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Una tormenta cae sobre Brasil: el coronavirus se sale de control y vienen gripe, dengue y sarampión

17/05/2020 - 2:55 pm

Mientras se llenan las unidades de cuidados intensivos de los hospitales, el Presidente Jair Bolsonaro sigue enfrascado en una “guerra política” contra las medidas de aislamiento de los Gobiernos regionales y a favor de la vuelta a la normalidad.

Hasta este sábado, Brasil registraba 233 mil 142 casos confirmados de la COVID-19, superando ya a Italia y España, y 15 mil 633 muertos, reforzándose como uno de los focos globales de la pandemia.

Por Carlos Meneses Sánchez

Sao Paulo, 17 may (EFE).- Lejos aún del pico de coronavirus y a las puertas del invierno austral, Brasil camina hacia una tormenta perfecta con la curva de la COVID19 al alza, el inicio de la temporada de influenza, el final de la de dengue y brotes activos de otros virus que creía superados, como el sarampión.

Mientras se llenan las unidades de cuidados intensivos de los hospitales, el Presidente Jair Bolsonaro sigue enfrascado en una “guerra política” contra las medidas de aislamiento de los Gobiernos regionales y a favor de la vuelta a la normalidad.

En esa cruzada ya han caído dos ministros de Salud en menos de un mes: Luiz Henrique Mandetta, defensor acérrimo de las cuarentenas, y Nelson Teich, que se negó a recomendar la cloroquina para todo tipo de pacientes con coronavirus, como desea el líder ultraderechista.

Un hombre con una máscara de protección. Foto: Joédson Alves, EFE.

Los dos eran médicos y ahora, con la curva en plena escalada exponencial, la cartera de Salud está en manos, de forma interina, de Eduardo Pazuello, un general del Ejército sin experiencia en el área.

Trabajadores del Servicio de Atención Médica de Urgencia de Brasil (SAMU) trasladan a una paciente con covd-19 al hospital este jueves, en Manaos, estado de Amazonas (Brasil). Foto: Raphael Alves, EFE

Hasta este sábado, Brasil registraba 233 mil 142 casos confirmados de la COVID-19, superando ya a Italia y España, y 15 mil 633 muertos, reforzándose como uno de los focos globales de la pandemia.

El pico está previsto que se alcance en las próximas semanas, aunque el coronavirus no será la única emergencia sanitaria a la que tendrá que hacer frente el precario sistema brasileño de salud pública.

UNA COMBINACIÓN “EXPLOSIVA”

La expansión del coronavirus, que llegó a Brasil en febrero, se produce en medio de otros brotes infecciosos que ya venían preocupando a las autoridades sanitarias.

El país ahora está superando el pico de dengue, transmitida por el mosquito Aedes Aegypti, que también es portador del virus del Zika, la fiebre amarilla y el chikunguña, que suele ser en abril y mayo.

Jair Bolsonaro, Presidente de Brasil. Foto: AP.

Según el último boletín del Ministerio de Salud, en lo que va de año se han notificado 676 mil 928 casos probables de dengue, con una tasa de incidencia de 322 casos por 100 mil habitantes, y 265 óbitos.

A partir de junio, con la llegada del invierno austral, los casos de dengue bajan, pero suben los de gripe común y otras enfermedades respiratorias.

En 2019, Brasil, que cuenta con una población de 210 millones de habitantes, registró mil 122 muertes por los tres tipos de influenza, según datos oficiales.

Este año a la influenza y el dengue se suma la COVID-19 y con ello la dificultad de diferenciar cada caso, pues los tres virus provocan síntomas similares en los primeros días de la enfermedad.

“Esa combinación es bastante explosiva”, explica a Efe el doctor Adriano Massuda, profesor de salud colectiva en el centro de estudios privado Fundación Getulio Vargas (FGV).

Taina dos Santos (tercera por la izquierda) asiste al entierro de su madre, Ana María, una auxiliar de enfermería de 56 años que falleció por el coronavirus, en Río de Janeiro, Brasil. Foto: Leo Correa, AP

Mauricio Lacerda, investigador de la Fundación de Amparo a la Investigación del Estado de Sao Paulo (FAPESP), trabaja en el hospital de Sao José do Rio Preto y asegura que “las perspectivas son muy malas” de cara al invierno.

“Aquí en el hospital ya tenemos pacientes de influenza, de la COVID-19 y de dengue, y tuvimos muertes por las tres. Es una situación muy complicada” y que “sobrecarga demasiado” la red pública, afirma a Efe.

A todo esto hay que añadirle también brotes de sarampión que continúan activos en las cinco regiones de Brasil: norte, nordeste, centro-oeste, sudeste y sur.

En lo que va de año se han reportado 2 mil 910 casos de sarampión, casi la mitad de ellos en el estado de Pará, también uno de los más afectados por el coronavirus, y tres fallecidos.

“El sarampión está volviendo a Brasil, presenta una cobertura de inmunización baja y puede ser un problema más”, advierte Massuda.

En 2019, hubo en todo el país 18 mil 200 casos de sarampión y 15 muertes, 14 de las cuales en Sao Paulo, hoy el epicentro brasileño de la COVID-19.

DENUNCIAN FALTA DE INVERSIÓN EN EL ÁREA DE LA SALUD

El desafío para el Sistema Único de Salud (SUS), que engloba toda la red de hospitales públicos y del que dependen el 75 por ciento de los brasileños, será enorme y más aún con el problema crónica de financiación que sufre.

Para Massuda, la política de austeridad fiscal, que empezó con el Gobierno de Michel Temer (2016-2018) y continuó con Bolsonaro, ha agravado esa situación.

Según informes de organizaciones de derechos humanos, desde que a finales de 2016 se aprobó un polémico techo de gastos presupuestario, Brasil ha dejado de invertir en el sector salud unos 30 mil millones de reales (hoy unos 5 mil 170 millones de dólares).

Aunque el problema se arrastra de antes, pues, según esos cálculos, entre 2007 y 2019, la falta de recursos ha provocado una reducción de 49 mil camas de cuidados intensivos en el país.

Trabajadores de una empresa de agua desinfectan la escalera exterior en un esfuerzo para frenar la propagación del nuevo coronavirus, en la favela Vidigal, desde la que pueden verse los vecindarios de Leblon e Ipanema, en Río de Janeiro, Brasil. Foto: Silvia Izquierdo, AP

“Los laboratorios del sistema de salud pública están desmantelados y eso no es de seis meses atrás, es de diez, quince años. Eso atrasó la detección y el diagnóstico del coronavirus y ahora los hospitales van a pagar un precio enorme”, sentencia Lacerda.

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