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Tomás Calvillo Unna

17/11/2021 - 12:05 am

La aduana de la infancia

El sueño extraviado de la infancia, el oscuro cuarto del castigo.

Las reglas del juego. Pintura Tomás Calvillo Unna

Rendija: La pizarra, el gis y el borrador: todo está a prueba.

El mundo está poblado
por las soledades de la infancia;
sus sueños y pesadillas,
sus temores;
las sombras que emergen
de la nada aparente
y ocultan la luz de los adultos
(caravanas de incertidumbre y desolación)

provenientes de las casas sin patios,
de las calles recién asfaltadas,
de los edificios construidos a medias;
otredades que irrumpen
y en ocasiones estallan.

Esta distancia primigenia
es un precipicio;
al descubrir la angustia,
la parálisis de los afectos
y las celdas del enojo.

Cuantos casos apuntados
en la pizarra de las ausencias.
Esa orfandad de reojo
que la mayoría llevamos;
preguntas inútiles
sin respuesta,
y aun así necesarias.
Sólo saldos congelados
de las pérdidas .

Los silencios dolorosos
de escarpados sentimientos
sometidos a la maquinaria de la rutina
cada vez más cargada de imponderables.

Los apodos,
esa suerte de apropiación
del azar con el destino,
enterrando los nombres propios.

La olvidada enseñanza de los juegos
que permite que las reglas
se asuman sin imposición.

Las arenas movedizas que se descubren
cuando el sol pega en la frente
y ya no hay nadie
que cubra las espaldas,
más que las sombras de cada uno
alargándose en la carretera
al dar la vuelta.

El sueño extraviado de la infancia,
el oscuro cuarto del castigo;
esos rayos de la ventila
la desconocida libertad
tan deseada e instintiva
sin escaleras para alcanzarla.

El campo de juegos
que se fue minando ;
las apiladas heridas
de los corazones,
entre las muecas
y las cartulinas
memorizadas de furia.

Las estacas de generaciones clavadas,
donde menos se espera;
para muchos, siempre estuvo nublado,
para otros,
nunca supieron de qué se trataba,
no lo saben aún ,
no lo sabemos.
Unos llevan todavía cierta bruma
otros son ya las tinieblas
advertidas de la niñez;
los demás alcanzamos a intuir,
la polémica del tiempo,
su continuo desmembramiento.

La lluvia, la primera siempre,
sobre los frágiles techos de la primaria,
la irrupción de los cielos y sus tormentas;
las extravagantes nubes
pinchadas por los truenos ;
estallidos que reacomodan el tablero
para reiniciar la partida
cuantas veces se pueda;

en la misma casa de ancianos
-el asilo de párvulos –
que tritura los anhelos
y exhibe la inapelable tabla rasa.

En la sumas y restas resalta
la valiosa tarea que se borra:
aprender a compartir
es redactar la amistad;
tal vez la única escritura que perdure.

 

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