Parcial y subjetivo | Desde el subcontinente

18/01/2013 - 12:00 am

Los mexicanos solemos presumir, y con razón, de la vastedad cultural de nuestro país. Las tradiciones se multiplican conforme se recorre el territorio y, por eso, no es nada raro descubrir que aquí imperan más las diferencias que las semejanzas. Esta heterogeneidad nos enriquece, es cierto, pero también nos impide poder concretar acuerdos en beneficio de todos. Basta echar una ojeada sobre los países más civilizados del orbe para caer en la cuenta de que sus poblaciones son homogéneas, con intereses comunes.

Entonces debemos resignarnos a la multiculturalidad. Algo que, de ser aprovechado, nos llevaría por nuevos derroteros. No lo hacemos y por eso solemos estar bajo el yugo de las decisiones de unos cuantos. Sin embargo, por más heterogéneos que seamos como habitantes, nos quedamos cortos a la hora de compararnos con la India. Es cierto, aquí hay muchas etnias, lenguas y costumbres. Allá también. Tal vez muchas más. No por nada su población es casi diez veces mayor que la nuestra. Y eso implica muchas cosas. Una gran diversidad de religiones, por ejemplo. Sus habitantes tienen que lograr el prodigio de la convivencia siendo que algunos son monoteístas mientras los otros practican un politeísmo abundante. Lenguas oficiales hay varias que parecen no tener orígenes comunes. La sociedad ha estado dividida por castas que no admiten miembros ajenos y es posible ver ceremonias mortuorias de cremación a media calle.

Es evidente que toda esta exuberancia tiene implicaciones en lo que se escribe. La literatura india debe ser vasta pese a lo poco que nos ha llegado hasta nuestro idioma. Pero, hoy en día es posible leer a varios de sus autores. Hacerlo implica adentrarse a un mundo inabarcable que ofrece tantas posibilidades que se antoja ampliar a cada nueva novela.

Hijos de la medianoche

Su fama es producto de un hecho con pocos precedentes en la historia moderna de la literatura: se ha puesto precio a su cabeza. La causa fue la publicación de Los versos satánicos. Quienes lo han leído, saben que no hay razón para tal condena y su posterior persecución (de hecho, nada lo justifica). Sin embargo, Salman Rushdie ha vivido durante demasiados años confinado, oculto, bajo la protección de guardias de seguridad que le brindan diferentes gobiernos. Su vida se ha convertido en un padecimiento constante. Pese a ello, su obra continúa acrecentándose. Se distinguen en ella varias características que la vuelven cercana a nosotros. La más relevante es esa mezcla de realidad y fantasía que linda en el realismo mágico, un género bien conocido de este lado del mundo. Es con esa herramienta que ha conseguido crear sus novelas más entrañables, incluso ésa por la que se le acusa. Aunque sea triste su circunstancia, se debe admitir que, con él, se muestra una vez más que la palabra escrita es más poderosa que la brutalidad de algunos gobernantes y que el fanatismo de quienes lo persiguen.

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Ningún dios a la vista

Algo de atrevimiento debe haber en las primeras novelas. La juventud de la que suelen partir es importante a la hora de buscar una voz propia, una única manera de narrar el mundo. Tal es el caso de Altaf Tyrewala quien consiguió un gran éxito con su novela debut pese a que su campo profesional parece demasiado alejado de las letras (estudió comercio y se ha dedicado al desarrollo de software). Con Ningún dios a la vista consiguió llamar la atención a partir de un contrastante retrato de Mumbai. Como si fuera una carrera de relevos, cada capítulo puede ser entendido como un cuento. En él aparecen varios personajes. Uno de ellos, que no es el protagonista, lo será de la siguiente historia. Así, el cambio de estafeta ofrecerá una nueva y actualizada visión del mundo, del mundo que cabe en esa ciudad tan polivalente como algunas de las nuestras.

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Seis sospechosos

El pretexto de las novelas de Vikas Swarup parece simple. El primero, el del libro que lo llevó a la fama, era la forma en la que un muchacho indio conseguía participar en un famoso concurso televisivo. En la segunda, el asesinato de un junior pone en la mira a media docena de sospechosos. Sin embargo, los pretextos son sólo la parte más básica de sus novelas. Tras ellos, viene un complejo retrato de la India contemporánea. Ésa que parece alimentarse de contrastes y que permite la convivencia entre millonarios que se permiten matar a un camarero sólo porque éste se niega a serviles o que muestra cómo la cultura también se aprende en las calles. Para quienes busquen adentrarse a las múltiples realidades que ese país ofrece, estas novelas dan cabida a un panorama extenso y desigual. Un muy buen punto de partida sin lugar a dudas.

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El legado de la pérdida

Como primera credencial baste decir que Kiran Desai es la mujer más joven que ha ganado el prestigioso premio Man Booker. Sus temas principales están relacionados con la tradición y el desarraigo. Ella misma es un ejemplo de cómo los indios que tienen la oportunidad de vivir en el extranjero van olvidando sus costumbres, renegando de ellas. Sin embargo, hay algo que los llama, por lo que sus personajes se debaten entre iniciar el viaje de regreso o por asumirse como ciudadanos de otro lugar del mundo. Su precisión narrativa consigue transportar al lector a problemas con los que no suele estar habituado. Así, de pronto los conflictos que motivan a los personajes se van volviendo propios y, con ello, las emociones pronto están a flor de piel. Es como si la sutileza se apropiara de la pluma a la hora de contar historias.

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El dios de las pequeñas cosas

La autora ha tenido un sinnúmero de ocupaciones. Esto se nota en su primera y única novela que tiene un corte casi autobiográfico. En ella se narra la forma en que la injusticia y las tradiciones van haciendo mella en la existencia de una buena familia. Gran parte del libro es narrado desde la perspectiva de dos pequeños hermanos gemelos. Conforme la lectura avanza, el lector va cambiando la manera en la que toma partido por uno y otro personaje. A fin de cuentas, aunque alguno de ellos ejecute acciones reprobables, todos han sido víctimas de un sistema y un ambiente que les va robando las ganas de vivir y el buen humor. Sin embargo, siguen existiendo motivaciones para continuar con el camino. Es una verdadera lástima que Arundhati Roy haya optado por la literatura de no ficción. De lo contrario, seguro estaríamos topándonos con otras novelas tan intensas como seductoras.

La India se ubica en las antípodas de nuestro país. Pese a ello, las coincidencias se acumulan por doquier. Tal vez se deba a que los sistemas sociales de ambas naciones están construidos en base a la desigualdad. Las diferencias también son notorias y, en esa medida, operan una suerte de encantamiento para los lectores no iniciados: es como entrar a un mundo en el que todas las reglas son diferentes y, pese a ello, posibles. Adentrarse en esta literatura es darse cuenta de todo lo que tiene cabida dentro del campo de lo humano.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.
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