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Dolia Estévez

18/02/2020 - 12:05 am

Narcoboda en Culiacán

La narcoboda se da a unos meses de que el Cartel de Sinaloa hizo alarde de su poder de fuego en Culiacán, obligando al Ejército Mexicano y a la Guardia Nacional a soltar a Ovidio Guzmán López.

Blindada por sicarios fuertemente armados, la entrada principal de la catedral fue clausurada durante la hora y media de la ceremonia. Foto: Rashide Frías, Cuartoscuro

Washington, D.C—En mayo de 2018, ante miles de creyentes congregados en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco amonestó a los miembros de la Mafia, advirtiéndoles que no pueden decirse cristianos, “porque cargan la muerte en sus almas”. Fue su ataque más fuerte al crimen organizado desde que los acusó en Calabria, cuna de la temida Ndrangheta, de practicar la “adoración al mal” en 2014.

El Obispo de la Diócesis de Culiacán Jonás Guerrero, no escuchó al Santo Padre o, peor aun, convenientemente lo ignoró, al permitir la narcoboda de Grisel Guzmán López, hija de Joaquín “El Chapo” Guzmán, con un descendiente de otra narcodinastía, en la Catedral de Culiacán, el 25 de enero (31/01/2020 Reforma).

Los hermanos de la novia, todos prófugos de la justicia estadounidense, presuntamente asistieron a la misa oficiada por un cura cercano a la familia. Presuntamente porque no divulgaron la lista de invitados y las fotos que subieron a las redes sociales omitieron deliberadamente imágenes de los asistentes. El gran ausente fue el padre de la novia encarcelado de por vida en una prisión de máxima seguridad en Colorado.

El Obispo Guerrero, quien fue secretario particular del Cardenal Norberto Rivera, negó tener “contubernio” con el Cártel de Sinaloa. Alegó que no sabía quiénes eran los novios y menos a qué se dedican. “No me enteré de la boda, hasta el lunes siguiente que alguien me dijo que hubo una boda con muchos recursos en la Catedral” (4/02/2010 Proceso).

Blindada por sicarios fuertemente armados, la entrada principal de la catedral fue clausurada durante la hora y media de la ceremonia. Los narcos cerraron la casa de Dios.

El Embajador Christopher Landau declinó pronunciarse, pero fuentes cercanas al diplomático dijeron que estaba “muy indignado”. Landau es católico. La DEA también declinó comentar. La jerarquía eclesiástica en la Ciudad de México guardó silencio.

La narcoboda se da a unos meses de que el Cártel de Sinaloa hizo alarde de su poder de fuego en Culiacán, obligando al Ejército Mexicano y a la Guardia Nacional a soltar a Ovidio Guzmán López, el menor de los chapitos, para impedir un derramamiento de sangre mayor. El llamado “Culiacanazo”.

“La liberación de Ovidio Guzmán fue un mensaje contundente: El Gobierno no tiene estrategia, es intimidadle y cede si resistimos, fundamentalmente en aras de una supuesta paz social, que obviamente no existe. Esto no puede más que envalentonar a la delincuencia, la cual ahora se siente capaz de actuar sin ser siquiera perturbada por alguna acción gubernamental. Sinaloa, en efecto, se puede considerar un estado gobernado por el Cártel de Sinaloa. Saben que no existe una sola consecuencia por sus actividades y su actuar. Sinaloa es, en términos de gobernabilidad, un estado gris, es decir, un estado a donde el Gobierno federal ya no llega”, me dijo Tony Payan, director del Centro México del Instituto para Políticas Públicas James A. Baker III de la Universidad de Rice.

El impresionante dispositivo de seguridad y logístico que montaron a las afueras de la catedral de Nuestra Señora del Rosario, la más antigua de Culiacán, no pudo haberse dado sin el consentimiento de la cúpula política, policial, religiosa e incluso militar del estado, me dijo una fuente informada que pidió no ser identificada por precaución.

“En Culiacán todo lo que pasa es para y del narcotráfico. La Iglesia católica no es la excepción, ni está exenta del dinero que proviene de las drogas. Los curas o encargados de los templos, reciben continuamente diezmos, ayuda para la remodelación de las iglesias, mucho del dinero llega por medio de las mujeres”, señaló. Recordó haber visto en el pasado “maletas con billetes de 5 a 20 dólares”, donadas por el cártel a los curas. En Culiacán, dijo, el dólar es la moneda de cambio.

“Los policías municipales–y me refiero a los que andan patrullando todos los días–no pueden hacer nada, ya que si existe cualquier suceso que esté relacionado con gente del Cártel de Sinaloa, cortan la comunicación vía radio y los mandos se comunican por medio de celulares”, explicó. De esta manera no dejan rastros de los pactos de impunidad con el Cártel.

La Iglesia católica siempre ha tenido una relación compleja con el crimen organizado, secundó Payan. “Ha sido muy bueno en cooptar y amedrentar a lo párrocos locales”. Ante la ausencia de Estado de derecho, no ven otra opción que cooperar. Como resultado, la iglesia recibe generosos donativos y pasa a formar parte de la base social del crimen organizado.

“Lo que sucede ahora es que esto se puede hacer ya sin tener que esconderse ni pretender absolutamente nada. El Gobierno ausente de López Obrador sólo solidifica los lazos entre la delincuencia organizada y las instituciones locales”.

Si bien la novia no es buscada por la DEA, sus hermanos sí. La lista de extraditables mexicanos la encabezan los cuatro hijos de “El Chapo”: Ovidio y Joaquín Guzmán López, hermanos de Grisel, y Jesús Alfredo e Iván Archivaldo Guzmán Salazar, mediohermanos de la novia. Jesús Alfredo, alias “Alfredillo”, destaca entre los criminales más buscados por la DEA. Todos tienen órdenes de aprehensión con fines de extradición. Las recompensas por información que lleve a sus paraderos fluctúan entre 5 y 10 millones de dólares.

El Papa ha dicho que los “mafiosos que se dicen cristianos”, solitos se excomulgan al infligir la muerte en otros. Me pregunto si los hijos del “Chapo” confesaron sus pecados y si, absueltos por el cura en nombre de Dios, se comulgaron con Jesucristo al tomar su cuerpo y su sangre en un rito que tuvo menos que ver con la unión “cristiana” de la pareja, que con el contubernio de la Iglesia católica local con el Cártel de Sinaloa y su rompimiento de facto con el Vaticano.

Twitter: @DoliaEstevez

Dolia Estévez
Dolia Estévez es periodista independiente en Washington, D.C. Inició su trayectoria profesional como corresponsal del diario El Financiero, donde fue corresponsal en la capital estadounidense durante 16 años. Fue comentarista del noticiero Radio Monitor, colaboradora de la revista Poder y Negocios, columnista del El Semanario y corresponsal de Noticias MVS. Actualmente publica un blog en Forbes.com (inglés), y colabora con Forbes México y Proyecto Puente. Es autora de El Embajador (Planeta, 2013). Está acreditada como corresponsal ante el Capitolio y el Centro de Prensa Extranjera en Washington.

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