Recuerdan a Sor Juana Inés de la Cruz a 317 años de su muerte

17/04/2012 - 12:28 pm

El Museo del Centro Cultural Sor Juana Inés de la Cruz, en el municipio de Tepetlixpa, Estado de México, exhibirá a partir de hoy la exposición “Sor Juana digital”, en ocasión del 317 aniversario luctuoso de la llamada Décima musa.

Organizada por Fundación Summa de Talentos y Arte Mexicano para Coleccionar, la muestra está conformada por 22 infografías que permiten apreciar los diferentes estilos de 11 artistas invitados a participar en la creación y el montaje.

Los artistas cambiaron los pinceles, carbones y pigmentos, por tecnologías digitales que se emplearon para exponer los colores y las formas del pixel.

La muestra conjuga lo tradicional y lo contemporáneo, a través de metáforas visuales, en una iconografía de la “Décima Musa Mexicana” que evidencia la vigencia de su pensamiento y obra, según sus organizadores.

Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana, mejor conocida como Sor Juan Inés de la Cruz, nació en San Miguel Nepantla el 12 de noviembre de 1651, fue una dramaturga, poeta y religiosa mexicana que destacó como una de las figuras literarias más importantes del periodo barroco.

Creció principalmente entre las haciendas de Nepantla y Panoaya junto a su abuelo materno. Su prodigioso talento la hizo destacar desde pequeña, aprendiendo a leer y a escribir a los tres años y redactando su primera loa al Santísimo Sacramento en 1657.

De acuerdo con datos de la Universidad del Claustro de Sor Juana, la joven pudo haberse trasladado a la Ciudad de México a los 15 años.

Llegó a casa de su tía María y aprendió labores domésticas, así como sus primeras lecciones de latín, a cargo de Martín Olivas.

Tiempo después ingresó a la Corte Virreinal en 1665 y un año después, el 14 de agosto, entró al convento de San José de Carmelitas Descalzas, abandonándolo en noviembre de ese mismo año.

En 1668 ingresó al convento de San Jerónimo como novicia y un año después profesó como religiosa en este convento.

Para 1680 la vida de la monja jerónima adquirió fama, ya que compuso el Arco Triunfal de Neptuno, alegórico de los virreyes recién llegados a México, los Marqueses de la Laguna.

A partir de ese momento la fama y madurez la van alcanzando, además de que recibió apoyo económico para sus proyectos personales y conventuales.

La buena relación que tuvo con la corte le permitió escribir y publicar parte de su obra, siendo la mayoría publicada en Madrid, en un volumen conocido como “La inundación Castálida”, en 1669.

Este volumen incluye poemas que dieron a conocer a Sor Juana más que como una monja, como la poeta de la vida, del amor y los requiebros de los desamores, ganándose epítetos como “Fénix de México”.

Además de su poesía, Juana escribió las obras de teatro “Los empeños de una casa” y “Amor es más laberinto”, y los textos sacramentales “El cetro de José”, “El mártir del Sacramento, San Hermenegildo” y “El divino Narciso”.

De acuerdo con sus biógrafos, Sor Juana prefirió el convento al matrimonio, no obstante su escasa vocación religiosa, debido a que así pudo seguir gozando de sus aficiones intelectuales, que de otra manera vería irremediablemente interrumpidas.

“Vivir sola… no tener ocupación alguna obligatoria que embarazase, la libertad de mi estudio, ni rumor de comunidad que impidiese el sosegado silencio de mis libros”, escribió Juana.

La celda que ocupó en el convento se convirtió, de acuerdo con el portal “biografías y vidas”, en el punto de reunión de poetas e intelectuales como Carlos de Sigüenza y Góngora.

Además, también llevó allí experimentos científicos, logró reunir una basta biblioteca, compuso obras musicales y escribió una obra extensa que abarca diferentes géneros, desde la poesía y el teatro, hasta ensayos filosóficos y estudios musicales.

En 1690 la Décima musa escribió la “Carta Atenagórica”, en la cual replicó acerca de las finezas de Cristo, lo cual le costó un regaño y duras aseveraciones acerca de su vida religiosa.

Recibió críticas y comentarios referentes a su quehacer literario que le decían que debía dejar, como las del obispo de Puebla Manuel Fernández de la Cruz, quien reconoció el talento de Sor Juana, pero recomendó que se dedicara a la vida monástica, cumpliendo con su condición de monja y que dejara la reflexión de la teología a los hombres, como era natural.

Esta crítica del obispo afectó de manera profunda a Juana, por lo cual vendió su biblioteca y todo cuanto poseía y destinó las ganancias a la caridad, consagrando su vida a la religión.

Un año antes de su muerte, Sor Juana Inés ratificó sus votos religiosos y para el 17 de abril de 1695, muere como consecuencia de la típica enfermedad epidémica de la época, el tifus.

Fue sepultada en el coro bajo la iglesia del templo de San Jerónimo, actualmente ex templo de San Jerónimo de la Universidad del Claustro de Sor Juana.

-Con información de Notimex.

Fue una mujer que poseía un insaciable deseo de entender todo a su alrededor y tenía la firme convicción del derecho de la mujer a participar plenamente en la investigación académica, a la educación y a la destreza intelectual. En 1700 se publican en Madrid sus obras póstumas.

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