ENSAYO | John Irving, en un texto para SinEmbargo: “La ‘gran bestia’ ha hablado”

19/11/2016 - 12:10 am

Ciudad de Mexico, 19 de noviembre (SinEmbargo).– Escritor y guionista ganador de un Óscar, John Winslow Irving ha vendido libros por todo el mundo. Es un verdadero fenómeno editorial, referencia de la literatura estadounidense contemporánea. Su última novela, que presenta en estos días en la Feria del Libro de Guadalajara, es Avenida de los Misterios; el protagonista: Juan Diego. Claro, habla de México.

Pero hoy, aquí, viene a hablar de otra cosa. Ha escrito un texto en exclusiva para Puntos y Comas, la revista de lectores, autores y libros de SinEmbargo. El tema: la elección de Estados Unidos.

Se trata de un ensayo de profunda reflexión; una carta abierta a aquellos que votaron por Trump pero, sobre todo, a todos los que no votaron por Hillary. Esos que le dieron el triunfo al magnate al ausentarse de las urnas.

Sin más, aquí en ensayo. Con ustedes…

Trump gritando. Foto: AP
Trump gritando. Foto: AP

La “gran bestia” ha hablado

Por John Irving

Estuve en una gira de libros en Alemania en noviembre de 2012. Mi esposa Janet y yo estuvimos en Munich la noche del momento de felicidad del Obama-Romney. Dada la diferencia de tiempo, nos fuimos a la cama sin conocer los resultados de las elecciones. Temprano en la mañana –había luz previo al amanecer– me desperté con el sonido de cánticos. Salí de la cama y miré por la ventana. Vi a estudiantes alemanes cantando en la calle. Volví a la cama.

“Enciende el televisor”, dijo Janet.

“No te preocupes”, le dije. “Los estudiantes no están cantándole a Romney”. Bueno, eso fue una noche de elecciones diferente a esta última.

Mi padre es historiador. Al lamentar los resultados de las elecciones estadounidenses de este año, mi papá me recitó la manera en que Alexander Hamilton llamó al público votante: una “gran bestia”. Parece que la “gran bestia” ha hablado. Pero tenga esto en mente: en 2012, Romney obtuvo un millón de votos más que Trump; más revelador aún, Obama obtuvo 6.5 millones más de votos que Hillary. ¿Quiénes eran esos 6.5 millones de demócratas que no se presentaron por Hillary? ¿Llorones de Bernie que se quedaron en casa? ¿Afroamericanos indiferentes? ¿El 29 por ciento de los hispanos que votaron por Trump? ¿Demócratas, hombres y mujeres, que no “confiaran” en Hillary? Los partidarios de Trump no ganaron estas elecciones. Los demócratas que no votaron por Hillary las perdieron.

Para empezar antes de Trump –mucho antes, porque Marcus Aurelius, el único emperador romano que también era un filósofo, murió en 180 dC– las Meditaciones de Marcus Aurelius tiene más que decir sobre esta elección de Estados Unidos de lo que los medios han dicho o dirán . Estoy pensando específicamente en lo que Marcus Aurelius escribió sobre la ira: “Cuánto más dolorosas son las consecuencias de la ira que las causas de ella”. Los partidarios de Trump encarnan “las consecuencias de la ira”.

Esta elección tuvo un curso de colisión entre el deseo de cambio –en la mente de muchos votantes desinformados o mal informados, esto significaba un deseo infantil de cualquier cambio, incluso un cambio para empeorar– y el instinto comprensible pero poco sofisticado de culpar al status quo, “el sistema”, de todo. Estados Unidos estaba dividido en partes iguales entre dos opciones dispares y extremas. En la mente de muchos votantes: un vulgar, intruso narcisista, o alguien de casa, de boca cerrada. Como Marcus Aurelius también escribió: “Los filamentos del destino los tejieron a ambos, juntos”.

¿Qué tan “uniformemente dividido” está, como país, Estados Unidos? El voto popular se sigue tabulado. Al momento de este texto, Hillary encabezaba con 668,500 votos, enfatizando en la recurrente idea de acabar con el colegio electoral. En cuanto al camino que Estados Unidos ha optado para disminuirse –camino aislacionista, misógino y xenófobo–, recuerden que Trump tendrá una Cámara y un Senador publicanos para ayudar a aprobar las nominaciones de su Corte Suprema. Trump llevará al país hacia atrás, incluso más atrás que los años de Reagan. Los derechos de las mujeres y los derechos LGBT serán anulados, o van a retroceder. Una forma en que los republicanos pueden suprimir los derechos de las mujeres y los derechos de las personas LGBT es relegando estos derechos, que deberían ser universales, a los Estados, desastrosamente, para permitir a esos estados tomen estas importantes decisiones legislativas.

El Vicepresidente electo de Trump, Mike Pence, fue uno de los primeros en proponer el financiamiento de Planned Parenthood. Pence se opone celosamente a los derechos LGBT y al derecho al aborto. En un régimen de Trump-Pence, el caso Roe contra Wade podría ser derrumbado [este caso judicial de 1973 permitió que la Corte Suprema de los Estados Unidos reconociera el derecho al aborto inducido]; en nombre de la “libertad de religión”, y para aplacar la derecha cristiana, se puede negar el acceso asequible a la anticoncepción. Estos son temas que recibirán atención inmediata. Los nuevos magistrados nombrados para el Tribunal Supremo controlarán los derechos de las mujeres y las minorías sexuales durante una década o más.

A nivel internacional, no sé por dónde empezar. Estaré en México este mes, deseando tener algo esperanzador qué decir. Inevitablemente, estoy recordando las palabras de otro militar; como Marcus Aurelius, Porfirio Díaz era un soldado-filósofo; sirvió siete términos como Presidente de México. En esta elección estadounidense se hace un resonante eco aquello famoso que dijo Porfirio Díaz: “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”.

Por desgracia, añadiría: “Pobre Estados Unidos; creemos que estamos cerca de Dios, pero estamos lejos de lo que alguna vez creímos”. Consideremos nuestra propia Promesa de Lealtad, en particular esa parte sobre “libertad y justicia para todos”.

En julio, Michael Moore –el triste [bluesman] siempre fiel a los males del Rust Belt [cinturón del óxido, en referencia al Medio Este estadounidense]– nos advirtió en dónde iba a ganar Trump esta elección. Hillary perdió en los cuatro estados tristes [blues] del Rust Bowl [como Rust Belt] de los Grandes Lagos: Michigan, Ohio, Pennsylvania y Wisconsin. Los signos reveladores de su ruina en el cinturón del óxido podrían verse en las primarias; Bernie hizo que Hillary parecía vencible allí. Estos pobres eran demócratas de Reagan; fueron afectados por la economía de Reagan, y ahora han sido usados por Trump como sus puerquitos. Pero la gente trabajadora y si empleo en el cinturón de óxido estaba decidida a hacer pagar a los Clinton por su apoyo al TLCAN. Michael Moore llamó a Trump el “cóctel Molotov personal” del cinturón. Bueno –bien dicho, y en gran medida cierto– pero esto no deja a esos millones de demócratas que no votaron por Hillary fuera de culpa.

Es demasiado fácil señalar con el dedo a los votantes de Trump. Por supuesto, son egoístas, fanáticos y odiosos; muchos no tienen educación y han sido engañados. Solía tener amigos republicanos que se autodenominaban “fiscalmente conservadores, pero socialmente liberales”. Esta elección estadounidense no ofrece ninguna esperanza para el futuro de lo “socialmente liberal”. Alrededor del 50 por ciento de los votantes estadounidenses simplemente le dieron la espalda al “socialmente liberal”. Los demócratas que no votarían por Hillary –por la razón que sea– fueron los que dieron esta elección a Trump. No son diferentes que los demócratas, que se negaron a ponerse detrás de Humphrey en 1968 [Hubert Humphrey, demócrata, fue derrotado por Nixon ese año]; esos demócratas le dieron esa elección a Nixon.

A las dos de la mañana del 9 de noviembre, en el cuartel general de Trump en Nueva York, había yahoos [salvajes, rústicos] en abrigos y corbatas y gorras de béisbol con el “Make American Great Again”; estaban cantando para que Hillary fuera encarcelada. ¿Viven en Venezuela? ¿Trump es su Hugo Chávez? Como he imaginado muchas veces desde esta elección: Munich o Berlín, en la década de 1930, podría haberse parecido mucho a los Estados Unidos ahora.

Pensé que el fiasco Bush-Gore (me refiero a la forma en que terminó la elección, en Florida) fue devastador. No se compara con esto. Y escribí discursos de campaña para Geraldine Ferraro, cuando el equipo de Mondale-Ferraro perdió espectacularmente ante Reagan. Así de buenos eran mis discursos. Naturalmente, la mayor parte de lo que escribí para Ferraro fue censurado. “¡Oh, no puede decir eso!”, me dijeron repetidamente los expertos del Partido Demócrata. Por supuesto, uno de los expertos es el que primero me había pedido que escribiera esos discursos. Ah, bueno, Alexander Hamilton tenía sólo la mitad de razón. El “proceso democrático” –es decir, la forma en que se llevan a cabo las campañas electorales en los Estados Unidos– es tanto una “gran bestia” como un público votante.

Dije en mayo pasado, cuando estaba en otra gira de libros en Europa, que estas elecciones estaban, para ganar o perder, en manos de los demócratas. En ese momento, Hillary y Bernie competían entre sí. Como ex vermonter [nativo del estado de Vermont], había votado por Bernie muchas veces. Cuando vivía en Vermont, siempre voté por Bernie. Si Bernie hubiera ganado la nominación, habría votado por él de nuevo; creo que la mayoría o todos los partidarios de Hillary habrían votado por Bernie. Pero, incluso en mayo, me preocupaba por cuántos partidarios de Bernie apoyarían a Hillary, si Bernie no ganaba la nominación. No los suficientes, ahora aparece.

No, no estoy culpando a Bernie. Siempre ha sido quien es: obstinadamente fiel a sí mismo. Bernie votó por Hillary, y trató de persuadir a sus seguidores a duras penas para que la apoyaran. Pero nuestros compañeros demócratas liberales, los que no se presentaron a votar por Hillary –los 6.5 millones que votaron por Obama, pero estaban ausentes en 2016–, esos demócratas son a los que hay que culpar. No sólo Romney (en 2012) obtuvo más votos que Trump. En 2008, McCain obtuvo más votos que Trump. Y me pregunto sobre los manifestantes que están protestando en Estados Unidos, desacreditando la victoria de Trump: ¿cuántos de ellos no votaron por Hillary?

¿Es tranquilizador pensar que Trump no tomará la mayoría de las decisiones clave? En la Casa Blanca, es probable que los republicanos de Trump no se sientan cómodos: Giuliani, Palin, Gingrich, por nombrar tres posibles espantos. Es mejor que aquellos 6.5 millones de demócratas que votaron por Obama pero no por Hillary, apoyen  al próximo candidato demócrata a la presidencia. En las democracias, siempre hay una “próxima vez”. Eso no ayuda ahora. ¿Qué del ahora?

Un borrador de este ensayo fue publicado en el Globe and Mail de Canadá el 12 de noviembre pasado.

* Residente de New England desde hace 40 años, el escritor y guionista John Irving vive en Toronto. En julio de 2015 se convirtió en residente permanente de Canadá. Sigue siendo ciudadano estadounidense, contribuyente fiscal y votante.

en Sinembargo al Aire

Opinión

Opinión en video