ENSAYO desde Juárez | “Tenayokan: La ciudad de Mago”, una ruta que vincula murales urbanos y literatura

19/10/2019 - 12:01 am

“Cartografía literaria de Ciudad Juárez” surgió hace 4 años para difundir la literatura local a través de su relación con el espacio citadino. La exposición “Mago: El Silencio y el tiempo”, una retrospectiva de Margarita Gándara Orona (1929-2018), se complementó con actividades para acercar al público a la vida y obra de la artista fronteriza.

Como parte de dichas acciones, Juaritos Literario organizó una ruta: “Tenayokan: La ciudad de Mago”. El título proviene de una palabra náhuatl, cuyo significado evoca “Un monte cercado de muros” o “un lugar en que se hicieron murallas”.

Por Amalia Rodríguez Isais

Ciudad Juárez, Chihuahua, 19 de octubre (JuaritosLiterario).- Cartografía literaria de Ciudad Juárez surgió hace 4 años con el propósito de difundir la literatura local a través de su relación con el espacio citadino. Uno de los aspectos que ha enriquecido el proyecto consiste en la colaboración con otros colectivos e instituciones en la frontera, o incluso más allá (como este mismo ensayo lo demuestra). El Museo de Arte de la Ciudad inauguró en julio la exposición “Mago: El Silencio y el tiempo”, una retrospectiva artística de Margarita Gándara Orona (1929-2018), que se complementó con diversas actividades para acercar al público a la vida y obra de la muralista y pintora fronteriza.

Como parte de dichas acciones, Juaritos Literario organizó la ruta “Tenayokan: La ciudad de Mago”, gracias a la invitación, gestión y apoyo de Diana Ginéz y de Christian Diego, director del Museo. La dinámica consistió en diseñar un recorrido que uniera los distintos murales de Mago.

Juaritos Literario organizó la ruta “Tenayokan: La ciudad de Mago”. Foto: Facebook

Cabe destacar que la totalidad de su obra en espacios públicos se encuentra en los dos lados de la frontera; no obstante, por cuestiones de tiempo y logística, pues el trayecto se realizó en un “rutera” o “transporte de personal”, nos abocamos a los que realizó la artista en las calles juarenses. El título que elegimos proviene de una palabra náhuatl, cuyo significado evoca “Un monte cercado de muros” o “un lugar en que se hicieron murallas”, ya que, desde nuestra formación literaria e interés urbanista, nos centramos en rescatar el modo en que Mago plasmó en la ciudad su propia concepción del arte, así como en los vínculos literarios que le dieron forma a su corpus.

Mapa del recorrido. El trayecto se realizó en un “rutera” o “transporte de personal”, nos abocamos a los que realizó la artista en las calles juarenses. Foto: Facebook

Además, la idea del muralla también remite a la cualidad transfronteriza de Mago y de toda una serie de actividades culturales y artísticas que actualmente se realizan con la finalidad de romper ese enorme e infame muro –físico e ideológico– que pretende dividir una comunidad. A continuación, describiré las cuatro paradas que realizamos (ver el álbum de fotos). Por cuestión de síntesis, dejaré a un lado las intervenciones durante el trayecto en donde se habló sobre un par de textos literarios y autoras que se vinculan con el quehacer de la artista visual: Borderlands/La frontera: The New mestiza (1987) de Gloria Anzaldúa y Basura (2018) de Sylvia Aguilar Zéleny.

I. Coyolxauhqui

El punto de reunión fue en el Museo de Arte. De ahí partimos hacia el Centro de Información Turística El Chamizal, donde se encuentra la escultura titulada Coyolxauhqui (1999), justo en el umbral de dos naciones unidas en una sola región bajo un mismo cielo y paisaje. Un lugar sumamente representativo, ya que las obras de Mago forman parte de una amplia tradición de arte fronterizo y chicano que retoma el saber prehispánico como fuente de inspiración.

Mago Gándara: Coyolxauhqui, 2000. Foto: Facebook

Gloria Anzladúa, en su libro seminal Borderlans, abre un nuevo camino en la forma en que estudiamos y entendemos nuestro origen; propone el género autohistoria, el cual consiste en crear una nueva Historia a partir de la experiencia y búsqueda de identidad individuales, una en la que los iconos indígenas, las tradiciones y rituales reemplacen a la tradición católica. En este sentido, la escritora y activista chicana reconfigura las afinidades de su grupo cultural con la Virgen de Guadalupe y ofrece una imagen alternativa en Coatlicue, pues se identifica en la madre azteca como una mujer sin un pasado oficial, que se construye a sí misma y su propio legado; es decir, se reconoce como La Nueva Mestiza.

Así como Anzaldúa, Cherrié Moraga o Estela Portillo Trambley, la artista oriunda de El Paso se vincula con este planteamiento, pues recurre a la cosmogonía azteca para traer al espacio público figuras míticas que perviven en los intensos límites del mundo de lo sagrado y del nuestro. Una de ellas es la hija de Coatlicue y hermana de Huitzilopochtli, Coyolxauhqui, diosa lunar que dirigía a los aguerridos Huitznahua, uno de los 7 barrios que salieron de Aztlán. Al llegar al cerro Coatepec, se enfrentó a su hermano, quien la decapitó y arrojó, por lo que quedó desmembrada al pie del monte.

Margo Glantz recoge este mito en un libro infantil (2008), de título homónimo a la escultura que aquí me ocupa y cuyas ilustraciones pertenecen a María Figueroa. Este texto, igual que la obra de Mago, contiene parte de la historia de nuestro origen, pues propicia que “la que se ornamenta las mejillas con cascabeles” perpetúe la pugna cósmica del día y la noche, unión inseparable y cíclica entre los astros. Coyolxauhqui, dadora de vida en cada una de sus fases y umbrales.

Glantz, Margo. Coyolxauhqui. Il. María Figueroa. Ciudad de México: Conaculta, 2008. Foto: Facebook

II. Xochipilli

Después de cruzar un gran tramo de la ciudad, la segunda pieza a la que llegamos fue al mural inspirado por Xochipilli, el cual es imposible abarcar con la mirada, ya que exige desplazamiento y distintas perspectivas. El también llamado Príncipe de las Flores configura una de las principales esculturas de culto procedentes de la antigua cultura náhuatl. En el plano del mito se le concibe como el sol niño, un hombre joven con el cuerpo teñido de color rojo, adornado con flores y mariposas, y cuatro puntos que significan el calor solar. En la famosa Historia de la literatura náhuatl (1953), Ángel María Garibay recopila una composición en su honor:

Cantos festivos, pinturas de flores

viene soltando, viene desplegando: ¡oídlo!

Tiene entre mariposas y en el musgo acuático su casa

entre luces canta y llega.

[…]

¡Cuando entonas tus cantos aquí

el sol dura brillando!

Xochipilli, Museo Nacional de Antropología. Foto: Facebook

Los versos, además de reforzar el carácter juvenil y festivo que lo hace “niño sol”, también lo relaciona con la “flor y canto” mexicas, término que conceptualiza los antiguos cantares mesoamericanos. Otras hipótesis sobre la función de esta deidad refieren a que su expresión corporal (la inclinación de la cabeza, la mirada hacia el cielo, la boca semiabierta, las manos suspendidas en el aire y la tensión de los dedos del pie) indican un estado de éxtasis. Xochipilli, bajo esta interpretación, represente a alguien que no vive, en tiempo y espacio, a la par que los mortales, sino que observa directamente con los ojos del alma y se halla en un mundo remoto. Una abstracción de la realidad inducida por la ingestión de un enteógeno (hongos o flores con ciertas cualidades).

La expresión “in xóchitl, in cuicatl” metaforiza al poema, la expresión artística, o, en una palabra, el simbolismo que puede acercar al hombre a su raíz. En ese sentido, el recién fallecido León Portilla señala que la relación entre ambos elementos “afirma que la verdadera poesía implica un modo peculiar de conocimiento, fruto de auténtica experiencia interior, o si se prefiere, resultado de una intuición.”

En el mural, ubicado en el crucero de los Aztecas y Carlos Amaya, Gándara fragmentó la corporalidad de Xochipilli, también patrono de los bailes, el placer y la juventud, para instaurar en las calles de Ciudad Juárez la posibilidad de otras realidades y conocimientos que surgen a través de la palabra.

3. Nezahualcóyotl

La gesta del príncipe nacido en Texcoco en 1402 nos habla de un proceder cauteloso, por mucho tiempo deambulando en la clandestinidad, que se expresaba a través del poder de la palabra. Por ello, su imagen trasciende sus circunstancias como ejemplo de moralidad. Rey poeta que atendió distintos ámbitos como la disposición urbana de la tierra recuperada o la botánica, siempre con un trasfondo de inmortalidad mediante acciones imperecederas, como sus cantos, forjados por medio de profundas reflexiones sobre la naturaleza humana y su condición efímera ante los dioses: “¿Acaso de veras se vive con raíz en la tierra? / No para siempre en la tierra: solo un poco aquí. / Aunque sea de jade se quiebra, aunque sea de oro se rompe, / aunque sea plumaje de quetzal se desgarra”.

Mago Gándara: Nezahualcóyotl, 1999. Foto: Facebook
Mago Gándara: Nezahualcóyotl, 1999. Foto: Facebook

La figura y poesía de Nezahualcóyotl reside, gracias a la mano de Gándara, en uno de los circuitos más transitados de Ciudad Juárez. No obstante, este mural ha sufrido daños severos desde su realización a finales del siglo pasado. Parece que, más allá de evidenciar las crisis por las que ha pasado la urbe, la enorme estructura se ha apropiado y encarnado el pensamiento del Coyote hambriento:

“Mi memoria se fundirá con la luz de las estrellas, seré uno con el viento. Volveré a la casa del Dador de la Vida. Sólo un breve tiempo en la tierra y luego, como una pintura, nos iremos borrando. Dejaré de existir, pero mi voz vivirá por siempre en tus labios y en los labios de tus hijos, cuando enuncien las palabras de mi canto, los versos que nacen de lo más hondo de mi dicha y de los más oscuro de mi tristeza” (Ave Barrera y Estelí Meza, 2015). Sin duda, el mural en honor al poeta, pese a sus condiciones, ha quedado grabado en la memoria y voz de más de uno en esta frontera.

Martínez, José Luis. Nezahualcóyotl: vida y obra. Ciudad de México: FCE, 1972. Foto: Facebook

4. El milagro del Tepeyac

Un mural de 20 metros de largo, realizado entre 1992 y 1995, contiene la fuerza del sincretismo religioso que, desde hace siglos, representa la conciliación de múltiples, y a menudo conflictivos, significados culturales en un contexto de expresión compartido. El caso de la Virgen de Guadalupe es un claro ejemplo de la manifestación simultánea de sistemas diferentes en una misma forma de expresión. En su manto se unificaron deidades: Coatlicue, madre de los dioses aztecas (sus aspectos más siniestros desenvueltos en la figura de Cihuacóatl, mitad mujer, mitad serpiente, diosa de la tierra); Tonantzin, por quien se sacrificaban pájaros y animales pequeños.

Mago Gándara: El milagro del Tepeyac, 1995. Foto: Facebook

Luego, tras la conquista y la aparición de la Guadalupe en 1531 en el Cerro del Tepeyac, la iglesia novohispana intentó dividir la imagen de las dos divinidades relacionadas con la fertilidad: a esta última la configuraron virgen y llena de pureza, mientras que a las otras les otorgaron una connotación por completo negativa para que así, toda práctica fuera del catolicismo se considerada diabólica.

De esta manera, la antigua veneración a Tonantzin se convirtió en el apremiante culto a la Virgen Morena que hasta el día de hoy pervive. La historia de este suceso se escribió por primera vez en náhuatl, en el impreso Nican Mopohua (1549) atribuido a Antonio Valeriano.

Como el mismo título del mural lo indica, Mago plasmó como un milagro no solo la aparición de la Virgen, su estampa y permanencia en la tilma de Juan Diego, sino también la unificación y prevalencia de dos culturas. En el cerro del Tepeyac, los indígenas tenían un templo dedicado a Tonantzin, por ello, a Guadalupe le siguieron llamando así. En su famoso ensayo, Octavio Paz afirmó que la vida secreta del mestizo oscilaba entre la chingada (referencia a La Malinche) y Tonantzin/Guadalupe, y que, por eso, los criollos se habían refugiado en las entrañas de la última. Anzaldúa, por su parte, asegura:

“Hoy, la Virgen de Guadalupe es la imagen religiosa, política y cultural más potente del chicano / mexicano. Ella, como mi raza, es una síntesis del viejo mundo y lo nuevo, de la religión y la cultura de las dos razas en nuestra psique, los conquistadores y los conquistados. Es el símbolo del mestizo fiel a sus valores indios. La cultura chicana se identifica con la madre (india) más que con el padre (español).”

En El milagro del Tepeyac Tonantzin-Coatlicue, la madrecita del pueblo mexica, eleva sus manos hacia la luna y le da paso a una de las figuras católicas más importantes de la cultura mexicana. La virgen es amparada, al mismo tiempo, por las flores del campo del indio Juan Diego, aquel que sentenció al verla: “La que viene volando de la luz como Águila de Fuego”.

La artista celebró en este muro, realizado en la entrada de su casa-estudio CUI, la unión y perseverancia de dos razas antiguas, pero también la capacidad de crear comunidad –entre los niños y jóvenes de la colonia La Libertad– a partir del arte y los mosaicos. El objetivo de la ruta Tenayokan, así como del resto de actividades en torno a la vida y obra de Gándara, consiste en revalorizar no solo su trabajo, sino toda aquella cosmovisión y cultura que ella, a su vez, intentó resignificar en un contexto donde las ideas de unión, libertad e identidad resultan tan necesarias.

 

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