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Jorge Alberto Gudiño Hernández

18/04/2020 - 12:04 am

Triar

Es un sistema que se implementó en las guerras napoleónicas y que, con mucha mayor información, sigue funcionando en los hospitales de todo el mundo.

En la medida en que la saturación vaya llegando a los servicios médicos, en que el colapso sea inminente o real, entonces habrá que triar. Y será difícil. Y será doloroso. También será indispensable. Foto: Omar Martínez, Cuartoscuro.

Las abundantes series televisivas que se desarrollan en torno a hospitales o servicios hospitalarios han abusado de nuestra resistencia. Cada tanto, ocurren episodios cuyo detonador es un accidente tumultuoso, con decenas de heridos: camiones escolares volcados, incendios, inundaciones o un sinfín de catástrofes que apuntan al colapso del hospital donde se desarrolla la trama. Tal vez fue en una de esas series donde escuché por primera vez el término triaje, en español, o triage en inglés y francés. Sin entender demasiado de medicina, es claro que el concepto se refiere a una clasificación que se hace en los servicios de emergencia orientados al orden en que deben ser atendidos los pacientes. Sobre todo, cuando los servicios médicos están colapsados.

Navegando con más calma entre palabras, el verbo que da vida al triaje es triar. Comparte etimologías con sus compañeros del francés y con “trillar”, una acción que siempre suena un tanto bucólica. El asunto es que triar implica separar. Y el triaje es justo lo que hace. A partir de diferentes protocolos, clasifica a los pacientes de acuerdo con la urgencia con la que deben ser atendidos y, sí, también, aunque suene muy radical, a las posibilidades que tienen de sobrevivir. Es un sistema que se implementó en las guerras napoleónicas y que, con mucha mayor información, sigue funcionando en los hospitales de todo el mundo.

No se precisa de la ficción para saber que las dudas siempre estarán latentes en una sala de emergencias al borde del colapso. ¿Por qué se debería salvar a un hombre joven que maltrata al personal o del que se sabe cometió un delito antes que al anciano en etapa terminal que ayudó a salvar a un par de decenas de niños cuando el accidente del autobús? ¿Por qué el doctor no debe esforzarse, primero, por atender a su mujer embarazada que ha llegado con una herida mortal y no ocuparse de un paciente desconocido con altas probabilidades de supervivencia? Preguntas como éstas y ejemplos más extremos se acumulan por doquier. La idea de que existan protocolos para el triaje (más aún en casos de emergencias masivas y saturación de los servicios hospitalarios) es liberar a los doctores de sus subjetividades. En la medida en la que puedan decidir a partir de un protocolo o un algoritmo, dejarán de lado consideraciones personales. Además, también podrían librarse de demandas o cuestionamientos éticos, toda vez que la decisión es tomada en apego a un manual.

Suena duro, por supuesto, y lo es. Sin embargo, también resulta necesario. Es cierto que los protocolos de triaje no pueden considerar todos los elementos: si el paciente era una buena persona o no, si fue responsable de lo sucedido, si es bondadoso o malvado, si lo merece o no. Mucho menos puede tomar en cuenta factores del futuro. Nadie le asegura al médico tratante que el paciente no saldrá del hospital y asesinará a una veintena de inocentes. Nadie. Y, también por eso, es preferible que exista un protocolo objetivo en torno al orden de atención a los pacientes.

Ha habido cierta polémica porque se han establecido los lineamientos para tratar a los pacientes del COVID-19-19 en México. La guía está disponible. Dice cosas duras, muy duras. De ésas que nos obligan a cuestionarnos los más profundos valores con los que funcionamos: ¿hay vidas más valiosas que otras? Ni idea. No soy quién para responder esa pregunta. No de forma generalizada. Pero sé que será necesario tomar en cuenta lo que dice la guía cuando se tengan en los hospitales muchos más pacientes que camas, que respiradores, que personal médico que los atienda.

También sé que los médicos no tendrán la culpa de las muertes. Ni siquiera una pequeña responsabilidad. Por el contrario, con o sin triaje, son los héroes de nuestros días. De ahí que condene a quienes se han atrevido a atacarlos.

Cuando se está en posibilidades de abarcarlo todo, de atender a todos y cada uno de los pacientes con el tiempo y el cuidado necesario, lo ideal será que así sea. En la medida en que la saturación vaya llegando a los servicios médicos, en que el colapso sea inminente o real, entonces habrá que triar. Y será difícil. Y será doloroso. También será indispensable.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.

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