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Alejandro Páez Varela

18/06/2012 - 12:01 am

Peña Nieto: Nuestro fracaso como sociedad

Es muy difícil pronosticar quién ganará la presidencia de México. Según mis cálculos, comparando encuestas, el siguiente ejercicio que publiquen María de las Heras (Demotecnia) y Reforma dará un empate técnico entre Andrés Manuel López Obrador y Enrique Peña Nieto. A su vez, según las casas encuestadoras de Excélsior, El Sol de México, Milenio y […]

Es muy difícil pronosticar quién ganará la presidencia de México. Según mis cálculos, comparando encuestas, el siguiente ejercicio que publiquen María de las Heras (Demotecnia) y Reforma dará un empate técnico entre Andrés Manuel López Obrador y Enrique Peña Nieto. A su vez, según las casas encuestadoras de Excélsior, El Sol de México, Milenio y El Universal, es posible que el candidato de las izquierdas crezca en las preferencias (como lo viene haciendo desde el 11 de mayo), pero no lo suficiente como para alcanzar al abanderado del PRI.

Si tomo en cuenta estas mediciones, entonces es muy difícil, como decía, calcular quién de los dos ganará. Hablo de dos porque Josefina Vázquez Mota se desinfla y va afianzando un tercer lugar, según todos los ejercicios, aunque no se ha desfondado. Creo que eso pasará (desfondarse) en las urnas. Ya veremos. Yo creo que el PAN sufrirá un descalabro mayor que el que ya padeció en 2009 y en varias elecciones estatales.

Pero independientemente de lo que suceda el 1 de julio y del rumbo que los mexicanos decidamos para los siguientes seis años, tendríamos que estar de acuerdo en que no podemos seguir más tiempo sin poner control a las televisoras.

Si gana Enrique Peña Nieto, es una confirmación de que el proceso electoral enmarcado por el Instituto Federal Electoral (IFE) es una burla: los presidentes, en estos tiempos, se imponen desde tiempo atrás: al candidato elegido por los poderes reales se le arregla una boda, se le coloca en los programas de espectáculos, se le peina, se le maquilla y se instala con paciencia en el ánimo de las mayorías con años de anticipación.

El problema, diría, no es el candidato. El problema es el poder de las televisoras: su enorme capacidad corruptora. A las elecciones, en tiempos de teledemocracia, se llega ya con un monigote maquillado, un pelagallos cualquiera convertido en “salvador” por la fuerza de la publicidad. Y así como funciona hoy nuestro sistema democrático, el IFE sirve sólo para validar la elección, para extender la constancia de mayoría y para dar argumentos de “civilidad” en contra de los que se atrevan a cuestionar el triunfo armado con anticipación.

Las elecciones, entonces, son sólo un trámite. Se me ocurre una metáfora: es el examen final de un curso, una simple prueba por escrito sobre el trabajo hecho durante años. Si todos los días, a todas horas, la televisión nos educa que debemos votar por el monigote, entonces votamos por él. Y la elección se vuelve simplemente un examen final.

Pues eso, perdónenme, es fraude. Asusta la palabra “fraude”, ¿no? Pues es fraude aquí y en cualquier democracia.

Pero esta vez, además, las elecciones serán una confirmación de que hemos reprobado como sociedad.

Dejamos que el poder de las televisoras creciera desmesuradamente. Dejamos que este cáncer se metiera hasta la médula: tiene senadores, tiene diputados, tiene gobernadores y tiene alcaldes. Y ahora, si gana Peña Nieto, tendrá un presidente.

Ni siquiera los señores del narcotráfico tienen tanto poder corruptor como las televisoras. Lo estamos viviendo. Si llega Peña Nieto, será el primer Presidente seleccionado por dos individuos (Emilio Azcárraga y Ricardo Salinas) y no por la gente. Ni Joaquín Guzmán Loera. Ni el hombre más rico del mundo, Carlos Slim.

Pero no todo es culpa, aclaro, de las televisoras. TV Azteca y Televisa asimilaron las fallas del sistema político, social y económico y lo aprovecharon.

Con una sociedad educada, sin ese otro tumor canceroso llamado Elba Esther Gordillo, las telenovelas no habrían alcanzado a vender a Peña Nieto como lo hicieron. Una sociedad educada e informada habría menospreciado de inmediato ese ignorantazo.

Con una mayor competencia en los medios, si se hubiera acabado en estos años con el duopolio televisivo, no nos habrían dado a comer ese producto chatarra con tanta facilidad.

Insisto: si gana Peña Nieto, fracasamos todos como sociedad. El poder de las televisoras (que se fortaleció ante la debilidad de las instituciones) habrá triunfado.

Y a jodernos. A tragarnos seis años a ese Frankenstein hecho con retazos de carne de televisión: un mujeriego bronceado, con casa en Acapulco, como Roberto Palazuelos; un alumno de las enseñanzas de Chespirito; un chistosito frívolo, acrítico de la realidad social, como Eugenio Derbez; un galán, macho, de plástico, como cualquier protagonista de telenovela; un individuo hecho para los Viajes Todo Pagado; un títere funcional que aprendió de memoria los pasos que debe dar cada vez que pise la alfombra roja.

Alejandro Páez Varela
Periodista, escritor. Es autor de las novelas Corazón de Kaláshnikov (Alfaguara 2014, Planeta 2008), Música para Perros (Alfaguara 2013), El Reino de las Moscas (Alfaguara 2012) y Oriundo Laredo (Alfaguara 2017). También de los libros de relatos No Incluye Baterías (Cal y Arena 2009) y Paracaídas que no abre (2007). Escribió Presidente en Espera (Planeta 2011) y es coautor de otros libros de periodismo como La Guerra por Juárez (Planeta, 2008), Los Suspirantes 2006 (Planeta 2005) Los Suspirantes 2012 (Planeta 2011), Los Amos de México (2007), Los Intocables (2008) y Los Suspirantes 2018 (Planeta 2017). Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx

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