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Tomás Calvillo Unna

17/10/2018 - 12:00 am

El altar de la vida

Y se fue el tiempo,
Nos restan parcelas de sentimiento,
Orquídeas de atrevimientos
Sueños sueltos como siempre
Horas ya sin peso alguno
Mañanas en instantes
Un saberse abrumado
De las ciudades del deseo
Aspiraciones inalcanzables
Una tras otra, ya millones;

Altar: el sol de vino en la copa del corazón. Pintura de Tomás Calvillo Unna.

Y se fue el tiempo,
Nos restan parcelas de sentimiento,
Orquídeas de atrevimientos
Sueños sueltos como siempre
Horas ya sin peso alguno
Mañanas en instantes
Un saberse abrumado
De las ciudades del deseo
Aspiraciones inalcanzables
Una tras otra, ya millones;

Qué algarabía extraviada
Qué pretensión tan estúpida
Qué abismo en cada uno
Qué incapacidad de tender la mano
Qué engaño, qué gusto por el engaño

Así la hemos llevado
Justos e injustos
Mujeres y hombres
Una especie fascinante e ilusa
Cada vez más lejana de su origen
Ausente, apegada a sus temores
Esquiva
Absorta en sus conocimientos
Engreída

Y de pronto la muerte de tu abuelo a las 4:20,
Jorge Isaac
A la hora del remolino frío que veló al sol,
Nos hizo releer en voz baja:
La ternura inmanente que conforma el mundo
El mundo nuestro de cada día;

Estoy cierto
Que en sus ojos pronunció esa última luz
La primera luz que olvidamos, sutil fortaleza;
Una pizca de eternidad
Tal vez ni eso sea necesario
Eso le toca a la muerte, es su tarea
El desprendimiento total, completo
Que nos permita, incluso,
Saber que ya no estamos vivos;

La partida suya es una bella enseñanza
La última que nos dejó, y suficiente
Puede llover una vez
Puede llover otra vez
Puede llover dos veces
Y más…

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