Migración

Welcome to México: Cubículos de 4 por 3 para 50 personas; letrinas rebosadas; poca comida y agua

17/06/2019 - 4:29 pm

Washington ha exigido a México que reduzca el flujo de migrantes, la mayoría centroamericanos que huyen de la pobreza y la violencia, pero también cubanos, haitianos y africanos. Además, el Presidente Donald Trump mantiene viva la amenaza de poner aranceles a las importaciones mexicanas si no se cumple ese objetivo. Y aunque el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha lanzado un plan para enfrentar la llegada creciente de extranjeros, diversos observadores advierten que México no tiene los medios para albergar a más detenidos.

Voces dentro y fuera de México, como el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, han denunciado desde antes de la crisis actual que los migrantes son detenidos sin los estándares mínimos, a veces son extorsionados o no tienen un debido proceso. También han pedido que la detención sea algo excepcional y que se elimine por completo en el caso de niños y adolescentes. Esto no ha ocurrido y una niña guatemalteca murió en mayo en la estación migratoria de Ciudad de México en circunstancias todavía bajo investigación.

Por María Verza

TAPACHULA, México (AP) — El mecánico cubano de 36 años tiene la mirada perdida mientras recuerda cómo funcionarios de la estación migratoria Siglo XXI rompieron el documento que le acreditaba como solicitante de refugio en México. Era el principio de una pesadilla que empeoraría con la llegada de más migrantes detenidos: cubículos de 4×3 metros para 50 personas, heces que rebosaban las letrinas, falta de comida y agua.

Las mujeres dormían en los pasillos o en el comedor entre ratas, cucarachas, excrementos de palomas, niños llorando, madres reciclando pañales y el desprecio de los guardias. “Nos tiraban ahí como animalitos”, dice una joven hondureña.

En esta imagen del 1 de junio de 2019, el centro de detención de migrantes Siglo XXI en Tapachula, en el estado de Chiapas, México. Foto: Pedro Giron, AP

Miles de migrantes que entran a México de manera irregular acaban en este lugar, considerado el centro de detención migratoria más grande de América Latina. Ubicada en Tapachula, cerca de la frontera con Guatemala, la vida transcurre en la estación Siglo XXI lejos del ojo público y se han denunciado reiterados abusos que incrementaron con el hacinamiento registrado esta primavera.

En esta imagen del 27 de mayo de 2019, una mujer migrante y su hijo son detenidos por agentes mexicanos de migración en Tapachula, en el estado de Chiapas, México. Foto: Marco Ugarte, AP

El Instituto Nacional de Migración (INM), encargado de las instalaciones, negó a The Associated Press permiso para visitarlas y no respondió a una solicitud de comentarios. Pero una veintena de migrantes, funcionarios y miembros de ONG describieron el centro como un lugar insalubre, sobrepoblado y donde reina la arbitrariedad de los agentes al mando. La mayoría hablaron bajo condición de anonimato por temor a represalias.

Washington ha exigido a México que reduzca el flujo de migrantes, la mayoría centroamericanos que huyen de la pobreza y la violencia, pero también cubanos, haitianos y africanos. Además, el Presidente Donald Trump mantiene viva la amenaza de poner aranceles a las importaciones mexicanas si no se cumple ese objetivo. Y aunque el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha lanzado un plan para enfrentar la llegada creciente de extranjeros, diversos observadores advierten que México no tiene los medios para albergar a más detenidos.

Si se detiene a más migrantes, “no se cuenta con la infraestructura correspondiente”, dijo el jueves Edgar Corzo, de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), durante un recorrido justo antes del anunciado despliegue de seis mil efectivos de la Guardia Nacional para ayudar a las labores de control migratorio.

En esta imagen del 1 de junio de 2019, migrantes en los patios del centro de detención de migrantes en Tapachula, en el estado de Chiapas, Mexico. Foto: Marco Ugarte, AP

Esta entidad oficial denunció a finales de abril que había más de dos mil personas en la Siglo XXI, un lugar construido para 960. Cientos fueron trasladados a otras instalaciones, pero la semana pasada había mil 230 migrantes, según Corzo. Otras instalaciones en Tuxtla Gutiérrez, también en Chiapas, albergaban a 400, aunque están habilitadas sólo para 80.

“No imagino la estación siglo XXI teniendo tantas personas, todavía pongan 100 o cientos más… las estaciones migratorias no están para dar una respuesta de mayor capacidad porque han sido superadas”, añadió Corzo.

En esta imagen del 28 de mayo de 2019, una migrante hondureña que no quiso ser identificada habla sobre su experiencia detenida en el centro de detención de migrantes Siglo XXI en Tapachula, en el estado de Chiapas, México. Foto: Marco Ugarte, AP

La Siglo XXI es una estructura carcelaria con muros de cinco a diez metros de alto, torres de control, cámaras de seguridad y espacios con techos enrejados por donde patrullan los guardias. Incluso hay una celda de castigo, el “Pozo”, que el Gobierno se comprometió a no usar más, aunque el Centro de Derechos Humanos Fray Matías de Córdova, una de las pocas ONG que tienen acceso, no ha podido confirmar que eso sea cierto.

Al cruzar las rejas y dejar atrás a quienes abarrotan la entrada en espera de información, hay un patio y una especie de muelle de carga y descarga de seres humanos que van y vienen en autobuses.

A los que llegan, detenidos en redadas o engañados diciéndoles que iban a verificar sus papeles, les confiscan cordones de zapatos, cinturones y celulares, aunque siempre hay quien luego les ofrece una llamada, un cigarro o comida extra si pagan por ello, coinciden varios que estuvieron detenidos ahí.

Voces dentro y fuera de México, como el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, han denunciado desde antes de la crisis actual que los migrantes son detenidos sin los estándares mínimos, a veces son extorsionados o no tienen un debido proceso. También han pedido que la detención sea algo excepcional y que se elimine por completo en el caso de niños y adolescentes. Esto no ha ocurrido y una niña guatemalteca murió en mayo en la estación migratoria de Ciudad de México en circunstancias todavía bajo investigación.

En esta imagen del lunes 27 de mayo de 2019, una mujer migrante mira por la ventana de un autobús que la lleva con otros migrantes al centro de detención Siglo XXI en Tapachula, en el estado mexicano de Chiapas. Foto: Marco Ugarte, AP

Graciela, una hondureña de 29 años, cuenta que cuando estuvo en la Siglo XXI no podía ni dormir por el miedo a que le quitaran a sus dos pequeños, dos flaquitos de 7 y 9 años. Los rumores se mezclaban con la angustia, la falta de información y la insistencia de los agentes para que aceptara el retorno al país del que salió huyendo.

En esta imagen del 27 de mayo de 2019, agentes de migración y de la Policía Federal retienen a una niña después de que su madre intentara saltarse una fila en un centro de migración en Tapachula, en el estado mexicano de Chiapas. Foto: Marco Ugarte, AP

“(Los niños) me decían ‘vámonos´, ‘¿por qué estamos aquí?’”, recuerda. “A veces llorábamos todos”. Graciela salió de ahí porque logró que aceptaran su petición para solicitar asilo en México.

Julio, un cubano de 15 años, fue detenido junto a sus padres, pero separado de ellos nada más llegar a la Siglo XXI. Aunque estaban en la misma instalación, pasaron periodos incomunicados.

Su madre recuerda cómo ella entró en pánico después de uno de los motines que se dio en el lugar, porque no sabía cómo estaba su hijo y los rumores proliferaban. “Lloré, imploré para que me dijeran si estaba bien, pero nada. Tardé cinco días en verle”.

El Canciller mexicano, Marcelo Ebrard, ha reconocido recientemente que el Gobierno no se ha preocupado en atender las instalaciones migratorias en la frontera sur, que están “muy por debajo de los estándares”, y Tonatiuh Guillén, hasta el viernes el jefe del INM, reconoció en una entrevista reciente con AP que “tienen un modelo muy severo de control”.

En esta imagen del 28 de mayo de 2019, migrantes detenidos por las autoridades mexicanas en la plaza central deTapachula, en el estado mexicano de Chiapas. Foto: Marco Ugarte, AP

Sin embargo, López Obrador insiste en que el respeto a los derechos humanos es la máxima de su política migratoria y su Gobierno dice estar estudiando opciones para construir nuevas instalaciones migratorias.

En esta imagen del 28 de mayo de 2019, niños migrantes que se van despertando mientras las autoridades desalojan a sus familias de la plaza principal de Tapachula, en el estado mexicano de Chiapas. Foto: Marco Ugarte, AP

Pese a la desinformación, pronto queda claro que sólo hay dos maneras de salir: deportados en un autobús o con una solicitud de asilo como la que le rompieron al mecánico cubano. Que este documento –que teóricamente garantiza la libertad de un migrante– pueda ser destruido tan fácilmente, es una muestra más de la arbitrariedad que hay en el lugar.

El Gobierno federal ha reconocido que el INM es una de las instituciones más corruptas del país. Se han depurado a más de 600 funcionarios y a la Siglo XXI han llegado nuevos agentes, aunque se desconoce cómo va el proceso de depuración ahí.

Según Salva Lacruz, del Fray Matías, el centro sigue en manos “negligentes, irresponsables y racistas” que operan al margen de las directrices de Ciudad de México. Un funcionario migratorio recién llegado calificó a algunos de sus compañeros de “inhumanos”.

Por eso, en medio de la desesperación, se encontró otra formar de salir: amotinarse y escapar.

En esta imagen del 28 de mayo de 2019, migrantes esperando a registrarse para buscar la posibilidad de regularizar su llegada en un centro de detención de migrantes en Tapachula, en el estado mexicano de Chiapas. Foto: Marco Ugarte, AP

Más de 600 personas se fugaron en abril, algo nunca visto en México. En videos publicados en redes sociales se ve a gente corriendo por la entrada principal y las rejas abiertas. Los migrantes aseguran que la fuga fue alentada por las autoridades. Éstas lo niegan.

“Algunas celdas no tenían candado ese día”, asegura el mecánico que no huyó por temor a ser deportado.

En esta imagen del 29 de mayo de 2019, migrantes haitianos trepan el muro del recinto ferial Mesoamericana en Tapachula, en el estado mexicano de Chiapas. Foto: Marco Ugarte, AP

Los motines elevaron la tensión, los choques entre internos, el miedo de los trabajadores y las represalias contra los cubanos, acusados de ser instigadores de los levantamientos.

Eliezer Pino, Jonathan Eduardo Merrero, Yunier Rives, Yasiel Rodríguez, Danilo Claro y Eduardo Martínez dicen haber sido seleccionados al azar durante uno de los motines, llevados detrás de unos autobuses y golpeados. Pino dice que lo patearon entre seis y casi le reventaron el ojo de un puñetazo. Su único delito, dicen todos, fue gritar “¡queremos salir!” y avanzar hacia la puerta junto a otros. Los policías federales, que apoyan en tareas de seguridad, evitaron una paliza mayor.

Una treintena, incluidos ellos, fueron trasladados esa noche a una caseta de migración en la carretera donde pasaron 45 días en condiciones similares a las de la Siglo XXI. “Pensé que no iba a salir cuando nos dijeron: ‘son comida para perros’’”, afirma Pino. No salían al sol, apenas se bañaban, casi no dormían. Estaban hacinados e incomunicados.

“Era una tortura, un infierno”, asegura Martínez.

En esta imagen del 28 de mayo de 2019, un migrante cubano que no quería ser identificado camina junto a una puerta en Tapachula, en el estado mexicano de Chiapas. El hombre de 36 años era uno de los más de 600 migrantes que se fugaron del centro de detención Siglo XXI en abril. Foto: Marco Ugarte, AP

“A mí hasta me velaron”, dice Rodríguez. Su familia en Cuba le creyó muerto.

Algunos no aguantaron y pidieron la deportación. Otros, gracias a las gestiones del Fray Matías, consiguieron solicitar asilo y ser liberados, aunque no pueden salir de Tapachula.

En esta imagen del 28 de mayo de 2019, migrantes cubanos protestan ante un hotel donde estaban alejados tras una redada de las autoridades mexicanas en Tapachula, en el estado mexicano de Chiapas. Foto: Marco Ugarte, AP

Desde enero, México ha detenido a más de 74 mil migrantes y deportado a más de 53 mil , y desde hace semanas pueden verse soldados, marinos y policías federales apoyando las labores de los agentes migratorios o participando en redadas. Algunos de esos efectivos, ahora comienzan a llevar brazaletes que les identifican como Guardia Nacional.

Organizaciones gubernamentales y ONG celebran ciertos avances, como el cierre de cinco pequeñas estaciones, o el reconocimiento de deficiencias, aunque creen que no es suficiente.

Vidal Olascoaga, del Fray Matías, alerta de que pueden imponerse las “devoluciones en caliente, como hace Estados Unidos”, que deporta al migrante al cruzar y sin averiguar si tiene o no necesidades de refugio.

“Los flujos migratorios no se disminuyen por arte de magia y en el corto plazo sólo se logra con detenciones y deportaciones masivas”, asegura.

No obstante, el horror de la detención no detendrá el flujo migratorio.

Yanel, una hondureña de 21 años que estuvo dos semanas encerrada con su hija de dos años, tuvo miedo y asegura que recibió un trato denigrante, pero que lo que había dejado a atrás era peor: un esposo de la Mara 18, una de las pandillas más violentas de Centroamérica, que la golpeaba y casi hizo que perdiera a su bebé cuando estaba embarazada.

En esta imagen del 28 de mayo de 2019, migrantes cubanos caminan por las calles de Tapachula, en el estado mexicano de Chiapas. El grupo dice que fueron señalado por las autoridades como líderes de una fuga masiva en abirl, cuando más de 600 personas escaparon del centro de detención de migrantes Siglo XXI. Foto: Marco Ugarte, AP

Pasar por la Siglo XXI, asegura, “vale la pena si le dan los papeles a uno”.

Todavía no sabe si después seguirá la ruta hacia el norte.

En esta imagen del 28 de mayo de 2019, migrantes cubanos se instalan en una casa que arrendaron en Tapachula, en el estado de México. El grupo dice fueron detenidos y golpeados por las autoridades mexicanas. Algunos cedieron y aceptaron ser deportados. Estos aguantaron y fueron liberados tras presentar peticiones de asilo, aunque se les ha prohibido abandonar la ciudad. Foto: Marco Ugarte, AP

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