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Francisco Ortiz Pinchetti

19/10/2018 - 12:04 am

De lengua me como un plato…

El refranero mexicano tiene un apartado especial dedicado a la comida.

El clásico de barriga llena, corazón contento. Foto: Cuartoscuro

El refranero mexicano tiene un apartado especial dedicado a la comida. Y es que el uso de referencias culinarias está ligado irremediablemente a nuestro lenguaje cotidiano y se aplica lo mismo a actividades de la vida diaria que a los deportes o la política. Decir que el que traga más saliva come más pinole tiene claras implicaciones en este último sentido. Otro es aquel de que lo cacharon con las manos en la masa. Y por supuesto el muy actual de que nos están dando atole con el dedo.

Tengo especial predilección por la enorme variedad de dichos que enriquece la versión mexicana de la lengua española. Puedo presumir que tengo una colección que incluye no menos de cuatro mil refranes, algunos de los cuales –hay que reconocerlo– son adaptación de proverbios castellanos. Y puedo asegurar que tenemos para todas las ocasiones, los temas y las actividades.

Algunos de nuestros más populares refranes culinarios tienen que ver con la astucia, que suponemos característica intrínseca del mexicano. Tal es el caso de aquel que recomienda medirle el agua a los camotes o el que invita a darle que es mole de olla. Estoy como agua para chocolate indica un estado de ánimo y a la vez una advertencia. Porque, a final de cuentas, cada quien escoge el tamaño de la cebolla con la que va a llorar.

Hay algunos francamente festivos, como el que refiere que algo está como para chuparse los dedos o el clásico de barriga llena, corazón contento. Otros contienen evidentemente un dejo de reproche, como ese de que le echas mucha crema a tus tacos o el señalamiento de que alguien le hizo a otro de chivo los tamales o le dio una sopa de su propio chocolate. También hay de crítica, pero con cierta ironía: esa ya no se cuece al primer hervor, o dónde quiera se cuecen habas.

Es cierto que cuando como no conozco y que los hombres y las gallinas, poco tiempo en las cocinas. No tan contundente es en cambio afirmar que cuando el hambre entra por la puerta, el amor sale por la ventana o hasta al mejor cocinero se le va un tomate entero. No faltan por supuesto los consejos: sólo la cazuela sabe los hervores que se guarda o a todo se acostumbra uno menos a no comer… O de franca advertencia: El horno no está para bollos.

Sirven con frecuencia para justificar ciertas conductas, como el ingerir bebidas alcohólicas. Tal es el caso del proverbial para todo mal mezcal, para todo bien también, y menos conocidos, aquel de que aguardiente de mi vida, quien te dio tanta grandeza, si te mando a la barriga que vas a hacer a la cabeza, el que refiere cómo a buen comer o mal comer, tres veces beber y el que dice que la cerveza bien helada y la sopa bien caliente. Se dice que si el agua destruye caminos que no hará con los intestinos…Por el contrario, se hace apología también de los alimentos sanos y nutritivos: Que tan santo será el chocolate, que de rodillas se muele, juntando las manos se bate y mirando al cielo se bebe.

Algunos tienen obvias connotaciones sexuales, como el de tanta carne y yo chimuelo y el de si como las mueves los bates, ¡qué sabroso chocolate! O el de que es mucho jamón para dos huevitos. Y otros que por el contrario rayan en lo inocente: Si la leche es poca, al niño le toca… Y es que a todo se acostumbra uno menos a no comer.

Dicen que más vale llegar a tiempo que ser invitado y que al hombre se le conquista por el estómago; que camarón que se duerme amanece en un coctel, que olla que mucho hierve, sabor pierde; que del plato a la boca se cae la sopa, que el que nace para tamal del cielo le caen las hojas, que el que se quemó con leche, hasta al jocoque le sopla, y que cuándo el pobre tiene para carne es vigilia.

Hay los que tienen un sentido medicinal: La naranja, en la noche es oro, en la tarde plata, y en la noche mata, por ejemplo. Enfermo que come y mea que el diablo se lo crea, es otro. De gordos y tragones están llenos los panteones, afirma uno más. O los que aluden a fechas festivas: A cada guajolote le llega su Navidad.

Al igual que en la gastronomía popular, el taco tiene un lugar destacado en el refranero mexicano. Así, sabemos que de lengua me como un taco y que a falta de amor, unos tacos al pastor, que después de un buen taco, un buen tabaco; se invita a echar un taco de ojo y se advierte que en la forma de agarrar el taco se sabe quién es tragón y que a cualquier taco le llaman cena. Y no hay que olvidar que el taco ajeno es el más bueno.

Tan cierto como afirmar que este arroz ya se coció es ese otro que asegura que nunca falta un prietito en el arroz y que no falta la mosca en la sopa… O que sólo los tragones y avorazados se queman el hocico con la sopa. Es indudable que gallina vieja hace buen caldo y que todo lo que corre y vuela ¡es bueno pa’ la cazuela!

Y ya encarrilados, el comal le dijo a la olla que donde come uno comen dos y que mientras sean peras o sean manzanas a mí se me están quemando las habas, porque te juzgué sandía y resultaste calabaza, resultaste chiquito pero picoso, hasta lo que no comes te hace daño, lo dirás de chía pero es de horchata y aunque a mí me importa una pura y dos con sal, ahora es cuando chile verde, haz de darle sabor a mi caldo. ¡Atáscate ahora que hay lodo! Válgame.

@fopinchetti

Francisco Ortiz Pinchetti
Fue reportero de Excélsior. Fundador del semanario Proceso, donde fue reportero, editor de asuntos especiales y codirector. Es director del periódico Libre en el Sur y del sitio www.libreenelsur.mx. Autor de De pueblo en pueblo (Océano, 2000) y coautor de El Fenómeno Fox (Planeta, 2001).

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