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Francisco Ortiz Pinchetti

19/02/2021 - 12:04 am

Ya chole, Andrés

Me pregunto si Andrés Manuel cree de veras que con sólo decirlo vamos a creer que él y los suyos “no somos iguales”. ¿Pensará que efectivamente su palabra es dogma indiscutible, verdad absoluta, ley? Pienso que no, por supuesto. Como en muchas otras actitudes de antes y de ahora, las ocurrencias y las retahílas a […]

“No somos iguales”, dice a cada rato. Es su forma de evadir cuestionamientos incómodos, explicaciones imposibles. Foto: Moisés Pablo, Cuartoscuro.

Me pregunto si Andrés Manuel cree de veras que con sólo decirlo vamos a creer que él y los suyos “no somos iguales”. ¿Pensará que efectivamente su palabra es dogma indiscutible, verdad absoluta, ley?

Pienso que no, por supuesto. Como en muchas otras actitudes de antes y de ahora, las ocurrencias y las retahílas a las que recurre son argucias producto de su laaarga experiencia política. Es decir, ni él mismo se las cree, pero con ellas busca engañar, justificarse, encubrir.

“No somos iguales”, dice a cada rato. Es su forma de evadir cuestionamientos incómodos, explicaciones imposibles. Como lo son la descalificación cotidiana de los medios y de los periodistas que publican informaciones que le son adversas y el ratonero escape del “yo tengo otros datos”.

Me parece que el Presidente está cada vez más desesperado y más irascible, intolerante. Su contagio por el coronavirus, su misterioso tratamiento y su presumida convalecencia no le sirvieron para la reflexión serena y menos para la rectificación. Por el contrario, parecieron exacerbar sus enconos, sus fobias, sus rencores.

De ello sobran ejemplos, tan solo en los últimos días. Al mandatario le pareció ofensivo, eso dijo, que se crea que la toma de fotografías a adultos mayores vacunados contra COVID-19 y fotocopias a sus identificaciones oficiales hayan sido con un propósito electoral. ¡Qué infundio, por Dios!

“No somos iguales”, volvió a decir. “Realmente es hasta ofensivo que nos comparen”, dijo con un tono de asombro que ni él mismo se debe haber creído.

Y enseguida la justificación histórica, impecable: “Nosotros venimos de una lucha democrática en donde nos opusimos siempre y por convicción”.

Eso, según él, lo hace infalible.

“Nos vamos a seguir oponiendo a la manipulación, al uso de los programas sociales, de las acciones del Gobierno con propósitos electorales, no somos iguales”.

Como siempre, una perorata suple a la explicación coherente. La participación en las brigadas de vacunación de los llamados Servidores de la Nación, vestidos con chalecos morados Morena –los antes promotores del voto a favor del partido del Presidente–, y las aparentemente absurda toma de fotografías a los documentos electorales y a los propios adultos mayores vacunados, sus rostros, no tienen otra explicación que un uso electoral.

Quiso escapar con el rollo de que si se solicitó la credencial de los adultos mayores, fue para que se comprobara la edad, mayor a 60 años y que viven en la Alcaldía que les corresponde en el caso de la Ciudad de México, pero que no hay ninguna intención de “actuar de manera ilegal y perversa”.

Nada dijo, ojo, de la toma de fotografías, que es una cosa muy distinta y muy sospechosa que la mera y obligada comprobación de la edad y la residencia de los ancianos beneficiados, que se cumple al mostrar los documentos respectivos.

Y se volvió a flagelar:

“Imagínense, traficar con la aplicación de las vacunas para fines electorales, eso es lo peor” dijo. “Sí es ofensivo, como dicen los jóvenes coloquialmente, sí calienta”.

Sin embargo, su propio vocero en la pandemia, Hugo López-Gatell, lo desmintió (claro, sin querer). El subsecretario de Salud reconoció esa misma tarde que no era necesaria la toma de fotografías y que “es más”, de inmediato se eliminaría esa práctica en los centros de vacunación. ¿O sea?

Me imagino la sonrisa pícara que debe provocar la frase de “nosotros no somos iguales” a Manuel Bartlett Díaz, René Bejarano Martínez, Elba Esther Gordillo, Alfonso Durazo Montaño, Pío López Obrador, Carlos Lomeli Bolaños, Ricardo Monreal Ávila, Miguel Barbosa Huerta, Irma Eréndira Sandoval, Jaime Bonilla Valdez, Mario Delgado Carrillo, Carlos Romero Deschamps y desde luego Félix Salgado Macedonio, entre otros muchos de los “impresentables” del tabasqueño.

Por cierto, el caso de Salgado Macedonio, el candidato de López Obrador a la gubernatura de Guerrero y acusado de cinco violaciones a mujeres, es contundente. Después de que activistas, escritoras, investigadoras y actrices exigieron al Presidente romper el pacto de machismo al mantener al guerrerense como candidato de Morena por Guerrero, y se sumaron a cientos de voces aun provenientes de su propia bancada y su partido, el mandatario federal  dijo que “ya chole” con los ataques de campañas promovidas.

Su justificación, otra vez:

“Ellos tenían los periódicos, los conservadores, cómo manejaba Hitler su propaganda, pues igual, entonces, como dicen algunos, ya chole, que porque van a hacer una campaña en los medios, que el Reforma, El Universal, los programas de radio, como era antes, con expertos, analistas, pontificando, sentenciando, juzgando… Si nosotros padecimos esto, durante años, ataques tras ataques. Entonces, cómo no voy yo a estar desconfiado o actuar de manera precavida; que se trata de asuntos delicados sí, pero no callarnos”.

La pura verdad, ya chole don Andrés. Válgame.

DE LA LIBRE-TA

TRIPLEMENTE CATASTRÓFICA. En tres o cuatro días más, la cifra de personas fallecidas por COVID-19 en México triplicará el “escenario catastrófico”, como calificó  el doctor López-Gatell el 4 de junio del año pasado a la posibilidad de llegar a las 60 mil defunciones por la pandemia. Este jueves, el número de muertes era ya de 178 mil… reconocidas oficialmente. Faltan tres mil para los 180 mil. Y la tragedia no termina.

@fopinchetti

Francisco Ortiz Pinchetti
Fue reportero de Excélsior. Fundador del semanario Proceso, donde fue reportero, editor de asuntos especiales y codirector. Es director del periódico Libre en el Sur y del sitio www.libreenelsur.mx. Autor de De pueblo en pueblo (Océano, 2000) y coautor de El Fenómeno Fox (Planeta, 2001).

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