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Héctor Luis Zarauz López

20/02/2022 - 12:02 am

“Cuando despertó el STPRM todavía estaba allí”

“La corrupción, las enormes prebendas y gigantescos negocios de los que se benefició la cúpula sindical, los convirtieron en cómplices del saqueo a la empresa”.

 

STPRM. Foto: Cuartoscuro

A César Navarro Gallegos, in memoriam

 

I.

Hacia los años veinte del siglo pasado el joven Gral. Lázaro Cárdenas, fungió como jefe de operaciones militares en el Istmo de Tehuantepec y después en la región de la Huasteca, en ambas regiones hubo de lidiar con los alzados contrarrevolucionario que asolaban esos territorios y con las compañías petroleras, que manejaba los hilos de la rebelión, como estrategia para resistir los intentos del gobierno mexicano por regular esa industria.

Posteriormente, en el año de 1934, ya ungido como candidato presidencial, visitaría de nuevo las plazas petroleras que le eran familiares, sólo para constatar que continuaban los abusos de las compañías, además del sometimiento y la división entre los trabajadores. Era claro que, para enfrentar a esos poderosos señores del petróleo, había que fortalecer la organización y las agrupaciones de obreros petroleros que permanecían escindidas, siendo fácil presa de los intereses extranjeros.

Ante tal división el General visualizó la necesidad imperiosa de formar un sindicato unificado, sólido, que se convirtiera en aliado del gobierno para poner freno a las compañías y que sirviera también para demandar los derechos de los trabajadores, por lo cual dio impulso a este proyecto.

Así, una serie de agrupaciones de trabajadores, organizadas por compañías (El Aguila, la Huasteca, Penn Oil Co., etc.), por oficios (mecánicos, operarios, oficinistas y demás) o por plazas petroleras (Tampico, Minatitlán, Poza Rica, ciudad de México, etc.) se fueron sumando hasta constituir un sindicato nacional.

El 13 de julio de 1935, en la capital del país, se convocó al Primer Gran Congreso de Sindicatos Petroleros; el 15 de agosto se aprobó el Acta Constitutiva y los Estatutos que habrían de regir al nuevo organismo con 19 delegados de sindicatos y uniones, dando origen al Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM). El órgano máximo del sindicato sería el Comité Ejecutivo Nacional, el puesto de la Secretaría General sería asignado de manera rotativa entre Tampico, Poza Rica y Minatitlán, por ser los principales centros petroleros, y Eduardo Soto Innes fue electo como primer secretario general. La unificación de 13 267 trabajadores petroleros fue finalmente consolidada. Sin lugar a dudas, el STPRM se había convertido en el sindicato aglutinador y líder de la industria petrolera.

Poco menos de tres años más tarde, el STPRM fue elemento decisivo en la nacionalización petrolera, que se convertiría en motor de la industrialización del país, asimismo coadyuvó al fortalecimiento del corporativismo del Estado Mexicano.

 

II.

Desde su formación el STPRM se convertiría en un aliado gubernamental, ello no obstante fricciones que se dieron por cuestiones laborales, como las que tuvo con el gobierno de Miguel Alemán en 1946, y las movilizaciones de este gremio en la ciudad de México en 1958. En general el pragmatismo y la fidelidad al sistema serían características de la agrupación, sin importar quien fuera el presidente de la República ni el Secretario General del sindicato. Las huestes de trabajadores y obreros petroleros, fueron férreamente controlados por sus líderes, lo cual se debió en cierta medida a condiciones laborales favorables (salarios superiores a la media nacional, creación de hospitales, escuelas, tiendas, etc.) pero también por prácticas caciquiles en las distintas secciones, la corrupción y la coacción a los trabajadores.

Esta relación orgánica con los gobiernos emanados del PRI, se fortalecería bajo el cacicazgo sindical de Joaquín Hernández Galicia, desde los años 60. Más tarde, los cambios en la orientación ideológica de los gobiernos hacia el neoliberalismo no le impedirían al STPRM (surgido como se ha dicho de un proceso nacionalista), apoyar tanto a los gobiernos del PRI como a los del PAN. En ese marco se dio el empoderamiento de Carlos Romero Deschamps (entre 1993 y 2019), que actuaría en completa connivencia con las nuevas directrices ideológicas gubernamentales como lo prueba la impúdica participación del STPRM en los proyectos por reformar y privatizar la industria petrolera, tal y como lo harían en 2013 al aprobar servilmente la reforma energética.

La corrupción, las enormes prebendas y gigantescos negocios de los que se benefició la cúpula sindical, los convirtieron en cómplices del saqueo a la empresa.

 

III.

El ascenso del nuevo gobierno, en diciembre de 2018, planteó escenarios desconocidos en el vínculo del STPRM con el Estado. No sería más un aliado, ni un sindicato identificado con el partido en el poder. Surgiría una nueva disyuntiva: adaptarse a los nuevos tiempos y metamorfosearse, una vez más, o la confrontación. Por parte del nuevo gobierno la disyuntiva sería integrar a la fuerza sindical petrolera o reformarla.

La opción natural de un gobierno, que se ostenta como nacionalista y de izquierda, fue democratizar las estructuras de este poderoso sindicato. Un primer escollo era el control ejercido por su líder Carlos Romero Deschamps, en torno al cual se han referido varias evidencias de corrupción y enriquecimiento ilícito (tan sólo recordemos el llamado Pemexgate o desvío ilegal de fondos para efectos electorales, o el escandaloso ritmo de vida de este líder y su familia); por tales situaciones declinaría en la conducción del STPRM sin haber sido juzgado hasta la fecha.

Después de varios meses de permanecer increíblemente acéfalo, el STPRM convocó a la elección de las dirigencias seccionales (36 en total) y de la secretaría general. Este proceso de renovación electoral, sería supervisado por la Secretaría del Trabajo.

En primera instancia, en el mes de diciembre de 2021, se realizaron las elecciones de las 36 secciones, dando por resultado que en 29 de ellas habrían ganado candidatos cercanos a Romero Deschamps, en 3 habrían triunfado candidatos distintos y en 4 más serían impugnadas las elecciones, es decir resultados abrumadoramente favorables a la vieja dirigencia, aunque ya no hubo carro completo.

En cuanto a la selección de la secretaría general, se decidieron explorar nuevas reglas que permitieran una mayor equidad en la contienda. Para empezar, se abrió ampliamente la postulación de candidatos (hasta llegar a 25), se determinó que el voto sería secreto y mediante dispositivo electrónico (para impedir la coacción), y se creó un espacio en las conferencias presidenciales matutinas de Palacio Nacional, para que los aspirantes a la secretaría general dieran a conocer sus programas de trabajo. Todos fueron intentos estructurados desde la Secretaría de Trabajo con la intención de crear condiciones más equitativas, de limitar las prácticas habituales en el sindicato petrolero de intimidación, coacción o compra de votos.

De tal forma desfilaron los 25 candidatos durante una semana, en el foro de mayor exposición nacional, contando con 5 minutos para postular su programa de trabajo, pudiéndose observar, en la mayoría de los casos, la pobreza programática de los candidatos (tal vez escaparía a este esquema Nora Luz Vázquez Sánchez, del añejo Movimiento Nacional Petrolero), la falta de expresión verbal y hasta cierto patetismo en sus exposiciones, incluido el candidato “oficial” Ricardo Aldana, quien desde hace más de dos décadas ha fungido como tesorero del sindicato, además de haber ostentado nombramientos como diputado y senador por el PRI; a su curriculum debe agregarse que enfrentó un juicio de desafuero debido a su participación en el Pemexgate en el año 2000, siendo exonerado gracias a los votos mayoritarios de los ya entonces mimetizados PRI y PAN.

Finalmente, el 31 de enero se realizaron las votaciones en las cuales fueron convocados 89 000 petroleros, de los cuales se registraron 72 mil y votaron 63 700 obteniéndose; no obstante, los intentos por equilibrar la contienda de parte de la secretaria del Trabajo y de los exhortos del propio presidente de la República a votar en libertad, una aplastante victoria de Ricardo Aldana, quien obtuvo alrededor de 45 000 votos.

 

IV.

Necesariamente habrá que pensar en las causas de tan abrumadores resultados.

Por una parte, décadas de dominio de los cacicazgos sindicales, las prebendas de que fueron objeto las cúpulas de este sindicato, la falta de una práxis electoral de sus agremiados, la cooptación ancestral, la costumbre a la subordinación, el clientelismo, etc., generaron una “cultura” política de los petroleros que hace décadas declinaron su independencia en sus líderes. Bien lo reconoció la secretaria del Trabajo, Luisa María Alcalde, en un evento de la Organización Internacional del Trabajo, en noviembre pasado, que lo más complejo era precisamente cambiar la cultura sindical de los trabajadores.

A ello habría que sumar otros elementos, como la atomización de las opciones presentadas por la oposición, en total 23 candidatos (si descontamos a Aldana y a César Pecero, otro personaje identificado con Romero Deschamps), la pobreza programática de esta oposición, su falta de presencia a nivel nacional y la indiscutible inequidad en recursos materiales con relación a la dirigencia “oficial”.

Esto hace pensar que será una ruta más o menos larga para democratizar la vida de los sindicatos y cambiar esa cultura política. Sin embargo, el reverso de la moneda se vio también recientemente, cuando en los primeros días de febrero el Sindicato Independiente Nacional de Trabajadoras y Trabajadores de la Industria Automotriz ganó la representación ante la compañía General Motors, también de manera abrumadora, arrebatando a la CTM esta posición.

Queda pues en el aire el comportamiento político de los grandes sindicatos (como los de industria: petroleros, mineros y electricistas, o bien el de maestros) y su relación con el gobierno. Por lo pronto los resultados de la elección del STPRM muestra a otro poder fáctico en resistencia al proyecto de la 4T (como lo son: la SCJN, el INE, cierta burguesía beligerante, la mayor parte de la prensa escrita); dicho esto para aquellos sectores que claman por el equilibrio político y que antes no observaron la abyección de estos órganos ante el poder.

 

Héctor Luis Zarauz López
Sociólogo e historiador. Se ha dedicado a trabajar temas de historia regional, económica y social, con énfasis en los periodos del porfiriato, la revolución y el México contemporáneo. Con sus trabajos ha obtenido reconocimientos como el Premio Salvador Azuela del INEHRM y mención honorífica en el Premio Marcos y Celia Maus. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Actualmente es integrante del seminario permanente de Historia Contemporánea y del Tiempo Presente. Es autor de varias obras: “Álvaro Obregón y la reforma a la Suprema Corte de Justicia de la Nación en el año de 1928”; “Valentín Elcoro e hijos. Historia de una vida empresarial”; “Tiempo de caudillos, 1917-1924”; “La revolución en la ciudad de México 1900-1920”; “La fiesta de la muerte; México. Fiestas cívicas, familiares, laborales y nuevos festejos”, entre otros títulos. Actualmente es profesor e investigador en el Instituto de Investigaciones Dr. José Ma. Luis Mora.

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