ENTREVISTA | La violencia atraviesa todos mis cuentos: Emiliano Monge

18/02/2017 - 12:05 am

Con su novela El cielo árido ganó el Premio Jaén de Novela y con Las tierras arrasadas obtuvo el Premio Iberoamericano de Novela Elena Poniatowska 2016. No se sabe si por La superficie más honda ganará algún mérito, pero mientras tanto tiene el gran placer de los lectores (no espectadores: lectores) que una vez más se agarran la cabeza para determinar cuánto de dolor y de obviedad hay en esas historias tan nuestras, tan nacionales.

Ciudad de México, 18 de febrero (SinEmbargo).- Dice que todos sus cuentos están condimentados con la violencia, que no sabemos dónde está la violencia, que muchas veces está en nuestro discurso, en nuestras sospechas…Le digo que los diálogos de México ya están tornándose muy agresivos y que la cordialidad mexicana, antes tan cotidiana, ya está fuera del alcance. Me dice que la cordialidad mexicana es muy falsa y que luego te clavan la puñalada por detrás. Le digo que la noticia de que el agua con sal para los niños con cáncer me pareció terrible. Me dice que esa es la noticia que debería ser central en lugar de Donald Trump. Me dice que escribió este libro en forma frenética: un libro de cuentos como un bestiario del hombre como lobo de sí mismo, dice su editorial.

Aquí van, los 11 cuentos reunidos en La superficie más honda, como si los personajes fueran peones de una voluntad vaporosa pero total, el destino personal y el devenir social actúan en estos relatos como una fuerza anónima que lo ordena todo, dice otra vez la editorial.

–¿Qué es el cuento?

–Yo creo que es un choque de dos historias, una que lees cuando se te presenta una historia y otra que se te aparece cuando chocan, que es la que importa. Son como dos vectores que se cruzan y absorbe a lo que estabas viendo.

–Tu libro de cuentos revela que eres un gran contador de cuentos

–No sé. Tenía muchos años de no escribir cuentos, lo que primero publiqué fueron cuentos y me metí en tres novelas. Siempre pensando en que iba tarde o temprano a volver a los cuentos. Me sigue dando mucho miedo a sentarme a escribir y uno de sus principales miedos es confundir género, por eso no hago dos escrituras simultáneas. Se me ocurría un cuento y lo dejaba para después. Yo pensé que se me habían olvidado. Cuando por fin me puse ahora empezaron a salir y a explotar, como si estuviera recogiéndolos. Encontré cosas de los cuentos en libretas de otros años. Fue una escritura frenética.

–Es un escritura frenética, que apunta a dos niveles, uno el del lenguaje, que es absurdo y otro con historias muy surrealistas. Es frenético pero al mismo tiempo muy pensado

­–Al final cuando se te ocurre un cuento, se te ocurre un pretexto, una anécdota y en su momento las pensé de una manera, ahora, al escribirlas, hay un trabajo de frenetismo porque las historias no tienen origen ni destino. Y ahí también tiene que ver con la idea de la violencia ahora. Ahora está en todo, no sabemos dónde descubrirlas…

–El otro día me contaba una amiga, Mora, que le quiso dar un pan a una señora que estaba desesperada por tener un pan y la señora le dijo: No, me vas a dar limosna…

–(risas) Le estaba haciendo un favor y marca la desconfianza absoluta, que la desconfianza es la posibilidad de sentirte violentado. No puede concebir que alguien le ofrezca un pan para que se sienta mejor. La violencia llega a nosotros en algún momento, de golpe, a nuestras vidas…

–¿Esa violencia se puede ver a través del lenguaje?

–No sé si para verla, al menos para encontrarla. Si alguna herramienta tendríamos para pelear contra esa violencia es la empatía. Es decir, esa mujer no le habría contestado así si esa mujer habría tenido la misma empatía que tu amiga al ofrecerle un pan. Esa empatía es sólo posible habitando la vida de otro. Meterte en la piel del otro.

–México es el país de la cordialidad

–Y aún así empieza a verse menos. Es el país de la máscara de la cordialidad y después se voltean te pueden clavar 35 puñales. Esa máscara de la cordialidad se la está empezando a quitar la gente, por la desconfianza, ya no podemos confiar ni dentro de las casas. Ya estamos viviendo la época del terror y el lenguaje ha cambiado, porque debe demostrar esa violencia. No sólo el lenguaje, el acto estético. Es decir la escultura, la música, la pintura, esas cosas que nos permitan descansar de uno mismo. Eso me importaba mucho. Y sí claro que hay muchos temas que tienen que ver con la violencia de las novelas anteriores.

Yo quiero que lean mis cuentos haciendo un esfuerzo. Foto: Crisanto Rodríguez, SinEmbargo

–Claro que acá la violencia tiene que ver con la vida familiar…

–Sí, es verdad, nunca me había animado a eso. No había explorado cómo se filtra esa violencia en el universo de lo íntimo, del hogar. En uno de los cuentos que está inspirado en algo real, hubo una escena que se repetía en mi casa, pero mucho menos violenta y pensaba que si eso hubiera pasado así no vería la forma de no ser violento. Cómo se rompen los vínculos incluso íntimos.

–En el cuento de La tempestad…uno no sabe si el hermano lo va a salvar o lo va a matar y de todas maneras tú no lo resuelves…

–Es el único que se atreve, además. Hay muchos miembros de la familia que lo descartan. No se sabe qué va a pasar. Decidí terminarlo ahí, porque si lo decidía al final lo iba a sacar y no quise…

–En el contexto de los finales de los cuentos, ¿hay una posibilidad de que los lectores completen el cuento?

-Sí, yo quería que todos los cuentos tuvieran que ver con un universo al que todos nos tenemos que animar a vincular. Todos los que estamos aquí tenemos muchos más privilegios de los que cualquiera podría tener. Y la verdad es que todos los que estamos aquí que criticamos la vida de Carlos Slim, se parece mucho más nuestra vida a la de él que al 90 por ciento de los mexicanos. Que Slim pueda agarrar su avión privado a París para ir a cenar, se parece mucho más a nuestra posibilidad de dónde ir a cenar, que no a cenar. Es una realidad y en ese sentido hay todo un México de todos esos estallidos que no podríamos entender así nomás. Yo trato que todos mis cuentos destaquen el entendimiento de todas esas cuestiones. Arrancan en la situación misma y terminan en esa misma situación. En mis cuentos hay además una búsqueda estilística, necesidad de contar de otra manera…siempre hablo de Juan José Saer, aquella vez que destrozó a Mario Vargas Llosa en la polémica que tuvieron cuando le dijo que el compromiso del escritor no estaba en los temas sino en el lenguaje y que ese lenguaje fuera distinto al lenguaje del poder.

­–Tú me hablas de Saer y yo te hablo de Daniel Sada

–Sí, claro. Y si fuera por agregar nombres, agrego a Jesús Gardea. Hay mucho de Sada en Gardea y tuvieron una relación, además. Sada fue muy lector de Gardea. A Sada siempre recurro…

–Pensaba en eso, en la política del lenguaje de Sada, tan distinto a Malcolm Lowry, a Roberto Bolaño, porque parte desde el lenguaje

–Creo que ahí que a veces pensamos que la condición de la ficción de aspirar a la veracidad y no a la verdad pasaba sólo en la historia y eso le pasó a Lowry, que era un gigante y le pasó a Bolaño, otro gigante. Sada fue un poco más allá y entendió que las cosas iban a un lenguaje, la veracidad no está sólo en lo que cuentas sino que también tienes que inventar un lenguaje para contarlo. No tiene que ser verídico, sino veraz. Como Rulfo, que no logró captar cómo hablan los campesinos de México, pero que fue capaz de inventar un lenguaje entre los campesinos de México para hacernos creer que hay un lugar como México en el que hablan así. No sólo donde suceden tales cosas, que fue lo que hizo Lowry o lo que hizo Bolaño, sino que se narra así. Desde Rulfo no había nadie como Sada que renovara tanto el lenguaje.

La diferencia entre Sada y yo…Foto: Crisanto Rodríguez, SinEmbargo

–La diferencia entre Sada y tú…

–(risas) La diferencia entre Sada y yo es que Sada es un gran escritor y yo trato de escribir…

–Bueno, la diferencia entre tú y él es que uno lee tus libros con mucha pasión, en cambio con Sada hay veces que te dan ganas de tirar la novela a la pared…

–Sí, pero eso pasa mucho con las novelas, con los cuentos de Sada no. El humor de Sada en los cuentos, es mucho más accesible. El humor en las novelas hay que trabajar mucho para acceder a él. Tengo muchos amigos que son extraordinarios lectores y algunos editores y siempre dicen, con Sada qué difícil. Pero, ¿quién ha dicho que los lectores son espectadores? Ser lector implica un compromiso y un esfuerzo.

–Yo recuerdo mucho leer en mi adolescencia parándome, agarrándome la cabeza, yendo de un lado a otro…

–Sí, totalmente, decirte: ¿cómo es que no entiendo esto? Ese esfuerzo no sé si alguien hace hoy. Yo escribo pensando en que ojalá haya gente decidida a hacer ese esfuerzo.

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
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