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David Ordaz Bulos

17/05/2020 - 12:02 am

La Gran Cruzada contra una rebelión minera virreinal

El libro La Gran Cruzada del escritor Agustín Ramos, es un referente amplio para comprender y enunciar el silenciado proceso de colonización, brutalidad humana y explotación ambiental que vivió la región del Real del Monte como consecuencia de la actividad minería desde el siglo XVI. Hablamos de un proceso vivo que está enraizado en el […]

Hacienda de Santa María Regla. Foto: Wikipedia

El libro La Gran Cruzada del escritor Agustín Ramos, es un referente amplio para comprender y enunciar el silenciado proceso de colonización, brutalidad humana y explotación ambiental que vivió la región del Real del Monte como consecuencia de la actividad minería desde el siglo XVI. Hablamos de un proceso vivo que está enraizado en el inconsciente colectivo y ha devenido en profundas estructuras sociales y políticas que han configurado la desigualdad que nos estalla en la cara todos los días.

Pedro Romero Romero de Terreros, llegó a la Nueva España desde Cortegana en Huelva a los veinte años. Se acomodó en la casa de un tío que había hecho fortuna en Querétaro en 1729. El retrato que Ramos hace del personaje, es el de un hombre “fiel a su Majestad, cristiano temeroso de Dios, apegado a las tradiciones, sumiso a las autoridades, atento a sus aduladores y extremadamente calculador”, gracias a lo cual logró invertir a lo grande en haciendas de beneficio de patio y pulque.

Los mayores anhelos de Romero de Terreros estaban centrados en ser parte de la nobleza, sin embargo en sus tiempos, la nobleza ya no se conseguía como en la época de Hernán Cortés, donde había que ser un héroe, ganar batallas o descubrir territorios vírgenes. Ahora había que contraer matrimonios valiosos y hacer favores a la decadente corona española para obtener los títulos.

De ahí que Romero de Terreros financió las misiones colonizadoras hacia los territorios agrestes del norte de la Nueva España, hizo mucha algarabía frente a la corte de Carlos III de la rehabilitación de la veta de la Vizcaína en 1762, situada cerca de Omitlán en la comarca minera de Real del Monte y se casó con María Antonieta de Trebuesto y Dávalos, hija menor de la condesa de Miravalle que en teoría era descendiente de la nobleza azteca. Como explica Ramos, “lo que buscaba la realeza con esas transfusiones de sangre azul era una inyección para la economía española”, pues estas noblezas de nuevo cuño siempre fueron caricaturescas del otro lado del océano. Y fue así que el 12 de septiembre de 1753, Pedro Romero de Terreros recibió en Querétaro, la orden de caballería de Calatrava. La cual era un elemento todavía vivo de la genealogía del feudalismo europeo gestado entre los siglo X y XIV, un modo de producción dominado por la tierra; una economía natural entre campesinos y señores feudales que recibían investiduras de otros nobles, por prestar servicios de caballería. Se trataba de un reparto de soberanía basado en vínculos de reciprocidad en una jerarquía escalonada entre: castellanías, baronías, condados, principados y monarquías.

Alrededor del Real del Monte. Foto: Julio Ordaz Bulo

Sin embargo, el historiador Perry Anderson, en su libro Transiciones de la antigüedad al feudalismo; explica como el feudalismo español tuvo un proceso distinto al de Europa central, pues las guerras contra los musulmanes hicieron que las prácticas esclavistas prevalecieron más tiempo y la reconquista del territorio asentó tres grandes órdenes monástico militares: Santiago, Calatrava y Alcántara. Las cuales jugaron un papel fundamental en las batallas “cuya estructura característica había sido copiada al enemigo islámico para la prosecución de la fé. Estas cofradías guerreras tomaron ahora vastas extensiones de tierra y se apropiaron de las jurisdicciones señoriales sobre ellas”.

Romero de Terreros tuvo como privilegio las medidas del repartimiento de indios que garantizaban la mano de obra para las minas y consistían en obligar a los pueblos originarios ubicados dentro de un perímetro de diez leguas (48.28 kilómetros) de Real del Monte, para que enviaran a un porcentaje de sus habitantes varones a trabajar bajo tierra. Había recogedores encargados de movilizar a todos estos cuerpos y como explica el mismo Ramos, en el caso de que esto no fuera suficiente e hiciera falta más mano de obra, “el conde podría hacer uso del privilegio de obtener, en diez leguas a la redonda a los indios y vagos que hicieran falta”.

Desde este feudalismo trasnochado, Romero de Terreros emprendió una gran cruzada contra la más importante rebelión minera en el México Virreinal. Cuando en 1766 los operarios de Real del Monte defendieron al “partido” como forma de pago. El partido, fue un logro de la lucha minera y consistía en una ganancia extra que obtenían los barreteros además de los cuatro reales de sueldo con los que apenas les alcanzaba para alimentarse. Lo obtenían a través del tequio donde después de cubrir la cuota de metales para el amo, “todo lo demás que saquese el barretero en doce horas de tanda se repartía entre ellos y el amo”. Fue el 15 de agosto de 1766 cuando los trabajadores organizados abrieron por la fuerza las cárceles de Pachuca y Real del Monte para “liberar a cuatro representantes injustificadamente presos, apedrearon las casas del amo y su administrador y lincharon a Miguel Ramón de Coca, el alcalde mayor de Pachuca, y a Manuel Barbosa, capataz de la mina de La Joya”. A partir de ello comenzó una persecución que duró nueve años en contra de los implicados en el tumulto, que fueron señalados como “jugadores, irracionales, injustos, ventajosos, haraganes y viciosos”, muchos de ellos fueron desterrados y llevados a prisión en Real de Catorce, en San Luis Potosí. Un personaje central en el conflicto fue el cura de Real del Monte, el Dr. Rodríguez Díaz solidario con la rebelión, para quien este problema había sido provocado por los mandones de Romero, fue acusado de “gallero y jugador” y también fue desterrado de la región.

Alrededores de Huasca. Foto: Davis Ordaz Bulos

La Gran Cruzada fue una jugada política que alcanzó intereses de gran escala en la moribunda Nueva España, entre los forcejeos de las reformas borbónicas que fueron encabezadas por el malagueño, José de Gálvez, que tenían como objetivo implementar un gobierno económico en el régimen colonial y de acuerdo con otro historiador David A. Branding, en su libro Mineros y Comerciantes en el México Borbónico, tuvieron como principal innovación la imposición del monopolio del tabaco, los juegos de cartas y la pólvora, así como la creación de una burocracia –excluyente de los criollos– para administrarlos desde la recaudación de alcabalas. De todo esto, se derivaran cuatro elementos de gobierno que sentarán las bases biopolíticas para el Estado – nación mexicano: la justicia, la guerra, la hacienda y la policía. En ese río revuelto previo a la Independencia de México, en el que eran común los amotinamientos y los jesuitas fueron expulsados; Romero de Terreros creó el “Sacro y Real Monte de Piedad”, como moneda de cambio con la corona para hacer avanzar su cruzada y limpiar de rebeldes a la región, regular las pulquerías, eliminar a los rescatadores independientes que eran competidores hormiga que recolectaban metales en los bordos de tierra y obtener mayorazgos para sus vástagos. Así, el Monte de Piedad, vigente hasta nuestros días, fue una institución que nació con silicosis (la enfermedad que hacía piedra los pulmones de los mineros), para acallar una revuelta que tenía como demandas la no reducción de salarios y el pedido de más velas para trabajar en las oscuridades de la tierra. Es un símbolo de transición de la caridad cristiana de los primeros siglos coloniales hacia el despotismo ilustrado, caracterizado por la frase “todo para el pueblo sin el pueblo”.

 

*Este texto forma parte del proyecto en gestación: Cartografía Oculta.

 

David Ordaz Bulos

@David_Orb

 

 

 

 

David Ordaz Bulos
Psicólogo social. Maestro en Sociología Política por el Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora. Estudiante del doctorado en Creación y Teorías de la Cultura de la Universidad de las Américas Puebla.

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