

En segundo lugar, da cuenta de nuestro vacío, y el vacío de liderazgos.

–El subjuntivo es la conjugación de los derrotados –dijo Salinas en ese foro de The Economist a partir de una pregunta sobre los 43 normalistas. El diletante sobredimensionado dispara un eufemismo grandilocuente y el auditorio estalla en aplausos.

La realidad es que el hubiera sí existe y es necesario (“el subjuntivo es la conjugación de los derrotados”, dijo Salinas, rimbombante). Él no necesita revisar el pasado porque la luz lastima a Nosferatu, pero nosotros, los mexicanos, estamos obligados a revisar una y otra vez las variables en busca de una respuesta al ¿qué salió tan mal? Hubiera sido mejor, quizás, sugiero, que se respetaran los resultados de la elección de 1988. Es un ejemplo.

En tercer lugar, el regreso de Salinas a la vida pública esculpe en mármol la impunidad. Su hermano fue detenido por ladrón y por sospechas de asesinato, y los dos se pasean por el país, tranquilamente. “Rendimos cuentas sobre los procesos de privatización”, dijo en el foro, con un periodista extranjero (y pasmado) como interlocutor. Millones perdieron cuanto tenían en una crisis provocada por la irresponsabilidad; los indígenas chiapanecos estallaron por la desesperación; la podredumbre del sistema inventado por él llevó al asesinato de Luis Donaldo Colosio y luego de José Francisco Ruiz Massieu. En ese sexenio se vendió gran parte de las empresas nacionales con la promesa de progreso para la población, y lo que dejó fue más pobres y, gracias a su plan maestro (oh, el genio), una lista de los obscenos súperrecontramillonarios.

Él ya rindió cuentas, dice, y lo que reclamen es política ficción.

(La periodista Linaloe Flores escribe, a propósito de su discurso en el foro de The Economist: “Nada habla Salinas de ello hoy […]. Para el ex Presidente, hay otra explicación: ‘Se aflojó el proceso de reformas en el país y tuvimos casi dos décadas sin cambios que son elementales para crecer a tasas superiores’”. Si no leyó la crónica de Linaloe, debe hacerlo).

El regreso de Carlos Salinas de Gortari a la escena pública nacional se explica también en su desvergüenza, tan grande como su ambición, gigante como su ego.

Jean Paul Sartre decía que el pasado se puede reescribir y que los historiadores están para demostrarlo. Para el caso mexicano, diría, el pasado es basura: todo se condona, todo se olvida si hay poder. Y allí está Salinas para demostrarlo.

–¿Qué error lamenta? –le preguntó el periodista de The Economist.

–Varios, pero demasiado pocos. Hay que ver hacia delante –respondió.

Demasiado pocos. Qué bien.

Y claro, hay que ver hacia adelante. Atrás hay sólo alacranes y todos pican: es la Historia, con mayúscula. La Historia que no conviene al prohombre es una referencia manipulada. Es política ficción.

La memoria es su enemiga, faltaba más. El subjuntivo (el hubiera, pues) no sirve a la Historia, sobre todo si la historia se repite y beneficia, otra vez, a unos cuantos. Entre ellos el diletante.

Salinas preparó su regreso con mucha anticipación. Movió la zanahoria a algunos, blofeó a otros, manipuló a muchos más, sacó y metió información privilegiada y enganchó –a los que lo escucharon– con la promesa de ese “proyecto-siempre-mayor” que, por desgracia, se cumple: el ex Presidente paga con dinero ajeno (del Estado, es decir, de los mexicanos) las posiciones y las oportunidades ofrecidas. Y entonces muchos (periodistas, intelectuales, políticos, empresarios) le rinden pleitesía y el hombre se crece, irresponsablemente.

“El subjuntivo es la conjugación de los derrotados”, dice Salinas. Pf.

Los eufemismos del diletante sobredimensionado se vuelven mármol en una sociedad poco exigente y agachona, que resbala en el tobogán de la moral y tiene la ética por trapo de bartender.

Y dada la ausencia de ideas y de brillo, esos eufemismos son dogma aunque sean otra manera de decir lo mismo: que el pasado que usted y yo vivimos, lo que pagamos y lo que sufrimos, son política ficción.

Alejandro Páez Varela
Periodista, escritor. Es autor de las novelas Corazón de Kaláshnikov (Alfaguara 2014, Planeta 2008), Música para Perros (Alfaguara 2013), El Reino de las Moscas (Alfaguara 2012) y Oriundo Laredo (Alfaguara 2017). También de los libros de relatos No Incluye Baterías (Cal y Arena 2009) y Paracaídas que no abre (2007). Escribió Presidente en Espera (Planeta 2011) y es coautor de otros libros de periodismo como La Guerra por Juárez (Planeta, 2008), Los Suspirantes 2006 (Planeta 2005) Los Suspirantes 2012 (Planeta 2011), Los Amos de México (2007), Los Intocables (2008) y Los Suspirantes 2018 (Planeta 2017). Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx

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