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Melvin Cantarell Gamboa

19/04/2022 - 12:05 am

Reflexiones sobre la guerra

Todos deseamos vivir en un planeta tranquilo, pacífico y seguro; esto sucederá cuando las sociedades críen a sus hijos con ternura, dulzura y amor, pues los hará sosegados, apaciguados, prudentes, calmados y enemigos de enfrentamientos y discordias

Los bomberos apagan un incendio después de un ataque aéreo en una tienda de neumáticos en Leópolis, Ucrania, el lunes 18 de abril de 2022.
“La guerra mata seres humanos, destruye naciones, extermina pueblos y ciudades enteras; en su vesania desata furias intensas capaces de trastornar el juicio y la razón más razonante y razonadora”. Foto: Mykola Tys, AP

Escribía un texto sobre el Tren Maya cuando recibí una llamada de mi hija Ruth en la que me comentó que Owen, mi nieto, había participado en un video junto con sus compañeritos porque su maestra de cuarto año de primaria les dejó de tarea que se grabaran portando banderas de Ucrania y carteles en los que hacían un llamado a la paz; entonces, decidí posponer mí entrega a SinEmbargo para escribir las siguientes reflexiones sobre la guerra.

La guerra mata seres humanos, destruye naciones, extermina pueblos y ciudades enteras; en su vesania desata furias intensas capaces de trastornar el juicio y la razón más razonante y razonadora. En estos casos, la paz no se alcanza con marchas ni buenos deseos, mucho menos tomando partido por alguno de los contendientes; la profesora de Owen quizá ignore que tomar partido por uno de los contendientes, convertirlo en defensor de una trinchera no ayuda a detener el conflicto y, sin embargo, sí puede sembrar odio en los sentimientos de los pequeños y prepararlos para al fratricidio; pues un niño no alcanza a comprender ni discernir las causales de la discordia entre los hombres y entre las naciones.

Todas las guerras, sin excepción, ponen en escena el drama universal de la humanidad: el dolor. Heráclito de Éfeso, que lloraba al ver las estupideces de los hombres, afirmó en uno de sus fragmento que “la guerra es la madre y la reina de todas las cosas”; no obstante, sus palabras están lejos de ser una apología del conflicto, nuestro error al leerlo consiste en no ver más que la discordia y se pasa por alto que en la filosofía del efesio, ésta y la armonía mantienen una unidad inseparable, para probarlo pone un precioso ejemplo: para tensar la cuerda de una lira hace falta que operen dos fuerzas opuestas que no se anulan ni forman entidades fijas y separadas, es decir, la tensión entre los extremos no es destructiva, se resuelve cuando el arco al deslizarse sobre la cuerda produce sonidos armoniosos gratos a los oídos.

Todos deseamos vivir en un planeta tranquilo, pacífico y seguro; esto sucederá cuando las sociedades críen a sus hijos con ternura, dulzura y amor, pues los hará sosegados, apaciguados, prudentes, calmados y enemigos de enfrentamientos y discordias; cuando se les enseñe también a verse en el otro como en un espejo, entonces los seres humanos serán incapaces de ejercerse violencia unos a los otros, ni instigarán a un tercero a cometerla; esto puede parecer un buen deseo, porque la realidad es diferente y de extrema crudeza, pero es posible empezar evitando que nuestros niños tomen partido, juzguen, critiquen o se burlen de alguien, sí antes no han aprendido a comprender.

La historia es un drama sucesivo de actos de brutalidad y violencia que los hombres, y los Estados, ejercen sobre otros hombres y otras naciones; de la misma manera, la guerra responde a intenciones, voluntades y acciones políticas deliberadas, condicionadas por ambiciones, codicia, avidez y avaricia valiéndose del poder material de las armas. Con toda razón Montesquieu llamó a los conflictos armados “la más terrible fuente de error” y a los hombres que los propician “individuos sin virtudes pacificadoras”, pero hábiles para esgrimir poderosos argumentos para justificar sus acciones. Veamos algunos de estos:

Argumento ontológico: Es un razonamiento que pretende demostrar a priori un hecho como necesario apoyándose de argucias, en ocasiones falaces. Ejemplo: En 1935, Pierre Laval, Ministro francés, negocia un pacto bilateral de ayuda mutua entre Francia y la Unión Soviética ante el rearme de Alemania. En su primer encuentro con Stalin, presidente de la URSS, Laval pide a su interlocutor a nombre del Papa que cese la represión contra los católicos, el soviético responde con una pregunta: “¡Ah, el Papa…! ¿y cuántas divisiones tiene?”. ¿Qué enseñanza podemos deducir de esta respuesta? Que la prerrogativa de decidir la guerra o la paz pertenece por entero al que tiene la fuerza de su parte; su poder y prepotencia legitima sus actos.

Argumento político: Este es el argumento sagrado de aquellos cuya voluntad de poder se sirven de pretextos para conseguir sus planes; los más violentos recurren a la fuerza de las armas, carecen de principios, tienen instinto dominante y espíritu tornadizo. Su astucia se despliega y concreta en el arte de la oportunidad, a la que regularmente recurren y, como buenos tramposos se escudan en la retórica; hablan de paz, justicia, protección de los débiles, pero confunden intencionalmente ayuda humanitaria con envío de armas, municiones, misiles, tanques y otros armamentos, según convenga a sus intereses, mejor si recrudecen y profundizan el conflicto. Lo estamos viviendo. Estados Unidos invita a Ucrania a pertenecer a la OTAN, la dota de armas, entrena a su ejército y lo tienta con hacerlo su socio con oportunidades óptimas; Rusia ve amenazada su frontera con Ucrania y la invade, el pueblo ucraniano sufre, sus hogares son destruidos, millones buscan asilo en otros países como refugiados. ¿Qué hace el instigador? Ofrece ayuda humanitaria. ¿En qué consiste? Más armas. Este es el argumento político por excelencia, hablar de paz y atizar la guerra. Normalmente, donde hay enemistad existe la probabilidad de un conflicto, pero, cuando interviene un tercero con intereses de dominio hegemónico, político y económico es seguro, con absoluta certeza que el favorecido y su contrario serán engañados; lo fue la URSS (Pacto de Varsovia 1955, acuerdo de desarme 1987, Acta de cooperación mutua 1997) y lo será Ucrania. Si contrastáramos las palabras de los dirigentes de las potencias occidentales con la realidad, comprobaríamos que, por regla general, su lenguaje y sus expresiones son ambiguas, llaman a la paz y alimentan la guerra, dicen buscar el bien de la humanidad y promueven el uso de la fuerza. Quien habla de pacificar y se arma está en guerra; Ibsen escribió: “Si en una función de teatro ves una pistola en el primer acto, ésta se disparará en el tercer acto o antes”. Las potencias, sin excepción, tienen como fundamento político la técnica cínica del poder, es decir, una falta de escrúpulos y disposición para mentir y traicionar sus compromisos.

Los jefes de Estado occidentales, por convicción o por fingimiento, alegan que los principios que los mueven a intervenir en la actual guerra se deducen de su civilización y su cultura humanística. La historia muestra lo contrario pues han engañado por siglos al resto del mundo; Occidente siempre ha combatido a otros pueblos en plan de “cruzada”, es decir, sus guerras son empresas productivas destinadas a acrecentar su poder despojando a las demás sociedades de sus bienes e incluso de sus estructuras psíquicas (Braudel).

Argumento económico: La guerra es un gran negocio y la beneficiada directa es la industria armamentística y sus “preciadas” mercancías: armas, tecnología y equipos militares; sus alcances son globales, Washington y Moscú, los principales exportadores de armas, Norteamérica con el 39 por ciento, Rusia el 19, Francia el 11, Israel el 10, China el 6.2 y Alemania el 5.6, otros cuatro completan la lista de los 10 más importantes vendedores. Estados Unidos es el principal promotor de instrumentos de destrucción, está involucrado en 13 de los 15 conflictos bélicos en curso en el mundo y es muy probable que las promueva de manera insensata. Los gastos en armamento a escala planetaria equivalen, en números de 2021, a 2.8 billones de dólares, es decir, dos millones ochocientos mil millones de dólares. Para complementar la información, Norteamérica posee en la actualidad cerca de mil bases militares alrededor del globo terráqueo, en sus 256 años de existencia como país independiente ha estado en guerra durante 222, participado en 130, intervenido en161 países, ha invadido a su débil vecino del sur 105 veces (Gastón García Cantú. Invasiones norteamericanas a México. Edit. ERA); en las guerras en que ha participado, el noventa por ciento de los muertos fueron civiles.

Argumento moral: Los sentimientos destructivos difícilmente podrían trastocarse en acciones nobles, benevolentes, bondadosos, compasivas y misericordiosa; pero ni el mundo ni la vida, mucho menos las sociedades humanas conocen de Occidente estas consideraciones; cuando desatan las guerras, los dirigentes de las grandes potencias, para legitimar su intervención, como ya señalamos, hablan, pues, de fines humanitarios, defensa de la democracia y de derechos humanos o de la conservación y mejoramiento de la sociedad levantando como lábaro la doctrina de su deber para con la humanidad. Habría que preguntarles por qué eligen a la moral como pretexto para reclamar su presencia en los conflictos. Sólo hay moral cuando se realizan actos en consideración al otro o por influjo de una voluntad libre de ventajas, beneficios, negocios, ganancias financieras; cuando todo esto está presente no existen actos morales; el recurso de la moral para los poderosos sólo sirve para alcanzar la aprobación de los ingenuos. La moral que en el caso de Ucrania y Rusia aducen los miembros de la OTAN tiene en el fondo instintos dominantes de poder; pese a estos lastres se proclaman los buenos y acusan al enemigo de malvado. Las buenas y malas acciones se definen en función de sus motivos y consecuencias. La exactitud de un juicio, en términos morales, es imposible por la complejidad de la materia o asunto; la historia de las apreciaciones morales es la historia de múltiples errores de irresponsabilidad ética. Si somos rigurosos, la moral es un recurso que sólo sirve para juzgar al otro severamente a fin de imponer una personal y caprichosa percepción de las cosas en litigio. Además, ser moral sin buenos antecedentes ni virtudes conduce a la fundamentación de los propios juicios en la fuerza que los avala y de esta manera llamar bueno a quien se somete y malvado a quien se resiste. Es cierto, se dan acciones premeditadas para dañar, pero ¿es posible alguna vez demostrar plenamente que el daño proviene sólo del otro y no de quien emite la acusación? Entre las buenas y malas acciones no hay sólo diferencias de especie, sino grados y a cada uno de los involucrados corresponde una parte de responsabilidad, sin embargo, toca la porción mayor al que actúa tras el conflicto por beneficio, interés o perfidia. Desde esta perspectiva podemos considerar moralmente bueno a quien en situaciones bélicas mantiene una competencia interactiva en favor de la armonía (diplomacia) y no lanza exabruptos inconscientes ni echa más leña al fuego.

Argumento ético: La ética contiene todas las opiniones sobre los actos de los individuos y de las cosas buenas y malas que resultan de sus comportamientos existenciales, se refiere, pues, a lo que las personas y las sociedades hacen.

Las virtudes han de brotar de nuestro ser como una segunda naturaleza; de la misma manera, la ética que define la moralidad de un pueblo se construye a través de su devenir en la historia; en pocas palabras, cada país tiene como fuente de sus principios morales la memoria de su formación como nación. De ahí que no sea fácil para quien viola sus propios principios encontrar en la ética vindicación para sus acciones; es así que quien participa en un conflicto armado no puede exculparse por sí mismo ni adjudicarse de antemano el papel de bueno, tarde que temprano habrá de rendir cuentas ante la historia. En el mundo griego, por ejemplo, la franqueza brutal y la verdad (parrhesía) dominaban las relaciones humanas, ahora los criminales de guerra están inmunizados y sólo el hombre ético puede arrojarle a la cara sus crímenes. El poder sólo cree en políticas de realidades, y la guerra, como cruel ejemplo de lo real, responde de manera material y concreta a intenciones y voluntades perfectamente calculadas en base a su fuerza.

Argumento historiográfico: La historiografía, que empieza escribiéndose desde la nota informativa, es la alcahueta y encubridora del execrable proceder de los fuertes, con relatos mediatizan la barbarie del poderoso, justifica sus atrocidades, parafrasea su violencia y reorienta sus errores con presupuestos extracientíficos o metacientíficos, para que, llegado el momento puedan dotar de sentido a sus intereses; de esta manera la ficción se impone a la verdad. Esta asociación de la historiografía con la pedagogía del engaño socaba toda justificación de la guerra con fundamentos éticos, para abrir paso a su inhumanidad.

Los narradores occidentales de la historia inmediata siempre han actuado de esta manera, de ahí que su interpretación de los hechos históricos no contenga nada que sirva de ejemplo a otros pueblos del mundo y sin embargo éstos tienen mucho que enseñarles. Nosotros, por ejemplo, como pueblo conquistado, tenemos mucho que reclamarles. Europa atacó, destruyó y desapareció civilizaciones enteras; cuando los europeos se dieron de bruces con la América precolombina, ellos, que habían inventado el “humanismo” se negaron a ver a un semejante; asesinaron, sometieron y esclavizaron a los indígenas sin misericordia ni consideraciones, es más, en siglos ni siquiera han deplorado sus crímenes, los sufrimientos que causaron y los dolores que provocaron. Estos hechos descalifican a los occidentales como promotores de la paz, de la seguridad del planeta y de poder extirpar el caos, la brutalidad y la violencia para mediar y pacificar a los involucrados en un conflicto bélico.

En la guerra entre Ucrania y Rusia la diferencia de las posiciones no se limita a un agresor y un agredido, a una víctima y un victimario porque es algo mucho más complejo, como la presencia de terceros involucrados en el conflicto con intereses específicos: seguridad propia, ambiciones hegemónicas, intereses económicos, políticos, financieros, de mercado y/o expansionistas; ante ellos hay que comportarse como lo hace el criminólogo, preguntarse: si están en juego intereses propios y qué beneficios puede obtener, el siguiente paso es poner en claro sus motivos y a qué debemos su presencia a fin de descubrir sus objetivos.

En los primeros siete días de esa guerra, las 15 mayores empresas productoras de armamento elevaron sus ganancias en 81 mil 500 millones de dólares y siguen creciendo alrededor de un diez por ciento cada semana. Hoy el mundo necesita más que nunca de petróleo, substituirlo llevará todavía décadas; los intereses que se mueven en torno de él (económicos, financieros, políticos y estratégicos) son tan grandes que quién lo posea, controle su distribución y domine sus rutas será el dueño del mundo. Ahora bien, de las 15 empresas vendedoras de armamento ocho son norteamericanas. Estados Unidos es el mayor productor y consumidor de petróleo, sus empresas son propietarias de las más importantes refinerías del mundo, monopolizan el mercado del producto, su distribución y la mayoría de las rutas del combustible. Con estos elementos, usted lector, reflexione, elabore sus propios juicios y obtenga la conclusión pertinente. Por último ¿Serán estas las causas del protagonismo del Gobierno norteamericano en el escenario bélico y su furia contra Rusia o quieren esconder algo más grave?

Melvin Cantarell Gamboa
Nació en Campeche, Campeche, en 1940. Estudió Filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Es excatedrático universitario (Universidad Iberoamericana y Universidad Autónoma de Sinaloa). También es autor de dos textos sobre Ética. Es exdirector de Programas de Radio y TV. Actualmente radica en Mazatlán, Sinaloa.

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